domingo, 31 de enero de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Los días de sufrimiento y dolor habían pasado, la vida volvía a sonreír para Octavia y su familia. Ellos esperaban en el consultorio del doctor para que retire las vendas del brazo de Manuelito. 
Los padres del joven estaban a la expectativa de lo que podía suceder y lo que iba a decir el Doctor. 
Emiliana se encontraba en el hospital ocupada en sus labores pero igual deseaba saber de su hermano y los últimos resultados. 
El doctor entró  al consultorio y Manuelito estaba frente a él.
-Bueno, hoy es el día esperado por toda la familia para saber como está este brazo- comentó.
El Doctor se acercó al joven y comenzó a quitar la venda lentamente. Octavia no podía esperar y Aníbal se encontraba tenso.
-¡Increíble!- levantó la voz el doctor
 -la piel ha respondido muy bien al tratamiento, después de ver como estaba al comienzo. No hay cicatrices y está  completamente lisa, no lo puedo creer- repetía el Doctor -has tenido suerte jovencito, es una gracia que te ha concedido el cielo. Escúchame bien lo que tengo que decir- le advirtió -tú tienes que mantenerte lejos del fuego, lo que ha sucedido fue muy grave, pudiste perder el brazo, otro accidente así y puede que no tengas la misma suerte- señaló muy serio el Doctor, luego se dirigió a los padres.
-La piel del brazo ha quedado muy bien, en unos días más puede que aparezcan como sombreados en algunas partes del brazo, eso es normal después de las quemaduras que recibió. Esta piel es delicada, es una piel nueva, todavía debe estar el brazo vendado y lo más importante no puede recibir el sol directo, tiene que usar camisas de manga larga por un tiempo. No tengo más que decir, le damos de alta al paciente. 
Aníbal y Octavia agradecían al Doctor, les faltaba palabras para decir cuán felices se encontraban con los resultados y la acertada acción del galeno. 
Manuelito y sus padres salieron del consultorio felices y Emiliana les dio el encuentro casi en la puerta del hospital, ella estaba igual de feliz por su hermano que regresaba entero a la casa con el favor de Dios. No había alegría que se compare aquello.
Octavia se detuvo un segundo y le pidió Aníbal que se adelante, ella quería despedirse de su amiga Eda que tanto la había apoyado. Aníbal estuvo de acuerdo y salió con sus hijos del hospital. 
Octavia buscó a Eda en la sala de enfermeras y habló con ella para agradecerle todo su apoyo y luego preguntó: -Eda, ¿crees qué la madre que dirige el hospital puede concederme una audiencia en este momento? me gustaría hablar con ella-.
-Espera un segundo Octavia voy a ver si puede recibirte-. contestó Eda y fue a la oficina de la madre directora.
A los pocos minutos regresó -Octavia ven, la madre puede recibirte- entraron juntas a la oficina y después de las presentaciones, se retiró.
La madre directora miró unos segundos a Octavia y luego preguntó -¿qué es lo que deseas hablar conmigo?-.
-Madre yo quisiera agradecer al hospital, al cuerpo médico y enfermeras por la salud de mi hijo, deseo ayudar en algo ¿Qué es lo qué más se necesita ahora?-. preguntaba Octavia.
-Aquí en el hospital atendemos a todos los pacientes por igual, no es necesario dar las gracias, es nuestra obligación atender a los enfermos-.
-Madre insisto, por favor-. volvió a decir Octavia.
-El hospital necesita muchas cosas, pero en la sala de los pacientes de pocos recursos se necesitan frazadas, si puedes donar algunas, serán bien recibidas-. contestó la madre directora con serenidad.
-Bien madre, donaré algunas  frazadas-. agregó Octavia, se puso de pie y se despidió. 
Eda la esperaba al final del pasillo -¿qué hablaste con la madre?... Octavia- preguntó con curiosidad.
-Amiga al final de la semana te vas a enterar lo que hablé con la directora, ahora me despido tengo que regresar a mi hogar- Eda se quedó con la curiosidad de saber.
Octavia en el camino pensaba que tenía trabajo que hacer y esperaba que sus amigas las Damas del Patronato la ayuden en esta acción.  
En la casa, Aníbal hablaba muy en serio con su hijo respecto al accidente que había sufrido: -desde hoy día se acabó el taller, queda clausurado, además es tiempo de que asumas tus responsabilidades y tengas un castigo, todos hemos sufrido por tu descuido, nunca debiste usar un mechero de ron, el fuego es peligroso. Manuel vas a ir conmigo al fundo, yo tengo trabajo que hacer y se ha retrasado por ti-. 
Octavia alcanzó a escuchar estas últimas palabras de su esposo cuando entraba la pequeño salón.
-Aníbal ¿cómo es que te vas con Manuelito al fundo?- preguntó.
-Octavia ya hemos conversado sobre ese tema y tú misma me dijiste que era necesario más disciplina. No te preocupes no va estar expuesto al sol, ni va hacer trabajos pesados, en la casa del fundo hay muchas tareas que realizar y algo más, desde hoy no es Manuelito, su nombre es Manuel ya es un joven y los Manuelitos son para niños chiquitos-. sentenció Aníbal y no quiso hablar más y salió del salón.
Octavia se quedó de pie, mientras Emiliana y su hermano guardaban silencio. La madre le dijo a su hijo: -bien Manuel ya escuchaste a tu padre, no más taller-.
El joven sabía que su padre no iba a cambiar de idea, por lo tanto ya se imaginaba el largo viaje que le esperaba y la vida en el fundo no le hacía mucha gracia. 
Más tarde Ondina y Felicitas veían a Manuel y se sentían felices por su recuperación, ya sabían que no había niño Manuelito y que su padre lo llevaría al fundo. 
Muy temprano en la mañana del día siguiente Octavia y Emiliana despedían al padre y al hijo, por error Emiliana lo llamó Manuelito y Aníbal comentó -Manuelito no hay ningún Manuelito-.
-Disculpa padre quise decir Manuel, pórtate bien-. señaló la joven.
Octavia después de despedir a su esposo y a su hijo comentó con Emiliana  -tu padre esta bastante serio con Manuel, espero que todo vaya bien-.
-Si madre, no te preocupes, Manuel tiene que conocer como es la vida fuera de las comodidades de está casa-. contestó Emiliana, con la seguridad de que su hermano iba a estar bien al lado de su padre.
Aníbal era un padre razonable con el que se podía conversar y ponía disciplina cuando tenía que hacerlo. La noche anterior había hablado con Octavia sobre su hijo y el error que estaba cometiendo al dejarlo un poco a su libre albedrío-. Octavia nuestro hijo está creciendo ya no es un niño chiquito, necesita de mi autoridad, ahora nada de consentimientos-. sentenció el padre.
Después de despedir a su esposo, Octavia llamó a Ondina para que entregue unos  mensajes a sus amigas Petra y Ana Luisa, donde les decía que avisen al resto de las Damas para reunirse en su casa hoy día en la tarde, era un favor que pedía con urgencia. 
Tres de la tarde marcaban las campanadas del reloj y las amigas de Octavia comenzaron a llegar a su casa un poco preocupadas por la urgencia del llamado. Todas se alarmaron, tal vez sucedía algo grave con su amiga. En la sala mientras esperaban  algunas comentaban sobre Hortensia y su tristeza con Rosalina -lo que debe estar sufriendo nuestra amiga- hablaban.
Octavia entró en la sala para saludar a todas: -queridas amigas gracias por acudir a mi llamado, no se trata de Hortensia ella está descansando en el norte en casa de su hermana. Sé que estamos de vacaciones pero quiero pedirles un gran favor, si pueden ayudarme a recolectar frazadas para donar al hospital de las hermanas Cartujas en nombre de las Damas del Patronato, ¿pueden hacerlo?-.
-Octavia no falta más, es una tarea que podemos hacer y dar nuestra ayuda. Creo que las demás están de acuerdo conmigo-. contestó Petra.
Si si dijeron todas, no es demasiado trabajo hablar con nuestras familias y amigos para pedir su colaboración- comentó Reyna otra de las Damas que era parte del grupo.
-Estaba segura que iba a encontrar su apoyo. Las frazadas deben estar en buen estado y si son nuevas mejor, debemos juntarnos otra vez con todas la donaciones antes que finalice la semana para llevarlas al hospital-. señaló Octavia con la certeza que sus amigas y ella iban a cumplir con la misión.
Y así fue, al día siguiente todas las Damas del Patronato estaban en acción, ellas pedían ayuda a sus familiares, a sus amigos y a los amigos de sus amigos, si podían colaborar donando una frazada. Su llamado tuvo eco y las frazadas comenzaron a llegar a las diferentes casa de las Damas.
Al final de la semana un día en la tarde, ingresaban por la puerta principal del hospital dos triciclos llenos de frazadas y se detuvieron en el patio. Octavia y sus amigas fueron a la oficina de la madre directora para pedirle que se vaya al patio y estar presente en la entrega de la donación.
A nombre de las Damas del Patronato se hacía entrega de las frazadas, Eda y las demás enfermeras junto a las auxiliares, llevaban las frazadas al almacén del hospital. La madre Directora estaba muy agradecida con la donación y dio las gracias a todas las Damas que habían hecho posible el trabajo. 
A la salida del hospital Octavia no podía estar más feliz y agradecida con la ayuda de sus amigas: 
- Gracias por apoyar en esta tarea queridas amigas-.
-Es nuestra labor Octavia, ayudar al que necesita- contestaron casi a coro. 
-Ahora podemos continuar nuestras vacaciones pero si alguien nos necesita, ahí vamos a estar- exclamó Ana Luisa, feliz.
Con el trabajo cumplido y ahora en descanso, Octavia, Emiliana y Rubí conversaban en el pequeño salón de como extrañaban a Manuelito, pero ahora era Manuel no había que olvidar. 
Era domingo y Rubí estaba con su madrina, ella no se había despedido del joven pero sabía que estaba recuperado del grave accidente que sufrió. Con Aníbal ya estaban más acostumbradas de verlo partir seguido al fundo, pero con Manuel era la primera vez.
Los días en el calendario pasaban rápidamente, era inevitable, el tiempo no se detenía. Felicitas había comentado a su señora lo que su hermano Eriberto decía, él todavía tenia conexión con sus amigos obreros -las protestas en las calles van a continuar hasta ser escuchados-. El centro de la ciudad era un tumulto de gente y desorden, nadie estaba libre de sufrir un accidente. El gobierno tenía que escuchar y resolver los pedidos. 
Octavia lamentaba toda la situación, ella como todos en la ciudad querían una pronta solución. 
La tarde se prestaba para escribir la carta que debía a su tía Esperanza, donde le contaba todos los detalles del accidente de Manuel y su recuperación. Lamentaba también no poder ir como todos los años a pasar unos días de vacaciones al balneario: -Manuel no puede estar en la playa y recibir el sol directo pero sin embargo, yo espero querida tía, su visita como siempre en el mes de julio para celebrar juntas las fiestas patrias-.  
Era verdad, la tía Esperanza siempre pasaba el mes de julio hospedada en casa de Octavia, su visita era bien recibida por la familia, ella era una persona alegre de conversación  amena, siempre tenía alguna anécdota interesante que contar. 
Temprano en el huerto Octavia dirigía algunos trabajos que deseaba que Cesáreo el jardinero realice. 
-Hay que podar ese pino y quiero sembrar estos geranios al rededor de la posa de agua para que se vea más decorada- señalaba Octavia el lugar donde los quería.
-Bien señora, lo haremos como usted manda-. contestaba Cesáreo.
-Todavía tenemos una última cosecha de chirimoyas, Cesáreo, voy a mandar a Ondina con una canasta para la fruta-. 
-Si señora todavía hay chirimoyas, este año el árbol a sido muy  generoso en dar sus frutos-.
-Ondina, Ondina ¿Dónde estás? llamaba Octavia, la joven venía de recibir la correspondencia que recién el cartero  había traído. Era un sobre que entregó a su señora. 
-Ondina lleva a Cesáreo la canasta para cosechar las últimas  chirimoyas-. ordenó Octavia.
Ondina se dirigió rápidamente a la cocina para llevar la canasta al huerto. 
El sobre que Octavia tenía en sus manos era grande, de camino al pequeño salón leyó el remitente, se extraño era la dirección de Vevey-Suiza pero no tenía el nombre de Blanca, el sobre venía con el nombre de la  familia para la que trabajaba su prima, De la Torre y Valle.
Las manos le temblaban mientras abría el sobre ¿Qué noticias traía este envío? ¿por qué Blanca no había escrito?  ella esperaba su respuesta desde hace varios días. Demasiadas  preguntas daban vueltas en su mente  y quería saber cuales eran las respuestas.


