domingo, 30 de septiembre de 2018

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Hipólito Mancilla y Mariano Arias sellaron la amistad con un apretón de manos y firmaron documentos donde formaban la sociedad ganadera entre los ambos.  
El primer año todo parecía ir bien existían algunas discusiones pero nada grave.   
Estas pequeñas diferencias hacían ver que los dos tenían un carácter complicado y querían manejar la sociedad a su manera. Si uno daba una orden el otro daba una orden distinta, la gente que trabajaba para ellos estaba confundida de tanta orden y contra orden.  
En el primer año, la amistad primó sobre estos percances, pero en el segundo año las cosas cambiaron radicalmente debido a una enfermedad que atacó al ganado, el dinero faltaba para comprar las vacunas contra la fiebre aftosa, enfermedad peligrosa que ataca a las reses, esto podía convertirse en una epidemia y causar la quiebra de la sociedad. 
Hipólito Mancilla le increpaba a su socio tamaño descuido y éste le reclamaba la falta de dinero para la compra de las vacunas.
El panorama para los socios se volvió oscuro, las cuentas comenzaban a no estar claras, los dos se preguntaban ¿por donde se estaba yendo el dinero y que sucedía con los libros contables?
A duras penas lograron sobrevivir a esta crisis, en el manejo del campo y del ganado, el precio a pagar fue la pérdida de algunas cabezas de ganado y el disgusto entre Hipólito Mancilla y Mariano Arias. 
Al tercer año la sociedad continuaba, pero la distancia entre los dos se acentuó, era casi imposible intercambiar ideas y siempre querían tener la razón, cada uno tenía la manera de como se debía manejar la empresa.  
Estaba claro, no se ponían de acuerdo y la desconfianza y la sin razón comenzaron a oscurecer el panorama.
Para terminar de confundir las cosas, Hipólito Mancilla dejó  de ir al fundo con el pretexto que tenía que ocuparse de otros asuntos, pero en realidad estaba fastidiado de tanto conflicto y lo mismo se podía decir de su socio. 
El entusiasmos e interés del comienzo se había diluido, los socios estaban distanciados. Ninguno de ellos era capaz de reconocer su error y buscar la solución para seguir adelante con la sociedad.  Cuando se cumplió el cuarto año, la sociedad entre ellos sufrió un grave conflicto, aparte de la falta de dinero y de la mala dirección en manejo del fundo.  Hipolito Mancilla había conocido a la hija de uno de los vecinos del fundo y comenzó a cortejarla, Mariano Arias también simpatizaba con ella y esto fue algo que ninguno podían tolerar. 
Los socios antes grandes amigos, ahora eran enemigos y  competían por la mano de la señorita, la  que se sentía abrumada y temerosa por la actitud de ambos caballeros. 
Al término del cuarto año la señorita aceptó la propuesta de matrimonio de Mariano Arias, esto sello el final de la sociedad entre los amigos, fue imposible seguir trabajando juntos, Hipólito Mancilla compró la parte que le correspondía a su socio y se separaron  en no muy buenos términos. 
Mariano Arias se casó con Soledad Sifuentes, la boda se celebró con gran pompa, el padre de la novia corrió con los gasto además de prestarle dinero a su yerno para que inicie su nuevo negocio. Con este préstamo sumado al dinero que ya tenía Mariano Arias se mudo al pueblo de San Pablo y  adquirió tierras para volver a  la crianza de ganado.                
Hipólito Mancilla no fue invitado a la boda, la enemistad que existía entre los ex socios se podía sentir.  Hipólito siguió con el fundo y lo dirigía a su manera. Con su amigo nunca más volvió hablar pero la competencia entre los dos se hizo más notoria día a día, cada uno quería ganar al otro.  
Con el paso del tiempo Hipólito Mancilla también se casó y formó una familia.
El pueblo de Santa Emilia había quedado pequeño para los dos socios, ahora cada uno vivía en cada pueblo y competían por tener más dinero y los mejores negocios 
manejando sus fundos, ellos prosperaron y se abrieron paso en otros rubros. Hipólito Mancilla es dueño de la única agencia de transportes en Santa Emilia, además de un grifo, su fundo ganadero y otras  propiedades. 
Mariano Arias es propietario de la fabrica de cerámica donde se hacen los souvenirs para los turista como pequeñas vasijas y vajilla típica de la región, además de vajilla moderna para el hogar y los hoteles del lugar,  su fundo ganadero  y propiedades en San Pablo.
Los dos tienen hijos y es aquí donde el destino de nuevo los vuelve a enfrentar en una desgarradora experiencia. Los años habían pasado sus hijos habían crecido. La hija mayor de Hipolito Mancilla era una bella joven y el hijo mayor de Mariano Arias,  un joven apuesto, se conocieron en una reunión de amigos, los dos sabían quien era el otro y que era imposible una relación entre ellos pero se enamoraron y se veían a escondidas sin que sus padres lo supieran  y como en el drama de Romeo y Julieta de William Shakespeare era impensable que los dos jóvenes pudieran estar juntos, eso jamás lo permitirían sus padres pero el amor que ellos sentían era real, era verdadero  y no sabía de negaciones.    
Cuando los padres se enteraron que sus hijos se encontraban a escondidas, las amenazas, los gritos y los castigos no se hicieron esperar. Los jóvenes estaban prohibidos de verse, Hipólito Mancilla fue más allá y comenzó hacer arreglos para enviar a su hija a la capital a un lugar donde no pueda ser ubicada. 
Los padres no podían comprender cómo sus hijos se habían conocido, ellos siempre tuvieron  cuidado de mantenerlos alejados el uno del otro pero, para el amor el mundo siempre resulta  pequeño. 
Angela Mancilla y Mariano Arias Jr. con la ayuda de sus amigos se seguían encontrando. Ellos burlaban la vigilancia de sus padres y se encontraba en las casas de amigos mutuos, estos los protegían para que puedan verse aunque sea una  hora. Los enamorados no comprendían el proceder de sus padres.  
Una mañana Hipólito Mancilla le dijo a su hija que al día siguiente ella se iría de viaje a la capital y de ahí a otra ciudad pero no le dijo cuál seria su destino final. Angela rogó y suplicó a su padre que no la enviará lejos, este contestó -te has atrevido a desobedecer mis órdenes, ahora ya no puedo dar marcha atrás. 
Rafaela escuchaba la historia que su madre le contaba y no la interrumpida para preguntar por los detalles, ella no entendía como podían castigar a los hijos por situaciones en las que ellos no tenían la culpa.
Doña Elvira continuaba con la historia de Hipólito Mancillla y Mariano Arias.  
Con una de sus empleadas, Angela le envió una nota a su joven enamorado y éste desesperado fue hasta la casa de los Mancilla por un lugar donde no era visto logró hablar con ella. La noche antes del viaje de Angela,  los dos jóvenes desaparecieron. 
Sus padres los buscaron por todo el valle, por los pueblos cercanos, preguntaron a sus amigos si sabían el paradero de sus hijos y hasta llegaron amenazarlos si alguno de ellos los ocultaban. Nada, los jóvenes desaparecieron en medio de la noche.  
  
