Hipólito Mancilla y Mariano Arias sellaron la amistad con un apretón de manos y firmaron documentos donde formaban la sociedad ganadera entre los ambos.
El primer año todo parecía ir bien existían algunas discusiones pero nada grave.
Estas pequeñas diferencias hacían ver que los dos tenían un carácter complicado y querían manejar la sociedad a su manera. Si uno daba una orden el otro daba una orden distinta, la gente que trabajaba para ellos estaba confundida de tanta orden y contra orden.
En el primer año, la amistad primó sobre estos percances, pero en el segundo año las cosas cambiaron radicalmente debido a una enfermedad que atacó al ganado, el dinero faltaba para comprar las vacunas contra la fiebre aftosa, enfermedad peligrosa que ataca a las reses, esto podía convertirse en una epidemia y causar la quiebra de la sociedad.
Hipólito Mancilla le increpaba a su socio tamaño descuido y éste le reclamaba la falta de dinero para la compra de las vacunas.
El panorama para los socios se volvió oscuro, las cuentas comenzaban a no estar claras, los dos se preguntaban ¿por donde se estaba yendo el dinero y que sucedía con los libros contables?
A duras penas lograron sobrevivir a esta crisis, en el manejo del campo y del ganado, el precio a pagar fue la pérdida de algunas cabezas de ganado y el disgusto entre Hipólito Mancilla y Mariano Arias.
Al tercer año la sociedad continuaba, pero la distancia entre los dos se acentuó, era casi imposible intercambiar ideas y siempre querían tener la razón, cada uno tenía la manera de como se debía manejar la empresa.
Estaba claro, no se ponían de acuerdo y la desconfianza y la sin razón comenzaron a oscurecer el panorama.
Estaba claro, no se ponían de acuerdo y la desconfianza y la sin razón comenzaron a oscurecer el panorama.
Para terminar de confundir las cosas, Hipólito Mancilla dejó de ir al fundo con el pretexto que tenía que ocuparse de otros asuntos, pero en realidad estaba fastidiado de tanto conflicto y lo mismo se podía decir de su socio.
El entusiasmos e interés del comienzo se había diluido, los socios estaban distanciados. Ninguno de ellos era capaz de reconocer su error y buscar la solución para seguir adelante con la sociedad. Cuando se cumplió el cuarto año, la sociedad entre ellos sufrió un grave conflicto, aparte de la falta de dinero y de la mala dirección en manejo del fundo. Hipolito Mancilla había conocido a la hija de uno de los vecinos del fundo y comenzó a cortejarla, Mariano Arias también simpatizaba con ella y esto fue algo que ninguno podían tolerar.
Los socios antes grandes amigos, ahora eran enemigos y competían por la mano de la señorita, la que se sentía abrumada y temerosa por la actitud de ambos caballeros.
El entusiasmos e interés del comienzo se había diluido, los socios estaban distanciados. Ninguno de ellos era capaz de reconocer su error y buscar la solución para seguir adelante con la sociedad. Cuando se cumplió el cuarto año, la sociedad entre ellos sufrió un grave conflicto, aparte de la falta de dinero y de la mala dirección en manejo del fundo. Hipolito Mancilla había conocido a la hija de uno de los vecinos del fundo y comenzó a cortejarla, Mariano Arias también simpatizaba con ella y esto fue algo que ninguno podían tolerar.
Los socios antes grandes amigos, ahora eran enemigos y competían por la mano de la señorita, la que se sentía abrumada y temerosa por la actitud de ambos caballeros.
Al término del cuarto año la señorita aceptó la propuesta de matrimonio de Mariano Arias, esto sello el final de la sociedad entre los amigos, fue imposible seguir trabajando juntos, Hipólito Mancilla compró la parte que le correspondía a su socio y se separaron en no muy buenos términos.
Mariano Arias se casó con Soledad Sifuentes, la boda se celebró con gran pompa, el padre de la novia corrió con los gasto además de prestarle dinero a su yerno para que inicie su nuevo negocio. Con este préstamo sumado al dinero que ya tenía Mariano Arias se mudo al pueblo de San Pablo y adquirió tierras para volver a la crianza de ganado.
Hipólito Mancilla no fue invitado a la boda, la enemistad que existía entre los ex socios se podía sentir. Hipólito siguió con el fundo y lo dirigía a su manera. Con su amigo nunca más volvió hablar pero la competencia entre los dos se hizo más notoria día a día, cada uno quería ganar al otro.
Con el paso del tiempo Hipólito Mancilla también se casó y formó una familia.
