En la oficina del almacén, Guillermo pidió que le traigan todos los archivos del último mes y que vayan a buscar a su casa al empleado del turno de la tarde, era urgente y debía presentarse a la brevedad posible.
Simón Reyes acudió de inmediato al almacén aunque todavía no era la hora de su ingreso al trabajo pero el carácter de urgencia le hacia suponer que algo grave pasaba.
-Señor, aquí esta Simón Reyes, el encargado del turno de la tarde- dijo el asistente de Guillermo.
-Que pase ahora mismo- contestó muy serio.
-Buenas días señor, en que puedo servirle, mi turno recién empieza en la tarde- Simón contestó con voz apenas audible al darse cuenta que el jefe estaba molesto.
-Quiero que me expliques ¿dónde esta la factura del último envío de una carga de maquinarias? y ¿Cuál ha sido su destino?. Aquí solo está la orden de salida y nada más- señaló Guillermo a Simón.
-Señor, debe haber una confusión, todo cargamento que sale de este almacén es debidamente controlado en mi turno, yo soy el responsable y nada se envía sin el sello de inspección-.
-Entonces quiero que me digas ¿dónde está la factura de ese cargamento?- volvió a preguntar -Es una maquinaria valiosa y no puede desaparecer como si nada- Guillermo estaba a punto de perder la paciencia, hasta ese momento no había una explicación clara sobre la carga.
Simón corrió a los archivos del almacén, para buscar el documento, tal vez pensó que la factura por error había sido archivada en otro mes o en otro lugar pero no encontró nada. Buscó y buscó y no aparecía el documento, se preguntó ¿cómo había sucedió ese grave error?. Era difícil la situación, su trabajo estaba en peligro y si no aparecía la factura ni la carga, con su sueldo nunca podría pagar el valor de dicho cargamento. Sintió terror de imaginar ir a prisión por algo que no había cometido.
Guillermo ordenó a su asistente que se quede en el almacén para ayudar a encontrar la factura aunque tengan que voltear todos los archivos. Él debía regresar a la oficina para hablar con el señor Fischer, era mejor que se entere del problema por sus palabras a que un tercero vaya y le cuente sobre la situación.
En la oficina todos los empleados vieron entrar a Guillermo, parecía que ya sabían lo que sucedía porque lo miraban con expresión de interrogación en el rostro.
Otto Fischer se encontraba en su oficina, Guillermo pidió hablar con él. El jefe lo hizo pasar, una vez frente a Otto Fischer, Guillermo prefirió hablar sin rodeos. Lo más grave era que el cargamento con la maquinaria había salido hace más de una semana del almacén, así figuraba en el documento de inspección.
Como se esperaba Otto Fischer monto en cólera, cuando se enteró del problema ¿cómo era posible qué suceda algo así y qué recién se entere después de una semana?. Es tu responsabilidad gritó a Guillermo, éste contestó que no iba a descansar hasta que no sepa donde estaba la maquinaria para recuperarla. Los dos hombres hablaban en voz alta y discutían en alemán. Los demás empleados de la empresa estaban mudos, nadie se atrevía a levantarse de su sitio. En la oficina del jefe se había desatado una tormenta.
Guillermo no estaba dispuesto a soportar más desaires de Otto Fischer, había llegado a un límite. Le aclaró cual era su situación en la empresa y el maltrato al que era expuesto -Usted no me deja trabajar y el ambiente en la oficina es cada día imposible, nadie puede estar bajo tanta presión. Tiene que comprender señor Fischer-. Ambos hombres seguían en un intercambio de palabras y solo ellos entendían lo que hablaban. Guillermo para cerrar la discusión se comprometió a encontrar la carga cueste lo que cueste. Salió de la oficina del señor Fischer sin pedir permiso, estaba cansado y demasiado molesto para seguir escuchando sus palabras. Fue claro al exponer el problema. Caminó a su oficina cerró la puerta con llave y salió de la empresa a la calle, necesitaba respirar profundamente para calmarse, era necesario pensar con serenidad. Le había dicho muchas verdades a Otto Fischer porque era necesario detener el mal ambiente que se había formado entre los dos.
Mientras tanto en el almacén los empleados buscaban en el archivo documento por documento y la factura no aparecía, a Simón se le ocurrió que el encargado del transporte podía saber donde había llevado la maquinaria. Le habló al asistente de Guillermo para ir a buscar al empleado del transporte pera preguntar sobre la carga y si tenía la factura en su poder. Era algo insólito y poco profesional darle la factura a un encargado fuera del almacén pero había que preguntar a todos los involucrados en la operación. Tardarían varios días en saber la verdad o quizás no podrían llegar hasta el fondo del problema. Todo dependía del tiempo.