-Rafaela ya puedes imaginar la actitud de ambos padres que habían estado enfrentados durante años. 
Ambos se culpaban mutuamente por lo sucedido a sus hijos, solo les faltó llegar a los puños-  agregó doña Elvira.
Angela y Mariano Jr. fueron buscados por sus padres en todo el país. Unos pensaban que habían huido por alguna de las  fronteras, pero no, esto no había sucedido. Otros decían que estaban escondidos en alguna ciudad del sur del país, pero esto tampoco  sucedió.  
Hasta el día de hoy los padres no  han encontrado a sus hijos, no se sabe donde están, o que sucedió con ellos. Unos pocos se atrevieron asegurar en su momento que  estaban muertos porque partieron sin dinero y solo con la ropa que llevaban puesta. Nadie quería creer en esto último porque deseaban  que los jóvenes enamorados estuvieran juntos y viviendo su amor en paz.
La situación entre Hipólito Mancilla y Mariano Arias empeoro, la amistad y sociedad que un día había sido sellada con un apretón de manos, ahora no existía. Ellos eran enemigos sin cuartel y se valían de toda acción  para boicotearse en los negocios.  
La tranquilidad en Santa Emilia y San Pablo se veía perturbada por el accionar de los dos hombres a tal punto que llegaron a contratar gente para enfrentarse en una lucha frente a frente.
En este caso tuvo que intervenir la policía y las autoridades de ambos pueblos para advertirles que de seguir perturbando la paz de la población serían expulsados. 
ellos  no hicieron el menor el caso de la advertencia, tenían poder, dinero y sentían que podían hacer su voluntad. 
La madre de Angela enfermó de los nervios por no saber nada del paradero de su hija. Ella fue  llevada a la capital para su tratamiento. 
-Rafaela, la enemistad entre los ex socios había sido llevada al extremo y sus hijos pagaron  las consecuencias-  comentaba  doña Elvira como una reflexión.

