domingo, 2 de septiembre de 2018

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Mientras Rafaela paseaba con la madre Clementina por los claustros del convento las dos conversaban de los últimos acontecimientos y el porqué ella ahora vivía en Santa Emilia. 
Rafaela le contaba a la madre que quería tomar un nuevo rumbo en su vida y para ello necesitaba pensar y darse un tiempo para aclarar sus ideas. 
-Madre Clementina estoy pasando por una pequeña crisis existencial que voy a superar pero quiero darme un tiempo para pensar cuales van hacer mis siguientes pasos. 
-Me parece bien Rafaela, en la vida a veces necesitamos detenernos para ver con claridad el horizonte. Si deseas puedes venir a pasar unos días aquí en el claustro para que puedas pensar y aclarar tus dudas. 
-Gracias madre voy a tener en cuenta su propuesta- unos segundos en silencio y Rafaela preguntó: 
-¿Madre ahora que estoy aquí en el convento quisiera saludar a la hermana Soledad? ella ha sido mi profesora en el último año de colegio y tengo un gran recuerdo de su persona.  
La madre Clementina miró a Rafaela, en su rostro se dibujó la tristeza cuando ella mencionó  el nombre de la hermana. 
-Tienes que prometerme Rafaela que lo que voy a contarte no saldrá de este claustro, se quedará dentro de estas paredes, es importante que me des tu palabra- y le señaló el salón de las visitas donde la invitó a pasar. 
Rafaela entró al salón se sentó en uno de los muebles, sintió la gravedad de las palabras de la madre superiora que le exigía guardar el secreto.
-Madre, no se preocupe que lo que usted me comente ahora no saldrá de mi persona... ¡es una promesa!  
-Ni a tu mamá puedes comentarle una sola palabra, si ahora yo te hablo de la hermana Soledad es porque sé que tú le tenías un gran aprecio y respeto.
-Si, es verdad, ella fue mi muy querida profesora de religión en el último año de colegio. 
 Rafaela estaba un poco alarmada por las palabras de la madre Clementina, ¿qué había sucedido con la hermana Soledad para que el tono de voz de la madre cambie y su rostro se ponga triste?
-Unos años atrás- comenzó su relato la madre Clementina -fue un año después que tú terminaste el colegio. Una mañana yo estaba en la oficina de la dirección cuando la hermana Soledad se presentó y pidió audiencia para hablar conmigo. Su voz era grave pero serena, pensé que había sucedido algo delicado con su familia, dejé todo lo que estaba haciendo para escucharla. Le señale el asiento cerca al escritorio y le di el permiso para hablar. Ella en ese momento era una novicia, aun no había recibido los hábitos de religiosa. 
La hermana Soledad muy seria me dijo: Madre Clementina deseo retirarme de la congregación, he pensado mucho en esta decisión y es lo mejor para mí. 
Pensé, debe ser una de esas crisis que pasan algunas persona cuando van a tomar la vida religiosa definitivamente. Le pregunté si lo había pensado bien, si era definitiva su decisión de dejar la congregación. Ella me aseguró que sí, que venia pensando esto, desde hace varios meses y que no iba a cambiar de idea. Le hablé para que reflexione, para que se tome un tiempo, ella no dio marcha atrás y contestó -Madre no deseo demorar más tiempo mi retiro, ya no tengo nada que pensar, luego se disculpó y pidió permiso para retirarse de la oficina.  
Al día siguiente con un maletín pequeño y vestida con ropa sencilla se despidió de mí, me pidió perdón por haber fallado y no continuar en la congregación -madre Clementina es importante que usted me perdone y me comprenda.     
Rafaela no interrumpía a la madre superiora y la escuchaba atentamente. 
Entonces yo le contesté -Hermana Soledad, yo la comprendo, pero lamento que se vaya, es usted una persona muy apreciada para la congregación, siempre ha colaborado en todo, nunca le decía no al trabajo y cuando había que ayudar lo hacia sin dudar y sin queja alguna. 
Nos dimos un abrazo de despedida y se marchó por la puerta pequeña del gran portón que da a la calle. 
En el convento hubo un pequeño alboroto, cuando se enteraron de su partida todas las hermanas estaban asombradas, no podían imaginar que ella dejaría la vida religiosa. Para acallar los rumores, hablé con las religiosas antes del momento de la oración y les pedí respetar la decisión de la hermana Soledad que a hora usaba su verdadero nombre: Lidia Teresa Mendiola.
Unos meses después  sonó el teléfono, era Lidia que me llamaba desde la capital para contarme algo que me dejó sin palabras: -madre Clementina he postulado a la escuela de agentes de la policía y he ingresado, estoy feliz en esta nueva carrera- yo la felicité y le desee lo mejor en su nueva vida. 
