domingo, 17 de enero de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Al día siguiente de la llegada de Aníbal a la capital, en la casa todos estaban tristes por lo ocurrido a Manuelito. 
Aníbal era el más impaciente, quería ir a visitarlo lo más pronto posible pero su esposa lo detuvo.
-Aníbal tenemos que esperar hasta la hora de visita, es en la tarde, en vano sería ir en este momento, no nos van a permitir el ingreso-. decía Octavia para calmarlo.
-Si papá tenemos que esperar para ver a Manuelito, el reglamento y el horario es muy estricto- agregó Emiliana al ver la impaciencia de su padre.
Aníbal tuvo que contenerse para no levantar la voz, su hija y su esposa tenían razón, debía esperar como todos para ingresar al hospital en el horario de visita. 
Mientras Aníbal conversaba con Emiliana de como le iba en  el voluntariado. 
Octavia sentada cerca a la ventana del pequeño salón los escuchaba, en un momento se perdió en sus pensamientos, recordaba los pasos y al hombre que por primera vez en su vida había visto. El miedo se apoderó de ella y no podía moverse. Se preguntaba si en realidad, quería decirle algo o solo era su imaginación. Se estremeció un segundo de imaginar que podía haber hablado con él. 
Era mejor no comentar nada con su hija y su esposo, no deseaba  asustar a Emiliana. Aníbal sabía sobre este espíritu,  Octavia le había comentado pero él nunca lo vio en la casa. 
Recordó también que su padre alguna vez la habló sobre este hombre que fue el primer dueño de la casa, aparentemente la muerte lo sorprendió cuando llegaba de alguna reunión por eso estaba siempre bien vestido, él era una persona muy sociable. Como no tenía esposa ni hijos, unos parientes lejanos vendieron la casa a un segundo dueño que la tuvo en su poder pocos años, dicen que no podía soportar la presencia de este espíritu que hacía sus apariciones de cuando en cuando. La casa volvió a estar en venta, los padres de Octavia compraron la propiedad, hicieron algunos arreglos y quedó en sus manos, ellos amaban la casa y Octavia también. El espíritu del hombre los acompañaba, la familia no tenía miedo y al parecer este espíritu pensaba que aún era el dueño.
Su padre siempre decía -tal vez este hombre ha quedado atrapado en nuestro mundo y no ha podido continuar su viaje, a veces pasa esto, cuando no nos queremos ir completamente, mi querida hija-.    
-Octavia porque estas tan callada- preguntó Aníbal al ver a su esposa distante y en silencio.
-No es nada querido, los estoy escuchando conversar y me alegra que Emiliana se esté acostumbrando al voluntariado, es una buena noticia- contestó pensativa. 
-Si madre, es un trabajo arduo pero gratificante, estoy aprendiendo mucho en el hospital sobre el trabajo de las enfermeras-. señaló Emiliana con entusiasmo.
A las dos de la tarde la familia salió para el hospital, Aníbal no quería esperar más para ver a su hijo. Entraron por la puerta de visitantes y caminaron directo al pabellón donde se encontraba Manuelito. 
El padre se  sorprendió al verlo vendado desde el hombro hasta la mano, él ya sabía por Octavia la gravedad de sus quemaduras y casi llora pero se contuvo, su hijo tenía que verlo bien para no alterarlo o preocuparlo. 
Aníbal hablaba con él, no era el momento de reclamos ni castigos por lo que había sucedido, era la hora de animarlo y decirle que todo saldría bien.
-Gracias padre por tus palabras, sé que fui imprudente para usar un mechero de ron, no me di cuenta-. comentó Manuelito triste.
-Calma, después hablaremos de ello, ahora debes recuperarte- dijo su padre para que no se preocupe, en vano era lamentarse. 
Todos sabían que iban hacer días de dolor, sufrimiento y zozobra al esperar que pasaría con su brazo. Eda advirtió a Octavia que los cinco primeros días serían cruciales para saber si las quemaduras en la piel comenzaban a secar y sanar. 
Una enfermera por la mañana se acercaba a la cama del jovencito y olía el brazo por todos sus  lados y en la tarde otra enfermera hacía lo mismo, tenían que estar seguras que no se sintiera un olor extraño a putrefacción, habían pasado recién dos días  y medio. Manuelito no entendía porque hacían aquello y tampoco deseaba preguntar. Octavia no le decía la verdad para no crearle angustia.