CONTINUARÁ            

domingo, 23 de septiembre de 2018

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

A la hora acordada del día siguiente llegaron a la oficina de Hipólito Mancilla, doña Elvira y Rafaela. 
Él  ya estaba esperándolas por un breve momento quedó observando  a Rafaela, como tratando de recordar su nombre, entonces doña Elvira, los presentó: 
-Es mi hija Rafaela, ella ha venido para  acompañarme. 
-Rafaela, claro que me acuerdo de ella, el tiempo pasa muy rápido, ayer era solo una niña que jugaba e iba al colegio y ahora es toda una mujer. La felicito doña Elvira por su hija, pero usted tiene otro hijo... Tadeo y trabaja en su fundo. 
-Si, él es mi hijo mayor y se encarga de continuar el trabajo de su padre. 
-¡Que bueno! los hijos siempre deben ayudar a sus padres, eso es lo que pienso. Tengo que decir además que la felicito por sus mermeladas, son exquisitas y a la hora del desayuno siempre están en mi mesa y de inmediato paso al tema de la reunión. Usted debe estar preguntándose porqué la he citado en mi oficina. Por supuesto que no es para hablar de las mermeladas que son de primera, eso nadie lo puede discutir.  
El motivo de esta reunión es porque deseo comentar sobre el problema que tuvimos el día de ayer con el alcalde de San Pablo. 
Doña Elvira mientras lo escuchaba, pensaba, Hipólito Mancilla está siendo muy amable y cortés,  hasta ha comentado sobre las mermeladas ¿qué tema querrá tratar?.
Mientras tanto Hipólito Mancilla continuaba con sus palabras  -el motivo de está conversación es pedirle que formemos un frente unido para evitar los conflictos a la hora de señalar límites entre San Pablo y Santa Emilia, cómo usted bien sabe, nosotros somos vecinos y es probable que nuestras tierras se vean afectadas ¿está de acuerdo con mi propuesta doña Elvira?.
Ella pensó unos segundos antes de contestar y luego agregó - señor Mancilla yo estoy de acuerdo con usted siempre y cuando sea para el bien de ambos pueblos y que sirva para dejar atrás los conflictos que no benefician a nadie.
-Me alegra que esté de acuerdo conmigo, nosotros en el pasado, tuvimos algunos desacuerdos que fueron superados y ahora es tiempo de dejarlos atrás... todo sea por el bien de nuestros pueblos. ¿No le parece?... Esas tierras en disputa no se pueden vender y el alcalde de San Pablo lo sabe, ahora que ha salido a la luz el  tema, va ser más difícil que él puede venderlas, si es que no se vale de algún fraude y esto es algo que debemos evitar. 
-Señor Mancilla, ¿quién es el qué quiere comprar esas tierras? es alguien de la familia Arias o hay otros interesados-  doña Elvira fue directa al hacer estás preguntas.
-Contrario a lo que usted cree, no es la familia Arias la que desea comprar esas tierras, hay un tercero que ha entrado en escena y no vive en ninguno de los pueblos. Al parecer quiere comprar  terrenos para criar ganado, pero vuelvo a repetir, esas tierras no sé pueden vender hasta que se marquen definitivamente los límites y todo quede muy claro.       
Hipólito Mancilla había estado haciendo sus propias averiguaciones y al parecer eran verdaderas. Ahora se preparaba a presionar al alcalde de Santa Emilia para realizar otra reunión y se marquen definitivamente los límites.   
-Doña Elvira, mis tierras se van a ver muy afectadas pero es mejor solucionar los conflictos de limites que nos tienen enfrentados durante años con los vecinos.                     
-Estoy de acuerdo con usted, creo que es lo mejor para todos- agregó doña Elvira  sorprendida  por las palabras de Hipólito Mancilla.   
-Bien, yo le  informare de todos los detalles en la conversación con el alcalde Cerrillo y le enviaré un mensaje para comunicarle  cuando se va a realizar la próxima reunión para tratar este problema. Si estamos junto haciendo un frente común, va ser más difícil que puedan hacer algún engaño o inventar papeles de propiedad falsos. 
La reunión se dio por terminada, Hipólito Mancilla se despidió de Rafaela y doña Elvira. 
A la salida de la oficina, doña Elvira comento a su hija -Me han sorprendido las palabras de Hipólito Mancilla, ha estado muy conciliador, eso es una buena señal no se puede vivir en un eterno conflicto. 
Madre e hija caminaban por las calles céntricas de la ciudad con dirección a la tienda, Juanito  había quedado encargado de atender a los clientes, pero era hora de que salga hacer el reparto acostumbrado a los locales y hoteles que compraban las famosas mermeladas de doña Elvira.
Rafaela ayudaba a su madre en la tienda y ordenaba los frascos de mermelada por sabores. Los envases eran llamativos y cada uno tenía coloridas etiquetas que llamaban la atención del público, cómo siempre el sabor que más vendía era la de ciruela y tomate con la delicada combinación de dulce y  ácido, no se quedaban atrás en las ventas, las de rocoto y ají. 
Doña Elvira había prometido a su hija enseñarle el secreto de cómo elaborar las mermeladas y continuar la tradición familiar en el futuro. 
Las plantas del jardín de la casa comenzaban a florecer, el clima iba cambiando lentamente a un calor  primaveral y la vida cotidiana en el pueblo de Santa Emilia continuaba.  
Los ánimos de la gente después del fracaso de la reunión de límites se habían calmado, los pobladores, ahora más que nunca quería paz, trabajo y el desarrollo de su pueblo. El turismo aumentó en los últimos tiempos, los visitantes llegaban a la ciudad y eso era bueno para la gente y para la  economía de Santa Emilia. 
Después de un día de trabajo en la tienda, Rafaela y su madre cenaban en casa cuando de repente escucharon que se abría la puerta, era Tadeo, el único que podía tener la llave. Estaba muy serio, después de saludar a su madre y a su hermana comentó. 
-Madre me enteré que usted a ido a la oficina de Mancilla, no me diga que de nuevo este señor está haciendo algún problema. ¿Por qué no me ha dicho nada para acompañarla?- Tadeo estaba molesto,  se podía sentir por el tono de su voz.
-Que rápido corren las noticias en este pueblo- comentó su madre -no te avise  por que estabas en el fundo y éste no queda en la esquina, además por tu temperamento quería evitar conflictos y por último, soy tu madre y aún tomo las decisiones que afecten a está familia. La conversación con Hipólito Mancilla ha sido en un clima de cordialidad, lo único que deseaba  era comunicarme que hagamos un frente unido con respecto a los límites de los dos pueblos. Somos vecinos y es lógico que comenté esto conmigo. 
Doña Elvira le contó a su hijo con detalle cómo fue la reunión y el compromiso de palabra al que se había llegado.  -No hay nada grave, ni de que preocuparnos-  terminó diciendo su madre. 
Tadeo se calmó pero le pidió a ésta que no vuelva a mantenerlo fuera de los asuntos familiares. 
-Te prometo no volver a hacerlo pero tú tienes que prometerme que vas a controlar tu carácter.
Madre e hijo quedaron en paz, la familia estaba reunida y disfrutaron un momento  de conversación familiar.    
                 

