Hipólito y Quinto conversaban sobre los anónimos. ¿Quién o quienes eran los autores y cuáles era sus intenciones?
Quinto estaba preocupado por la reacción de Hipólito y en todo momento negó que esos mensajes fueran la verdad.
El padre de Rosalina se quedó más tranquilo al escuchar las palabras de su futuro yerno.
-Ahora que hemos podido conversar y aclarar este problema me siento aliviado con respecto a estos anónimos y creo en sus palabras Quinto, sé que usted es un caballero de honor-.
-Por supuesto señor Hipólito, no dude de mí, ni de las buenas intensiones hacía su hija y el amor que siento por ella. Yo mismo voy averiguar que persona o personas están detrás de estas falsedades- contestó Quinto al padre de Rosalina para que confié en él.
Hipólito se puso de pie y lo mismo hizo Quinto para despedirse, pidió al padre que lo despida de Rosalina, era mejor comenzar de una vez, averiguar el origen de los anónimos, ¿Quién tenía interés en que no se case con su novia? todo aquello no era nada bueno, pensaba mientras atravesaba la avenida, camino al centro de la ciudad.
Quinto sabía por donde debía comenzar su investigación, preguntó en diferentes lugares y a varias persona si alguien conocía sobre el asunto de los anónimos, nadie daba razón sobre ellos. En dos días movió cielo y tierra para encontrar al autor de los mensajes de pronto estos dejaron de llegar a la casa de la familia, al parecer el autor no quería ser descubierto por temor a las represalias o algo más.
En su casa Hipólito y Hortensia respiraban aliviados, esos mensajes desde que se hizo público el compromiso habían sido una pesadilla y preocupación para ellos. Quinto tenía razón, alguien quería hacerle daño e impedir su felicidad.
Los padres de Rosalina y ella misma dejaron de pensar en la pesadilla de los mensajes y se preparaban para celebrar la Navidad, al día siguiente era 24 y la noche buena debía traer paz y serenidad al hogar.
Lo mismo pensaban todos los habitantes de la capital, las protestas habían cesado por el momento y la Navidad se podía celebrar en familia con la ciudad en paz.
En casa de Octavia el entusiasmo y la alegría por celebrar la Navidad ocupaba las conversaciones familiares. Los regalos ya habían sido comprados, en días previos a la Noche Buena. Octavia compró todo lo necesario para la cena además de los regalos. Ondina y Felicitas la acompañaban en sus compras. También se dio tiempo para visitar regularmente la casa de Aurora y comprobar que todo estaba en orden según la voluntad de su amiga. Margarita la empleada de confianza mantenía la casa impecable, esto era un alivio porque en el futuro esa casa pasaría a ser gobernada por Rubí cuando cumpla la mayoría de edad.
Días antes de Navidad en casa de Octavia se conversaba a la hora del almuerzo mientras disfrutaban las deliciosas frutas del huerto. Las chirimoyas y guanábanas, higos y el fruto del pacay eran el postre al final de la comida.
Cada uno de los hijos habían pedido su regalo al Niño Dios como era la costumbre en esos días, Octavia y Aníbal tomaron nota de los pedidos para comprar los regalos sin que ellos lo supieran. Para Rubí era una colección de libros de cuento que ella tanto le gustaba leer, a Emiliana un vestido nuevo para prepararse hacer el voluntariado, a Manuelito su caja de herramientas para principiantes, a él le gustaba construir sus propios inventos y a escondidas Octavia había comprado como regalo una camisa nueva para Aníbal y no se había olvidado de Ondina y Felicitas, en general toda la familia debía recibir su presente la noche de Navidad.
En cada casa y cada familia esperaba la noche buena, primero para ir a la misa de gallo que se celebraba en las iglesia de la ciudad antes de la media noche y después en su casa celebraban el nacimiento del niño con una cena.
Quinto en la noche de Navidad no deseaba llegar con las manos vacías a la casa de Rosalina, entonces compró regalos para agasajar a su futura familia política. A su novia le compró una fina tela de encaje importado, para Hortensia un broche fino de flores, para los hermanos menores de la novia juguetes y para Hipolito un vino traído de las bodegas del gran almacén en el centro de la ciudad donde se vendía de todo para el público más exigente.
Cómo era de esperar, Quinto López del Águila seguía atento a cualquier movimiento entre la gente cercana a su círculo, nada debía perturbar la paz de su futura boda. Los anónimos dejaron de ser enviados pero él no se confiaba y continuaba investigando sobre ellos.
24 de diciembre en la mañana Hipólito en sus casa se sentía tranquilo, pero había algo en su interior que lo molestaba, desde hace varios días pensaba y pensaba sobre ello, era verdad que confiaba en Quinto pero quería confirmar que todo con respecto a él era correcto y tomó una decisión.
En su habitación conversaba con su esposa Hortensia: -querida voy a mandar un mensajero a la hacienda y al pueblo de Quinto quiero saber todo sobre él y su familia, después de todo es con nuestra hija con la que se casa-.
-Pensé que todo sobre él había quedado claro- contestó Hortensia.
Rosalina sin querrer había escuchado la conversación de sus padres cuando iba a entrar a su habitación para preguntar algo a su madre. Se detuvo y escuchó a su padre que hoy día saldría un mensajero de toda su confianza para las tierras de Quinto, era urgente, la boda estaba tan cerca.
Al escuchar está conversación, Rosalina se detuvo en el umbral de a puerta y sin ser vista por sus padres se retiró, ella no sabía que hacer era una situación nueva y estaba en duda si contarle o no a Quinto. Sentía que si decía algo traicionaba a sus padres y si guardaba silencio traicionaba a su novio, que locura era todo eso, pensó.
