Los días de sufrimiento y dolor habían pasado, la vida volvía a sonreír para Octavia y su familia. Ellos esperaban en el consultorio del doctor para que retire las vendas del brazo de Manuelito.
Los padres del joven estaban a la expectativa de lo que podía suceder y lo que iba a decir el Doctor.
Emiliana se encontraba en el hospital ocupada en sus labores pero igual deseaba saber de su hermano y los últimos resultados.
El doctor entró al consultorio y Manuelito estaba frente a él.
-Bueno, hoy es el día esperado por toda la familia para saber como está este brazo- comentó.
El Doctor se acercó al joven y comenzó a quitar la venda lentamente. Octavia no podía esperar y Aníbal se encontraba tenso.
-¡Increíble!- levantó la voz el doctor
-la piel ha respondido muy bien al tratamiento, después de ver como estaba al comienzo. No hay cicatrices y está completamente lisa, no lo puedo creer- repetía el Doctor -has tenido suerte jovencito, es una gracia que te ha concedido el cielo. Escúchame bien lo que tengo que decir- le advirtió -tú tienes que mantenerte lejos del fuego, lo que ha sucedido fue muy grave, pudiste perder el brazo, otro accidente así y puede que no tengas la misma suerte- señaló muy serio el Doctor, luego se dirigió a los padres.
-La piel del brazo ha quedado muy bien, en unos días más puede que aparezcan como sombreados en algunas partes del brazo, eso es normal después de las quemaduras que recibió. Esta piel es delicada, es una piel nueva, todavía debe estar el brazo vendado y lo más importante no puede recibir el sol directo, tiene que usar camisas de manga larga por un tiempo. No tengo más que decir, le damos de alta al paciente.
Aníbal y Octavia agradecían al Doctor, les faltaba palabras para decir cuán felices se encontraban con los resultados y la acertada acción del galeno.
Manuelito y sus padres salieron del consultorio felices y Emiliana les dio el encuentro casi en la puerta del hospital, ella estaba igual de feliz por su hermano que regresaba entero a la casa con el favor de Dios. No había alegría que se compare aquello.
Octavia se detuvo un segundo y le pidió Aníbal que se adelante, ella quería despedirse de su amiga Eda que tanto la había apoyado. Aníbal estuvo de acuerdo y salió con sus hijos del hospital.
Octavia buscó a Eda en la sala de enfermeras y habló con ella para agradecerle todo su apoyo y luego preguntó: -Eda, ¿crees qué la madre que dirige el hospital puede concederme una audiencia en este momento? me gustaría hablar con ella-.
-Espera un segundo Octavia voy a ver si puede recibirte-. contestó Eda y fue a la oficina de la madre directora.
A los pocos minutos regresó -Octavia ven, la madre puede recibirte- entraron juntas a la oficina y después de las presentaciones, se retiró.
La madre directora miró unos segundos a Octavia y luego preguntó -¿qué es lo que deseas hablar conmigo?-.
-Madre yo quisiera agradecer al hospital, al cuerpo médico y enfermeras por la salud de mi hijo, deseo ayudar en algo ¿Qué es lo qué más se necesita ahora?-. preguntaba Octavia.
-Aquí en el hospital atendemos a todos los pacientes por igual, no es necesario dar las gracias, es nuestra obligación atender a los enfermos-.
-Madre insisto, por favor-. volvió a decir Octavia.
-El hospital necesita muchas cosas, pero en la sala de los pacientes de pocos recursos se necesitan frazadas, si puedes donar algunas, serán bien recibidas-. contestó la madre directora con serenidad.
-Bien madre, donaré algunas frazadas-. agregó Octavia, se puso de pie y se despidió.
Eda la esperaba al final del pasillo -¿qué hablaste con la madre?... Octavia- preguntó con curiosidad.
-Amiga al final de la semana te vas a enterar lo que hablé con la directora, ahora me despido tengo que regresar a mi hogar- Eda se quedó con la curiosidad de saber.
Octavia en el camino pensaba que tenía trabajo que hacer y esperaba que sus amigas las Damas del Patronato la ayuden en esta acción.