Una hora más tarde Tadeo se despidió y se marchó al fundo, donde lo esperaban su esposa y sus dos pequeños hijos. 
Rafaela y su madre mientras tanto, disfrutaban en la sala de un delicioso té recién preparado y conversaban en la tranquilidad del hogar.  
La noche estaba serena y calidad, Rafaela le pidió  a su madre la cuente la historia sobre las rencillas entre la familia Mancilla y la familia Arias de San Pablo. 
Doña Elvira al comienzo no estaba muy deseosa de hablar y rememorar esos recuerdos, pero con la insistencia de su hija no le quedó  más que empezar a relatar los hechos que habían enfrentado a las dos familias y tenía que ver mucho con parte de la vida en San Pablo y Santa Emilia.
-Rafaela, para contarte la historia, tenemos que retroceder en el tiempo varios años atrás, cuando recién llagaron a vivir a Santa Emilia, Hipólito Mancilla y Mariano Arias, los dos eran muy amigos y socios según cuenta la gente que los conoció en ese tiempo, los dos se consideraban familia.    
Ellos compraron un fundo para la crianza de ganado, el principal socio capitalista era Hipólito Mancilla pero Mariano Arias también colaboró con una parte del dinero para crear la sociedad. El primer año todo marchaba bien, juntos trabajaban en el fundo, se decía  que Mariano Arias conocía muy bien como criar ganado, él era muy entendido en el tema, el tiempo lo ha demostrado, hasta la fecha sigue criando ganado. 
Las metas que los dos se habían trazado, era crecer,  prosperar para invertir en otros negocios, nada podía presagiar el temporal que caería sobre ellos.

CONTINUARÁ         

       




