domingo, 3 de enero de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Víctor Sifuentes dejaba atrás los hermosos paisajes de la región, la bella cordillera Blanca, la grande y confortable casa hacienda y todo aquello que había vivido en esos días. No podía quejarse no hubo maltrato a su persona, él podía movilizarse dentro de la casa y en las tierras de la hacienda con toda libertad pero estaba vigilado por guardianes que no lo dejaban ni un segundo solo, era imposible escapar del lugar. Ahora Fausto le había ordenado regresar a la capital con los suyos.
Se lamentaba no haber podido cumplir con su misión y pensaba en voz alta, a estas horas el señor Hipólito seguro lo daba por muerto o algo parecido, además su hija Rosalina ya estaba casada, su informe no llegó a tiempo. 
Tres días duró su largo viaje de regreso, se encontraba agotado cuando entró a su casa, su esposa e hijos salieron a su encuentro, ella lloró al verlo, felizmente estaba sano y salvo: -¿que sucedió por qué tardaste tanto? pensé que te había ocurrido algún accidente o un trágico asalto- comentaba llorando.
-Calma mujer estoy bien, solo muy cansado y con hambre, ¿tienes algo de comer?- preguntó mientras abrazaba a sus hijos que felices sonreían de ver de nuevo a su padre.
Su esposa fue pronto a la cocina a traer un plato caliente de estofado y un pan suave para saciar su hambre. Era ya tarde pensó Sifuentes, mañana iré a la casa del señor Hipólito, me siento tan cansado ahora. Nada va a cambiar hasta mañana y se quedó en casa a disfrutar de su cena y de la compañía de su familia.
En la ausencia del mensajero Lima no había cambiado, estaba en los días de verano y se podía disfrutar del clima soleado y agradable. La temperatura era más cálida.
A las nueve de la mañana del día siguiente Víctor Sifuentes tocaba la puerta de la casa de los padres de Rosalina, una empleada le abrió y anuncio su presencia a los señores. Hipólito fue al recibidor y miraba al mensajero como si fuera un aparecido que llegaba del otro mundo.
-¡Sifuentes!- exclamó -¿qué sucedió con usted en el camino? ¿por que ha tardado en regresar? nosotros esperábamos su informe, mi hija esta casada hace tres días y usted recién llega, ¡cómo es esto posible!-.
El mensajero espero que Hipólito termine  sus reclamos para poder hablar sin ser interrumpido, él tenía que ser claro con todo lo que vivió y paso en esos días. 
Hortensia al escuchar a su esposo fue al recibidor y la misma sorpresa al ver al mensajero -¡oh! exclamó -¡usted recién llega Sifuentes!-.
El mensajero tomó aliento y espero que se calmen para poder hablar una vez que hubo silencio dijo:
-No he demorado porque me fui a divertir, no fue así. La familia de Quinto es decir sus hermanos me secuestraron de la posada donde estaba hospedado y me tuvieron en su casa hasta hace unos días que me dejaron libre en el camino de regreso a la capital-. 
Víctor Sifuentes tomó la palabra y comenzó a contar detalladamente todo lo que vivió en la hacienda de la familia López del Águila. -Son gente importante en la región, tiene una bella casa, una bella hacienda y dinero. Fausto, el hermano mayor maneja todo con disciplina y orden-.
Hipólito quería escuchar sobre Quinto y Sifuentes fue muy claro al respecto, contó a los padres de Rosalina como era su yerno y los problemas que trajo a la familia en varias ocasiones, él solía enfrentar la autoridad de su hermano mayor y por supuesto el último gran problema sobre el linchamiento, donde casi muere si no fuera por sus hermanos que lo salvaron. Los campesinos casi queman la casa familiar. 
Sifuentes pidió disculpas varias veces a Hipólito y a Hortensia porque no pudo cumplir con la misión que le fue encargada esto se salió de  sus manos, él no podía hacer más. 
Hipólito lo interrogó exhaustivamente sobre Quinto y su actitud ante la familia, temía por su hija y lo que podía sucederle, ellos no sabían donde la había llevado de luna de miel, confiaron demasiado y ahora no podían hacer nada. 
Sifuentes habló -Señor Hipólito no creo que su yerno se atreva a maltratar a Rosalina, ella ahora es su esposa- dijo convencido que la joven no corría peligro. 
Hipólito no sabía que decir  y Hortensia comenzó a llorar -¡oh mi Dios! con quien hemos casado a nuestra niña- dijo con palabras de desesperación.  Su amada Rosalina, ellos, ahora estaban atados de manos.
