Octavia trataba de parecer serena pero en el fondo de su corazón y su alma apenas podía mantenerse en pie, ver sufrir a su hijo era lo más terrible que le había tocado vivir.
En el triciclo que llevaba a Manuelito, Cesáreo y Octavia llegaron al hospital de las Hermanas Cartujas de San Vicente de Paul. Entraron al recinto por emergencia y de inmediato fueron atendidos.
La madre explicó rápidamente a las enfermeras lo que había ocurrido con su hijo y éste fue ingresado de emergencia al hospital, a Octavia le pidieron que espere en la sala.
Cesáreo se acercó a ella y dijo: -Señora con todo respeto, con todo respeto- volvió a repetir -no debe consentir tanto al joven, él necesita mas autoridad y disciplina lo que ha pasado pudo ser peor. Señora perdone que le diga esto- terminó de comentar Cesáreo con gran pesar por la suerte de Manuelito.
Octavia contestó: -gracias Cesáreo, sin su ayuda no sé que hubiera pasado, mi hijo no se detenía no me escuchaba, fue un lamentable accidente-.
-¿Señora me puedo retirar, ya no me necesita?- pidió permiso Cesáreo para regresar a la casa y terminar su trabajo, en el hospital ya no tenía nada que hacer.
-Sí Cesáreo, puede usted retirarse, agradezco su ayuda infinitamente-. contestó Octavia.
Cesáreo se retiró del lugar muy apenado, él apreciaba a Manuelito. Octavia se quedó en la sala de espera al tanto de alguna noticia, lloraba por su hijo, no sabía ahora que iba a suceder con él-.
Eda se acercó a su amiga: -¡querida Octavia! ¿cómo estas? una amiga enfermera te reconoció y me avisó que estabas en la sala de emergencia ¿Qué ha pasado?-.
-Eda, amiga, que bueno verte, se trata de Manuelito ha sufrido un terrible accidente con fuego, se quemó el brazo. Lo han ingresado para atenderlo pero no se nada más-. contestó Octavia y las lágrimas bañaban su rostro.
-Espera aquí, voy ver que está pasando con tu hijo-. Eda se puso de pie y fue averiguar sobre el estado de Manuelito.
Después de media hora regresó al lado de su amiga con una expresión de gravedad en el rostro, entonces habló con ella.
-Octavia están atendiendo a tu hijo con todos los tratamientos necesarios para pacientes con quemaduras, su brazo esta comprometido desde el hombro hasta la muñeca con heridas graves, no quiero exagerar pero la piel le colgaba completamente. Te pido tengas fe los médicos especialistas están haciendo lo imposible para tratar ese brazo. ¿Cómo fue que paso este lamentable accidente?-. preguntó Eda al final.
-Yo tengo la culpa, nunca debí dejar que tenga ese taller, debí ser más cuidadosa, no sabía que estaba usando un mechero con ron, con la llama de este se prendió la camisa y sucedió el accidente. Fue horrible Eda, en segundos su brazo ardía y él no escuchaba cuando le decía que se detenga, corría por todo el patio. Cesáreo me ayudó a detenerlo-. mientras comentaba el accidente lloraba, el alma se le desgarraba de dolor por su hijo.
-Calma Octavia fue un accidente no debes culparte, los muchachos no miden el peligro-.
-Eda por favor, dime la verdad ¿Cuál sería el peor escenario para este accidente? ¡dime la verdad te lo suplico!-. Octavia rogaba a su amiga.
-La verdad- Eda dudó unos segundos, no sabía si decirle lo que podía suceder en caso de que las cosas no salga bien pero Octavia insistió y entonces ella habló:
-El peor de los escenarios, es que, si no reacciona bien la piel del brazo al tratamiento, al primer olor a putrefacción tendríamos que abrir las vendas para ver que sucede con la posibilidad de cortar el brazo completo o parcialmente. No pienses en esto amiga, tu hijo va estar bien-. aseguró Eda a Octavia que no podía dejar de llorar y culparse con el accidente y con lo que recién escuchaba.
Octavia no podía soportar el dolor y menos la idea de algo así para su hijo, su amado hijo.
Eda insistió -no pienses en lo peor, los niños tienen una capacidad de recuperación asombrosa hemos visto milagros aquí en el hospital y eso va ha suceder con Manuelito. El doctor que va a seguir su caso hablará contigo una vez que termine de atenderlo, es seguro que se quede hospitalizado-.