CONTINUARÁ       

          
     
       

        
          


 

domingo, 24 de enero de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Los días pasaban y todavía no se tenía la certeza de que Manuelito hubiera salido del peligro. La familia en pleno lo visitaba todos las tardes.
Aníbal comentaba con Octavia que al menos no habían malas noticias. A través de las vendas no se sentía el olor que hiciera pensar que algo andaba mal, eso era una esperanza y un alivio para todos. 
Una tarde cuando llegó la hora de visita, el doctor con una enfermera llamó a los padres del joven, quería hablar con ellos. 
Aníbal y Octavia con la preocupación del momento fueron al consultorio donde los esperaba el doctor.
Al recibirlos les indicó que tomen asiento luego agregó: -los he llamado para hablar sobre la salud de su hijo, debo decir que podemos confiar en su completa recuperación, todo va por buen camino, no hay motivo de alarma. Estamos asombrados que después de tantos días de preocupación por lo que podía suceder, ahora les puedo asegurar que su hijo va a estar bien, solo quiero advertir que aún no sabemos si el brazo va a recuperar su movimiento normal y cómo va a quedar la piel, todavía debe seguir vendado. Es temprano para hablar de ello- terminó de asegurar el Doctor Gonzáles que era el médico que veía el caso de Manuelito.
Octavia y Aníbal no sabían como agradecer las palabras del doctor y la esperanza que les daba sobre la real  recuperación de su hijo. En ese momento era lo más importante. 
Al salir del consultorio del doctor y caminar hacía pabellón donde se encontraba Manuelito. Octavia casi lloraba de felicidad, repetía varias veces -Gracias, gracias mi Dios por el milagro- Aníbal también daba gracias por el milagro concedido. 
Por el momento los padres no le dirían nada a su hijo hasta estar seguros de su completa recuperación. Era mejor de esa manera, no sabían como iba a quedar el brazo. 
El cuerpo y el brazo derecho de Manuelito no habían sufrido quemaduras fue el otro brazo,  el afectado por el fuego. Nunca hubieran imaginado todo el dolor que podían sufrir al ver a su hijo en  estado de gravedad y el peligro que se cernía sobre él. Ahora podían sonreír o al menos sentir un gran alivio.
Cuando la visita terminó y se despedían, éste preguntó a sus padres que les había comunicado el doctor, Aníbal contestó: -hijo todavía vas ha quedarte unos días más en el hospital, el doctor nos dijo que no sabía cuando sería la fecha para ordenar tu salida- el padre no habló mas, lo besó en la frente, Octavia hizo lo mismo y ambos salieron de la habitación.
Al día siguiente en la mañana, mientras una enfermera examinaba el brazo de Manuelito, éste en silencio esperaba que termine y saliera de la habitación.  No había comentado con sus padres que cada día se sentía mejor y que el brazo no le dolía, además podía moverlo lentamente pero aún no podía apoyarse sobre él.
Manuelito se levantó de la cama, se sentía con fuerzas y buen ánimo, quería conocer el hospital e investigar cada lugar como él decía, no podía con su carácter inquieto y curioso. Caminó por el pasillo y la primera impresión fue la limpieza y el orden, salió a los jardines y pasó por diferentes pabellones, todo era impecable, los pisos brillaban. Bajo al sótano donde se encontraba la lavandería,  en su interior habian máquinas industriales para el lavado de toda la ropa que se usaba en el hospital, al otro lado estaba  el cuarto de costura donde se cosían sábanas, fundas, batas de los doctores para la sala de operaciones, toallas, cubrecamas y toda la indumentaria propia de un hospital. Manuelito miraba con  admiración al encontrarse en un lugar tan aseado y bien organizado. Fue una enfermera la que lo encontró y de inmediato lo llevó a su habitación, haciendo la advertencia que no debía levantarse de la cama: -jovencito- le dijo -debes cuidar tu brazo todavía está delicado, un golpe o una caída sobre él y todo el tratamiento puede echarse a perder- exclamó la enfermera muy sería. 
Manuelito muy a su pesar tuvo que quedarse en cama y no levantarse hasta que el doctor ordene su salida. 
En la mañana de reunion en casa de Octavia, las Damas del Patronato estaban felices por su amiga que comentaba con todas que su hijo estaba fuera de peligro, ella sentía un gran consuelo y felicidad después de vivir días de pesadilla y dolor sin saber que podía suceder. Luego el comentario general  y la sorpresa entre ellas fue que Hortensia no había asistido a la reunión, se asombraron porque nunca faltaba y siempre era una de las primeras en llegar.
Pero esta vez Hortensia estaba en su casa y no asistió a la reunion porque  había tomado una decisión, ya no quería esperar más, tenía que saber que pasaba con su hija, ¿porqué no venía a visitarlos?: 
-Hipólito ya no voy a esperar más, son diez días desde que Rosalina y Quinto llegaron de su viaje con muchas maletas, voy a ir a su casa para ver que sucede con ellos, si tú no vienes no importa-. 
Hipólito exclamó: -es mejor esperar Hortensia-.
-¡No Hipólito!  no voy a esperar más, estoy al borde de un colapso no sabemos si nuestra hija esta bien o está mal-. Hortensia salió de prisa a la calle y fue directo a la comisaria. Hipólito iba  tras de ella, no quería que se forme un escandalo. 
En la comisaria la madre presentó una denuncia de secuestro y maltrato, pidió al comisario los acompañe a la casa de su hija donde se encontraba encerrada. Hortensia exageró con sus palabras porque quería que el comisario y algunos policías vayan con ellos para prever si se presentaba un problema con Quinto. Hipólito estaba escandalizado por el proceder de su esposa pero al final cedió, él también quería saber de Rosalina.
Los padres de Rosalina, el comisario y dos policías llegaron a la casa de Quinto. La primera impresión de la casa era una fachada austera, tenía una pared muy alta y un portón macizo que parecía impenetrable. Hortensia tocó la campanilla y a los dos minutos el ama de llaves abrió la puerta más pequeña. La madre no esperó palabra alguna y empujó al ama de llaves, entró seguida por los demás. En el interior se abría un hermoso jardín lleno de bellas plantas y flores, las puertas y ventanas de la casa rodeaban al hermoso jardín.
Hortensia llamaba en voz alta -Rosalina, Rosalina somos tus padres- entró a un gran salón lleno de muebles finos y luego a un comedor elegante, después de unos segundos  Rosalina salió a su encuentro.
-Madre como te atreves hacer este escandalo y has traído contigo a la policía, esto es demasiado-. contestó Rosalina molesta con su madre.
