domingo, 8 de julio de 2018

EL ESPÍRITU DE LA SELVA

PELAYO VISITA EL MANU: 
Con el nuevo peligro que acechaba en la selva del Manu, Pelayo comentaba con Francisco:
-Ahora que el otorongo se ha ido a ocultar me siento más tranquilo, los cazadores no deben verlo. Francisco tenemos que pensar en un plan para resolver este peligro que acecha en el Manu. 
Pelayo guardó silencio un instante quería ordenar sus ideas, no estaba cerca su gran amigo el monito Tomás, con él era más fácil crear un plan pero...¿que podía hacer? de pronto Pelayo dio un brinco en la rama del árbol como él solía hacerlo cuando una idea venía a su cabeza. 
-Francisco es el Manu, aquí tiene que existir un guarda bosque...¡Si!...¡si!...él tiene que vivir en algún lugar cercano-  entonces, Pelayo de la emoción en segundos paso a la tristeza cuando se acordó... -primo, él  no es Darío, él no puede hablar con nosotros y ¿cómo nos vamos a comunicar?, ¿cómo podemos decirle sobre los cazadores?
Francisco atento a cada palabra de Pelayo solo atinaba a mover la cabeza, no comprendía muy bien lo que éste decía. 
-No importa...¡no importa Francisco! lo primero que debemos hacer es encontrar la cabaña del guarda bosque ¿donde?...¿donde vivirá?- se preguntaba y se rascaba la cabeza en señal de impaciencia.
-No sé...¡no sé! Pelayo donde vive el guarda bosque, no lo conozco. tal vez si volamos hacia el sur encontremos su cabaña. 
-No podemos estar adivinando Francisco, tenemos que ir por el camino seguro, no hay tiempo que perder, nuestros amigos están en peligro.
El otorongo que estaba oculto muy cerca de ahí, podía escuchar la conversación de Pelayo y su primo, entonces salio de su madriguera, se acercó al árbol de los papagayos y con voz sonora dijo:
-Pelayo yo sé donde vive el guarda bosque y además conozco un camino escondido por donde podemos llegar más rápido. 
-Otorongo, es peligroso para ti salir de tu madriguera, no puedes acompañarnos, los cazadores están cerca. 
-Es peligroso lo sé pero si vamos con  cuidado podemos llegar a salvo hasta la cabaña, tu mismo lo has dicho, no hay tiempo que perder.  
El otorongo tenía razón pensó Pelayo, era importante ponerse en camino de una vez. 
-Vamos Francisco debemos ponernos en camino-  y los dos primos bajaron del árbol, se acercaron al otorongo y Pelayo comentó: 
-Tú señala el camino y nosotros te seguimos, pero tenemos que ir con mucho cuidado, los cazadores no deben vernos. 
El otorongo señaló un camino entre los árboles, los tres se pusieron en marcha. Los primos iban adelante, los  amigos avanzaban sigilosamente por el sendero oculto de la selva. 
Con la partida de éstos, el lugar quedó en silencio, las nutrias en el río cercano preguntaban a los manatíes ¿donde están los papagayos? no escuchamos su cháchara. Los escarabajos peloteros guardaban silencio, ellos sabían donde se habían ido Pelayo, Francisco y el otorongo.     
Después de un largo rato de caminata, el otorngo comenzó a sentir hambre, tenía adelante dos pequeñas presas que las podía cazar de un zarpazo, por unos segundo se detuvo y luchaba contra su instinto cazador,  él era un carnívoro por excelencia                  
pero pensaba: ¿cómo me los voy a comer?, ellos son mis amigos, no puedo hacer eso, además tenemos que seguir hasta encontrar la cabaña.
La lucha interna del gran felino lo hizo desistir de su intento de comerse a Pelayo y Francisco, se dio media vuelta y desapareció entre los árboles. 
Pelayo al darse cuenta que el otorongo se había marchado comentó con su primo:
-Francisco hemos estado frente a un gran peligro porque nuestro amigo tenía intenciones de tomarnos como su almuerzo. Ahora ¿qué hacemos?, tenemos que seguir adelante, volemos a ese árbol para ver el horizonte y encontrar la cabaña del guarda bosque. 