De tiempo en tiempo, me llamaba para contarme que estaba haciendo y luego de dos años me anunció que ya se había recibido de agente.  Creo que veía en mi, una persona en quien podía confiar, una persona que podía aconsejarle.  
Pasado un tiempo sus llamadas cesaron, no supe más de ella por varios meses, imaginé que era por el trabajo, que estaba muy ocupada y pensé que en algún momento volvería ha llamar. Pasó más de medio año y una mañana su madre llamó para decirme con voz llorosa que su hija Lidia había desaparecido, días después  se confirmaba la terrible verdad ...era, su muerte.
Me presenté como un familiar a las exequias y a la ceremonia final de despedidas a los agentes, fue ahí donde me enteré de los detalles sucedidos  con Lidia.  
Al salir de la escuela de agentes, ella integró un grupo especial, un grupo encubierto que se encargaba de un caso delicado y peligroso, eran diez agentes al mando de su capitán, todos ellos seguían la investigación y seguimiento riguroso a un grupo de delincuentes que realizaban  tráfico de personas, tráfico de estupefacientes entre otros delitos graves. Después de un trabajo silencioso de varios meses lograron capturar al jefe y a otros miembros de la banda.  El jefe era lo que se dice en el mundo policial un pez gordo,  tenía conexiones internacionales con otros grupos del delito en el mundo oscuro.  
Lo terrible es lo que sucedió luego de estas capturas, solo unas semanas más tarde varios miembros del grupo de agentes fueron desaparecidos por la organización criminal, entre ellos se encontraba Lidia, ella fue torturada, golpeada y masacrada, aún con vida la llevaron  a un edificio donde la arrojaron al vació desde el piso quince.   Su madre no podía mantenerse en pie por el sufrimiento y la pérdida de su amada hija. 
Fue terrible cuando supe estos detalles, ella no merecía este horrendo y violento final. 
La madre Clementina se detuvo un momento para secar sus lágrimas y continuar con su relato -Del grupo de agentes sólo se salvaron tres miembros, quienes han salido con sus familias fuera del país para evitar ser ubicados. Las investigaciones para descubrir quien dio los nombres y las direcciones  de los agentes continúa, se sospecha que alguien dentro de la agencia, que conocía los movimientos y las operaciones del grupo, proporcionó  los datos de los agentes a los delincuentes que actuaron como venganza a la captura de su jefe.     
Rafaela, deseo recordar a Lidia como la hermana Soledad, ella era una persona buena e idealista que quería cambiar el mundo, por eso no se dio cuenta que se enfrentaba a un gran peligro. Ahora todas las hermanas rezamos por ella y por cada uno de los agentes  para que descansen en paz y  se encuentre a los culpables de estos trágicos hechos.  
A veces converso  con su madre para saber si hay algún resultado sobre el  caso, la policía esta trabajando día y noche para llegar al culpable o culpables. 
Vuelvo a insistir Rafaela, no debes hablar con nadie sobre esta situación, no debemos entorpecer las investigaciones y debemos evitar habladurías mal intencionadas de algunas personas.   
Madre Clementina- decía Rafaela con gran pesar  -no puedo creer lo sucedido con la hermana, ella siempre fue una persona alegre y sincera, no tengo palabras para explicar cómo me siento.              El campanario del convento tocó las doce campanadas del medio día, era la hora del Ángelus y   
                  
la hora en que Rafaela debía retirarse. Mientras se despedía comentaba -Madre no se preocupe, voy cumplir mi promesa de no hacer comentario alguno sobre este caso y si en el futuro usted se entera de que encontraron a los culpables hagamelo saber, es importante darle un cierre final al caso. 
La madre superiora estuvo de acuerdo y se despidió de Rafaela. 
Por la avenida principal caminaba de regreso a su casa, Rafaela no tenía ganas de conversar con nadie y menos ir a la tienda de su madre. Camina triste mientras decía muy despacio descanse en paz, hermana Soledad.
Era el medio día en el pueblo, a esa hora la gente de Santa Emilia descansaba para ir almorzar a sus casas. Rafaela caminaba sin prisa cuando vio que venía por la acera del frente al alcalde del pueblo, Teodoro Cerillo, era todo un personaje, parecía sacado del alguna novela antigua. Levantaba la mano y saludaba sonriente a cada parroquiano que se cruzaba en su camino, siempre estaba atento a los detalles y ahora se encontraba enfrascado en la construcción de una carretera que vaya directo a la ciudadela pre-inca para evitar el largo viaje de los visitantes  por la carretera principal. Esta construcción también serviría para proteger aún más el monumento arqueológico.

CONTINUARÁ                  


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