Hipólito y Hortensia estaban alarmados con las palabras de su hija, pero la madre insistió: -hija no sabíamos nada de ti, como es posible que no nos visites desde que has llegado a la ciudad para saber  cómo estabas. Ahora dime, es el momento de hablar, está la policía presente que te puede proteger. ¿Quinto no te deja salir o hay algún maltrato de su parte? puedes regresar en este momento con nosotros a la casa, habla Rosalina, por favor-. decía Hortensia a su hija con voz suplicante.
-Porque me haces pasar por esta vergüenza, yo estoy bien y esta es mi casa no tengo otra y no necesito nada más-. contestó con frialdad.
Los padres veían a una hija que no conocían, es verdad lucia bien arreglada, bien vestida y se veía saludable pero su actitud era otra y no se parecía en nada a la Rosalina que salió de su hogar vestida de blanco a la iglesia.  
Quinto no estaba en la casa, había salido más temprano pero llegó en ese preciso instante al ver tanta gente en su casa  exclamó a viva voz: -¿qué sucede aquí?  ¿por qué esta invasión a mi hogar que es propiedad privada? Hipólito, Hortensia que hacen ustedes aquí-  ellos  ya no eran los padres de su esposa, ni señor, ni señora. Quinto les pidió que salgan de inmediato de su propiedad no de muy buena manera.
El comisario intervino: -Señor Hipólito, señora debemos retirarnos, aquí no hay señales de maltrato ni secuestro. El señor López del Águila tiene razón, es una invasión a su propiedad- concluyó invitándolos a salir.
Hortensia casi rogó a su hija, ella fue indiferente, no contestó. 
¿Rosalina había caído bajo el carácter dominante y controlador de Quinto? podía ser.  Ella era otra y no tuvo consideración por sus padres.
Quinto iba a decir algo más pero el comisario lo detuvo -cuidado con lo que va a decir señor López del Águila, los padres de su esposa tienen derecho a saber sobre su hija y ya se retiran, debe usted respeto a ellos y a la autoridad.
Quinto se quedó en silencio no quería que hubieran más intercambio de palabras.
-Hortensia es mejor ir a nuestra casa, Rosalina ha sido muy clara al decir que esta es su casa y no desea saber de nosotros- agregó Hipólito mostrando el camino a su esposa. 
-Si, vámonos Hipolito, aquí no tenemos nada que hacer ni que decir, a nuestra hija ya no la conozco ¿es esta joven que tenemos al frente, Rosalina?- preguntó Hortensia y avanzó por la sala para salir al jardín y dejar la casa de Quinto.
La puerta de entrada se cerró tras de ellos cuando salían. Hipólito agradeció al Comisario y pidió disculpas por la escena desagradable: -no sé preocupe nosotros tenemos que acudir al llamado para imponer  justicia- comentó el Comisario y con sus agentes se alejó.
Los padres de Rosalina caminaban por la avenida principal hacia su casa, no podían hablar, no sabían y no comprendían que había pasado con Rosalina, ni porque actuaba de esa manera.
Al entrar en su hogar Hortensia se puso a llorar, su llanto era de dolor, jamás hubiera imaginado que su hija les diera la espalda.
-Calma Hortensia, nuestra hija al parecer ha tomado la decisión de alejarse de sus padres, tal vez algún día comprenda que nosotros solo queríamos su bienestar y que sea feliz- habló Hipólito con decepción por la actitud de ella.
-Nos ha negado como sus padres, tanta influencia tiene ese hombre  sobre ella que hace que reniegue de su familia. ¿En que nos equivocamos al criar a nuestra hija Hipólito?- contestó Hortensia a su esposo.
-Nuestro error fue darle todo, consentirla demasiado que ella ahora no tiene reparo en dejar a sus padres en el camino- contestó lleno de tristeza.
-Ojalá algún día Rosalina se de cuenta de su error y no sea demasiado tarde- agregó su esposa.
-Hortensia porque no vas con nuestros hijos menores a visitar a tu hermana al norte, ellos son felices jugando con sus primos en la playa y a ti te haría mucho bien- comentó Hipólito a su esposa que estaba con los nervios destruidos por Rosalina.  
Hortensia tenía una hermana en Paita que visitaba con regularidad, ella era siempre bien recibida por su hermana y pensó que Hipólito tenía razón, cambiar de aire le haría bien y alejarse de los problemas sería mejor. 
Rosalina con el tiempo solo sería conocida como esposa de Quinto y siempre estaría a su lado, él la dominaba completamente, ellos no hacían vida social. Él se ocupaba de los negocio y luego se quedaba en casa.
Unos días más tarde, Hortensia fue a visitar a Octavia para contarle la visita a la casa de Quinto y la horrible experiencia con su hija. -Mi hija no se da cuenta que su familia de sangre es lo más importante, ella está dominada por su esposo, no puedo comprender como sucedió y en que mala hora conoció a Quinto, él con malas artes convenció a Hipólito para entrar a nuestra casa. Recién me doy cuenta que mi hija no tiene el carácter para poner a Quinto en su lugar. 
-Hortensia siento tanto pesar por lo que sucede que no sé que decir para aliviar tu dolor o al menos reconfortarte, es muy difícil lo que acabas de vivir-. 
-Octavia no te preocupes tengo que aceptar que la vida es así y que mi hija se alejó de nosotros por su propia voluntad. Te pido me despidas de nuestras amigas, a estas horas ya deben saber todo lo relacionado con mi hija, tú sabes como son los comentarios. Yo me voy todo el verano a casa de mi hermana-. Hortensia se despidió de Octavia, tenía el dolor dibujado en el rostro, ella no era feliz. 
Al salir de casa de Octavia agregó: 
-Sé que nunca voy a conocer a mis nietos, querida amiga, es una verdad-.
En la noche cuando la familia descansaba, Octavia en el pequeño salón escribía una carta a su prima Blanca contando los pormenores y detalles del accidente de Manuelito y su lenta recuperación. En la carta le decía -Blanca no te imaginas el dolor por el que hemos pasado, fue una pesadilla pero ahora podemos al menos estar tranquilos no hay más peligro sobre la salud de mi hijo- y continuaba con los pormenores y además le escribía sobre la desdicha de Hortensia y el problema con Rosalina. 
-Quiera Dios, mi querida prima que yo nunca tenga que pasar por algo así con Emiliana- terminó de escribir y se despedía de ella esperando su pronta respuesta.
Con la partida de su esposa Hipólito llamó al mensajero para hacer el trabajo de otra diligencia que nada tenía que ver con Rosalina. Víctor Sifuentes en un pequeño silencio en la sala comentó: -Señor Hipólito¿ porque no le enviamos un telegrama a el hermano mayor de Quinto?, Fausto, él es el único que sabe como poner a su hermano en su lugar. Él puede venir y va haber como Quinto se porta bien-. 
-No, Sifuentes, mi hija ha querido alejarse de sus padres y eso no lo va cambiar ni el mismo Fausto-. contestó el padre. 
Hipólito estaba decidido a pasar la hoja con respecto a Rosalina y solo pedir a Dios que la proteja, como estaba seguro lo hacía Hortensia también.  