domingo, 16 de septiembre de 2018

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Reunidos los pobladores y las autoridades en las ultimas extensiones de tierras  donde faltaba hacer las demarcaciones de limites entre los pueblos  de Santa Emilia y San Pablo. 
La reunión se inició temprano con las palabras del alcalde Teodoro Cerillo, como siempre él muy ceremonioso y algo rimbombante dio las palabras de bienvenida a las autoridades y pobladores en general, era sorprendente pero había un gran número de asistentes, todos estaban interesados en saber como se iba a resolver el problema de límites y si todos estarían de acuerdo con la decisión. El discurso del alcalde Cerillo fue cálido y amable para dar la bienvenida a las autoridades y pobladores. Contrario a lo que era su costumbre no quizo extenderse demasiado y le cedió la palabra a su colega el alcalde de San Pablo Lázaro Ventura. 
Éste subió al podio y saludó a los asistentes con palabras amables pero a medida que su discurso avanzaba, las palabras y el tono de su voz se volvieron agresivas y violentas ¿qué pasaba con el alcalde Ventura?  porqué esas palabras, porqué ese tono agresivo para expresarse. La gente sorprendida lo escuchaba, se supone que la reunión era para resolver el conflicto de límites que por años había creado problemas entre los dos pueblos.  
El ambiente se comenzó a encender, los pobladores empezaron a protestar,  las autoridades al ver que el alcalde Lázaro Ventura continuaba su discurso agresivo, suspendieron de inmediato la reunión y se retiraban del lugar. 
Teodoro Cerillo se acercó a su colega para increparle su actitud, pero éste contestó con un desplante y lo dejó hablando solo. 
El pleito y la sin razón no quedo ahí, toda la violencia y agresividad se trasladó a los pobladores de Santa Emilia y San Pablo, se iniciaron los insultos, golpes y pleitos.  El ambiente se tornó demasiado violento y tuvo que intervenir la policía para evitar males peores. 
Los mediadores se preguntaban ¿por qué crear un ambiente de discordia si todos estaban de acuerdo con marcar definitivamente  los limites? el alcalde Ventura tenía que dar muchas explicaciones. 
Todos los asistente en general pensaban si la actitud del alcalde Ventura obedecía a intereses soterrados y conveniencias de terceros o lo que es peor a intereses ligados a su persona. 
Los directivos de la mina se retiraron del lugar, ellos no deseaban verse involucrados innecesariamente en líos que podían obedecer a intereses que nada tenían que ver con el bien común y la buena convivencia. 
Cuando se disipó el tumulto y todos regresaban a sus casas, en el camino doña Elvira, Rafaela y su hermano comentaban en la camioneta de regreso a Santa Emilia. 
-No comprendo la actitud del alcalde Ventura, ¿porqué todo ese discurso, qué es lo que pretendía?-  comentaba Tadeo muy molesto porque no se había llegado a ningún solución 
Rafaela contestó -hay intereses ocultos tras sus palabras, debemos preguntarnos de quién o de quienes. El ambiente estaba tranquilo, calmado, la gente estaba dispuesta aceptar la decisión final.  Ahora hemos retrocedido a los conflictos del pasado. 
Doña Elvira escuchaba en silencio a sus hijos, ella pensaba que los terrenos que más se iban afectar eran los suyos y los de la familia Mancilla, dueños de una gran extensión de tierras y vecinos de su fundo. Esta situación trajo a su memoria el disgusto que ella tuvo con Hipólito Mancilla un año después de la muerte de su esposo. El problema surgió por lo límites de las tierras entre ambos.
Ella no querría pensar que Hipólito Mancilla estuviera detrás de todo el lío que se había formado,  él era  dueño de muchas propiedades en Santa Emilia y tenía bastante dinero. Los Mancilla eran la familia más importante del pueblo. 
Por suerte el problema de límites de las tierras se solucionó, pero quedo cierto malestar entre ellos. Doña Elvira mantuvo la calma cuando se inicio el problema, Hipólito Mancilla era un hombre poderoso y podía complicarle la vida, ella no se amilano y le hizo frente con serenidad.        
Con el paso del tiempo Hipólito Mancilla             
aceptó de buena gana los limites entre sus tierras y quedo en paz. 
Ahora el problema era distinto, se trataba de límites entre dos pueblos.
Se podía pensar en muchas hipótesis que habían ocasionado el pleito o preguntarse tal vez...¿No estaría detrás de todo aquello Mariano Arias? que era la familia más importante y adinerada de San Pablo. 
Entre los Mancilla y los Arias  era bien conocida la discordia y rivalidad, las mismas  que se remontaban a más de cuarenta años antes cuando ambos hombres eran bastante jóvenes y llegaron  de la ciudad de Trujillo para asentarse en el lugar siendo  socios en diversos negocios que iniciaron. 
Se podía especular todo aquello pero no se podía hablar, ni señalar a nadie sin tener pruebas para llegar a la verdad.  
Tadeo dejó a Rafaela y a su madre en Santa Emilia y regresó al fundo, a esas horas la tienda  estaba atendida por Juanito; el muchacho de la entregas, que había quedado a cargo mientras doña Elvira y Rafaela estaban ausentes, cuando ellas llegaron Juanito se preparó para hacer las siguientes entregas de los frascos de mermeladas a los hoteles y restaurantes de Santa Emilia.   
Antes de partir le dio a doña Elvira una carta que había llegado, el remitente era Hipólito Mancilla, en su carta le pedía una entrevista, si ella aceptaba le comunicase la hora y el lugar para la reunión.  
Doña Elvira tenía la carta en sus manos y preguntó a Juanito ¿quien la había traído?, éste le contestó que era el mensajero de Hipólito Mancilla. Ella no tenía apuro por contestar, quería tomarse un tiempo, además ¿que quería conversar este señor?, todos los problemas entre ellos, habían quedado solucionados.
Sus dudas con respecto a la participación de Hipólito Mancilla en el problema de límites con San Pablo crecían, pero no había que adelantarse a suposiciones, sin las pruebas necesarias. 
No, ella no iba a contestar en seguida,  si aceptaba la entrevista iría con Rafaela. 
Por el momento quería mantener a su hijo Tadeo al margen de la situación no deseaba que Hipólito Mancilla interprete su actitud como un acto de  guerra o conflicto. En todo momento era necesario mantener la calma, después de todo ella no sabía de que asunto se trataba.
Rafaela vio en el rostro de su madre la preocupación y le preguntó -madre ¿por qué esa cara, de quien es la carta?
-Es de Hipólito Mancilla, me pide una entrevista, no sé de que se puede tratar, los problemas de nuestras tierras quedaron solucionados hace tiempo. Si le envío mi respuesta quiero que tú me acompañes, no quiero decir nada por el momento a tu hermano. 
-Bien madre, yo te acompaño, envía la respuesta de una vez con Juanito, no vaya ser que lo interprete como un desplante, así nos enteramos que es lo que desea Hipólito Mancilla. 
-Rafaela vamos a mantener la calma y escucharlo primero, no deseo que tú intervengas, estás de acuerdo. Temo que tu temperamento ocasione algún problema.
-No te preocupes madre yo solo iré acompañarte, pero no nos adelantemos a supuestos que pueden ser equivocados.
Doña Elvira envío con Juanito la respuesta a Hipólito Mancilla,  le dijo que la reunión podía ser en  sus oficinas, al día siguiente a la 10 a.m    
Con todo el problema que se había formado, en San Pablo los ánimos estaban encendidos. 
Los directivos de la mina fueron hablar con el alcalde Lázaro Ventura y  preguntar  porqué ese proceder de crear conflictos. 
Éste se mantuvo en sus trece y lo único que contestó -yo soy el alcalde y puedo tomar mis decisiones.
Uno de los directivos comentó-usted puede ser denunciado por fomentar la violencia, un alcalde debe manejarse con responsabilidad frente a los pobladores.
En Santa Emilia los ánimos también estaban movidos, habían discusiones y cambios de opinión, la paz que se respiró en algún momento se había esfumado. 
En la noche Rafaela y su madre conversaban en la sala de su hogar. El pueblo se había apaciguado y la gente por el momento se encontraba tranquila.
-Madre, ¿porqué existe esa rencilla entre la familia Mancilla y la familia Arias?- preguntaba Rafaela con curiosidad. Ella había escuchado algo de la historia pero no sabía bien el motivo.
-Es una historia muy larga hija, se remonta al pasado cuando recién llegaron al pueblo Hipólito Mancilla y Mariano Arias, ellos eran muy amigos y socios en ese momento. Otro día te cuento la historia ahora estoy muy cansada y tenemos que prepararnos para la reunión de mañana. 
Hipólito Mancilla es hombre cortés y educado pero puede ser desagradable cuando quiere, conozco a su esposa, muchas veces a venido a la tienda a comprar mermeladas y es muy amiga de la madre Clementina.
Rafaela se despidió de su madre y se quedó un rato más en la sala, las situaciones vividas en la mañana con el alcalde Ventura habían dejado a todos los asistentes alterados. Los conflictos del pasado volvían de nuevo a separar a Santa Emilia y a San Pablo.

CONTINUARÁ          
     
   
  
   
          