En la casa, Aníbal hablaba muy en serio con su hijo respecto al accidente que había sufrido: -desde hoy día se acabó el taller, queda clausurado, además es tiempo de que asumas tus responsabilidades y tengas un castigo, todos hemos sufrido por tu descuido, nunca debiste usar un mechero de ron, el fuego es peligroso. Manuel vas a ir conmigo al fundo, yo tengo trabajo que hacer y se ha retrasado por ti-.
Octavia alcanzó a escuchar estas últimas palabras de su esposo cuando entraba la pequeño salón.
-Aníbal ¿cómo es que te vas con Manuelito al fundo?- preguntó.
-Octavia ya hemos conversado sobre ese tema y tú misma me dijiste que era necesario más disciplina. No te preocupes no va estar expuesto al sol, ni va hacer trabajos pesados, en la casa del fundo hay muchas tareas que realizar y algo más, desde hoy no es Manuelito, su nombre es Manuel ya es un joven y los Manuelitos son para niños chiquitos-. sentenció Aníbal y no quiso hablar más y salió del salón.
Octavia se quedó de pie, mientras Emiliana y su hermano guardaban silencio. La madre le dijo a su hijo: -bien Manuel ya escuchaste a tu padre, no más taller-.
El joven sabía que su padre no iba a cambiar de idea, por lo tanto ya se imaginaba el largo viaje que le esperaba y la vida en el fundo no le hacía mucha gracia.
Más tarde Ondina y Felicitas veían a Manuel y se sentían felices por su recuperación, ya sabían que no había niño Manuelito y que su padre lo llevaría al fundo.
Muy temprano en la mañana del día siguiente Octavia y Emiliana despedían al padre y al hijo, por error Emiliana lo llamó Manuelito y Aníbal comentó -Manuelito no hay ningún Manuelito-.
-Disculpa padre quise decir Manuel, pórtate bien-. señaló la joven.
Octavia después de despedir a su esposo y a su hijo comentó con Emiliana -tu padre esta bastante serio con Manuel, espero que todo vaya bien-.
-Si madre, no te preocupes, Manuel tiene que conocer como es la vida fuera de las comodidades de está casa-. contestó Emiliana, con la seguridad de que su hermano iba a estar bien al lado de su padre.
Aníbal era un padre razonable con el que se podía conversar y ponía disciplina cuando tenía que hacerlo. La noche anterior había hablado con Octavia sobre su hijo y el error que estaba cometiendo al dejarlo un poco a su libre albedrío-. Octavia nuestro hijo está creciendo ya no es un niño chiquito, necesita de mi autoridad, ahora nada de consentimientos-. sentenció el padre.
Después de despedir a su esposo, Octavia llamó a Ondina para que entregue unos mensajes a sus amigas Petra y Ana Luisa, donde les decía que avisen al resto de las Damas para reunirse en su casa hoy día en la tarde, era un favor que pedía con urgencia.
Tres de la tarde marcaban las campanadas del reloj y las amigas de Octavia comenzaron a llegar a su casa un poco preocupadas por la urgencia del llamado. Todas se alarmaron, tal vez sucedía algo grave con su amiga. En la sala mientras esperaban algunas comentaban sobre Hortensia y su tristeza con Rosalina -lo que debe estar sufriendo nuestra amiga- hablaban.
Octavia entró en la sala para saludar a todas: -queridas amigas gracias por acudir a mi llamado, no se trata de Hortensia ella está descansando en el norte en casa de su hermana. Sé que estamos de vacaciones pero quiero pedirles un gran favor, si pueden ayudarme a recolectar frazadas para donar al hospital de las hermanas Cartujas en nombre de las Damas del Patronato, ¿pueden hacerlo?-.
-Octavia no falta más, es una tarea que podemos hacer y dar nuestra ayuda. Creo que las demás están de acuerdo conmigo-. contestó Petra.
Si si dijeron todas, no es demasiado trabajo hablar con nuestras familias y amigos para pedir su colaboración- comentó Reyna otra de las Damas que era parte del grupo.
-Estaba segura que iba a encontrar su apoyo. Las frazadas deben estar en buen estado y si son nuevas mejor, debemos juntarnos otra vez con todas la donaciones antes que finalice la semana para llevarlas al hospital-. señaló Octavia con la certeza que sus amigas y ella iban a cumplir con la misión.