CONTINUARÁ

  
          
        
    
                     


 

domingo, 17 de enero de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Al día siguiente de la llegada de Aníbal a la capital, en la casa todos estaban tristes por lo ocurrido a Manuelito. 
Aníbal era el más impaciente, quería ir a visitarlo lo más pronto posible pero su esposa lo detuvo.
-Aníbal tenemos que esperar hasta la hora de visita, es en la tarde, en vano sería ir en este momento, no nos van a permitir el ingreso-. decía Octavia para calmarlo.
-Si papá tenemos que esperar para ver a Manuelito, el reglamento y el horario es muy estricto- agregó Emiliana al ver la impaciencia de su padre.
Aníbal tuvo que contenerse para no levantar la voz, su hija y su esposa tenían razón, debía esperar como todos para ingresar al hospital en el horario de visita. 
Mientras Aníbal conversaba con Emiliana de como le iba en  el voluntariado. 
Octavia sentada cerca a la ventana del pequeño salón los escuchaba, en un momento se perdió en sus pensamientos, recordaba los pasos y al hombre que por primera vez en su vida había visto. El miedo se apoderó de ella y no podía moverse. Se preguntaba si en realidad, quería decirle algo o solo era su imaginación. Se estremeció un segundo de imaginar que podía haber hablado con él. 
Era mejor no comentar nada con su hija y su esposo, no deseaba  asustar a Emiliana. Aníbal sabía sobre este espíritu,  Octavia le había comentado pero él nunca lo vio en la casa. 
Recordó también que su padre alguna vez la habló sobre este hombre que fue el primer dueño de la casa, aparentemente la muerte lo sorprendió cuando llegaba de alguna reunión por eso estaba siempre bien vestido, él era una persona muy sociable. Como no tenía esposa ni hijos, unos parientes lejanos vendieron la casa a un segundo dueño que la tuvo en su poder pocos años, dicen que no podía soportar la presencia de este espíritu que hacía sus apariciones de cuando en cuando. La casa volvió a estar en venta, los padres de Octavia compraron la propiedad, hicieron algunos arreglos y quedó en sus manos, ellos amaban la casa y Octavia también. El espíritu del hombre los acompañaba, la familia no tenía miedo y al parecer este espíritu pensaba que aún era el dueño.
Su padre siempre decía -tal vez este hombre ha quedado atrapado en nuestro mundo y no ha podido continuar su viaje, a veces pasa esto, cuando no nos queremos ir completamente, mi querida hija-.    
-Octavia porque estas tan callada- preguntó Aníbal al ver a su esposa distante y en silencio.
-No es nada querido, los estoy escuchando conversar y me alegra que Emiliana se esté acostumbrando al voluntariado, es una buena noticia- contestó pensativa. 
-Si madre, es un trabajo arduo pero gratificante, estoy aprendiendo mucho en el hospital sobre el trabajo de las enfermeras-. señaló Emiliana con entusiasmo.
A las dos de la tarde la familia salió para el hospital, Aníbal no quería esperar más para ver a su hijo. Entraron por la puerta de visitantes y caminaron directo al pabellón donde se encontraba Manuelito. 
El padre se  sorprendió al verlo vendado desde el hombro hasta la mano, él ya sabía por Octavia la gravedad de sus quemaduras y casi llora pero se contuvo, su hijo tenía que verlo bien para no alterarlo o preocuparlo. 
Aníbal hablaba con él, no era el momento de reclamos ni castigos por lo que había sucedido, era la hora de animarlo y decirle que todo saldría bien.
-Gracias padre por tus palabras, sé que fui imprudente para usar un mechero de ron, no me di cuenta-. comentó Manuelito triste.
-Calma, después hablaremos de ello, ahora debes recuperarte- dijo su padre para que no se preocupe, en vano era lamentarse. 
Todos sabían que iban hacer días de dolor, sufrimiento y zozobra al esperar que pasaría con su brazo. Eda advirtió a Octavia que los cinco primeros días serían cruciales para saber si las quemaduras en la piel comenzaban a secar y sanar. 
Una enfermera por la mañana se acercaba a la cama del jovencito y olía el brazo por todos sus  lados y en la tarde otra enfermera hacía lo mismo, tenían que estar seguras que no se sintiera un olor extraño a putrefacción, habían pasado recién dos días  y medio. Manuelito no entendía porque hacían aquello y tampoco deseaba preguntar. Octavia no le decía la verdad para no crearle angustia.
El día domingo en la mañana, Emiliana y Ondina fueron a recoger a Rubí, en el camino le contaron le contaron el accidente de Manuelito. Cuando llegaron a la casa la niña corrió a consolar a su madrina que todavía descansaba en su habitación: -Madrina, Manuelito va estar bien él va a sanar completamente, estoy segura que  así será-.
Octavia abrazó a Rubí, se daba cuenta que quería consolarla para que no esté triste.
-Gracias mi niña por tus palabras, ahora en la tarde toda la familia vamos a ir a visitar a Manuelito espero que encontremos  buenas noticias sobre su salud-. contestó Octavia con la esperanza de que se haga realidad su deseo.
El almuerzo no fue tan animado como otras veces, faltaba la presencia de Manuelito pronto toda la familia terminó de almorzar y estaba lista para ir de visita al hospital. 
Puntuales con la hora, entraron al hospital como siempre por la puerta de visitantes y directo al pabellón donde se encontraban los pacientes con quemaduras de todos los grados. La familia entró despacio al dormitorio que compartía Manuelito con otros pacientes jóvenes como él, que habían sufrido quemaduras graves, parecía dormir, pero cuando vio a su familia se puso feliz. Aníbal Octavia Emiliana y Rubí rodearon la cama para saludarlo y hablar con él. Rubí lo miraba asustada nunca vio a Manuelito tan quieto y con el abrazo inmóvil, ella siempre lo vio reír y hacer sus bromas.
Todos hablaban con él, le preguntaban como se sentía, Octavia un instante se había retirado para preguntar en el pasillo a una de las enfermeras encargadas de la salud de su hijo, como iba la recuperación  del brazo. Ella le explicó que por el momento no había ninguna novedad o algún cambio importante -tenemos que seguir esperando, lo bueno en todo esto es que no hay olores extraños que nos ponga en alerta de peligro, hay que esperar- puntualizó.
Cuando terminó la hora de visita, la familia en pleno se despedía del joven que todavía no había terminado de ser niño. Le decían que al día siguiente estarían puntuales con la hora  para volver a visitarlo.
Pasearon un poco por el centro de la ciudad antes de dejar a Rubí en el convento de las religiosas. La niña muy triste se despidió de su madrina y del resto de la familia, ella se había impresionado con la visita al hospital y de ver a Manuelito casi inmóvil.
Lunes muy temprano, Emiliana terminaba de desayunar, ella tenía que presentarse en el hospital era su día de hacer el voluntariado. Prometió a sus padres estar pendiente de su hermano en todo momento y traer alguna noticia.
Aníbal ya sabía por su esposa que no habían grandes cambios en la salud de su hijo, esto lo preocupaba, el peligro no había pasado para Manuelito. 
Ondina se presentó en el comedor con el diario en la mano para el señor que la había mandado a comprar. Aníbal leyó la primera página y dijo -Octavia escucha la noticia, vuelven los disturbios y protestas en las calles del centro, los obreros inician sus reclamos y no van a detenerse hasta ser escuchados y siguen algunas líneas más querida, parece que el gobierno va a mandar un intermediario para iniciar las conversaciones. Esto debe tener una solución, en otros países ya existe el horario de trabajo de ocho horas, debemos dar un paso adelante para resolver el problema  de una vez, ojalá se acaben los disturbios pronto-. decía Aníbal a su esposa.
En la reunión de los jueves en la mañana de las Damas del Patronato en casa de Octavia, todas  ellas reconfortaban a su amiga y escuchaban las últimas noticias sobre la salud de su hijo.
Hortensia le decía -querida amiga todo va estar bien, Manuelito va a salir sano de esto-. 
-Gracias, eso ruego al cielo. Dime ¿cómo esta Rosalina ya regresó de su viaje?-. preguntó Octavia también preocupada sobre la situación de ella.
-No, todavía no ha regresado espero que pronto sepamos algo, realmente estoy preocupada, es la primera vez que está lejos de nosotros-. contestó Hortensia.
-Desde ahora debes acostumbrarte a esa querida Hortensia, tu hija tiene su hogar-. sentenció Ana Luisa que había escuchado su comentario.
-Si, si, es verdad- decían las demás es hora que aceptes que ella se ha casado y tiene su propia vida.
Hortensia movió la cabeza para darles la razón, sus amigas no sabían los detalles de la verdadera situación, la única que conocía la verdad era Octavia y ella comprendía bien la preocupación de Hortensia.
Al finalizar la reunión antes de despedirse, Hortensia comentó con Octavia en voz baja para que no escuchen las demás -como sabes, Hipólito contrato al mensajero para vigilar la casa de Quinto y saber si ya están de regreso, aun no hay novedades-.
-Seguro en estos días regresan y vas estar feliz de ver a tu hija de nuevo- contestó Octavia, quería animar a su amiga.
Hortensia se despidió de todas sus amigas y salió a la calle, caminaba hacia su casa pensativa, en los últimos días no tenía otro pensamiento que no fuera su hija Rosalina.
Al abrir la puerta, el mensajero Víctor Sifuentes se despedía de su esposo y la saludó a ella antes de salir. Hortensia caminó apurada hasta la sala y preguntó -¿Hipólito, el mensajero ha traído alguna noticia de nuestra hija? dime pronto por favor, no puedo esperar- comentaba la madre y se apretaba las manos nerviosa. 
-Calma querida, el mensajero ha traído buenas noticias, nuestra hija y Quinto han llegado de su viaje. Sifuentes ha visto como bajaban las maletas del coche, ella estaba impecable, bien vestida y arreglada, en pocas palabras se  veía feliz-. decía Hipólito para tranquilizar a su esposa  que no podía más con sus nervios.
-Que buena noticia, ahora puedo tener algo de paz con el regreso de Rosalina-.
-Si, vamos a esperar que ellos vengan a visitarnos, creo que puede ser mañana o tal vez pasado mañana, nosotros no debemos ir a importunar. Rosalina seguro te contará después los detalles de su viaje- terminó de hablar Hipólito.
Ambos esposos se abrazaron en medio de la sala, la noticia del regreso de su hija los había hecho feliz y les daba la tranquilidad que habian perdido.    
En casa de Octavia la vida parecía transcurrir lentamente, la salud de Manuelito mejoraba muy despacio pero no había al menos  malas noticias. 
Aníbal comentaba al respecto con Octavia -sé que esto toma su tiempo pero es un sufrimiento no saber con seguridad como está su brazo-.
-Sé Aníbal que es difícil esta situación, pero que podemos hacer. Eda fue muy clara conmigo tenemos que esperar, además hemos hablado con el doctor y él nos dijo lo mismo.-
-Sí, sí, así es pero no disminuye nuestra preocupación y temor-.
Octavia se puso de pie y se acercó a su esposo: -tengo miedo Aníbal de lo que puede suceder, no sé como sería la vida si a nuestro hijo le ocurre algo grave-. acabó de decir con tristeza.
-Octavia, no tengas miedo, tu fortaleza me ayuda a seguir adelante. Manuelito va estar bien, tenemos que pensar que así será- agregó Aníbal y abrazó a su esposa, no pudo evitar que unas lágrimas cayeran por su rostro.
Una semana había transcurrido desde que Rosalina y Quinto llegaron de su viaje, no había noticias de ellos y no se habían acercado a saludar a Hipólito y Hortensia. 
La madre salió de su casa, tenía que respirar aire, tenía que hablar con alguien para no preocupar más a Hipólito. 
Fue a visitar a Octavia que sabía todo sobre Quinto y Rosalina: -querida amiga perdón si vengo a molestar pero no sabía con quien hablar. Tu conoces mi terrible problema-. decía Hortensia para disculparse de llegar así tan de repente.
-No te preocupes, yo comprendo por lo que estás pasando pero Rosalina ya esta de regreso ¿Cuál es el problema?-. 
-Desde que ha regresado no ha venido a visitar a sus padres, no sé que pensar, si está bien o no, si puede o no salir de la casa. Tú sabes sobre la vida de Quinto. Octavia ¿Qué puedo hacer?-. estalló en llanto Hortensia.
Octavia vio a su amiga muy alterada, mandó con Ondina a traer agua de azahares para calmarla. Toma Hortensia un poco de agua y serénate, nada sacas con perder los estribos, estas pensando demasiado en el problema y lo ves todo oscuro como una noche.
Hortensia no sabía que hacer, solo lloraba por su hija, ¡qué dolor! decía, ¡qué tragedia la mía!.  
Octavia consolaba a su amiga, era tan extraña y desconsiderada la actitud de Rosalina que no sabía que decir... ¿Podía tener razón Hortensia sobre Quinto?  ¿él había secuestrado a Rosalina? ¿cómo se debía actuar en este caso?.