Más tranquilo y sosegado Guillermo regresó al almacén, no habían buenas noticias, la factura seguía sin aparecer pero su asistente le comunicó la idea de Simón y que se había ido a buscar al empleado del transporte.
-Es una negligencia está situación pero se debe buscar en todas partes- contestó Guillermo y volvió a salir del almacén. Estaba dispuesto a llegar hasta lo último para recuperar la carga, cuanto más tiempo pasaba era posible que se pierda en el camino.
Regresó a la oficina y llamó al contador quería saber si tenía algún registro de dicho cargamento.
El contador se presentó con Guillermo: -señor, en mis archivos no hay un registro de esa maquinaria pero debo buscar en los libros contables para saber si está registrada una última cancelación-. contestó y salió a buscar en los archivos.
Después de dos horas regresó el contador: -señor Genscher, he encontrado está factura que es la ultima que se firmó pero no tiene fecha de cancelación y no hay más copias de registro- comentó preocupado el empleado, este descuido también lo involucraba en el problema del cargamento perdido.
-Pero... ¿cuál es tu trabajo en todo esto? tú sabes bien que debes controlar, el dinero que entra o sale de la empresa y en este grave error no hay disculpas. Con que clase de personas estoy trabajando que no son profesionales en lo que hacen- contestó Guillermo perdiendo la calma y levantó la voz.
-Señor, aquí en el documento dice que la carga fue despachada a la ciudad de Arequipa- contestó el contador y le entregó la factura en las manos.
Guillermo vio la factura, no tenía sello ni fecha de cancelación pero al menos se sabía donde había sido enviada la carga y cual fue la verdadera intención en todo esto.
-Vamos al almacén tengo que hablar con todos ustedes- ordenó Guillermo y salió de su oficina en compañía del contador.
En el almacén reunió a todos los involucrados, Simón ya había regresado de buscar al encargado del transporte.
Guillermo les habló a todos ellos con fuertes palabras estaba disgustado, no se podía tolerar un error de esa magnitud. Es imposible para la empresa tolerar un descuido así, agregó:
-Qué clase de profesionales son ustedes, esto ha sido una cadena de errores imperdonables. Una factura sin cancelar, un envió al sur del pais con una carga valiosa. No puede suceder en una empresa que se jacta de ser una de las primeras en el mercado. Del almacén no debe salir ni un tornillo, sin el debido registro y factura-.
Estaba lleno de ira con todos los involucrados. La primera orden fue mandar a su asistente a la ciudad de Arequipa para que se encargue de rescatar la carga de las manos de un cliente conocido de la empresa, por suerte este señor era una persona seria para los negocios. Con los demás involucrados pensaría que medidas tomar. Solucionar el problema y traer la maquinaria a Lima, era prioridad.
Bastante tarde en la noche Guillermo llegó a casa, Emiliana lo esperaba despierta y Lizel dormía profundamente en su moisés. El padre se acercó para ver a su hija a la que amaba profundamente. Besó su frente, luego abrazó a su esposa y dijo -querida estoy muy cansado, si hubiera algo de cenar te agradecería-.
Emiliana en ese momento no preguntó nada. Notó a su esposo cansado y preocupado. Fue a la cocina para servir ella misma la cena.
Cuando Guillermo terminó su cena comentó con Emiliana los problemas del trabajo, no entró en detalles porque no deseaba preocuparla más allá de la cuenta. Le contó que se había formado una situación incómoda en la empresa. En los próximos días tomaría algunas medidas para corregir el problema. Los jóvenes esposos se fueron a dormir y no se habló más del trabajo ni de la empresa.
En la mañana del día siguiente, en la oficina de Otto Fischer, Guillermo comentaba con su jefe sobre los avances del caso. El trato entre los dos hombres era frío y cortante: -Señor Fischer, hoy día esta saliendo mi asistente a la ciudad de Arequipa para rescatar la carga a donde fue enviada por error. El cliente no tenía la culpa del problema, el descuido fue en la empresa-.
Otto Fischer escuchó bastante serio la explicación de Guillermo. Al terminar de hablar se puso de pie y se retiró de la oficina. Se podía sentir en el ambiente una fuerte discrepancia entre jefe y empleado.