     
            


domingo, 9 de septiembre de 2018

DOS PUEBLOS... DOS VILLAS

Mientras Rafaela iba camino a su casa, el alcalde Cerillo la saludaba sonriente desde la vereda del frente. Ella correspondió el saludo, él no la conocía muy bien pero igual levantaba la mano cómo era su costumbre.
Rafaela no se detuvo, siguió su camino, estaba muy triste, la conversación con la madre Clementina había sido demasiado fuerte, ella no tenía ganas de hablar con nadie, solo deseaba  ir a su casa, más tarde vería a su madre en la tienda. 
Mientras tanto, el alcalde de Santa Emilia se dirigía a supervisar las obras de la carretera que  habían comenzado una semana antes. Teodoro Cerillo no podía estar más feliz con esta obra que traería  desarrollo al pueblo, él era una persona que se preocupaba por Santa Emilia y este mérito se le debía reconocer. 
Bajo su mandato se lograron hacer obras importantes que eran buenas para el pueblo, hasta ese momento la gente estaba contenta con su alcalde. 
Pero si en Santa Emilia se estaba construyendo una carretera en su hermano gemelo el pueblo de San Pablo también se estaba construyendo  una obra importante, un puente que uniría a este pueblo con  otras localidades cercanas para activar más aun el comercio. Lázaro Ventura era el nombre del alcalde y desde siempre la competencia entre ambas villas era historia. 
El pueblo de San Pablo tenía sus propios atractivos turísticos y había prosperado al igual que sus vecinos. La mina que estaba en sus terrenos era una importante fuente de trabajo para pobladores.
En general, el valle donde se encontraba estas dos villas era próspero, con bellos lugares para el turismo ecológico o para escalar el gran nevado que se convertía en todo un reto para los turista. Visitar la ciudadela pre-inca era otro de los grandes atractivos.        
Santa Emilia y San Pablo desde tiempos pasados estaban en competencia, si una villa hacia alguna obra, la otra no quería quedarse atrás y comenzaba a construir una obra similar. Hasta un punto esta situación  era positiva porque trajo prosperidad a las dos villas, el problema surgía cuando en algunas ocasiones se cruzaba la línea de la competencia y comenzaban los enfrentamientos. Los pleitos por el agua y las invasiones de tierras habían sido conflictos graves que se lograron solucionar en su momento, ahora se vivía un clima de paz, pero los pobladores eran conscientes de que cualquier chispa podía incendiar la pradera e iniciar de nuevo los conflictos. 
Los alcaldes de ambos pueblos se habían reunido hace pocos días para conversar sobre la demarcación final  del último tramo de terreno que separaba a las dos villas.  
Los límites se marcarían con la presencia de los alcaldes, autoridades y pobladores. Harían de mediadores  por San Pablo los directores de la mina y por Santa Emilia el padre Mariano que era el sacerdote de la catedral del pueblo. Hasta ahí todo estaba conforme,  los pobladores esperaban que ese clima de paz continué para terminar de una vez con los enfrentamientos que nada bueno traían al valle.     
Después de caminar medio pueblo el alcalde Cerillo por fin llegó al lugar donde se ejecutaba la obra, muy serio conversaba con los ingenieros que construían la carretera, ellos le informaban sobre los avances con el trazo de la carretera.  Los ingenieros eran optimistas con el tiempo fijado para terminar la obra.     
Al terminar de conversar con los ingenieros e inspeccionar los avances, el alcalde Teodoro Cerillo se retiró para regresar a su casa. Se sentía feliz porque la carretera uniría Santa Emilia con la ciudadela y daría más facilidades a las visitas de los turistas.     
Santa Emilia los fines de semana y feriados largos se llenaba de turistas nacionales y extranjeros, había que estar preparados para recibirlos y atenderlos como era debido para que siempre quieran regresar a disfrutar de la ciudad.         
En el valle Aparte de la ciudadela pre-inca todos los pobladores reconocían que el gran nevado era otro fuerte atractivo para los visitantes, muchos viajaban  especialmente para querer escalar hasta la cumbre.  
La gran montaña vestida de un manto blanco esperaba a todo aquel que se atrevía a desafiarlo, pocos habían logrado llegar hasta la cumbre y muchos ya no estaban para contarlo. 
Sobre el nevado se contaban muchas historias, cómo que en el pasado había sido un gran guerrero que se atrevió a desafiar el poder del inca y como castigo por tal atrevimiento los dioses lo habían congelado para toda la eternidad  convirtiéndolo en una gran montaña. 
Verdad o no de esta leyenda, lo cierto era que escalar el nevado no era fácil, sus 6,000 msnm lo convertían en un gigante difícil de dominar y más aún  conquistar la cumbre. Con todos estos obstáculos era un hermoso atractivo dentro del paisaje, el gran nevado era el señor y guardián del valle. Todos los pobladores así lo reconocían. 
La noche había llegado a la ciudad de Santa Emilia la gente se preparaba a descansar en sus casas. Rafaela y su madre conversaban en la sala de su hogar:
-Rafaela, ¿qué tal te fue con la visita a la madre Clementina? le diste mis saludos- preguntaba doña Elvira.  
-Si...la madre Clementina está muy bien y te envía  sus saludos. El convento está muy bonito y bien cuidado, tiene un jardín exquisito y un huerto donde las hermanas siembran diversos vegetales- comentaba Rafaela recordando la promesa que había hecho a la madre Clementina, ella nunca diría una palabra sobre la hermana Soledad.
Doña Elvira volvió a comentar -la próxima semana se va llevar a cabo la última reunión para fijar los límites entre Santa Emilia y San Pablo, van estar presentes todas las autoridades y nosotras tenemos que estar junto a tu hermano en esa reunión, es importante asistir porque la demarcación está muy cerca de nuestro fundo y debemos estar atentos para que no se afecte nuestra propiedad.   
-Madre, eso va hacer un gran problema, porque si los límites marcados llegan a nuestros terrenos ¿cuál va hacer tu reacción como dueña mayoritaria del fundo?
-No sé Rafaela, pero antes que nuestra propiedad se afecte, se va afectar más la propiedad de la familia Mancilla, recuerda que sus terrenos son más extensos que el nuestro. No pensemos ahora en los problemas, creo que es mejor buscar soluciones. 
Rafaela se despidió de su madre y se retiró a su habitación para dormir, en ese momento recibía mensaje por el celular  desde la capital de su amiga Marguitte,  ella le comentaba los últimos  detalles y preparativos de la boda, ademas de hacerle recordar que no debía faltar a esa fecha tan especial.  
    
