domingo, 24 de enero de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Los días pasaban y todavía no se tenía la certeza de que Manuelito hubiera salido del peligro. La familia en pleno lo visitaba todos las tardes.
Aníbal comentaba con Octavia que al menos no habían malas noticias. A través de las vendas no se sentía el olor que hiciera pensar que algo andaba mal, eso era una esperanza y un alivio para todos. 
Una tarde cuando llegó la hora de visita, el doctor con una enfermera llamó a los padres del joven, quería hablar con ellos. 
Aníbal y Octavia con la preocupación del momento fueron al consultorio donde los esperaba el doctor.
Al recibirlos les indicó que tomen asiento luego agregó: -los he llamado para hablar sobre la salud de su hijo, debo decir que podemos confiar en su completa recuperación, todo va por buen camino, no hay motivo de alarma. Estamos asombrados que después de tantos días de preocupación por lo que podía suceder, ahora les puedo asegurar que su hijo va a estar bien, solo quiero advertir que aún no sabemos si el brazo va a recuperar su movimiento normal y cómo va a quedar la piel, todavía debe seguir vendado. Es temprano para hablar de ello- terminó de asegurar el Doctor Gonzáles que era el médico que veía el caso de Manuelito.
Octavia y Aníbal no sabían como agradecer las palabras del doctor y la esperanza que les daba sobre la real  recuperación de su hijo. En ese momento era lo más importante. 
Al salir del consultorio del doctor y caminar hacía pabellón donde se encontraba Manuelito. Octavia casi lloraba de felicidad, repetía varias veces -Gracias, gracias mi Dios por el milagro- Aníbal también daba gracias por el milagro concedido. 
Por el momento los padres no le dirían nada a su hijo hasta estar seguros de su completa recuperación. Era mejor de esa manera, no sabían como iba a quedar el brazo. 
El cuerpo y el brazo derecho de Manuelito no habían sufrido quemaduras fue el otro brazo,  el afectado por el fuego. Nunca hubieran imaginado todo el dolor que podían sufrir al ver a su hijo en  estado de gravedad y el peligro que se cernía sobre él. Ahora podían sonreír o al menos sentir un gran alivio.
Cuando la visita terminó y se despedían, éste preguntó a sus padres que les había comunicado el doctor, Aníbal contestó: -hijo todavía vas ha quedarte unos días más en el hospital, el doctor nos dijo que no sabía cuando sería la fecha para ordenar tu salida- el padre no habló mas, lo besó en la frente, Octavia hizo lo mismo y ambos salieron de la habitación.
Al día siguiente en la mañana, mientras una enfermera examinaba el brazo de Manuelito, éste en silencio esperaba que termine y saliera de la habitación.  No había comentado con sus padres que cada día se sentía mejor y que el brazo no le dolía, además podía moverlo lentamente pero aún no podía apoyarse sobre él.
Manuelito se levantó de la cama, se sentía con fuerzas y buen ánimo, quería conocer el hospital e investigar cada lugar como él decía, no podía con su carácter inquieto y curioso. Caminó por el pasillo y la primera impresión fue la limpieza y el orden, salió a los jardines y pasó por diferentes pabellones, todo era impecable, los pisos brillaban. Bajo al sótano donde se encontraba la lavandería,  en su interior habian máquinas industriales para el lavado de toda la ropa que se usaba en el hospital, al otro lado estaba  el cuarto de costura donde se cosían sábanas, fundas, batas de los doctores para la sala de operaciones, toallas, cubrecamas y toda la indumentaria propia de un hospital. Manuelito miraba con  admiración al encontrarse en un lugar tan aseado y bien organizado. Fue una enfermera la que lo encontró y de inmediato lo llevó a su habitación, haciendo la advertencia que no debía levantarse de la cama: -jovencito- le dijo -debes cuidar tu brazo todavía está delicado, un golpe o una caída sobre él y todo el tratamiento puede echarse a perder- exclamó la enfermera muy sería. 
Manuelito muy a su pesar tuvo que quedarse en cama y no levantarse hasta que el doctor ordene su salida. 
En la mañana de reunion en casa de Octavia, las Damas del Patronato estaban felices por su amiga que comentaba con todas que su hijo estaba fuera de peligro, ella sentía un gran consuelo y felicidad después de vivir días de pesadilla y dolor sin saber que podía suceder. Luego el comentario general  y la sorpresa entre ellas fue que Hortensia no había asistido a la reunión, se asombraron porque nunca faltaba y siempre era una de las primeras en llegar.