CONTINUARÁ          

      
       
          
  
        


 

domingo, 10 de enero de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Octavia trataba de parecer serena pero en el fondo de su corazón y su alma apenas podía mantenerse en pie, ver sufrir a su hijo era lo más terrible que le había tocado vivir. 
En el triciclo que llevaba a Manuelito, Cesáreo y Octavia llegaron al hospital de las Hermanas Cartujas de San Vicente de Paul. Entraron al recinto por emergencia y de inmediato fueron atendidos. 
La madre explicó  rápidamente a las enfermeras lo que había ocurrido con su hijo y éste fue ingresado de emergencia al hospital, a Octavia le pidieron que espere en la sala. 
Cesáreo se acercó a ella y dijo: -Señora con todo respeto, con todo respeto- volvió a repetir -no debe consentir tanto al joven, él necesita mas autoridad y disciplina lo que ha pasado pudo ser peor. Señora perdone que le diga esto- terminó de comentar Cesáreo con gran pesar por la suerte de Manuelito.
Octavia contestó: -gracias Cesáreo, sin su ayuda no sé que hubiera pasado, mi hijo no se detenía no me escuchaba, fue un lamentable accidente-. 
-¿Señora me puedo retirar, ya no me necesita?- pidió permiso Cesáreo para regresar a la casa y terminar su trabajo, en el hospital ya no tenía nada que hacer.
-Sí Cesáreo, puede usted retirarse, agradezco su ayuda infinitamente-. contestó Octavia.
Cesáreo se retiró del lugar muy apenado, él apreciaba a Manuelito. Octavia se quedó en la sala de espera al tanto de alguna noticia, lloraba por su hijo, no sabía ahora que iba a suceder con él-. 
Eda se acercó a su amiga: -¡querida Octavia!  ¿cómo estas? una amiga enfermera te reconoció y me avisó que estabas en la sala de emergencia ¿Qué ha pasado?-.
-Eda, amiga, que bueno verte, se trata de Manuelito ha sufrido un terrible accidente con fuego, se quemó el brazo. Lo han ingresado para atenderlo pero no se nada más-. contestó Octavia y las lágrimas bañaban su rostro.
-Espera aquí, voy ver que está pasando con tu hijo-. Eda se puso de pie y fue averiguar sobre el estado de Manuelito.
Después de media hora regresó al lado de su amiga con una expresión de gravedad en el rostro, entonces habló con ella. 
-Octavia están atendiendo a tu hijo con todos los tratamientos necesarios para pacientes con quemaduras, su brazo esta comprometido desde el hombro hasta la muñeca con heridas graves, no quiero exagerar pero la piel le colgaba completamente. Te pido tengas fe los médicos especialistas están haciendo lo imposible para tratar ese brazo. ¿Cómo fue que paso este lamentable accidente?-. preguntó Eda al final.
-Yo tengo la culpa, nunca debí dejar que tenga ese taller, debí ser más cuidadosa, no sabía que estaba usando un mechero con ron, con la llama de este se prendió la camisa y sucedió el accidente. Fue horrible Eda, en segundos su brazo ardía y él no escuchaba cuando le decía  que se detenga, corría por todo el patio. Cesáreo me ayudó a detenerlo-. mientras comentaba el accidente lloraba, el alma se le desgarraba de dolor por su hijo.
-Calma Octavia fue un accidente no debes culparte, los muchachos no miden el peligro-.
-Eda por favor, dime la verdad ¿Cuál sería el peor escenario para este accidente?  ¡dime la verdad te lo suplico!-. Octavia rogaba a su amiga.
-La verdad-  Eda dudó unos segundos, no sabía si decirle lo que podía suceder en caso de que las cosas no salga bien pero Octavia insistió y entonces ella habló: 
-El peor de los escenarios, es que, si no reacciona bien la piel del brazo al tratamiento, al primer olor a putrefacción tendríamos que abrir las vendas para ver que sucede con la posibilidad de cortar el brazo completo o parcialmente. No pienses en esto amiga, tu hijo va estar bien-. aseguró Eda a Octavia que no podía dejar de llorar y culparse con el accidente y con lo que recién escuchaba.
Octavia no podía soportar el dolor y menos la idea de algo así para su hijo, su amado hijo.
Eda insistió -no pienses en lo peor, los niños tienen una capacidad de recuperación asombrosa hemos visto milagros aquí en el hospital y eso va ha suceder con Manuelito. El doctor que va a seguir su caso hablará contigo una vez que termine de atenderlo, es seguro que se quede hospitalizado-.  
Eda se quedó acompañando un rato más a Octavia la veía tan destrozada por el dolor.  que no quería dejarla sola. Al poco rato el doctor se acercó a Octavia y preguntó si ella era la madre, entonces le explicó la gravedad de las quemaduras que había sufrido el niño: 
- Su hijo  debe quedar internado en el hospital, en este momento lo hemos sedado para aliviar su dolor. Señora, ahora solo queda esperar para ver como reacciona la piel del brazo al tratamiento que se le aplicó. Regrese más tarde, en este momento no lo puede ver, está dormido-. concluyó el doctor y se retiró para seguir atendiendo a otros pacientes.
-Octavia ve a tu casa y regresa a la hora de visita en la tarde, las religiosas son muy estrictas con el horario, de 2 a 5 p.m es la visita. Emiliana se encuentra en el pabellón que está al fondo del hospital yo le voy a comunicar lo sucedido con su hermano, ella termina su trabajo a las 3 p.m. Te prometo que estaré pendiente de Manuelito y de su recuperación-. concluyó  para animar a su amiga.
Eda acompañó a Octavia hasta la puerta de salida, le pidió calma y serenidad en estos caso es lo único que se puede hacer.
Octavia se despidió de su amiga y salió del hospital, caminaba por la avenida y tenía la sensación que flotaba, sus pies parecían no tocar el suelo, pero era solo una sensación debido a sus nervios y al dolor que sentía, no quería pensar en nada malo  para su hijo, pero era inevitable imaginar lo peor.
Al llegar a su casa Ondina y Felicitas no sabían como preguntar por el joven Manuelito, entonces Octavia al ver su sincera preocupación comentó sobre su hijo y la gravedad de sus quemaduras. Las dos mujeres estaban realmente consternadas y veían con tristeza el dolor de su señora que muchas veces las había ayudado a ellas y ahora no sabían que palabras usar para consolarla. 
A la hora del almuerzo Octavia apenas probó bocado, miraba el reloj con insistencia, estaba pendiente de la hora, ni bien fueran las dos de la tarde regresaría al hospital para ver a Manuelito.
Las campanadas del reloj en el comedor marcaron las 2 p.m, Octavia salió rumbo al hospital quería saber cómo seguía su hijo. Llegó a la hora indicada para las visitas y fue directo al pabellón donde se encontraba. El jovencito todavía dormía, tal vez era mejor así, el dolor no lo dejaría tranquilo y él era de carácter inquieto. La madre se quedó sentada en una silla muy cerca de su cama, a las tres de la tarde entró Emiliana y vio a su madre las dos se abrazaron y lloraban al ver a Manuelito tan quieto, con el brazo vendado y aun con la gravedad que significaba su estado.
