Octavia terminó de escribir la carta a nombre de Felicitas, para el dueño del hospedaje en la ciudad de Iquitos, con esto pensaba que él podía saber algo sobre el paradero de los jóvenes que se alojaron en su hostal. Con el envió de la carta tenía la esperanza de averiguar donde estaban Umberto y Ondina.
-Felicitas, esta carta debe ser enviada hoy día para que llegue lo más pronto a su destino. Llama Antonia para que la lleve al correo.
Felicitas fue de inmediato a buscar a la joven:
-Antonia, la señora Octavia te necesita en el salón, vamos ven conmigo- la muchacha dejo de hacer lo que estaba haciendo y obedeció la orden de Felicitas.
En el pequeño salón Octavia le entregó la carta para que la deposite en el correo, le pidió que no se demore ni se detenga en el camino. Antonia con la carta y el dinero en las manos salió a cumplir las ordenes de su señora.
Felicitas de pie frente al escritorio agradeció a Octavia el envió de la carta y también sus palabras de aliento y serenidad.
-Señora, no sé como agradecer a usted la ayuda y las consideraciones hacia mi persona-.
-No tienes que agradecerme nada- contestó Octavia -entiendo muy bien tus temores y preocupación por Ondina, no olvides que yo también soy madre. Ahora tenemos que esperar con paciencia la respuesta a nuestra carta, roguemos que no demore muchos días-. Octavia dio por terminada la conversación.
Felicitas pidió permiso para retirarse y fue a la cocina donde lloró desconsoladamente, rogaba al cielo tener pronto noticias de su hija. Ni por un segundo deseaba imaginar lo peor, no quería pensar que Ondina estaba perdida en medio de la selva. No saber de ella la ponía nerviosa y lloraba.
Octavia se puso de pie y se acercó a la ventana del salón que daba al patio principal, desde ahí podía observar las margaritas que florecían y los hermosos helechos que rodeaban al árbol de limón. Recordaba a Ondina y su terca decisión de viajar a un lugar tan lejano por ese entonces. Nadie sabía cómo estaba o lo peor ¿dónde estaba?. Según lo que Aníbal había comentado: - Octavia, uno de mis amigos que conoce la selva, me ha informado que las condiciones de trabajo en una plantación de caucho no son de las mejores-.
En casa la familia y Felicitas debían esperar y rogar que llegue respuesta desde la ciudad de Iquitos.
Antonia regresó del correo, se presentó en el salón y dijo: -señora en la puerta principal hay una señora que pregunta por usted, dice que es su vecina Soledad-.
-¡Oh, no!- se lamentó Octavia, esa visita era como para coronar el día y mandó Antonia que la haga pasar.
Un minuto más tarde, Soledad entraba al salón -¡querida Octavia!- exclamó -tu casa es tan grande y cómoda, con gusto viviría aquí- contestó con algo de afectación en la voz.
-Gracias estimada Soledad, en que puedo servirte- y la invitó a sentarse en el sillón frente a su escritorio.
-No querida amiga, no vengo a molestarte, mi visita es para felicitar a Emiliana y a ti por la linda bebé que acaba de nacer en la familia, además traigo un pequeño presente para ella. Ábrelo, por favor-.
Octavia tomó el regalo que Soledad había puesto sobre su escritorio y lo abrió. Su sorpresa fue mayúscula al ver que era una hermosa colchita tejida a crochet para Lizel. Que trabajo tan delicado, que belleza.
-Soledad gracias por tanta molestia, no sabía que tenías gran habilidad con el tejido, es una bella colcha- contestó Octavia mientras admiraba el hermoso tejido.
-No es ninguna molestia Octavia, yo estoy feliz de traer este regalo a la bebé de Emiliana y puedo decir que el tejido es una de las muchas habilidades que poseo- esto dijo Soledad sin demasiada modestia.
Cuando llegó Aníbal a su casa, Soledad ya se había ido. Octavia comentó con él sobre regalo para Lizel.
Aníbal viendo la pequeña colcha dijo: -querida, tengo que decir que es un trabajo de calidad y un fino regalo, Soledad se ha superado a si misma-.
