domingo, 3 de mayo de 2020

ALIDA Y GERVACIO

Los días pasaban y la recuperación de doña Constanza iba cada vez en franca mejoría. El doctor le dio de alta y fue llevada a su casa por sus hijos. 
Todos estaban felices y aliviados al saber que el peligro había pasado y la angustia quedaba atrás.  
El doctor fue muy claro al decir que ella todavía tenia que descansar y tomar las medicinas según la indicaciones. 
-No deben agotarla con preocupaciones ni molestias, ella tiene que continuar  recuperándose,  aquí les entrego la receta con todas les indicaciones a seguir- dijo el doctor muy serio. 
Todos los hijos de Doña Constanza rodeaban a su madre, la llenaban de atenciones y cuidados, una vez en casa mientras que ella descansaba en su habitación, Elmira y sus hermanos sentían gran felicidad de tenerla de nuevo a su lado. 
Los hermanos reunidos en el comedor conversaban sobre los cuidados que debía tener con su madre en adelante. Sabían que ella nunca iba aceptar mudarse a vivir con alguno de sus hijos, su madre adoraba su casa, en ella tenía muchos recuerdos, además de la rutina del día, la compañía de sus vecinos, era imposible que ella quiera vivir lejos de su ciudad. Entonces acordaron que cada uno mandaría una cantidad de dinero para pagar a una persona que la cuide, acompañe y prepare sus alimentos mientras su hermana Elmira trabajaba, este fue un acuerdo unánime.
Doña Constanza dormía en su habitación, los hermanos se sentían felices de encontrarse de nuevo  en la casa familiar, después de tanto tiempo. Los recuerdos de su niñez, las anécdotas, las risas y las bromas entre ellos eran  momentos de alegría y ya no de tristeza.
Doña Constanza se sentía mejor y llamó a sus hijos. Al entrar a su cuarto todos rodeaban su cama donde descansaba la madre, ella casi lloraba de felicidad al tenerlos a su lado, fue un momento emotivo y lleno de recuerdos para la familia. 
-Hijos- dijo Doña Constanza -no saben la alegria que tengo de verlos reunidos juntos a mí por estos días, yo lamento el susto que les hice pasar por mi descuido.  Cuando estaba en la sala de emergencia pensé que no los volvería a verlos, solo le rogaba a Dios que me conceda  algo más de vida para estar con ustedes y él me escuchó y me concedió este deseo- terminó de decir, entre lágrimas.
Sus hijos protestaron -no mamá no llores, somos nosotros los que tenemos que pedir perdón por no ser más atentos contigo, por no visitarte o por lo menos comunicarnos más seguido. De ahora en adelante eso va a cambiar. Ha tenido que pasar esta emergencia para darnos cuenta lo importante que eres en nuestras vidas.
Los sentimientos de felicidad se sentían en ese momento, Elmira fue la que comentó sobre el trato que hicieron los hermanos para tener una persona que la acompañe en la casa durante el día.  Doña Constanza protestó, ella no quería  nadie extraño a su lado pero sus hijos insistieron en que así debía ser o si no se iría a vivir con alguno de ellos.
-Madre por favor no te opongas a esto, lo hacemos por tu bien-  suplicaba Azucena la hija mayor. 
La madre se dio por vencida, sus hijos no iban a cambiar de idea y ella no quería mudarse a otro lugar, no porque no amara a sus hijos, si no porque quería vivir con sus recuerdos y todas la vivencias que tenía en su casa.
La semana siguiente comenzaron la despedidas de los hijos de Doña Constanza, algunos partieron primero porque tenían que volver con sus familias y a sus trabajos, los que podían se quedaban unos días más para asegurarse que la salud de su madre cada día estaba mejor. Sus hijos se despedían con la promesa de volver a visitarla en la fecha más cercana. 
Los vecinos de doña Constanza también saludaban su mejoría, ella era muy apreciada en su entorno.    
Con la partida de todos sus hijos la casa quedó en silencio, Elmira se preocupó de encontrar una persona idónea para el cuidado de su madre. Esta persona tenía que ser aprobada por ella,  por suerte llegó a la casa una señora amable y paciente porque a Doña Constanza le gustaba hacer las cosas a su manera. 
Thelma al enterarse que los hijos habían partido fue a visitarla, ella estaba más tranquila y recuperada:  -Constanza estuve tan preocupada por tu salud, fui a visitarte al hospital pero solo pude hablar con Elmira, ella me contó cómo te habías enfermado, por favor no vuelvas hacerlo, es peligroso. La última vez que conversamos yo estuve muy cortante contigo y te pido disculpas- hablaba Thelma con sincera preocupación.
-Gracias Thelma, sí, sé que fuiste al hospital, Elmira me comentó y lo agradezco- contestó Doña Constanza pero no tocó el tema sobre Serena ya no quería intervenir, ni dar su opinión, era mejor así.       
Alida también fue a su casa a visitarla cuando el calor había bajado y la tarde era fresca.
-Doña Constanza que bueno que ya está mejor, usted no se imagina toda la preocupación que causó entre sus amistades, la familia y por supuesto de mi persona también, nunca perdí la esperanza que usted vuelva a su casa-.  comentó Alida.
-Mi querida amiga, yo todavia no  puedo partir hasta ver a mi hija Elmira vestida de blanco entrar a la iglesia, no quiero dejarla sola en esta casa- hablaba Doña Constanza con  preocupación por el futuro de su hija, que era la única que vivía a su lado. 
Alida  se dio cuenta que su amiga tenía una preocupación de madre para ella los tiempos no habian cambiado y pensaba que su hija debía casarse. 
La vida volvía a tomar su curso después del susto que todos pasaron con la enfermedad de Doña Constanza. 
Thelma en sus casa extrañaba a sus hijas, quería verlas conversar con ellas y sobretodo, tenía una conversación pendiente  con Serena.
En la noche cuando estaban en su habitación Thelma comentaba con su esposo: 
-Santo, quiero viajar a Lima para ver a nuestras hijas, las extraño demasiado y además nos despedimos de una forma que no debió ser-. dijo con tristeza. 
-Thelma si estas dispuesta a llevar la paz con tus hijas, estoy de acuerdo, si no es mejor que te quedes en casa-. Santo al decir esto quería ver la reacción de su esposa.
Thelma le aseguro que no pensaba crear más conflictos con sus hijas: -quiero hablar con Serena para disculparme por lo necia que fui, es importante para mí tener esa conversación- dijo al final.
Santo estuvo de acuerdo con sus palabras y agregó: 
-Voy a comprar los pasajes para viajar lo más pronto posible a la capital, Albertina se puede quedar al mando de la casa y demás asuntos, por el fundo no hay que preocuparse, dejo a mi encargado al cuidado de todo-. 
Santo en pocos segundos había organizado las cosas, pero olvidó algo importante, Thelma tenía un gran problema a la hora de viajar en un vuelo comercial. Ella sentía pánico, terror de volar, la última vez que lo hizo fue unos años atrás, cuando viajaba con Santo,  al subir al avión y en pleno vuelo sentía que le faltaba el aire, sus manos y su frente sudaban y casi perdió el conocimiento, por suerte el vuelo duró algo más de una hora, ella lo pasó muy mal y se prometió que nunca más volvería a viajar por avión y ahora se encontraba en un terrible dilema, viajar por tierra no era de su agrado el viaje duraba más de dieciocho horas, era demasiado pesado.
-Santo no sé que voy hacer, tú conoces mi fobia a volar-. comentaba  temerosa. 
-Tienes que decidir si nos vamos por tierra o por aire, Thelma yo voy a estar a tu lado para ayudarte,  piensa que lo haces por tus hijas-. Su esposo trataba de animarla. 
Thelma reconoció que él tenía tanta paciencia, ese fue uno de los motivos por los que  ella lo había elegido como compañero de vida.
-Santo, está bien, sí tú vas a estar a mi lado en todo momento compra los pasajes para el avión, no vamos a esperar más, quiero viajar cuanto antes-. Thelma estaba decidida a viajar por aire, no quería pasar tantas horas viajando  por tierra, en bus.
En tres días el viaje de Thelma y Santo estaba listo, prepararon Albertina con todas las recomendaciones de lo que tenía que hacer, del fundo no debía preocuparse, de ello se ocupaba su ayudante.
El día del viaje le daban las últimas recomendaciones para Albertina y ella les decía: -no se preocupen voy a estar bien, no me quedo sola, estoy con la señora que nos ayuda en la casa. Viajen tranquilos-. y despedía a sus padres para que no se preocupen. 
Para Albertina era la primera vez que se quedaba sola, se sentía tranquila y sin temor. 
Thelma en el aeropuerto se preparaba para abordar el avión, ella y Santo buscaban el número de su asiento, por unos segundos, sintió pánico y el deseo urgente de bajar del avión, su esposo la detuvo:
 -Thelma controlate el viaje solo dura una hora y media-.
Thelma comenzó a sentir que las manos le sudaban y rápido se sentó en su asiento. Santo a su lado le repetía  -respira despacio... despacio no te preocupes, estoy a tu lado-
El viaje para Thelma fue un suplicio, ella rogaba que termine pronto. Santo la tomaba de la mano y la animaba para que no se deje llevar por el pánico a volar. Fue un alivio cuando aterrizaron en Lima, Thelma casi lloraba, pero se había controlado lo mejor que podía.              
                    