-Van hacer días muy difíciles Emiliana tenemos que tener fuerzas para apoyar a tu hermano en estos momentos. Él no debe saber nada del peligro al que se enfrenta-. dijo Octavia a su hija y ella estuvo de acuerdo. 
-Si madre no te preocupes, voy a estar a su lado todo el tiempo que sea posible-. contestó Emiliana llorando de tristeza por lo ocurrido a su hermano.
En la noche del mismo día Octavia se encontraba  en su pequeño salón, era cerca de la media noche. Emiliana dormía en su habitación, Felicitas y Ondina hacían lo mismo en su habitación al fondo de la casa.
Octavia se debatía entre la culpa y la tristeza, se decía a si misma  -mañana temprano tengo que ir al correo ni bien abran las oficinas, debo mandar un telegrama para Aníbal y decirle lo sucedido con nuestro hijo, no puedo ocultar su accidente, es su padre y tiene que venir para estar a su lado- volvía a culparse y decir -Cesáreo tiene razón he consentido demasiado a Manuelito, no puede ser,  él necesita la autoridad de su padre-. 
Estaba sumida en la tristeza, de pronto en medio de la noche escuchó los pasos que ya conocía, estos entraron por la puerta principal, pasaron por la sala y se acercaban al corredor, la puerta del pequeño salón estaba abierta de par en par, Octavia se sentó cerca al escritorio que quedaba frente a la puerta, tenía miedo, los pasos se acercaban y el hombre que era dueño de esos pasos se quedó parado en medio de la puerta, giró y Octavia por primera vez en la vida vio su rostro, era pálido, sin expresión alguna. Ella sentía terror, quería hablar pero no podía, estaba petrificada en su asiento, el hombre seguía en el mismo lugar observándola, pensó  un instante que iba a entrar, fueron segundos que parecían eternos. Su vestimenta era la de siempre con el característico sombrero de copa que ella vio cuando era una niña. Seguro algo quería decirle o anunciarle pero ella no podía hablar, ni preguntar, de su garganta no salía una palabra.  
El hombre dio un paso atrás y luego siguió su camino por el corredor. Cuando Octavia pudo moverse salió del salón para buscar al hombre que ya se perdía en el huerto, ella le suplicaba y preguntaba  
-¿Que quieres decirme, tienes algún mensaje sobre mi hijo, habla por favor?-  Fue en en vano el hombre había desaparecido. 
Octavia tuvo que calmarse, iba a despertar a todas en la casa, regresó al salón, no podía dejar de llorar al creer que el hombre del sombrero le traía algún mensaje que no era bueno. Su miedo no la dejó actuar y ver el rostro del fantasma que su padre decía era un espíritu bueno la dejó consternada.
Al día siguiente ni bien abrió la oficina de correo Octavia escribió  "Aníbal tienes que venir Manuelito ha sufrido un accidente".  Era corto pero claro el padre debía saber lo ocurrido con su hijo.
De regreso a su casa las vecinas que estaban cerca, la detuvieron para darle su apoyo y preguntar por Manuelito, ella agradeció su preocupación y les comentó que hasta el momento todo iba bien, no quería dar detalles y se despidió de todas ellas. 
Al entrar a su casa Ondina salió a su encuentro  -perdón señora, no pude evitarlo sus amigas las Damas del Patronato están en la sala esperándola, ellas casi me atropellaron para entrar- pedía disculpas Ondina por lo sucedido.
-No te preocupes, trae a la sala refrescos y las galletitas de anís que compramos. Deja mi chal y mi bolso encima del escritorio-. luego camino hacía la sala donde esperaban sus amigas, ellas al verla entrar la rodearon y le expresaron su pesar y tristeza por lo ocurrido: -Octavia estamos aquí para ayudar en lo que necesites, sabemos que Manuelito está en el hospital- decían Ana Luisa y Petra.
-Gracias, gracias a todas por venir apoyarme, por el momento nada se puede hacer solo esperar, mi hijo ya recibió el tratamiento necesario, van hacer unos días difíciles y llenos de angustia-. comentó Octavia a sus amigas y les contó los detalle de lo ocurrido.
Las Damas escuchaban a Octavia y sentían gran pesar por su amiga -Todo va a salir bien con tu hijo Octavia, vas haber que así será y todo esto será solo un recuerdo-. Si, si repetían todas para animar a su amiga. 
Al final de la reunion Hortensia se acercó a Octavia para darle su apoyo -sé cómo te debes sentir, el caso de Manuelito es diferente al de Rosalina pero cuando tenemos un hijo que sufre nosotros sufrimos con él. No viene al caso pero es igual, no sabemos nada de Rosalina y ya son ocho días desde su boda y cambio de aros- comentaba Hortensia con Octavia -me voy querida amiga, no quiero llenarte de más preocupación, tu ya tienes bastantes-.
En su casa Hortensia hablaba con Hipólito, le contaba que había sucedido con el hijo de Octavia: -es terrible lo que ha pasado con Manuelito, no te imaginas como se encuentra ella-.
Hipólito se podía imaginar algo, pero el sufrimiento real solo lo podía presentir. Él había vuelto a contratar los servicios del mensajero que ya conocía el caso de su hija. Víctor Sifuentes tenía el encargo de vigilar la casa de Quinto y avisarles cuando llegaban de su luna de miel. El padre estaba preocupado por Rosalina no sabía nada de ella.
-Calma- le repetía Hortensia -están de luna de miel y es lógico que no se acuerden de nadie-. Aunque ella en su fuero interno también tenía la misma preocupación después de saber sobre la vida de Quinto.
Los padres ahora comprendían porque él no quería que se enteren de su vida pasada. 
El día estaba lleno de sol,  en el fundo de Aníbal había bastante trabajo, preparar la tierra para la siembra y controlar los gastos que significaba todo aquello. 
Un empleado se acercó a él -señor tiene un telegrama-.
Aníbal frunció el seño ¿un telegrama? preguntó, vio que era de Octavia, algo grave debía suceder se habian despedido hace solo tres días. Lo abrió y leyó -Preparen mi equipaje, regreso a Lima de urgencia-. comentó mientras a caballo regresaba a la casa familiar.
Su hermana Leonora se enteró del telegrama  -que sucede Aníbal-. preguntó a su hermano.
-No sé pero es grave, debo regresa a la capital. Que Sixto se encargue de preparar y supervisar el trabajo.- comentó y salió para la ciudad en un coche alquilado. 
Al llegar de noche a su casa con solo ver el rostro de Octavia y su sufrimiento supo que lo que sucedía no era nada bueno. Abrazó a su esposa y pidió: -cuéntame todo lo que ha pasado con nuestro hijo, querida-. la tristeza lo embargo mientras Octavia comentaba lo que había ocurrido con Manuelito y su accidente. 