Y así fue, al día siguiente todas las Damas del Patronato estaban en acción, ellas pedían ayuda a sus familiares, a sus amigos y a los amigos de sus amigos, si podían colaborar donando una frazada. Su llamado tuvo eco y las frazadas comenzaron a llegar a las diferentes casa de las Damas.
Al final de la semana un día en la tarde, ingresaban por la puerta principal del hospital dos triciclos llenos de frazadas y se detuvieron en el patio. Octavia y sus amigas fueron a la oficina de la madre directora para pedirle que se vaya al patio y estar presente en la entrega de la donación.
A nombre de las Damas del Patronato se hacía entrega de las frazadas, Eda y las demás enfermeras junto a las auxiliares, llevaban las frazadas al almacén del hospital. La madre Directora estaba muy agradecida con la donación y dio las gracias a todas las Damas que habían hecho posible el trabajo.
A la salida del hospital Octavia no podía estar más feliz y agradecida con la ayuda de sus amigas:
- Gracias por apoyar en esta tarea queridas amigas-.
-Es nuestra labor Octavia, ayudar al que necesita- contestaron casi a coro.
-Ahora podemos continuar nuestras vacaciones pero si alguien nos necesita, ahí vamos a estar- exclamó Ana Luisa, feliz.
Con el trabajo cumplido y ahora en descanso, Octavia, Emiliana y Rubí conversaban en el pequeño salón de como extrañaban a Manuelito, pero ahora era Manuel no había que olvidar.
Era domingo y Rubí estaba con su madrina, ella no se había despedido del joven pero sabía que estaba recuperado del grave accidente que sufrió. Con Aníbal ya estaban más acostumbradas de verlo partir seguido al fundo, pero con Manuel era la primera vez.
Los días en el calendario pasaban rápidamente, era inevitable, el tiempo no se detenía. Felicitas había comentado a su señora lo que su hermano Eriberto decía, él todavía tenia conexión con sus amigos obreros -las protestas en las calles van a continuar hasta ser escuchados-. El centro de la ciudad era un tumulto de gente y desorden, nadie estaba libre de sufrir un accidente. El gobierno tenía que escuchar y resolver los pedidos.
Octavia lamentaba toda la situación, ella como todos en la ciudad querían una pronta solución.
La tarde se prestaba para escribir la carta que debía a su tía Esperanza, donde le contaba todos los detalles del accidente de Manuel y su recuperación. Lamentaba también no poder ir como todos los años a pasar unos días de vacaciones al balneario: -Manuel no puede estar en la playa y recibir el sol directo pero sin embargo, yo espero querida tía, su visita como siempre en el mes de julio para celebrar juntas las fiestas patrias-.
Era verdad, la tía Esperanza siempre pasaba el mes de julio hospedada en casa de Octavia, su visita era bien recibida por la familia, ella era una persona alegre de conversación amena, siempre tenía alguna anécdota interesante que contar.
Temprano en el huerto Octavia dirigía algunos trabajos que deseaba que Cesáreo el jardinero realice.
-Hay que podar ese pino y quiero sembrar estos geranios al rededor de la posa de agua para que se vea más decorada- señalaba Octavia el lugar donde los quería.
-Bien señora, lo haremos como usted manda-. contestaba Cesáreo.
-Todavía tenemos una última cosecha de chirimoyas, Cesáreo, voy a mandar a Ondina con una canasta para la fruta-.
-Si señora todavía hay chirimoyas, este año el árbol a sido muy generoso en dar sus frutos-.
-Ondina, Ondina ¿Dónde estás? llamaba Octavia, la joven venía de recibir la correspondencia que recién el cartero había traído. Era un sobre que entregó a su señora.
-Ondina lleva a Cesáreo la canasta para cosechar las últimas chirimoyas-. ordenó Octavia.
Ondina se dirigió rápidamente a la cocina para llevar la canasta al huerto.
El sobre que Octavia tenía en sus manos era grande, de camino al pequeño salón leyó el remitente, se extraño era la dirección de Vevey-Suiza pero no tenía el nombre de Blanca, el sobre venía con el nombre de la familia para la que trabajaba su prima, De la Torre y Valle.
Las manos le temblaban mientras abría el sobre ¿Qué noticias traía este envío? ¿por qué Blanca no había escrito? ella esperaba su respuesta desde hace varios días. Demasiadas preguntas daban vueltas en su mente y quería saber cuales eran las respuestas.
CONTINUARÁ