-Si, la verdad es que a mí me ha sorprendido su actitud y al margen de su carácter y personalidad reconozco que nuestra vecina tiene gran habilidad para el tejido. No sabía que apreciaba a Emiliana- contestó.
Octavia, también contó a su esposo sobre la carta que había escrito para la ciudad de Iquitos, quería ayudar a Felicitas para tener noticias de Ondina.
-No sé que decirte, esa joven con su partida ha puesto a la madre al borde de una crisis-. contestó Aníbal preocupado por su situación como todos en la casa.
En la tarde después del almuerzo, Octavia llevó a Emiliana los regalos para Lizel que mandaron a su casa. Acompañada por Antonia traía dos bolsas grandes, tuvo que alquiler un coche que las lleve hasta el centro.
-Emiliana aquí están los regalos para Lizel de parte de tus amigas del colegio, de mis amigas las Damas del Patronato, Rosalina y de Soledad- decía Octavia y abría las bolsas para que su hija vea los presentes.
-Madre que lindos regalos para mi hija y que detalle delicado de cada una de ellas-.
-Si, todas ellas te mandan muchos saludos y felicitaciones por el nacimiento de Lizel- contestó su madre y pidió permiso para entrar a la habitación donde descansaba la bebe.
-Me alegra que Lizel duerma los primeros meses en un moisés, es pequeña y necesita estar cerca de ti para que sea más fácil atenderla si llora en la noche-.
Su madre también comentó que el domingo venia de visita toda la familia, -Rubí está ansiosa por conocer a la bebé-.
-Madre, yo los espero a todos, me siento feliz de recibirlos en mi hogar. Guillermo disfruta mucho de su compañía- señaló Emiliana.
A los pocos minutos Lizel se despertó, Octavia la tomó en sus brazos, se sentía feliz de poder abrazar y besar a su nieta. Emiliana sonreía y se acomodó en la mecedora para dar el pecho a su hija.
Lida entró en la habitación, traía un azafate con el servicio te y masitas dulces para invitar a la señora Octavia.
Antonia y Lida en la cocina hablaban sobre la bebé y de las jóvenes señoras, las dos coincidían en que no podían tener mejores trabajos.
La tranquilidad de la tarde invitaba hablar de los primeros días de nacida de Lizel. Madre e hija disfrutaban conversar sobre temas del hogar.
Octavia con pena se despedía de su hija después de pasar la tarde en su casa, no quería llegar de noche a su hogar. Abrazó a Emiliana, besó sus mejillas y luego besó a su nieta. En la puerta de casa volvió a repetir: -mi niña, el domingo venimos todos a visitarte- bajo los escalones del segundo piso y se marchó en compañía de Antonia.
Guillermo llegó a su hogar después de una hora que Octavia se había despedido. Besó a su esposa y cargó a su hija. Él había tomado la costumbre desde el primer día de su nacimiento hablar y cantar en alemán a Lizel. Conversó con Emiliana la importancia de que aprenda los dos idiomas. Ella estuvo de acuerdo y se detenía a escucharlo cantar canciones de cuna y hablar en su lengua materna, era tan amoroso con Lizel, sentía emoción al ver el amor que el padre profesaba por su hija.
La intención de Guillermo era que Lizel en un futuro cercano pueda escribir a su abuela de Alemania y sostener una correspondencia con ella para contarle sobre su vida en su pais. La madre de Guillermo tenia fotos de su nieta que él había enviado cuando llevó a Lizel y a Emiliana al estudio de fotografía. En su carta le decía -madre aquí te envió una foto de Lizel, mi pequeña hija-.
En los últimos días, Emiliana había notado a Guillermo preocupado y a veces tenso, solo se tranquilizaba cuando le cantaba a su hija pero luego volvía a estar preocupado. Ella preguntó a su esposo que pasaba y si podía ayudarlo en algo. Él contestaba que no se preocupe eran cosas del trabajo pero nada importante, seguro ya va a pasar. No quería preocuparla, con Lizel tenía bastante trabajo.
El domingo la familia en pleno llegó a la casa de Emiliana y Guillermo, Aníbal cargó a Lizel y se mostraba feliz con ella en sus brazos, era un momento familiar. Rubí no podía dejar de jugar con la bebe, con mucho cuidado tomaba sus manitas y también cantaba dulces canciones de cuna.