El mensajero se retiró de la casa, muy a su pesar rogaba que Quinto no se atreva a maltratar a su joven y bella esposa que era  hija de familia, delicada como una flor, ella siempre había sido muy cercana a sus padres. En caso contrario, el único que  podía detenerlo era Fausto, se le enviaría de inmediato un telegrama para pedir su ayuda, pensó Sifuentes, mientras se iba caminando lentamente para el centro.
-Hipólito, ¿Qué hacemos en esta situación? nuestra niña esta en manos de una persona que no conocemos realmente- decía Hortensia y se secaba las lágrimas.
-Calma querida, el mensajero tiene razón, Quinto no se atrevería a maltratar a su esposa- esto esperaba Hipólito de su yerno que trate a su hija con amor.
Hortensia mas tarde salió de su casa para la reunión de cada semana con sus amigas, las Damas del Patronato. En la casa de Octavia ya habían llegado algunas de las amigas que como siempre tenían su reunion social, conversaban y disfrutaban de sus vacaciones. 
Hortensia llegó agitada por caminar rápido, quería estar temprano para ver si podía conversar un momento a solas con Octavia y Petra y así desahogar su dolor, pero al entrar en la sala ya habían varias de sus amigas entonces prefirió guardar silencio y escuchar el tema de conversación de lo que se hablaba en ese instante. Se le notaba nerviosa y fue Ana Luisa quien preguntó -¿Hortensia te sientes mal?- fue suficiente, ella comenzó a llorar y las amigas no sabían que hacer o decir -lo siento Hortensia no quise molestarte- dijo Ana Luisa con pena.
-No, no me has molestado, la verdad es que estoy preocupada por Rosalina, no sé nada de ella- contestó en  voz baja. 
Todas las Damas la consolaban y le decían -Querida, tu hija está en su Luna de Miel, no debes ser tan impaciente, Hortensia no me digas que vas a ser de esas madres que intervienen todo el tiempo en la vida de sus hijas-.
Hortensia sonrió y pensó que era mejor guardar silencio, habían cosas que no se podían decir. Tal vez al final de la reunión encuentre un momento para hablar a solas con Octavia, a la cual le tenia mucha confianza. 
Cuando terminó la reunión Hortensia buscó un pretexto para quedarse un rato más y comentar con Octavia sobre su hija y Quinto.
Ni bien quedó a solas en la sala con Octavia, Hortensia dejo escapar un sollozo y contó a su amiga todo lo que sabían sobre Quinto, sus hermanos sus tierras y los problemas que causó a la familia. 
Su amiga, la consolaba y le decía que no se precipite al pensar cosas negativas, seguro Rosalina está bien, solo han pasado unos días, la Luna de Miel es un momento de felicidad para los recién casados.
-No sabemos donde la ha llevado de viaje, tengo miedo Octavia- decía envuelta en lágrimas Hortensia.
-No, debes perder la calma Hortensia, en unos días más están de regreso, Quinto no puede dejar abandonados sus negocios y la casa donde vivirá con Rosalina-.
Era cierto Quinto debía regresar pronto, sus hermanos Segundo, Ángel y Teo, ya habían partido de regreso a sus tierras y a la casa, lo vecinos vieron que llegaban muebles y otros enceres de hogar, estos eran recibidos por el ama de llaves que era de toda su confianza.
Hortensia más tranquila de hablar sobre su hija con Octavia se despidió y se fue a su casa. Emiliana encontró a su madre en la sala pensativa y preguntó -¿madre qué pasa?-.
-Nada, nada querida- en su corazón daba gracias al cielo que su hija no piense aun en casarse o  en compromiso alguno por el momento, ella debía ocuparse de su futuro, era bastante joven y menor que Rosalina  - dime ¿cómo te fue? en la visita al hospital- preguntó Octavia.
Emiliana temprano se había presentado en el hospital de las Hermanas Cartujas para solicitar una vacante a voluntaria, ella quería comprobar si su vocación era ser enfermera.  
-Madre, me han aceptado las hermanas en el hospital, estoy verdaderamente feliz, tengo que ir tres veces a la semana y un domingo al mes. Me dieron este uniforme que debo usar cuando vaya al hospital, desde mañana debo comenzar-.
Octavia se puso de pie y abrazó a su hija, se sentía feliz por ello y seguro que cuando su padre se entere sentiría igual.