El día domingo en la mañana, Emiliana y Ondina fueron a recoger a Rubí, en el camino le contaron le contaron el accidente de Manuelito. Cuando llegaron a la casa la niña corrió a consolar a su madrina que todavía descansaba en su habitación: -Madrina, Manuelito va estar bien él va a sanar completamente, estoy segura que  así será-.
Octavia abrazó a Rubí, se daba cuenta que quería consolarla para que no esté triste.
-Gracias mi niña por tus palabras, ahora en la tarde toda la familia vamos a ir a visitar a Manuelito espero que encontremos  buenas noticias sobre su salud-. contestó Octavia con la esperanza de que se haga realidad su deseo.
El almuerzo no fue tan animado como otras veces, faltaba la presencia de Manuelito pronto toda la familia terminó de almorzar y estaba lista para ir de visita al hospital. 
Puntuales con la hora, entraron al hospital como siempre por la puerta de visitantes y directo al pabellón donde se encontraban los pacientes con quemaduras de todos los grados. La familia entró despacio al dormitorio que compartía Manuelito con otros pacientes jóvenes como él, que habían sufrido quemaduras graves, parecía dormir, pero cuando vio a su familia se puso feliz. Aníbal Octavia Emiliana y Rubí rodearon la cama para saludarlo y hablar con él. Rubí lo miraba asustada nunca vio a Manuelito tan quieto y con el abrazo inmóvil, ella siempre lo vio reír y hacer sus bromas.
Todos hablaban con él, le preguntaban como se sentía, Octavia un instante se había retirado para preguntar en el pasillo a una de las enfermeras encargadas de la salud de su hijo, como iba la recuperación  del brazo. Ella le explicó que por el momento no había ninguna novedad o algún cambio importante -tenemos que seguir esperando, lo bueno en todo esto es que no hay olores extraños que nos ponga en alerta de peligro, hay que esperar- puntualizó.
Cuando terminó la hora de visita, la familia en pleno se despedía del joven que todavía no había terminado de ser niño. Le decían que al día siguiente estarían puntuales con la hora  para volver a visitarlo.
Pasearon un poco por el centro de la ciudad antes de dejar a Rubí en el convento de las religiosas. La niña muy triste se despidió de su madrina y del resto de la familia, ella se había impresionado con la visita al hospital y de ver a Manuelito casi inmóvil.
Lunes muy temprano, Emiliana terminaba de desayunar, ella tenía que presentarse en el hospital era su día de hacer el voluntariado. Prometió a sus padres estar pendiente de su hermano en todo momento y traer alguna noticia.
Aníbal ya sabía por su esposa que no habían grandes cambios en la salud de su hijo, esto lo preocupaba, el peligro no había pasado para Manuelito. 
Ondina se presentó en el comedor con el diario en la mano para el señor que la había mandado a comprar. Aníbal leyó la primera página y dijo -Octavia escucha la noticia, vuelven los disturbios y protestas en las calles del centro, los obreros inician sus reclamos y no van a detenerse hasta ser escuchados y siguen algunas líneas más querida, parece que el gobierno va a mandar un intermediario para iniciar las conversaciones. Esto debe tener una solución, en otros países ya existe el horario de trabajo de ocho horas, debemos dar un paso adelante para resolver el problema  de una vez, ojalá se acaben los disturbios pronto-. decía Aníbal a su esposa.
En la reunión de los jueves en la mañana de las Damas del Patronato en casa de Octavia, todas  ellas reconfortaban a su amiga y escuchaban las últimas noticias sobre la salud de su hijo.
Hortensia le decía -querida amiga todo va estar bien, Manuelito va a salir sano de esto-. 
-Gracias, eso ruego al cielo. Dime ¿cómo esta Rosalina ya regresó de su viaje?-. preguntó Octavia también preocupada sobre la situación de ella.
-No, todavía no ha regresado espero que pronto sepamos algo, realmente estoy preocupada, es la primera vez que está lejos de nosotros-. contestó Hortensia.
-Desde ahora debes acostumbrarte a esa querida Hortensia, tu hija tiene su hogar-. sentenció Ana Luisa que había escuchado su comentario.
-Si, si, es verdad- decían las demás es hora que aceptes que ella se ha casado y tiene su propia vida.