Eda se quedó acompañando un rato más a Octavia la veía tan destrozada por el dolor. que no quería dejarla sola. Al poco rato el doctor se acercó a Octavia y preguntó si ella era la madre, entonces le explicó la gravedad de las quemaduras que había sufrido el niño:
- Su hijo debe quedar internado en el hospital, en este momento lo hemos sedado para aliviar su dolor. Señora, ahora solo queda esperar para ver como reacciona la piel del brazo al tratamiento que se le aplicó. Regrese más tarde, en este momento no lo puede ver, está dormido-. concluyó el doctor y se retiró para seguir atendiendo a otros pacientes.
-Octavia ve a tu casa y regresa a la hora de visita en la tarde, las religiosas son muy estrictas con el horario, de 2 a 5 p.m es la visita. Emiliana se encuentra en el pabellón que está al fondo del hospital yo le voy a comunicar lo sucedido con su hermano, ella termina su trabajo a las 3 p.m. Te prometo que estaré pendiente de Manuelito y de su recuperación-. concluyó para animar a su amiga.
Eda acompañó a Octavia hasta la puerta de salida, le pidió calma y serenidad en estos caso es lo único que se puede hacer.
Octavia se despidió de su amiga y salió del hospital, caminaba por la avenida y tenía la sensación que flotaba, sus pies parecían no tocar el suelo, pero era solo una sensación debido a sus nervios y al dolor que sentía, no quería pensar en nada malo para su hijo, pero era inevitable imaginar lo peor.
Al llegar a su casa Ondina y Felicitas no sabían como preguntar por el joven Manuelito, entonces Octavia al ver su sincera preocupación comentó sobre su hijo y la gravedad de sus quemaduras. Las dos mujeres estaban realmente consternadas y veían con tristeza el dolor de su señora que muchas veces las había ayudado a ellas y ahora no sabían que palabras usar para consolarla.
A la hora del almuerzo Octavia apenas probó bocado, miraba el reloj con insistencia, estaba pendiente de la hora, ni bien fueran las dos de la tarde regresaría al hospital para ver a Manuelito.
Las campanadas del reloj en el comedor marcaron las 2 p.m, Octavia salió rumbo al hospital quería saber cómo seguía su hijo. Llegó a la hora indicada para las visitas y fue directo al pabellón donde se encontraba. El jovencito todavía dormía, tal vez era mejor así, el dolor no lo dejaría tranquilo y él era de carácter inquieto. La madre se quedó sentada en una silla muy cerca de su cama, a las tres de la tarde entró Emiliana y vio a su madre las dos se abrazaron y lloraban al ver a Manuelito tan quieto, con el brazo vendado y aun con la gravedad que significaba su estado.
-Van hacer días muy difíciles Emiliana tenemos que tener fuerzas para apoyar a tu hermano en estos momentos. Él no debe saber nada del peligro al que se enfrenta-. dijo Octavia a su hija y ella estuvo de acuerdo.
-Si madre no te preocupes, voy a estar a su lado todo el tiempo que sea posible-. contestó Emiliana llorando de tristeza por lo ocurrido a su hermano.
En la noche del mismo día Octavia se encontraba en su pequeño salón, era cerca de la media noche. Emiliana dormía en su habitación, Felicitas y Ondina hacían lo mismo en su habitación al fondo de la casa.
Octavia se debatía entre la culpa y la tristeza, se decía a si misma -mañana temprano tengo que ir al correo ni bien abran las oficinas, debo mandar un telegrama para Aníbal y decirle lo sucedido con nuestro hijo, no puedo ocultar su accidente, es su padre y tiene que venir para estar a su lado- volvía a culparse y decir -Cesáreo tiene razón he consentido demasiado a Manuelito, no puede ser, él necesita la autoridad de su padre-.
Estaba sumida en la tristeza, de pronto en medio de la noche escuchó los pasos que ya conocía, estos entraron por la puerta principal, pasaron por la sala y se acercaban al corredor, la puerta del pequeño salón estaba abierta de par en par, Octavia se sentó cerca al escritorio que quedaba frente a la puerta, tenía miedo, los pasos se acercaban y el hombre que era dueño de esos pasos se quedó parado en medio de la puerta, giró y Octavia por primera vez en la vida vio su rostro, era pálido, sin expresión alguna. Ella sentía terror, quería hablar pero no podía, estaba petrificada en su asiento, el hombre seguía en el mismo lugar observándola, pensó un instante que iba a entrar, fueron segundos que parecían eternos. Su vestimenta era la de siempre con el característico sombrero de copa que ella vio cuando era una niña. Seguro algo quería decirle o anunciarle pero ella no podía hablar, ni preguntar, de su garganta no salía una palabra.