El día había amanecido pleno de Sol, Emiliana ya estaba lista para su primer día como voluntaria, buscó a sus padres en el pequeño salón, ellos al verla la felicitaron por estar preparada para ser voluntaria y dar un paso adelante en la vida. Con su uniforme se le veía tan linda, graciosa y gentil que Aníbal no dudó en abrazar a su hija y decirle. -Emiliana te acompaño al hospital para que estés segura-.
-Padre- contestó con gentileza  -no es necesario que me acompañes yo debo acostumbrarme a ir sola y tener mis propias responsabilidades, además el hospital esta a unas cuadras de la casa-. Besó a su padre en la frente, los mismo hizo con su madre y salió de su casa camino al hospital, no era bueno que en su primer día como voluntaria llegue tarde.
Aníbal comentó: -ya no es una niña está creciendo muy rápido, Octavia-.
-Si es verdad, ella es una joven responsable-. contestó la madre.
Sobre el escritorio Ondina había dejado una carta para Octavia de su prima Blanca, por fin pensó tenía noticias de ella. Tomó el sobre en sus manos y comentó: -Aníbal es carta de Blanca voy abrirla para leer en voz alta-. Su esposo estuvo de acuerdo, pero antes como era su costumbre leyó algunas noticias del diario. -no puede ser, de nuevo comienzan las protestas en la ciudad y no se van a detener hasta que sean escuchados. Esto debe encontrar una solución, así no se puede vivir y progresar-.
Cuando Aníbal terminó, Octavia leyó la carta de Blanca donde le comentaba como había sido la celebración de Año Nuevo en Paris: -Querida la ciudad lucía hermosa y a las 12 p.m los fuegos artificiales iluminaban el cielo, no puedes imaginar la emoción de recibir el nuevo año en la calle al lado de tanta gente. Hemos conocido la torre de Eiffel es hermosa y una bella Dama como todos la llaman, además de visitar en el día museos y todas las atracciones que te puedas imaginar. Tienes que viajar alguna vez a esta ciudad querida prima- la carta seguía con detalles sobre el viaje que duró una semana antes de regresar a Vevey-Suiza.
-Blanca tiene razón Octavia, es un viaje que nos debemos, que se arreglen todos mis asuntos en el fundo y nos vamos de viaje, es tiempo de disfrutar-. comentaba emocionado Aníbal imaginando la ciudad que describía Blanca en su carta.
Octavia terminó de leer la carta y Aníbal agregó: 
-Querida debo viajar al fundo, hace muchos días que no vigilo como van la cosas por allá, tú bien sabes que no puedo confiar en Sixto mi hermano menor-. 
Unos días después Aníbal partió al fundo algodonero propiedad de su familia, Octavia lo despidió muy temprano, luego se dedicó a sus tareas habituales,  mientras ordenaba sus blusas de verano encontró un pequeño prendedor que se le había caído, que hermosos recuerdos le traía esa pequeña joya que solía usar de vez en cuando. 
A esas horas Manuelito trabajaba en su taller al fondo de la casa. Él derretía pequeñas piezas de plomo sobre un mechero con ron para colocar después sobre su invento, sin darse cuenta pasó un brazo sobre el mechero y se prendió la camisa, el fuego avanzó velozmente sobre el brazo y salió corriendo del taller.   En medio de sus pensamientos Octavia escuchó unos gritos  que venían del patio, era Manuelito que corría de un lado a otro desesperado.
Octavia vio la escena, su hijo tenía uno de los brazos ardiendo con fuego, ella tomó de la mesa del comedor un mantel para apagar las llamas. El joven no se detenía y su madre no podía alcanzarlo, sus gritos eran terribles y Octavia gritaba más fuerte -¡Detente Manuelito!- pero él no la escuchaba y seguía corriendo. 
Cesáreo estaba  trabajando en el jardín cuando escuchó los gritos desgarradores del joven, fue al patio y encontró a Manuelito que uno de sus brazos ardía como una antorcha, lo agarró del otro brazo y lo tiró al piso recién Octavia pudo poner el mantel sobre su cuerpo y apagar el fuego. Manuelito lloraba de dolor y perdió el conocimiento. 
Octavia pidió a Cesáreo llevar pronto a su hijo en el triciclo al hospital, éste cargó en sus brazos a Manuelito y salió por un pasadizo al patio principal en la entrada, lo subió a su triciclo. Octavia lo seguía atrás cuando salían a la calle, los vecinos habían escuchado los gritos se asomaron a sus puertas para verlos pasar. Ondina y Felicitas lloraban en la cocina no sabían ahora que podía suceder con el joven Manuelito.


CONTINUARÁ                                    


 

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