Rafaela sonreía con los comentario de su amiga, se notaba que estaba feliz y que Samuel era su compañero ideal. 
Poco a poco el sueño fue invadiendo a Rafaela que pronto se quedó profundamente dormida. 
En los siguientes días la vida cotidiana se desarrollaba en el pueblo con normalidad y cuando llegó el día domingo se celebró un almuerzo familiar en la casa de Rafaela,  por fin ella podía saludar a su hermano Tadeo, su cuñada Rosalí y sus dos pequeños sobrinos. El almuerzo fue entretenido y lleno de recuerdos, risas y juegos de los niños. 
Doña Elvira no podía sentirse más feliz con la reunión y estar al lado de sus dos hijos. 
Nadie quería hablar de problemas de los límites de tierras ni complicaciones, ahora era solo importante celebrar la alegría de la reunión familiar. 
Los días habían pasado y la fecha de la reunión entre los dos pueblos había llegado, esa mañana se encontraban en el lugar las autoridades de las dos villas y los pobladores, el ambiente estaba tranquilo no había tensión hasta ese momento. Un representante de la familia Mancilla se encontraba en el lugar, todos querían saber como se fijarían los límites, pero antes de comenzar  con las primeras palabras llegó el representante de la familia Arias.
La familia Mancilla y la familia Arias eran dos importantes familias. Tenían varias propiedades y negocios, eran como se dice los notables del lugar. 
La primera pertenecía a Santa Emilia y la segunda a San Pablo, entre ellas la enemistad era bien conocida y con su presencia el ambiente se volvió algo tenso. la pregunta que los pobladores se hacían  ¿qué iba a suceder ahora?.

CONTINUARÁ.
   
     

     
   

      
            


