Domingo en la tarde en casa de Octavia todo era tranquilidad y silencio. Guillermo y Emiliana habían salido a pasear, Aníbal descansaba en la habitación y Manuel terminaba sus tareas que tenía que presentar en el colegio al día siguiente.
Octavia y Rubí conversaban en el pequeño salón.
Octavia abrió la caja fuerte que tenía oculta en el librero detrás de su escritorio: -¡madrina una caja fuerte!- exclamó Rubí.
-Si mi niña, es una caja fuerte ahí guardo algunos documentos importantes y dinero para el gasto diario de la casa- contestó Octavia.
-En mi casa también hay una caja fuerte-
-Si, no lo sabía- dijo Octavia y cerró su caja fuerte.
-Madrina esta bien escondida en la habitación de mis padres-.
-Seguro la clave está perdida- señaló Octavia.
-No madrina, yo sé la clave-.
Octavia se sorprendió de la seguridad con la que hablaba Rubí. Miró el reloj de la pared, marcaba las tres de la tarde, entonces comentó:
-Mi querida niña que te parece si vamos a dar un paseo y en el camino visitamos tu casa, hace unos días nos tocó ir a inspeccionar que todo esté en orden como tu mamá lo estipuló en el testamento-.
-Si madrina vamos, tengo tantas ganas de visitar mi casa-. contestó Rubí.
Octavia dejó una nota para Aníbal sobre el escritorio -vamos de paseo no tardamos- decía la nota. Tomó de la silla su chal de hilo fino de seda, se lo puso sobre los hombros y salió de la mano con Rubí.
Ambas caminaban por la calle del Naranjo, la casa de su ahijada quedaba solo a seis cuadras de distancia. Llegaron muy pronto, tocaron la campanilla y unos minutos más tarde Margarita la señora que cuidaba, abrió la puerta y exclamó: -señora Octavia, niña Rubí que agradable sorpresa pasen adelante, por favor-.
-Gracias Margarita, hemos venido como siempre a visitar la casa- comentó Octavia mientras caminaban por los diferentes salones y habitaciones, todo estaba impecable y en orden, era como si Aurora, madre de Rubí estuviera presente.
Margarita comentaba que un joven venía a inspeccionar la casa todos los meses enviado por el abogado Panduro, tutor legal de Rubí. -Todo tiene que estar en perfecto orden, así lo quería mi señora-.
-A si es Margarita, todo debe cumplirse según la voluntad de Aurora- contestó Octavia y agregó:
-Rubí quiere entrar a la habitación de sus padres, mientras usted va a la habitación de la niña y escoja tres vestidos que sean los mejores para llevarlos al internado, no tenga cuidado tome su tiempo- mandó Octavia.
-Señora, la madre superiora solo quería que la niña lleve cinco vestidos- replicó Margarita.
-No se preocupe yo me encargó de hablar con la madres superiora-.
Margarita obedeció la orden de Octavia y fue a buscar los vestidos, entonces Rubí y su madrina entraron a la habitación de Aurora y Benicio. Octavia cerro la puerta con seguro y puso su chal en la perilla para tapar la cerradura, las cosas se debían hacer con extremo cuidado.
-¿Rubí donde está la caja fuerte de la qué me hablaste?- preguntó Octavia.
-Madrina está allí- y señaló un gran tablero de madera que cubría la pared desde el techo hasta el piso, como si fuera un adorno más de la habitación, en las esquinas tenía varios adornos de flores y delgadas molduras a los costados.