CONTINUARÁ                   
   
         
     
  


 

domingo, 3 de enero de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Víctor Sifuentes dejaba atrás los hermosos paisajes de la región, la bella cordillera Blanca, la grande y confortable casa hacienda y todo aquello que había vivido en esos días. No podía quejarse no hubo maltrato a su persona, él podía movilizarse dentro de la casa y en las tierras de la hacienda con toda libertad pero estaba vigilado por guardianes que no lo dejaban ni un segundo solo, era imposible escapar del lugar. Ahora Fausto le había ordenado regresar a la capital con los suyos.
Se lamentaba no haber podido cumplir con su misión y pensaba en voz alta, a estas horas el señor Hipólito seguro lo daba por muerto o algo parecido, además su hija Rosalina ya estaba casada, su informe no llegó a tiempo. 
Tres días duró su largo viaje de regreso, se encontraba agotado cuando entró a su casa, su esposa e hijos salieron a su encuentro, ella lloró al verlo, felizmente estaba sano y salvo: -¿que sucedió por qué tardaste tanto? pensé que te había ocurrido algún accidente o un trágico asalto- comentaba llorando.
-Calma mujer estoy bien, solo muy cansado y con hambre, ¿tienes algo de comer?- preguntó mientras abrazaba a sus hijos que felices sonreían de ver de nuevo a su padre.
Su esposa fue pronto a la cocina a traer un plato caliente de estofado y un pan suave para saciar su hambre. Era ya tarde pensó Sifuentes, mañana iré a la casa del señor Hipólito, me siento tan cansado ahora. Nada va a cambiar hasta mañana y se quedó en casa a disfrutar de su cena y de la compañía de su familia.
En la ausencia del mensajero Lima no había cambiado, estaba en los días de verano y se podía disfrutar del clima soleado y agradable. La temperatura era más cálida.
A las nueve de la mañana del día siguiente Víctor Sifuentes tocaba la puerta de la casa de los padres de Rosalina, una empleada le abrió y anuncio su presencia a los señores. Hipólito fue al recibidor y miraba al mensajero como si fuera un aparecido que llegaba del otro mundo.
-¡Sifuentes!- exclamó -¿qué sucedió con usted en el camino? ¿por que ha tardado en regresar? nosotros esperábamos su informe, mi hija esta casada hace tres días y usted recién llega, ¡cómo es esto posible!-.
El mensajero espero que Hipólito termine  sus reclamos para poder hablar sin ser interrumpido, él tenía que ser claro con todo lo que vivió y paso en esos días. 
Hortensia al escuchar a su esposo fue al recibidor y la misma sorpresa al ver al mensajero -¡oh! exclamó -¡usted recién llega Sifuentes!-.
El mensajero tomó aliento y espero que se calmen para poder hablar una vez que hubo silencio dijo:
-No he demorado porque me fui a divertir, no fue así. La familia de Quinto es decir sus hermanos me secuestraron de la posada donde estaba hospedado y me tuvieron en su casa hasta hace unos días que me dejaron libre en el camino de regreso a la capital-. 
Víctor Sifuentes tomó la palabra y comenzó a contar detalladamente todo lo que vivió en la hacienda de la familia López del Águila. -Son gente importante en la región, tiene una bella casa, una bella hacienda y dinero. Fausto, el hermano mayor maneja todo con disciplina y orden-.
Hipólito quería escuchar sobre Quinto y Sifuentes fue muy claro al respecto, contó a los padres de Rosalina como era su yerno y los problemas que trajo a la familia en varias ocasiones, él solía enfrentar la autoridad de su hermano mayor y por supuesto el último gran problema sobre el linchamiento, donde casi muere si no fuera por sus hermanos que lo salvaron. Los campesinos casi queman la casa familiar. 
Sifuentes pidió disculpas varias veces a Hipólito y a Hortensia porque no pudo cumplir con la misión que le fue encargada esto se salió de  sus manos, él no podía hacer más. 
Hipólito lo interrogó exhaustivamente sobre Quinto y su actitud ante la familia, temía por su hija y lo que podía sucederle, ellos no sabían donde la había llevado de luna de miel, confiaron demasiado y ahora no podían hacer nada. 
Sifuentes habló -Señor Hipólito no creo que su yerno se atreva a maltratar a Rosalina, ella ahora es su esposa- dijo convencido que la joven no corría peligro. 
Hipólito no sabía que decir  y Hortensia comenzó a llorar -¡oh mi Dios! con quien hemos casado a nuestra niña- dijo con palabras de desesperación.  Su amada Rosalina, ellos, ahora estaban atados de manos.
El mensajero se retiró de la casa, muy a su pesar rogaba que Quinto no se atreva a maltratar a su joven y bella esposa que era  hija de familia, delicada como una flor, ella siempre había sido muy cercana a sus padres. En caso contrario, el único que  podía detenerlo era Fausto, se le enviaría de inmediato un telegrama para pedir su ayuda, pensó Sifuentes, mientras se iba caminando lentamente para el centro.
-Hipólito, ¿Qué hacemos en esta situación? nuestra niña esta en manos de una persona que no conocemos realmente- decía Hortensia y se secaba las lágrimas.
-Calma querida, el mensajero tiene razón, Quinto no se atrevería a maltratar a su esposa- esto esperaba Hipólito de su yerno que trate a su hija con amor.
Hortensia mas tarde salió de su casa para la reunión de cada semana con sus amigas, las Damas del Patronato. En la casa de Octavia ya habían llegado algunas de las amigas que como siempre tenían su reunion social, conversaban y disfrutaban de sus vacaciones. 
Hortensia llegó agitada por caminar rápido, quería estar temprano para ver si podía conversar un momento a solas con Octavia y Petra y así desahogar su dolor, pero al entrar en la sala ya habían varias de sus amigas entonces prefirió guardar silencio y escuchar el tema de conversación de lo que se hablaba en ese instante. Se le notaba nerviosa y fue Ana Luisa quien preguntó -¿Hortensia te sientes mal?- fue suficiente, ella comenzó a llorar y las amigas no sabían que hacer o decir -lo siento Hortensia no quise molestarte- dijo Ana Luisa con pena.
-No, no me has molestado, la verdad es que estoy preocupada por Rosalina, no sé nada de ella- contestó en  voz baja. 
Todas las Damas la consolaban y le decían -Querida, tu hija está en su Luna de Miel, no debes ser tan impaciente, Hortensia no me digas que vas a ser de esas madres que intervienen todo el tiempo en la vida de sus hijas-.
Hortensia sonrió y pensó que era mejor guardar silencio, habían cosas que no se podían decir. Tal vez al final de la reunión encuentre un momento para hablar a solas con Octavia, a la cual le tenia mucha confianza. 