-Madrina la bebé está feliz cuando le canto, ella sonríe y me escucha con atención- señalaba Rubí.
Octavia le explicaba que a Lizel le gustaba escuchar canciones porque su padre siempre le cantaba.
La familia pasó una tarde de domingo amena y entretenida. A la hora de despedirse Octavia aún no se acostumbraba que su hija viva en otra casa y tenga su propio hogar pero la vida era de esa forma y así debía aceptarlo. Aníbal también extrañaba a su hija no fue fácil verla partir.
En el camino de regreso Rubí conversaba de como le gustaba Lizel -madrina es tan lida y huele muy bien- la bebé había conquistado su corazón.
Manuel se sentía como todos responsable por Emiliana y Lizel, él quería a su sobrina a pesar que recién tenía solo unos días de nacida.
En el trabajo los problemas de Guillermo no terminaban era una constante estar atento a cualquier falla que podía existir en el envió o compra de algunas máquinas. Esa mañana debía ir al puerto con su asistente para embarcar maquinaria pesada con destino al sur. Salió temprano de su casa, le dijo a su esposa que tal vez regrese tarde en la noche. Emiliana ya estaba acostumbrada al trabajo de Guillermo y no se sorprendía si llegaba tarde.
Las discusiones con Otto Fischer, su jefe, por el momento habían disminuido, no lo veía muy seguido por la oficina y eso le daba tranquilidad, además podía organizar mejor su trabajo sin la presión del jefe.
Aníbal en un comentario a su esposa le había dicho que en la última visita a la casa de Emiliana, notó a Guillermo preocupado y por momentos poco atento a la conversación de su suegro, tal vez en el trabajo tiene problemas comentó.
Octavia recordaba ese comentario de la noche anterior, se preguntó ¿qué pasaba con Guillermo? ella pedía al cielo que no sea nada grave y solo algunos problemas que se pueden solucionar. Su yerno era un hombre hábil y responsable en su trabajo.
Desde que el padre Benito visitó la casa de la familia para darle las bendiciones, el alma que recorría la propiedad no aparecía, era un verdadero alivio. Con las misas ofrecidas en la iglesia para su descanso eterno y las dos visitas que hizo al campo santo donde reposaban sus resto para llevar flores. Octavia sentía paz y no quería volver a saber de él.
En su habitación ordenaba la ropa que Antonia debía lavar, eran varias prendas, un instante dejó de hacer aquello y se detuvo, sobre la cómoda tenia la foto de su prima Blanca, había pasado tanto tiempo desde su partida. Octavia siempre la recordaba fue como una hermana para ella y una amiga de sus juegos infantiles cuando eran niñas.
El día estaba frío en la ciudad, todavía no se declaraba la primavera.
Guillermo en su escritorio revisaba los libros y facturas de la semana. Su asistente interrumpió el trabajo.
-Señor, revisando los documentos de la semana para ponerlos en orden y luego archivarlos, me di cuenta que faltaba la factura de la última entrega de una carga de maquinarias, está la orden de salida pero no la factura de cancelación y además no se sabe donde fue enviada. En pocas palabras esta perdida-.
-¡Cómo qué está perdida!- levantó la voz -una carga no puede desaparecer y menos de las dimensiones de ese envió- contestó Guillermo - seguro en el almacén deben tener el documento que falta y deben saber donde esta la carga, vamos para allá-. ordenó a su asistente.
Guillermo llegó almacén para averiguar sobre el envió de la maquinaria, el jefe del turno de la mañana no sabía nada al respecto -Señor aquí toda carga esta debidamente registrada, nada sale sin un documento de inspección. Este tramite debió hacerlo Simón, él es el encargado del almacén en el turno de la tarde-.
¿Dónde estaba la carga? y ¿Quién había realizado el trámite? Guillermo estimaba el valor de esa maquinaria en una fuerte suma de dinero. Se podía suponer cualquier cosa pero una carga de esas dimensiones no desaparecía de la noche a la mañana. Había que encontrar al culpable y recuperar la maquinaria lo más pronto posible antes que se declare una pérdida para la empresa.
CONTINUARÁ
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