El hombre dio un paso atrás y luego siguió su camino por el corredor. Cuando Octavia pudo moverse salió del salón para buscar al hombre que ya se perdía en el huerto, ella le suplicaba y preguntaba
-¿Que quieres decirme, tienes algún mensaje sobre mi hijo, habla por favor?- Fue en en vano el hombre había desaparecido.
Octavia tuvo que calmarse, iba a despertar a todas en la casa, regresó al salón, no podía dejar de llorar al creer que el hombre del sombrero le traía algún mensaje que no era bueno. Su miedo no la dejó actuar y ver el rostro del fantasma que su padre decía era un espíritu bueno la dejó consternada.
Al día siguiente ni bien abrió la oficina de correo Octavia escribió "Aníbal tienes que venir Manuelito ha sufrido un accidente". Era corto pero claro el padre debía saber lo ocurrido con su hijo.
De regreso a su casa las vecinas que estaban cerca, la detuvieron para darle su apoyo y preguntar por Manuelito, ella agradeció su preocupación y les comentó que hasta el momento todo iba bien, no quería dar detalles y se despidió de todas ellas.
Al entrar a su casa Ondina salió a su encuentro -perdón señora, no pude evitarlo sus amigas las Damas del Patronato están en la sala esperándola, ellas casi me atropellaron para entrar- pedía disculpas Ondina por lo sucedido.
-No te preocupes, trae a la sala refrescos y las galletitas de anís que compramos. Deja mi chal y mi bolso encima del escritorio-. luego camino hacía la sala donde esperaban sus amigas, ellas al verla entrar la rodearon y le expresaron su pesar y tristeza por lo ocurrido: -Octavia estamos aquí para ayudar en lo que necesites, sabemos que Manuelito está en el hospital- decían Ana Luisa y Petra.
-Gracias, gracias a todas por venir apoyarme, por el momento nada se puede hacer solo esperar, mi hijo ya recibió el tratamiento necesario, van hacer unos días difíciles y llenos de angustia-. comentó Octavia a sus amigas y les contó los detalle de lo ocurrido.
Las Damas escuchaban a Octavia y sentían gran pesar por su amiga -Todo va a salir bien con tu hijo Octavia, vas haber que así será y todo esto será solo un recuerdo-. Si, si repetían todas para animar a su amiga.
Al final de la reunion Hortensia se acercó a Octavia para darle su apoyo -sé cómo te debes sentir, el caso de Manuelito es diferente al de Rosalina pero cuando tenemos un hijo que sufre nosotros sufrimos con él. No viene al caso pero es igual, no sabemos nada de Rosalina y ya son ocho días desde su boda y cambio de aros- comentaba Hortensia con Octavia -me voy querida amiga, no quiero llenarte de más preocupación, tu ya tienes bastantes-.
En su casa Hortensia hablaba con Hipólito, le contaba que había sucedido con el hijo de Octavia: -es terrible lo que ha pasado con Manuelito, no te imaginas como se encuentra ella-.
Hipólito se podía imaginar algo, pero el sufrimiento real solo lo podía presentir. Él había vuelto a contratar los servicios del mensajero que ya conocía el caso de su hija. Víctor Sifuentes tenía el encargo de vigilar la casa de Quinto y avisarles cuando llegaban de su luna de miel. El padre estaba preocupado por Rosalina no sabía nada de ella.
-Calma- le repetía Hortensia -están de luna de miel y es lógico que no se acuerden de nadie-. Aunque ella en su fuero interno también tenía la misma preocupación después de saber sobre la vida de Quinto.
Los padres ahora comprendían porque él no quería que se enteren de su vida pasada.
El día estaba lleno de sol, en el fundo de Aníbal había bastante trabajo, preparar la tierra para la siembra y controlar los gastos que significaba todo aquello.
Un empleado se acercó a él -señor tiene un telegrama-.
Aníbal frunció el seño ¿un telegrama? preguntó, vio que era de Octavia, algo grave debía suceder se habian despedido hace solo tres días. Lo abrió y leyó -Preparen mi equipaje, regreso a Lima de urgencia-. comentó mientras a caballo regresaba a la casa familiar.
Su hermana Leonora se enteró del telegrama -que sucede Aníbal-. preguntó a su hermano.
-No sé pero es grave, debo regresa a la capital. Que Sixto se encargue de preparar y supervisar el trabajo.- comentó y salió para la ciudad en un coche alquilado.
Al llegar de noche a su casa con solo ver el rostro de Octavia y su sufrimiento supo que lo que sucedía no era nada bueno. Abrazó a su esposa y pidió: -cuéntame todo lo que ha pasado con nuestro hijo, querida-. la tristeza lo embargo mientras Octavia comentaba lo que había ocurrido con Manuelito y su accidente.
CONTINUARÁ
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