domingo, 2 de septiembre de 2018

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Mientras Rafaela paseaba con la madre Clementina por los claustros del convento las dos conversaban de los últimos acontecimientos y el porqué ella ahora vivía en Santa Emilia. 
Rafaela le contaba a la madre que quería tomar un nuevo rumbo en su vida y para ello necesitaba pensar y darse un tiempo para aclarar sus ideas. 
-Madre Clementina estoy pasando por una pequeña crisis existencial que voy a superar pero quiero darme un tiempo para pensar cuales van hacer mis siguientes pasos. 
-Me parece bien Rafaela, en la vida a veces necesitamos detenernos para ver con claridad el horizonte. Si deseas puedes venir a pasar unos días aquí en el claustro para que puedas pensar y aclarar tus dudas. 
-Gracias madre voy a tener en cuenta su propuesta- unos segundos en silencio y Rafaela preguntó: 
-¿Madre ahora que estoy aquí en el convento quisiera saludar a la hermana Soledad? ella ha sido mi profesora en el último año de colegio y tengo un gran recuerdo de su persona.  
La madre Clementina miró a Rafaela, en su rostro se dibujó la tristeza cuando ella mencionó  el nombre de la hermana. 
-Tienes que prometerme Rafaela que lo que voy a contarte no saldrá de este claustro, se quedará dentro de estas paredes, es importante que me des tu palabra- y le señaló el salón de las visitas donde la invitó a pasar. 
Rafaela entró al salón se sentó en uno de los muebles, sintió la gravedad de las palabras de la madre superiora que le exigía guardar el secreto.
-Madre, no se preocupe que lo que usted me comente ahora no saldrá de mi persona... ¡es una promesa!  
-Ni a tu mamá puedes comentarle una sola palabra, si ahora yo te hablo de la hermana Soledad es porque sé que tú le tenías un gran aprecio y respeto.
-Si, es verdad, ella fue mi muy querida profesora de religión en el último año de colegio. 
 Rafaela estaba un poco alarmada por las palabras de la madre Clementina, ¿qué había sucedido con la hermana Soledad para que el tono de voz de la madre cambie y su rostro se ponga triste?
-Unos años atrás- comenzó su relato la madre Clementina -fue un año después que tú terminaste el colegio. Una mañana yo estaba en la oficina de la dirección cuando la hermana Soledad se presentó y pidió audiencia para hablar conmigo. Su voz era grave pero serena, pensé que había sucedido algo delicado con su familia, dejé todo lo que estaba haciendo para escucharla. Le señale el asiento cerca al escritorio y le di el permiso para hablar. Ella en ese momento era una novicia, aun no había recibido los hábitos de religiosa. 
La hermana Soledad muy seria me dijo: Madre Clementina deseo retirarme de la congregación, he pensado mucho en esta decisión y es lo mejor para mí. 
Pensé, debe ser una de esas crisis que pasan algunas persona cuando van a tomar la vida religiosa definitivamente. Le pregunté si lo había pensado bien, si era definitiva su decisión de dejar la congregación. Ella me aseguró que sí, que venia pensando esto, desde hace varios meses y que no iba a cambiar de idea. Le hablé para que reflexione, para que se tome un tiempo, ella no dio marcha atrás y contestó -Madre no deseo demorar más tiempo mi retiro, ya no tengo nada que pensar, luego se disculpó y pidió permiso para retirarse de la oficina.  
Al día siguiente con un maletín pequeño y vestida con ropa sencilla se despidió de mí, me pidió perdón por haber fallado y no continuar en la congregación -madre Clementina es importante que usted me perdone y me comprenda.     
Rafaela no interrumpía a la madre superiora y la escuchaba atentamente. 
Entonces yo le contesté -Hermana Soledad, yo la comprendo, pero lamento que se vaya, es usted una persona muy apreciada para la congregación, siempre ha colaborado en todo, nunca le decía no al trabajo y cuando había que ayudar lo hacia sin dudar y sin queja alguna. 
Nos dimos un abrazo de despedida y se marchó por la puerta pequeña del gran portón que da a la calle. 
En el convento hubo un pequeño alboroto, cuando se enteraron de su partida todas las hermanas estaban asombradas, no podían imaginar que ella dejaría la vida religiosa. Para acallar los rumores, hablé con las religiosas antes del momento de la oración y les pedí respetar la decisión de la hermana Soledad que a hora usaba su verdadero nombre: Lidia Teresa Mendiola.
Unos meses después  sonó el teléfono, era Lidia que me llamaba desde la capital para contarme algo que me dejó sin palabras: -madre Clementina he postulado a la escuela de agentes de la policía y he ingresado, estoy feliz en esta nueva carrera- yo la felicité y le desee lo mejor en su nueva vida. 
De tiempo en tiempo, me llamaba para contarme que estaba haciendo y luego de dos años me anunció que ya se había recibido de agente.  Creo que veía en mi, una persona en quien podía confiar, una persona que podía aconsejarle.  
Pasado un tiempo sus llamadas cesaron, no supe más de ella por varios meses, imaginé que era por el trabajo, que estaba muy ocupada y pensé que en algún momento volvería ha llamar. Pasó más de medio año y una mañana su madre llamó para decirme con voz llorosa que su hija Lidia había desaparecido, días después  se confirmaba la terrible verdad ...era, su muerte.
Me presenté como un familiar a las exequias y a la ceremonia final de despedidas a los agentes, fue ahí donde me enteré de los detalles sucedidos  con Lidia.  
Al salir de la escuela de agentes, ella integró un grupo especial, un grupo encubierto que se encargaba de un caso delicado y peligroso, eran diez agentes al mando de su capitán, todos ellos seguían la investigación y seguimiento riguroso a un grupo de delincuentes que realizaban  tráfico de personas, tráfico de estupefacientes entre otros delitos graves. Después de un trabajo silencioso de varios meses lograron capturar al jefe y a otros miembros de la banda.  El jefe era lo que se dice en el mundo policial un pez gordo,  tenía conexiones internacionales con otros grupos del delito en el mundo oscuro.  
Lo terrible es lo que sucedió luego de estas capturas, solo unas semanas más tarde varios miembros del grupo de agentes fueron desaparecidos por la organización criminal, entre ellos se encontraba Lidia, ella fue torturada, golpeada y masacrada, aún con vida la llevaron  a un edificio donde la arrojaron al vació desde el piso quince.   Su madre no podía mantenerse en pie por el sufrimiento y la pérdida de su amada hija. 
Fue terrible cuando supe estos detalles, ella no merecía este horrendo y violento final. 
La madre Clementina se detuvo un momento para secar sus lágrimas y continuar con su relato -Del grupo de agentes sólo se salvaron tres miembros, quienes han salido con sus familias fuera del país para evitar ser ubicados. Las investigaciones para descubrir quien dio los nombres y las direcciones  de los agentes continúa, se sospecha que alguien dentro de la agencia, que conocía los movimientos y las operaciones del grupo, proporcionó  los datos de los agentes a los delincuentes que actuaron como venganza a la captura de su jefe.     
Rafaela, deseo recordar a Lidia como la hermana Soledad, ella era una persona buena e idealista que quería cambiar el mundo, por eso no se dio cuenta que se enfrentaba a un gran peligro. Ahora todas las hermanas rezamos por ella y por cada uno de los agentes  para que descansen en paz y  se encuentre a los culpables de estos trágicos hechos.  
A veces converso  con su madre para saber si hay algún resultado sobre el  caso, la policía esta trabajando día y noche para llegar al culpable o culpables. 
Vuelvo a insistir Rafaela, no debes hablar con nadie sobre esta situación, no debemos entorpecer las investigaciones y debemos evitar habladurías mal intencionadas de algunas personas.   
Madre Clementina- decía Rafaela con gran pesar  -no puedo creer lo sucedido con la hermana, ella siempre fue una persona alegre y sincera, no tengo palabras para explicar cómo me siento.              El campanario del convento tocó las doce campanadas del medio día, era la hora del Ángelus y   
                  
la hora en que Rafaela debía retirarse. Mientras se despedía comentaba -Madre no se preocupe, voy cumplir mi promesa de no hacer comentario alguno sobre este caso y si en el futuro usted se entera de que encontraron a los culpables hagamelo saber, es importante darle un cierre final al caso. 
La madre superiora estuvo de acuerdo y se despidió de Rafaela. 
Por la avenida principal caminaba de regreso a su casa, Rafaela no tenía ganas de conversar con nadie y menos ir a la tienda de su madre. Camina triste mientras decía muy despacio descanse en paz, hermana Soledad.
Era el medio día en el pueblo, a esa hora la gente de Santa Emilia descansaba para ir almorzar a sus casas. Rafaela caminaba sin prisa cuando vio que venía por la acera del frente al alcalde del pueblo, Teodoro Cerillo, era todo un personaje, parecía sacado del alguna novela antigua. Levantaba la mano y saludaba sonriente a cada parroquiano que se cruzaba en su camino, siempre estaba atento a los detalles y ahora se encontraba enfrascado en la construcción de una carretera que vaya directo a la ciudadela pre-inca para evitar el largo viaje de los visitantes  por la carretera principal. Esta construcción también serviría para proteger aún más el monumento arqueológico.

CONTINUARÁ