PELAYO VISITA EL MANU:
La extensa alfombra verde de la selva del Manu se extendía en miles de kilómetros. Los animales que allí vivían podían sentirse tranquilos y felices, el peligro se había terminado.
Después de dos días de festejos el Manu volvía a la rutina de cada día.
Pelayo y Francisco volaban sin descanso para disfrutar de su libertad y de los maravillosos paisajes.
El sol en lo alto del cielo era testigo de tanta alegría, por momentos ambos primos se daban sendos baños en un recodo del río, donde se formaba una pequeña laguna y podían remojarse sin peligro. Ellos lavaban sus plumas y descansaban, luego levantaban el vuelo para posarse en el árbol más cargado de frutos y comer hasta repletarse, de ahí una larga siesta era indispensable.
Francisco no se cansaba de volar, él ahora iba a donde lo llevaba el viento y daba volteretas sin cesar, de árbol en árbol.
No había en toda la selva amazónica papagayo más feliz. Ahora era el más famoso ¡si!...pero por su gran destreza a la hora de volar.
Los demás animales, disfrutaban del sol y la tranquilidad que reinaba. En el río los manatíes, los delfines rosados, las pirañas y las nutrias conversaban y reían, había tiempo para la diversión. La poderosa boa constrictor conversaba con la tortugas de río que sorprendidas comentaban los últimos acontecimientos.
El otorongo, era el más feliz de los felinos en ese momento porque ya no tenía que esconderse, ni temer por su vida, ahora en cambio podía hacer largas caminatas, largas siestas y luego conversar con su amigos sin prisa.
Pelayo y Francisco disfrutaban de sus paseos y se detenían en la comunidad de papagayos para socializar con todos los miembros de la familia.
Después del almuerzo los dos primos descansaban en su árbol, Pelayo muy serio comentó a su primo:
-Francisco, ha llegado la hora de regresar a mi hogar, estas semanas que he pasado en el Manu, han estado llenas de aventura y buenos momentos. He conocido muchos amigos y han sido las mejores vacaciones de mi vida, nunca las olvidaré.
-Pelayo no, no puedes irte, quédate a vivir en el Manu con nosotros, todos te vamos a extrañar si te vas. Contigo hemos aprendido los peligros que pueden presentarse en la selva- decía Francisco con tristeza.
-Querido primo, no puede quedarme, tengo que regresar a mi hogar, allá también me espera mi familia, mis amigos y todo mi mundo.
Francisco volvió a insistir -Pelayo no puedes irte, debes quedarte, yo me siento muy bien con tu compañía.
-Gracias por tus palabras pero ahora que sabes volar y eres un experto, es necesario que te conviertas en el centinela que de la voz de alarma si observas algún peligro en la selva. Tú sabes que siempre debemos estar atentos. Ya conoces cómo son los humanos.
-Entonces Pelayo, de todas maneras te marchas de regreso a tu hogar.
-Si primo, mañana saldré muy temprano
Después de dos días de festejos el Manu volvía a la rutina de cada día.
Pelayo y Francisco volaban sin descanso para disfrutar de su libertad y de los maravillosos paisajes.
El sol en lo alto del cielo era testigo de tanta alegría, por momentos ambos primos se daban sendos baños en un recodo del río, donde se formaba una pequeña laguna y podían remojarse sin peligro. Ellos lavaban sus plumas y descansaban, luego levantaban el vuelo para posarse en el árbol más cargado de frutos y comer hasta repletarse, de ahí una larga siesta era indispensable.
Francisco no se cansaba de volar, él ahora iba a donde lo llevaba el viento y daba volteretas sin cesar, de árbol en árbol.
No había en toda la selva amazónica papagayo más feliz. Ahora era el más famoso ¡si!...pero por su gran destreza a la hora de volar.
Los demás animales, disfrutaban del sol y la tranquilidad que reinaba. En el río los manatíes, los delfines rosados, las pirañas y las nutrias conversaban y reían, había tiempo para la diversión. La poderosa boa constrictor conversaba con la tortugas de río que sorprendidas comentaban los últimos acontecimientos.
El otorongo, era el más feliz de los felinos en ese momento porque ya no tenía que esconderse, ni temer por su vida, ahora en cambio podía hacer largas caminatas, largas siestas y luego conversar con su amigos sin prisa.
Pelayo y Francisco disfrutaban de sus paseos y se detenían en la comunidad de papagayos para socializar con todos los miembros de la familia.
Después del almuerzo los dos primos descansaban en su árbol, Pelayo muy serio comentó a su primo:
-Francisco, ha llegado la hora de regresar a mi hogar, estas semanas que he pasado en el Manu, han estado llenas de aventura y buenos momentos. He conocido muchos amigos y han sido las mejores vacaciones de mi vida, nunca las olvidaré.
-Pelayo no, no puedes irte, quédate a vivir en el Manu con nosotros, todos te vamos a extrañar si te vas. Contigo hemos aprendido los peligros que pueden presentarse en la selva- decía Francisco con tristeza.