Pero esta vez Hortensia estaba en su casa y no asistió a la reunion porque  había tomado una decisión, ya no quería esperar más, tenía que saber que pasaba con su hija, ¿porqué no venía a visitarlos?: 
-Hipólito ya no voy a esperar más, son diez días desde que Rosalina y Quinto llegaron de su viaje con muchas maletas, voy a ir a su casa para ver que sucede con ellos, si tú no vienes no importa-. 
Hipólito exclamó: -es mejor esperar Hortensia-.
-¡No Hipólito!  no voy a esperar más, estoy al borde de un colapso no sabemos si nuestra hija esta bien o está mal-. Hortensia salió de prisa a la calle y fue directo a la comisaria. Hipólito iba  tras de ella, no quería que se forme un escandalo. 
En la comisaria la madre presentó una denuncia de secuestro y maltrato, pidió al comisario los acompañe a la casa de su hija donde se encontraba encerrada. Hortensia exageró con sus palabras porque quería que el comisario y algunos policías vayan con ellos para prever si se presentaba un problema con Quinto. Hipólito estaba escandalizado por el proceder de su esposa pero al final cedió, él también quería saber de Rosalina.
Los padres de Rosalina, el comisario y dos policías llegaron a la casa de Quinto. La primera impresión de la casa era una fachada austera, tenía una pared muy alta y un portón macizo que parecía impenetrable. Hortensia tocó la campanilla y a los dos minutos el ama de llaves abrió la puerta más pequeña. La madre no esperó palabra alguna y empujó al ama de llaves, entró seguida por los demás. En el interior se abría un hermoso jardín lleno de bellas plantas y flores, las puertas y ventanas de la casa rodeaban al hermoso jardín.
Hortensia llamaba en voz alta -Rosalina, Rosalina somos tus padres- entró a un gran salón lleno de muebles finos y luego a un comedor elegante, después de unos segundos  Rosalina salió a su encuentro.
-Madre como te atreves hacer este escandalo y has traído contigo a la policía, esto es demasiado-. contestó Rosalina molesta con su madre.
Hipólito y Hortensia estaban alarmados con las palabras de su hija, pero la madre insistió: -hija no sabíamos nada de ti, como es posible que no nos visites desde que has llegado a la ciudad para saber  cómo estabas. Ahora dime, es el momento de hablar, está la policía presente que te puede proteger. ¿Quinto no te deja salir o hay algún maltrato de su parte? puedes regresar en este momento con nosotros a la casa, habla Rosalina, por favor-. decía Hortensia a su hija con voz suplicante.
-Porque me haces pasar por esta vergüenza, yo estoy bien y esta es mi casa no tengo otra y no necesito nada más-. contestó con frialdad.
Los padres veían a una hija que no conocían, es verdad lucia bien arreglada, bien vestida y se veía saludable pero su actitud era otra y no se parecía en nada a la Rosalina que salió de su hogar vestida de blanco a la iglesia.  
Quinto no estaba en la casa, había salido más temprano pero llegó en ese preciso instante al ver tanta gente en su casa  exclamó a viva voz: -¿qué sucede aquí?  ¿por qué esta invasión a mi hogar que es propiedad privada? Hipólito, Hortensia que hacen ustedes aquí-  ellos  ya no eran los padres de su esposa, ni señor, ni señora. Quinto les pidió que salgan de inmediato de su propiedad no de muy buena manera.
El comisario intervino: -Señor Hipólito, señora debemos retirarnos, aquí no hay señales de maltrato ni secuestro. El señor López del Águila tiene razón, es una invasión a su propiedad- concluyó invitándolos a salir.
Hortensia casi rogó a su hija, ella fue indiferente, no contestó. 
¿Rosalina había caído bajo el carácter dominante y controlador de Quinto? podía ser.  Ella era otra y no tuvo consideración por sus padres.
Quinto iba a decir algo más pero el comisario lo detuvo -cuidado con lo que va a decir señor López del Águila, los padres de su esposa tienen derecho a saber sobre su hija y ya se retiran, debe usted respeto a ellos y a la autoridad.
Quinto se quedó en silencio no quería que hubieran más intercambio de palabras.
-Hortensia es mejor ir a nuestra casa, Rosalina ha sido muy clara al decir que esta es su casa y no desea saber de nosotros- agregó Hipólito mostrando el camino a su esposa. 
-Si, vámonos Hipolito, aquí no tenemos nada que hacer ni que decir, a nuestra hija ya no la conozco ¿es esta joven que tenemos al frente, Rosalina?- preguntó Hortensia y avanzó por la sala para salir al jardín y dejar la casa de Quinto.