Pelayo comprendía muy bien la situación del otorngo y el porqué se había retirado, sus años de experiencia le habían enseñado.   
A una distancia no muy lejana, estaba la pequeña cabaña,  Pelayo la podía ver. 
-Francisco, ahí está la cabaña la puedo ver- decía con entusiasmo -volemos para acercarnos, tenemos que crear un plan para llamar su atención, no sé cómo nos vamos a comunicar con él. 
Cuando ambos papagayos se posaron en la rama del  árbol más cercano a la cabaña, Pelayo preocupado comentó:
-Francisco, ahora tenemos que encontrar la forma de comunicarnos con el guarda bosque para que sepa que hay cazadores ocultos en el Manu. 
Se vivían unos segundos de tensión, Francisco seguía los movimientos de Pelayo éste  pensaba y pensaba que hacer, daba una vuelta aquí y allá en la misma rama del árbol...dio  un brinco y por fin  tenía una idea, era un poco osada pero había que intentarlo.
-¡Qué pasa! ¿qué pasa Pelayo?- preguntaba Francisco con insistencia, al ver a su primo feliz. 
-¡Acércate Francisco!...¡tengo una idea!... voy a contarte de que se trata. 
Pelayo le dijo al oído su plan, no quería hacer demasiado ruido, Francisco con asombro escuchó a su primo: -espero que funcione tu idea Pelayo, si no...estamos perdidos. 
-¡Vamos Francisco a la carga!- levantó la voz lleno de entusiasmo.
Entonces los dos pequeños papagayos levantaron el vuelo y se lanzaron con todas sus fuerzas una y otra vez sobre la puerta de la cabaña querían que el guarda bosque abra la puerta. Francisco era el más entusiasta y ponía toda su fuerza al arrojarse contra la puerta.
Joaquín Vasquez como se llamaba el guarda bosque al escuchar los golpes,  abrió la puerta y se encontró con los dos papagayos que muy osados se lanzaban sobre ella. 
¿Qué sucede? pensó, ¿porqué estos papagayos se lanza sobre mi puerta? y acto seguido los ahuyentó para que se alejen y volvió a cerrar la puerta. Pelayo y Francisco no desistieron de su acción y continuaron arrojándose sobre la puerta, sus pequeños cuerpos comenzaban a sentir dolor pero ellos no se detenían. Joaquín Vasquez volvió abrir la puerta y vio de nuevo a los papagayos suspendidos en el aire que avanzaban hacia él. 
-¡Qué quieren!...estos pájaros, revoltosos- dijo  y entonces se dio cuenta que las aves insistían para que los siga.
El guarda bosque siguió a los papagayos por el camino estrecho, se ocultó entre las matas y pudo ver desde ahí a los cazadores que en silencio revisaban las trampas: 
-Cazadores furtivos en el Manu, no puede ser esta es una región protegida, la caza esta prohibida- decía en voz baja -son tres cazadores y están armados, no puedo hacerles frente, tengo que buscar ayuda-  y se retiró del lugar tan despacio como había llegado. 
De regreso a su cabaña se comunicó por radio con la estación central para pedir ayuda, hizo la advertencia que los cazadores estaban armados  para que tengan cuidado al venir. Luego de ello no le quedaba otra cosa que esperar. 
En el silencio de su cabaña, el guarda bosques recapacitó sobre el actuar de los papagayos, ellos lo  habían alertado sobre los cazadores.                       
        
Joaquin Vasquez, salio al bosque para buscar a los papagayos que estaban parados en el árbol y solo atino a decir -gracias amigos esto se los debo.
Pelayo y Francisco saltaban de felicidad por fin habían sido comprendidos. 
El otorongo había regresado y oculto cerca de la cabaña observaba, no quería ser visto para no asustar al guarda bosque.
Por el momento la situación estaba controlada, se esperaba que la ayuda llegue pronto. 
En cambio en el lugar de los cazadores, las trampas estaban vacías no había caído animal alguno ¿qué sucede? se preguntaban porqué no funcionan. Lo que ellos ignoraban era que la voz de alarma había sido dada por Pelayo y Francisco a todos sus amigos. 
CONTINUARÁ. 
    

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