Rubí se acercó al tablero y haciendo un esfuerzo giró uno de los adornos, el tablero se abrió, Octavia lo empujo hacia un costado, ahí estaba la caja fuerte perfectamente oculta detrás del tablero. Acercó una silla para que la niña suba y ponga la clave. Rubí giró varias vueltas a la perilla de un lado a otro, mientras mencionaba los números, al terminar de marcar la clave la caja se abrió. En su interior tenía lo que Octavia sospechaba, varios fajos de billetes, dos caja pequeñas, tomó una y la abrió, tenia seis sortijas de oro y pulseras de caballero. Seguro las joyas pertenecían al padre de Rubí y la otra caja tenía tres relojes de oro. Octavia arrimó los fajos de billetes y exclamó: -¡oh mi señor! no puede ser. En el fondo de la caja estaban apilados uno en cima de otro doce lingotes de oro que la sorprendieron. Ella sabía que Benicio tenía dinero en el banco además de propiedades, esta caja fuerte era un nuevo descubrimiento. Rubí era realmente una rica heredera.
-Rubí de prisa, cerremos la caja fuerte y dejemos todo intacto como estaba, nadie debe saber la existencia de está caja-.
Cerraron la caja y Octavia abrazó a Rubí, entonces habló con ella: -mi niña tienes que prometerme no decir nada de la existencia de esta caja, sobretodo no debe saberlo tu tía Renata-
-Si madrina yo prometo no decir nada, mi mamá siempre me decía lo mismo-.
-Entonces porque me lo dijiste a mí-. contestó Octavia.
-Porque tú eres mi madrina y yo confió en ti.-
-Mi niña por favor, con respecto a esta caja no puedes confiar en nadie y menos en tu tía Renata promete que así lo harás, es por tu seguridad, sería muy peligroso si alguien se entera-.
-Si madrina yo prometo no decir nunca nada- Octavia abrazó de nuevo a Rubí preocupada por su seguridad. Si alguien se llegara a enterar podría querrer entrar a robar en la casa o lo que es peor querer secuestrar a Rubí, no sería la primera heredera en sufrir algo así.
Margarita llamó a la puerta: -señora aquí están los tres vestidos que me pidió-.
Octavia abrió la puerta -no me di cuenta que la puerta estaba con seguro -dijo estas palabras para disimular y contestó -estos vestidos están perfectos has hecho una buena elección-.
-No fue fácil señora, la niña tiene demasiados vestidos, no se imagina usted-.
Margarita, Octavia y Rubí fueron a la habitación, era verdad, el ropero de la niña tenía tantos vestidos que era difícil cerrar la puerta.
-Yo siempre le decía a mi señora que no le mande hacer tantos vestidos, la niña va a crecer y los va dejar nuevos-.
-Si, es una pena que no los pueda usar todos. Doblemos estos vestidos con cuidado para guardarlos en una maleta y llevarlos al internado más tarde- señaló Octavia.
-Si señora- contestó Margarita y fue a traer una maleta pequeña de viaje. Rubí no podía estar más feliz de llevar sus vestidos al colegio.
-Mi querida niña no debes olvidar tu promesa, es algo muy serio, comprendes-.
-Si madrina no diré nada y olvidaré la existencia de la caja fuerte-.
Era lo mejor para Rubí, pensó Octavia, esa caja es un peligro latente para ella. Doblaron con cuidado los vestidos y los guardaron en una maletita que trajo Margarita.
Octavia y Rubí se despidieron de ella y salieron de la casa, cuando Octavia llegó a su casa acompañada de Rubí y la maleta, Aníbal estaba preocupado: -donde se fueron a pasear, ya iba a salir a buscarlas, es hora de que nuestra ahijada regrese al internado, tu sabes que la madre superiora se molesta si Rubí no está puntual a la hora del Ángelus y ¿esa maleta?- preguntó Aníbal al final.
-Son vestidos de Rubí que vamos a llevar- contestó a su esposo y dijo -salgamos de una vez para ir el colegio-.
Cuando llegaron al convento la madre superiora pidió hablar con Octavia, Aníbal se quedó esperando en la recepción, un hombre no podía entrar al convento.
La madre superiora habló con Octavia para agradecerle el regalo de las dos consolas que ella había enviado dos semanas antes, con Umberto, el joven que trabajaba con su triciclo: -gracias por las consolas han quedado perfectas en el salón rosado-.