Con el paso del tiempo Hipólito Mancilla también se casó y formó una familia.
El pueblo de Santa Emilia había quedado pequeño para los dos socios, ahora cada uno vivía en cada pueblo y competían por tener más dinero y los mejores negocios
manejando sus fundos, ellos prosperaron y se abrieron paso en otros rubros. Hipólito Mancilla es dueño de la única agencia de transportes en Santa Emilia, además de un grifo, su fundo ganadero y otras propiedades.
Mariano Arias es propietario de la fabrica de cerámica donde se hacen los souvenirs para los turista como pequeñas vasijas y vajilla típica de la región, además de vajilla moderna para el hogar y los hoteles del lugar, su fundo ganadero y propiedades en San Pablo.
Mariano Arias es propietario de la fabrica de cerámica donde se hacen los souvenirs para los turista como pequeñas vasijas y vajilla típica de la región, además de vajilla moderna para el hogar y los hoteles del lugar, su fundo ganadero y propiedades en San Pablo.
Los dos tienen hijos y es aquí donde el destino de nuevo los vuelve a enfrentar en una desgarradora experiencia. Los años habían pasado sus hijos habían crecido. La hija mayor de Hipolito Mancilla era una bella joven y el hijo mayor de Mariano Arias, un joven apuesto, se conocieron en una reunión de amigos, los dos sabían quien era el otro y que era imposible una relación entre ellos pero se enamoraron y se veían a escondidas sin que sus padres lo supieran y como en el drama de Romeo y Julieta de William Shakespeare era impensable que los dos jóvenes pudieran estar juntos, eso jamás lo permitirían sus padres pero el amor que ellos sentían era real, era verdadero y no sabía de negaciones.
Cuando los padres se enteraron que sus hijos se encontraban a escondidas, las amenazas, los gritos y los castigos no se hicieron esperar. Los jóvenes estaban prohibidos de verse, Hipólito Mancilla fue más allá y comenzó hacer arreglos para enviar a su hija a la capital a un lugar donde no pueda ser ubicada.
Los padres no podían comprender cómo sus hijos se habían conocido, ellos siempre tuvieron cuidado de mantenerlos alejados el uno del otro pero, para el amor el mundo siempre resulta pequeño.
Angela Mancilla y Mariano Arias Jr. con la ayuda de sus amigos se seguían encontrando. Ellos burlaban la vigilancia de sus padres y se encontraba en las casas de amigos mutuos, estos los protegían para que puedan verse aunque sea una hora. Los enamorados no comprendían el proceder de sus padres.
Una mañana Hipólito Mancilla le dijo a su hija que al día siguiente ella se iría de viaje a la capital y de ahí a otra ciudad pero no le dijo cuál seria su destino final. Angela rogó y suplicó a su padre que no la enviará lejos, este contestó -te has atrevido a desobedecer mis órdenes, ahora ya no puedo dar marcha atrás.
Rafaela escuchaba la historia que su madre le contaba y no la interrumpida para preguntar por los detalles, ella no entendía como podían castigar a los hijos por situaciones en las que ellos no tenían la culpa.
Doña Elvira continuaba con la historia de Hipólito Mancillla y Mariano Arias.
Con una de sus empleadas, Angela le envió una nota a su joven enamorado y éste desesperado fue hasta la casa de los Mancilla por un lugar donde no era visto logró hablar con ella. La noche antes del viaje de Angela, los dos jóvenes desaparecieron.
Sus padres los buscaron por todo el valle, por los pueblos cercanos, preguntaron a sus amigos si sabían el paradero de sus hijos y hasta llegaron amenazarlos si alguno de ellos los ocultaban. Nada, los jóvenes desaparecieron en medio de la noche.
-Rafaela ya puedes imaginar la actitud de ambos padres que habían estado enfrentados durante años.
Ambos se culpaban mutuamente por lo sucedido a sus hijos, solo les faltó llegar a los puños- agregó doña Elvira.
Angela y Mariano Jr. fueron buscados por sus padres en todo el país. Unos pensaban que habían huido por alguna de las fronteras, pero no, esto no había sucedido. Otros decían que estaban escondidos en alguna ciudad del sur del país, pero esto tampoco sucedió.
Hasta el día de hoy los padres no han encontrado a sus hijos, no se sabe donde están, o que sucedió con ellos. Unos pocos se atrevieron asegurar en su momento que estaban muertos porque partieron sin dinero y solo con la ropa que llevaban puesta. Nadie quería creer en esto último porque deseaban que los jóvenes enamorados estuvieran juntos y viviendo su amor en paz.