Cuando terminó la reunión Hortensia buscó un pretexto para quedarse un rato más y comentar con Octavia sobre su hija y Quinto.
Ni bien quedó a solas en la sala con Octavia, Hortensia dejo escapar un sollozo y contó a su amiga todo lo que sabían sobre Quinto, sus hermanos sus tierras y los problemas que causó a la familia. 
Su amiga, la consolaba y le decía que no se precipite al pensar cosas negativas, seguro Rosalina está bien, solo han pasado unos días, la Luna de Miel es un momento de felicidad para los recién casados.
-No sabemos donde la ha llevado de viaje, tengo miedo Octavia- decía envuelta en lágrimas Hortensia.
-No, debes perder la calma Hortensia, en unos días más están de regreso, Quinto no puede dejar abandonados sus negocios y la casa donde vivirá con Rosalina-.
Era cierto Quinto debía regresar pronto, sus hermanos Segundo, Ángel y Teo, ya habían partido de regreso a sus tierras y a la casa, lo vecinos vieron que llegaban muebles y otros enceres de hogar, estos eran recibidos por el ama de llaves que era de toda su confianza.
Hortensia más tranquila de hablar sobre su hija con Octavia se despidió y se fue a su casa. Emiliana encontró a su madre en la sala pensativa y preguntó -¿madre qué pasa?-.
-Nada, nada querida- en su corazón daba gracias al cielo que su hija no piense aun en casarse o  en compromiso alguno por el momento, ella debía ocuparse de su futuro, era bastante joven y menor que Rosalina  - dime ¿cómo te fue? en la visita al hospital- preguntó Octavia.
Emiliana temprano se había presentado en el hospital de las Hermanas Cartujas para solicitar una vacante a voluntaria, ella quería comprobar si su vocación era ser enfermera.  
-Madre, me han aceptado las hermanas en el hospital, estoy verdaderamente feliz, tengo que ir tres veces a la semana y un domingo al mes. Me dieron este uniforme que debo usar cuando vaya al hospital, desde mañana debo comenzar-.
Octavia se puso de pie y abrazó a su hija, se sentía feliz por ello y seguro que cuando su padre se entere sentiría igual.
El día había amanecido pleno de Sol, Emiliana ya estaba lista para su primer día como voluntaria, buscó a sus padres en el pequeño salón, ellos al verla la felicitaron por estar preparada para ser voluntaria y dar un paso adelante en la vida. Con su uniforme se le veía tan linda, graciosa y gentil que Aníbal no dudó en abrazar a su hija y decirle. -Emiliana te acompaño al hospital para que estés segura-.
-Padre- contestó con gentileza  -no es necesario que me acompañes yo debo acostumbrarme a ir sola y tener mis propias responsabilidades, además el hospital esta a unas cuadras de la casa-. Besó a su padre en la frente, los mismo hizo con su madre y salió de su casa camino al hospital, no era bueno que en su primer día como voluntaria llegue tarde.
Aníbal comentó: -ya no es una niña está creciendo muy rápido, Octavia-.
-Si es verdad, ella es una joven responsable-. contestó la madre.
Sobre el escritorio Ondina había dejado una carta para Octavia de su prima Blanca, por fin pensó tenía noticias de ella. Tomó el sobre en sus manos y comentó: -Aníbal es carta de Blanca voy abrirla para leer en voz alta-. Su esposo estuvo de acuerdo, pero antes como era su costumbre leyó algunas noticias del diario. -no puede ser, de nuevo comienzan las protestas en la ciudad y no se van a detener hasta que sean escuchados. Esto debe encontrar una solución, así no se puede vivir y progresar-.
Cuando Aníbal terminó, Octavia leyó la carta de Blanca donde le comentaba como había sido la celebración de Año Nuevo en Paris: -Querida la ciudad lucía hermosa y a las 12 p.m los fuegos artificiales iluminaban el cielo, no puedes imaginar la emoción de recibir el nuevo año en la calle al lado de tanta gente. Hemos conocido la torre de Eiffel es hermosa y una bella Dama como todos la llaman, además de visitar en el día museos y todas las atracciones que te puedas imaginar. Tienes que viajar alguna vez a esta ciudad querida prima- la carta seguía con detalles sobre el viaje que duró una semana antes de regresar a Vevey-Suiza.
-Blanca tiene razón Octavia, es un viaje que nos debemos, que se arreglen todos mis asuntos en el fundo y nos vamos de viaje, es tiempo de disfrutar-. comentaba emocionado Aníbal imaginando la ciudad que describía Blanca en su carta.
Octavia terminó de leer la carta y Aníbal agregó: 
-Querida debo viajar al fundo, hace muchos días que no vigilo como van la cosas por allá, tú bien sabes que no puedo confiar en Sixto mi hermano menor-. 
Unos días después Aníbal partió al fundo algodonero propiedad de su familia, Octavia lo despidió muy temprano, luego se dedicó a sus tareas habituales,  mientras ordenaba sus blusas de verano encontró un pequeño prendedor que se le había caído, que hermosos recuerdos le traía esa pequeña joya que solía usar de vez en cuando. 
A esas horas Manuelito trabajaba en su taller al fondo de la casa. Él derretía pequeñas piezas de plomo sobre un mechero con ron para colocar después sobre su invento, sin darse cuenta pasó un brazo sobre el mechero y se prendió la camisa, el fuego avanzó velozmente sobre el brazo y salió corriendo del taller.   En medio de sus pensamientos Octavia escuchó unos gritos  que venían del patio, era Manuelito que corría de un lado a otro desesperado.
Octavia vio la escena, su hijo tenía uno de los brazos ardiendo con fuego, ella tomó de la mesa del comedor un mantel para apagar las llamas. El joven no se detenía y su madre no podía alcanzarlo, sus gritos eran terribles y Octavia gritaba más fuerte -¡Detente Manuelito!- pero él no la escuchaba y seguía corriendo. 
Cesáreo estaba  trabajando en el jardín cuando escuchó los gritos desgarradores del joven, fue al patio y encontró a Manuelito que uno de sus brazos ardía como una antorcha, lo agarró del otro brazo y lo tiró al piso recién Octavia pudo poner el mantel sobre su cuerpo y apagar el fuego. Manuelito lloraba de dolor y perdió el conocimiento. 
Octavia pidió a Cesáreo llevar pronto a su hijo en el triciclo al hospital, éste cargó en sus brazos a Manuelito y salió por un pasadizo al patio principal en la entrada, lo subió a su triciclo. Octavia lo seguía atrás cuando salían a la calle, los vecinos habían escuchado los gritos se asomaron a sus puertas para verlos pasar. Ondina y Felicitas lloraban en la cocina no sabían ahora que podía suceder con el joven Manuelito.


CONTINUARÁ