-Madre no tiene que agradecer nada, yo estoy feliz de poder ayudar a la casa de las religiosas-. Entonces Octavia aprovechó la oportunidad para hablar de los vestidos.
-Mi estimada Octavia, queremos enseñar a la niña el valor de las cosas y lo que cuesta ganarlas además de no querer que caiga en la vanidad y lo superficial, me comprendes-.
-Si madre usted tiene razón, esos valores son importantes, yo le aseguro que estos serán los últimos vestidos que traigo para Rubí, ella comenzará a crecer y desarrollar, nada de la ropa que tiene le va a quedar-.
-Bueno, será motivo para hacerle en su momento algunos vestidos, cuatro son suficientes- contestó la madre superiora y aceptó que Rubí se quede con sus vestidos.
De regreso a su casa Octavia habló con su esposo sobre lo ocurrido en la casa de Rubí, le contó de caja fuerte y el dinero que había adentro además de los lingotes de oro y las joyas: -tenías que ver la cantidad de dinero que hay, eran fajos de billetes uno sobre otro. Aníbal temo por la seguridad de Rubí si alguien se entera de esa caja. Tal vez lo mejor es llevar todo eso al banco-.
-Octavia, yo sabía que Benicio Santa María tenía una fortuna pero lo de la caja fuerte es una sorpresa, además no es bueno hacer mucha luz de ese asunto, si la gente se entera van a decir que hay más dinero en la casa y alguien va querer entrar a robar. Rubí no podría salir a pasear a sitio alguno, sin el temor de ser secuestrada. Es mejor olvidar la existencia de esa caja y cuando nuestra ahijada tenga la mayoría de edad y tome posesión de su herencia, ella decidirá-.
-Aníbal, voy a tener pesadillas con esa caja, es una fortuna lo que hay en su interior, este asunto debe quedar entre tu y yo, ni Emiliana ni Manuel deben saberlo, promete que así será-.
- Debes serenarte querida y no preocuparte más, te prometo no decir nada. Ahora olvida que esa caja existe- Aníbal cambió de tema para distraer a su esposa -me sorprende que la madre superiora haya aceptado que Rubí se quede con los vestidos-.
-Si, ella aceptó pero fue muy clara al decirme que ni un solo vestido más-. contestó Octavia con la idea de olvidar todo el asunto de caja. Ella podía confiar en su esposo, sabía que él quería a Rubí y deseaba que la niña viva tranquila.
Al día siguiente Aníbal leía las noticias en los diarios: -Octavia aquí está publicado el valor del oro en el mercado-.
-Aníbal por favor, no me hables sobre el oro, no quiero saber cuanto vale, lo que deseo es olvidar todo ese asunto-. contestó
-Esta bien Octavia, no fue mi intención molestarte solo quería que estés informada como por ejemplo las obras en la ciudad siguen adelante, pronto se van inaugurar, solo espero que ese pronto no sea muy lento- comentaba Aníbal y continuaba leyendo a su esposa las noticias en voz alta.
En la tarde cuando Manuel regresó del colegio encontró a su madre en el huerto, quería hablar con ella:
-Madre, ¿Emiliana tiene algún compromiso con Guillermo?- preguntó
-Si, desde hace varias semanas están saliendo juntos. ¿Por qué la pregunta?-
-Madre yo creo que ella debe ir al convento, que compromisos ni que nada- contestó Manuel con fastidio.
-Hijo, lo que dices es algo muy serio y no se debe tomar a la ligera, yo comprendo que quieras proteger a tu hermana pero son una exageración tus palabras. Sabes muy bien que es el desarrollo natural de la vida, algún día tú también tendrás una novia-.
-No, madre no, mejor hubiera tenido un hermano, eso sería mejor- respondió a su madre y salió del huerto.
Octavia movía la cabeza y se preguntaba -¿qué sucede con los hombres de esta casa? primero el padre quiere encerrar a la hija diez años en su habitación y ahora el hermano quiere que vaya a un convento, ¡mi señor!- exclamó sorprendida.
CONTINUARÁ
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