Al medio día en la oficina de su casa, Quinto se encontraba revisando unos papeles y de nuevo leyó uno de los anónimos que tenía sobre el escritorio. "No case a su hija con Quinto López del Águila" se preguntaba quién estaba detrás de estos mensajes, el primer nombre que vino a su memoria fue Ludeña, Toribio Ludeña, él vivia en su pueblo y conocía a Quinto de toda la vida.
En la capital no sabía de nadie que tuviera motivos, al menos eso creía después de sus investigaciones. En sus negocios él había avanzado demasiado y representaba a su familia en la capital, eran negocios que había creado con el dinero que sus hermanos le enviaban.
Todo aquello sobre los mensajes lo inquietaba y lo ponía nervioso. ¿Quinto escondía algo en su pasado? se puso de pie arrojó el papel sobre el escritorio y salió a la calle, quería despejarse un poco y pensar con claridad.
El día era ideal para una celebración de Navidad, el clima perfecto, con un sol brillante pero todavía no sofocaba. Octavia en su hogar terminaba de preparar los regalos para los niños, Aníbal, Felicitas y Ondina.
Ella y su familia solían pasar a finales de enero, unas cortas vacaciones en el balneario de Barranco cerca a la playa. Visitaba a su tía Esperanza que tenía una casa en el lugar. Su tía era hermana menor de su padre y según él había sido la hija rebelde de la familia. Ella se casó sin permiso de sus padres con un caballero que ellos no eligieron. Eso fue una situación complicada y quedó desterrada del entorno familiar.
La tía Esperanza en su defensa le contaba a Octavia que no se podía casar con una persona que sus padres le eligieran. Ella se fue de la casa para casarse con el hombre que su corazón había elegido, su nombre era Teodoro Silva, doctor de carrera y atendía en su consultorio del balneario hasta su muerte hace algunos años atrás. La tía siempre lamentó que su padre no la perdonará y no pudo despedirse de él en los últimos días de su vida: -siempre sufrí por ello, mi padre no quería ver mi felicidad. Mi madre en cambio venía a visitarme a la casa sin que él lo supiera. Ella me había perdonado-. comentaba la tía Esperanza, con tristeza.
Octavia adoraba pasar unos días en el balneario, en la casa de su tía con sus hijos que disfrutaban con los baños de sol y mar. Las tertulias de las tardes frescas con la brisa del mar eran sus preferidas, la tía Esperanza conocía la historia de la familia y podía retroceder en el tiempo hasta los días de la Independencia, ella le contaba: -que el bisabuelo tal que el tatarabuelo esto y el padre del tatarabuelo era aquello-. La tía conocía a la perfección los detalles familiares de cada miembro y se reía cuando recordaba algunas anécdotas graciosas de la familia.
Octavia disfrutaba oír las historias para luego contarle a sus hijos y así mantener viva la historia familiar. Ahora que Rubí estaba con ella pediría permiso a la madre superiora para llevarla al balneario, a ella también le haría bien unos baños de sol y mar pero no quería adelantarse y decir nada a la niña hasta hablar primero con la madre superiora.
El verano pasado la tía Esperanza le había dicho muy seria a Octavia: -mi niña cuando yo me vaya de este mundo esta casa va hacer para ti, en mi testamento esta escrito, Dios no me dio la bendición de tener hijos y yo acepté su voluntad, pero te tengo a ti y tú eres mi heredera-. puntualizó.
A Octavia no le gustaba hablar de ese tema pero su tía insistía. Su casa era amplia y cómoda, al frente de la puerta de entrada había un árbol de nísperos que le proporcionaba sus frutos dulces, además de una exquisita sombra en el porche donde todas las tardes se sentaban a conversar y a saludar a los vecinos que se acercaban a tomar parte de la reunión.
Eran unas vacaciones felices para ella y sus hijos.
Rápidamente terminó de envolver los regalos y dejar sus recuerdos. La hora avanzaba y la celebración de Navidad llegaba.
En casa de la familia de Hipólito y Hortensia también esperaban celebrar la Navidad, el reloj del comedor marcaba las 9 p.m y en la puerta sonaba la campanilla, era Quinto que llegaba con sus regalos.
Los padres de la novia lo recibieron con cortesía, las palabras y saludos fueron cálidos, Rosalina aprovechó que sus padres se habian retirado, tomó del brazo a su novio y lo llevó al zaguán. Amada comentaba Quinto: -está noche estás más bella que nunca, ese color de vestido te asienta tan bien-.
Rosalina sonreía y se debatía si decir algo a su novio o no, éste la nota un poco nerviosa y preguntó
-¿Qué sucede mi amada, algo te molesta?- para bien o para mal Rosalina comentó a Quinto sobre el mensajero que había enviado su padre.
Mientras ella hablaba, él pensaba rápidamente que hacer, cuales serían sus siguientes pasos. El mensajero llevaría un día y medio de ventaja. Un telegrama a sus hermanos para avisarles era la comunicación más rápida.
Quinto no dejaba de sonreír para disimular su nerviosismo: -querida mía- dijo -no le digas a tu padre lo que me acabas de decir, es mejor así, que él averigüe lo que desee, yo estoy tranquilo. Ahora, esta noche es el momento de vivir la celebración de Navidad-. terminó de decir, tomó las manos de Rosalina y las besó, por protocolo de la época besar a la novia en los labios estaba prohibido y menos si estaban en su casa.
CONTINUARÁ