-Querido primo, no puede quedarme, tengo que regresar a mi hogar, allá también me espera mi familia, mis amigos y todo mi mundo.
Francisco volvió a insistir -Pelayo no puedes irte, debes quedarte, yo me siento muy bien con tu compañía.
-Gracias por tus palabras pero ahora que sabes volar y eres un experto, es necesario que te conviertas en el centinela que de la voz de alarma si observas algún peligro en la selva. Tú sabes que siempre debemos estar atentos. Ya conoces cómo son los humanos.
-Entonces Pelayo, de todas maneras te marchas de regreso a tu hogar.
-Si primo, mañana saldré muy temprano
con los primeros rayos de sol.
Francisco con emoción en la voz contestó -Pelayo siento pesar por tu partida y prometo que seré el vigía que cuide el Manu, estaré siempre atento a cualquier peligro. Además te prometo que el próximo año después que termine la estación de las lluvias, seré yo, quién vaya a visitarte, deseo conocer tu hogar y devolverte la visita.
Pelayo con alegría comentó:
-Francisco te tomo la palabra y espero tu visita, no me vayas a fallar.
-Francisco te tomo la palabra y espero tu visita, no me vayas a fallar.
-No Pelayo, te prometo que allí estaré.
Y los dos primos se dieron un fuerte abrazo. El otorongo que había estado atento a la conversación dijo con autoridad:
-Ahora por fin, voy a poder descansar, ya no voy a escuchar a los papagayos parlanchines que interumpian mi sueño, todo el tiempo.
El otorongo decía esto para no demostrar su tristeza pero en el fondo sentía una gran pena con la partida de Pelayo.
-Que tengas buen viaje Pelayo y buena suerte- comentó ocultando su pesar, después de todo él era el rey de la selva.
Pelayo se daba cuenta del sentir de su amigo y contestó -Gracias otorongo por tus palabras, ya no vamos a interumpir tu sueño, eres en verdad un gran amigo.
Los escarabajo peloteros también se despedían de Pelayo, ellos habían sido testigos cercanos de sus acciones: -Pelayo que tengas un buen viaje y llegues pronto a tu hogar.
Así, en medio de una gran emoción se despedían todos los amigos de Pelayo, todos ellos agradecían por haberlos salvado del peligro y ahora habían aprendido cómo cuidarse.
En al comunidad de papagayos le hicieron una despedida, el papagayo mayor, dio un discurso a Pelayo y éste agradeció sus palabras comentando:
-Jamás hubiera podido hacer nada sin la ayuda de mi primo Francisco, del otorongo y del guarda bosques, a él también debemos darle el crédito; todos ellos me ayudaron en cada momento.
Después de las palabras del papagayo mayor, hubo una gran fiesta de despedida para Pelayo. Éste comió muy bien y festejó con sus amigos para despedirse.
Al día siguientes con los primeros rayos de sol, Pelayo se despertaba y estiraba sus alas, el día no podía ser más bello para volar. Francisco también se despertó y se desperezaba respirando profundamente y estirando cada músculo de su cuerpo.
-No te preocupes Pelayo, yo voy acompañarte un tramo del vuelo hasta donde el gran Manu termina.
-Es verdad primo, deseas acompañarme- contestó Pelayo con emoción
-Si, es verdad, te reto a un vuelo, quien llega primero a los confines del Manu.
Francisco abrió sus alas y se lanzó con el viento a volar y en voz alta decía -¡quien gana Pelayooo!.
Los dos papagayos volaban y volaban para alcanzar su meta, Francisco era veloz, Pelayo era sagaz y precavido y esto mismo le había advertido a su primo unos días antes para que tenga cuidado al volar.
Cuando llegaron a los confines donde terminaba el gran Manu los dos primos se posaron en la rama de un árbol y se despedían con un fuerte abrazo, las palabras de Francisco eran:
-Pelayo, de todas maneras nos vemos el próximo año.
-¡Si Francisco!... yo estaré esperando tu visita, no lo olvides.
Entonces Francisco abrió su alas y se lanzó a volar de regreso al fantástico Manu, Pelayo lo observó unos instantes y luego él también se lanzó a volar de regreso a su hogar, en el corazón de la exuberante y asombrosa...¡Selva Amazónica!
Los dos papagayos volaban y volaban para alcanzar su meta, Francisco era veloz, Pelayo era sagaz y precavido y esto mismo le había advertido a su primo unos días antes para que tenga cuidado al volar.
Cuando llegaron a los confines donde terminaba el gran Manu los dos primos se posaron en la rama de un árbol y se despedían con un fuerte abrazo, las palabras de Francisco eran:
-Pelayo, de todas maneras nos vemos el próximo año.
-¡Si Francisco!... yo estaré esperando tu visita, no lo olvides.
Entonces Francisco abrió su alas y se lanzó a volar de regreso al fantástico Manu, Pelayo lo observó unos instantes y luego él también se lanzó a volar de regreso a su hogar, en el corazón de la exuberante y asombrosa...¡Selva Amazónica!
FIN
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