Hortensia movió la cabeza para darles la razón, sus amigas no sabían los detalles de la verdadera situación, la única que conocía la verdad era Octavia y ella comprendía bien la preocupación de Hortensia.
Al finalizar la reunión antes de despedirse, Hortensia comentó con Octavia en voz baja para que no escuchen las demás -como sabes, Hipólito contrato al mensajero para vigilar la casa de Quinto y saber si ya están de regreso, aun no hay novedades-.
-Seguro en estos días regresan y vas estar feliz de ver a tu hija de nuevo- contestó Octavia, quería animar a su amiga.
Hortensia se despidió de todas sus amigas y salió a la calle, caminaba hacia su casa pensativa, en los últimos días no tenía otro pensamiento que no fuera su hija Rosalina.
Al abrir la puerta, el mensajero Víctor Sifuentes se despedía de su esposo y la saludó a ella antes de salir. Hortensia caminó apurada hasta la sala y preguntó -¿Hipólito, el mensajero ha traído alguna noticia de nuestra hija? dime pronto por favor, no puedo esperar- comentaba la madre y se apretaba las manos nerviosa. 
-Calma querida, el mensajero ha traído buenas noticias, nuestra hija y Quinto han llegado de su viaje. Sifuentes ha visto como bajaban las maletas del coche, ella estaba impecable, bien vestida y arreglada, en pocas palabras se  veía feliz-. decía Hipólito para tranquilizar a su esposa  que no podía más con sus nervios.
-Que buena noticia, ahora puedo tener algo de paz con el regreso de Rosalina-.
-Si, vamos a esperar que ellos vengan a visitarnos, creo que puede ser mañana o tal vez pasado mañana, nosotros no debemos ir a importunar. Rosalina seguro te contará después los detalles de su viaje- terminó de hablar Hipólito.
Ambos esposos se abrazaron en medio de la sala, la noticia del regreso de su hija los había hecho feliz y les daba la tranquilidad que habian perdido.    
En casa de Octavia la vida parecía transcurrir lentamente, la salud de Manuelito mejoraba muy despacio pero no había al menos  malas noticias. 
Aníbal comentaba al respecto con Octavia -sé que esto toma su tiempo pero es un sufrimiento no saber con seguridad como está su brazo-.
-Sé Aníbal que es difícil esta situación, pero que podemos hacer. Eda fue muy clara conmigo tenemos que esperar, además hemos hablado con el doctor y él nos dijo lo mismo.-
-Sí, sí, así es pero no disminuye nuestra preocupación y temor-.
Octavia se puso de pie y se acercó a su esposo: -tengo miedo Aníbal de lo que puede suceder, no sé como sería la vida si a nuestro hijo le ocurre algo grave-. acabó de decir con tristeza.
-Octavia, no tengas miedo, tu fortaleza me ayuda a seguir adelante. Manuelito va estar bien, tenemos que pensar que así será- agregó Aníbal y abrazó a su esposa, no pudo evitar que unas lágrimas cayeran por su rostro.
Una semana había transcurrido desde que Rosalina y Quinto llegaron de su viaje, no había noticias de ellos y no se habían acercado a saludar a Hipólito y Hortensia. 
La madre salió de su casa, tenía que respirar aire, tenía que hablar con alguien para no preocupar más a Hipólito. 
Fue a visitar a Octavia que sabía todo sobre Quinto y Rosalina: -querida amiga perdón si vengo a molestar pero no sabía con quien hablar. Tu conoces mi terrible problema-. decía Hortensia para disculparse de llegar así tan de repente.
-No te preocupes, yo comprendo por lo que estás pasando pero Rosalina ya esta de regreso ¿Cuál es el problema?-. 
-Desde que ha regresado no ha venido a visitar a sus padres, no sé que pensar, si está bien o no, si puede o no salir de la casa. Tú sabes sobre la vida de Quinto. Octavia ¿Qué puedo hacer?-. estalló en llanto Hortensia.
Octavia vio a su amiga muy alterada, mandó con Ondina a traer agua de azahares para calmarla. Toma Hortensia un poco de agua y serénate, nada sacas con perder los estribos, estas pensando demasiado en el problema y lo ves todo oscuro como una noche.
Hortensia no sabía que hacer, solo lloraba por su hija, ¡qué dolor! decía, ¡qué tragedia la mía!.  
Octavia consolaba a su amiga, era tan extraña y desconsiderada la actitud de Rosalina que no sabía que decir... ¿Podía tener razón Hortensia sobre Quinto?  ¿él había secuestrado a Rosalina? ¿cómo se debía actuar en este caso?.


CONTINUARÁ          

      
       
          
  
        


 

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