Albertina estaba feliz de quedarse dueña de la casa, ella organizaba su día para llevar las cuentas y las compras que tenia que hacer, sus padres habian confiado en ella. 
Al medio día, a la hora del almuerzo Gervacio llegaba a la casa con varias cajas para la  mudanza. Alida al verlas preguntó: -¿Gervacio por qué tantas cajas a donde nos vamos?-
Gervacio la invitó a sentarse y comentó -Alida tenemos que mudarnos, nos vamos a Zarumilla-.
-¿Por qué? si aquí estamos bien no nos falta nada-. 
-Es por la empresa ellos quieren poner la oficina en esa pequeña ciudad, por mi trabajo voy a estar más cerca de las investigaciones de campo que tengo que hacer-.
Alida se sintió abatida, ella estaba tan cómoda en Tumbes y con las amistades que había conocido: 
-Gervacio está mudanza no me gusta nada- no sé si voy aceptar, dijo con tristeza. 
Más tarde cuando Albertina fue a visitarla: -¿Alida para que son estás cajas?- Preguntó. 
-Albertina no me preguntes estoy tan sorprendida como tú. No deseo mudarme-.
Alida no sabía  que iba a pasar mañana, había llegado a un tope donde no tenía el más mínimo deseo de mudarse y comenzar de nuevo en otra ciudad.

CONTINUARÁ   
   


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