La situación entre Hipólito Mancilla y Mariano Arias empeoro, la amistad y sociedad que un día había sido sellada con un apretón de manos, ahora no existía. Ellos eran enemigos sin cuartel y se valían de toda acción para boicotearse en los negocios.
La tranquilidad en Santa Emilia y San Pablo se veía perturbada por el accionar de los dos hombres a tal punto que llegaron a contratar gente para enfrentarse en una lucha frente a frente.
En este caso tuvo que intervenir la policía y las autoridades de ambos pueblos para advertirles que de seguir perturbando la paz de la población serían expulsados.
ellos no hicieron el menor el caso de la advertencia, tenían poder, dinero y sentían que podían hacer su voluntad.
La madre de Angela enfermó de los nervios por no saber nada del paradero de su hija. Ella fue llevada a la capital para su tratamiento.
-Rafaela, la enemistad entre los ex socios había sido llevada al extremo y sus hijos pagaron las consecuencias- comentaba doña Elvira como una reflexión.
CONTINUARÁ
Los padres no podían comprender cómo sus hijos se habían conocido, ellos siempre tuvieron cuidado de mantenerlos alejados el uno del otro pero, para el amor el mundo siempre resulta pequeño.
Angela Mancilla y Mariano Arias Jr. con la ayuda de sus amigos se seguían encontrando. Ellos burlaban la vigilancia de sus padres y se encontraba en las casas de amigos mutuos, estos los protegían para que puedan verse aunque sea una hora. Los enamorados no comprendían el proceder de sus padres.
Una mañana Hipólito Mancilla le dijo a su hija que al día siguiente ella se iría de viaje a la capital y de ahí a otra ciudad pero no le dijo cuál seria su destino final. Angela rogó y suplicó a su padre que no la enviará lejos, este contestó -te has atrevido a desobedecer mis órdenes, ahora ya no puedo dar marcha atrás.
Rafaela escuchaba la historia que su madre le contaba y no la interrumpida para preguntar por los detalles, ella no entendía como podían castigar a los hijos por situaciones en las que ellos no tenían la culpa.
Doña Elvira continuaba con la historia de Hipólito Mancillla y Mariano Arias.
Con una de sus empleadas, Angela le envió una nota a su joven enamorado y éste desesperado fue hasta la casa de los Mancilla por un lugar donde no era visto logró hablar con ella. La noche antes del viaje de Angela, los dos jóvenes desaparecieron.
Sus padres los buscaron por todo el valle, por los pueblos cercanos, preguntaron a sus amigos si sabían el paradero de sus hijos y hasta llegaron amenazarlos si alguno de ellos los ocultaban. Nada, los jóvenes desaparecieron en medio de la noche.
-Rafaela ya puedes imaginar la actitud de ambos padres que habían estado enfrentados durante años.
Ambos se culpaban mutuamente por lo sucedido a sus hijos, solo les faltó llegar a los puños- agregó doña Elvira.
Angela y Mariano Jr. fueron buscados por sus padres en todo el país. Unos pensaban que habían huido por alguna de las fronteras, pero no, esto no había sucedido. Otros decían que estaban escondidos en alguna ciudad del sur del país, pero esto tampoco sucedió.
Hasta el día de hoy los padres no han encontrado a sus hijos, no se sabe donde están, o que sucedió con ellos. Unos pocos se atrevieron asegurar en su momento que estaban muertos porque partieron sin dinero y solo con la ropa que llevaban puesta. Nadie quería creer en esto último porque deseaban que los jóvenes enamorados estuvieran juntos y viviendo su amor en paz.
La situación entre Hipólito Mancilla y Mariano Arias empeoro, la amistad y sociedad que un día había sido sellada con un apretón de manos, ahora no existía. Ellos eran enemigos sin cuartel y se valían de toda acción para boicotearse en los negocios.
La tranquilidad en Santa Emilia y San Pablo se veía perturbada por el accionar de los dos hombres a tal punto que llegaron a contratar gente para enfrentarse en una lucha frente a frente.
En este caso tuvo que intervenir la policía y las autoridades de ambos pueblos para advertirles que de seguir perturbando la paz de la población serían expulsados.
ellos no hicieron el menor el caso de la advertencia, tenían poder, dinero y sentían que podían hacer su voluntad.
La madre de Angela enfermó de los nervios por no saber nada del paradero de su hija. Ella fue llevada a la capital para su tratamiento.
-Rafaela, la enemistad entre los ex socios había sido llevada al extremo y sus hijos pagaron las consecuencias- comentaba doña Elvira como una reflexión.
CONTINUARÁ