En su oficina a puerta cerrada y sentado en su escritorio, Guillermo pensaba que iba hacer con los empleados del almacén, a él le disgustaba tener que despedir gente de su trabajo pero como confiar en ellos para el mañana. Siempre quedaría la duda de su desempeño, además el señor Fischer pediría las cabezas de todos los involucrados.
Antes de tomar alguna decisión sobre los empleados, necesitaba saber que la maquinaria fue recuperada y para ello pasarían algunos días.
Nada se podía adelantar al respecto, hasta recibir un telegrama de su asistente con buenas noticias de la ciudad de Arequipa.
Emiliana conversaba con su madre cuando ella fue a visitarla, comentó sobre el trabajo de Guillermo y los problemas que había tenido.
-Querida Emiliana, siempre existen problemas, tú debes ser un apoyo para tu esposo y trata de aliviar sus preocupaciones, debes comprender que eso es inevitable- aconsejaba Octavia a su hija.
En la casa familiar, Octavia comentó con Aníbal el tema de conversación con Emiliana y éste contestó:
-Te advertí Octavia que Guillermo tenía problemas en el trabajo y deben ser bastante graves como para estar distraído cuando hablaba con él. Espero que todo encuentre solución- señaló Aníbal sobre la conducta de Guillermo. Los padres de Emiliana confiaban que así debía suceder.
Un día antes, Ana Luisa y Reyna habian visitado a Octavia, ambas comentaban sobre el progreso en el trabajo de la Damas del Patronato.
-Octavia, mañana tenemos una visita con el alcalde, no sé si puedes acompañarnos, queremos pedir su ayuda con una donación.
-Por el momento deben perdonarme queridas amigas, no puedo asistir a la visita con el alcalde tengo algunos temas que solucionar en casa. Sé que ustedes me comprenden, además debo decir que están haciendo un trabajo excelente sin mi ayuda. Toda la ciudad sabe que así es- de esta manera Octavia se disculpaba con las Damas del Patronato.
Ana Luisa y Reyna se habían marchado cuando Octavia fue a la habitación, cerró la puerta con llave, abrió su ropero, movió el seguro que dejaba libre el fondo falso del mueble. En ese lugar guardaba documentos importantes de su casa y otras propiedades que eran suyas. También guardaba sus joyas y las joyas de la herencia de Rubí. Su interés era buscar un documento de una de las casas que alquilaba. Sus actuales inquilinos la iban a desocupar porque se iban a vivir a otra ciudad. Octavia encontró el documento que buscaba y además la caja con el collar que la tía Esperanza le había regalado un año antes. El collar era una pieza hermosa de joyería, con piedras de agua marina y broche de oro. Cuanta historia y recuerdos tenía ese collar que perteneció a la madre de su padre y de la tía Esperanza. Octavia se acordó de ella, hace varias semana que no le escribía, era un grave olvido con una mujer que era tan buena y tan dulce. Ir a visitarla sería mejor que escribir una carta.
Octavia en la noche habló con Aníbal sobre la intención de ir a visitar a su tía: -Saldría muy temprano en la mañana con Antonia como dama de compañía y estaría de regreso antes del anochecer ¿qué te parece querido?- preguntó a su esposo.
-Creo que es buena idea pero tu tía debe estar bien cuando Casilda su ama de llaves no envía un telegrama de urgencia.
-No debemos esperar que eso suceda para visitarla, tal vez este verano no podamos ir de visita a su casa. Lizel todavía estará pequeña para llevarla a la playa.
Antonia interrumpió la conversación de los señores, traía en las manos una carta. No puede ser, pensó Octavia tal vez era de la tía Esperanza pero estaba equivocada, la carta venía de la ciudad de Iquitos y era para Felicitas.
La respuesta a la misiva enviada por Octavia fue rápida. El depósito en el correo de Lima se hizo hace unas semanas.
-Llama a Felicitas, es importante que escuche lo que dice esta carta- ordenó Octavia a la joven.
Con el corazón en la mano Felicitas se presentó en el pequeño salón. Octavia tenía aún la carta cerrada, deseaba la presencia de la madre de Ondina para abrir el sobre.
-Ha llegado la carta que tanto esperábamos, tienen que ser buenas noticias. Felicitas debes tener esperanza para saber de Ondina. Sin embargo diga lo que diga, no pierdas la fe. Tu hija está bien- agregó Octavia para tranquilizar a Felicitas.
Octavia al abrir la carta, las manos le temblaban que noticias traería la misiva para aliviar el corazón de una madre que sufría por la ausencia de su querida hija.
CONTINUARÁ
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