La puerta de entrada se cerró tras de ellos cuando salían. Hipólito agradeció al Comisario y pidió disculpas por la escena desagradable: -no sé preocupe nosotros tenemos que acudir al llamado para imponer  justicia- comentó el Comisario y con sus agentes se alejó.
Los padres de Rosalina caminaban por la avenida principal hacia su casa, no podían hablar, no sabían y no comprendían que había pasado con Rosalina, ni porque actuaba de esa manera.
Al entrar en su hogar Hortensia se puso a llorar, su llanto era de dolor, jamás hubiera imaginado que su hija les diera la espalda.
-Calma Hortensia, nuestra hija al parecer ha tomado la decisión de alejarse de sus padres, tal vez algún día comprenda que nosotros solo queríamos su bienestar y que sea feliz- habló Hipólito con decepción por la actitud de ella.
-Nos ha negado como sus padres, tanta influencia tiene ese hombre  sobre ella que hace que reniegue de su familia. ¿En que nos equivocamos al criar a nuestra hija Hipólito?- contestó Hortensia a su esposo.
-Nuestro error fue darle todo, consentirla demasiado que ella ahora no tiene reparo en dejar a sus padres en el camino- contestó lleno de tristeza.
-Ojalá algún día Rosalina se de cuenta de su error y no sea demasiado tarde- agregó su esposa.
-Hortensia porque no vas con nuestros hijos menores a visitar a tu hermana al norte, ellos son felices jugando con sus primos en la playa y a ti te haría mucho bien- comentó Hipólito a su esposa que estaba con los nervios destruidos por Rosalina.  
Hortensia tenía una hermana en Paita que visitaba con regularidad, ella era siempre bien recibida por su hermana y pensó que Hipólito tenía razón, cambiar de aire le haría bien y alejarse de los problemas sería mejor. 
Rosalina con el tiempo solo sería conocida como esposa de Quinto y siempre estaría a su lado, él la dominaba completamente, ellos no hacían vida social. Él se ocupaba de los negocio y luego se quedaba en casa.
Unos días más tarde, Hortensia fue a visitar a Octavia para contarle la visita a la casa de Quinto y la horrible experiencia con su hija. -Mi hija no se da cuenta que su familia de sangre es lo más importante, ella está dominada por su esposo, no puedo comprender como sucedió y en que mala hora conoció a Quinto, él con malas artes convenció a Hipólito para entrar a nuestra casa. Recién me doy cuenta que mi hija no tiene el carácter para poner a Quinto en su lugar. 
-Hortensia siento tanto pesar por lo que sucede que no sé que decir para aliviar tu dolor o al menos reconfortarte, es muy difícil lo que acabas de vivir-. 
-Octavia no te preocupes tengo que aceptar que la vida es así y que mi hija se alejó de nosotros por su propia voluntad. Te pido me despidas de nuestras amigas, a estas horas ya deben saber todo lo relacionado con mi hija, tú sabes como son los comentarios. Yo me voy todo el verano a casa de mi hermana-. Hortensia se despidió de Octavia, tenía el dolor dibujado en el rostro, ella no era feliz. 
Al salir de casa de Octavia agregó: 
-Sé que nunca voy a conocer a mis nietos, querida amiga, es una verdad-.
En la noche cuando la familia descansaba, Octavia en el pequeño salón escribía una carta a su prima Blanca contando los pormenores y detalles del accidente de Manuelito y su lenta recuperación. En la carta le decía -Blanca no te imaginas el dolor por el que hemos pasado, fue una pesadilla pero ahora podemos al menos estar tranquilos no hay más peligro sobre la salud de mi hijo- y continuaba con los pormenores y además le escribía sobre la desdicha de Hortensia y el problema con Rosalina. 
-Quiera Dios, mi querida prima que yo nunca tenga que pasar por algo así con Emiliana- terminó de escribir y se despedía de ella esperando su pronta respuesta.
Con la partida de su esposa Hipólito llamó al mensajero para hacer el trabajo de otra diligencia que nada tenía que ver con Rosalina. Víctor Sifuentes en un pequeño silencio en la sala comentó: -Señor Hipólito¿ porque no le enviamos un telegrama a el hermano mayor de Quinto?, Fausto, él es el único que sabe como poner a su hermano en su lugar. Él puede venir y va haber como Quinto se porta bien-. 
-No, Sifuentes, mi hija ha querido alejarse de sus padres y eso no lo va cambiar ni el mismo Fausto-. contestó el padre. 
Hipólito estaba decidido a pasar la hoja con respecto a Rosalina y solo pedir a Dios que la proteja, como estaba seguro lo hacía Hortensia también.  

CONTINUARÁ

  
          
        
    
                     


 

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