En la casa familiar, la mañana se llenaba de esperanza. Emiliana se había levantado de la cama cuando escuchó a su padre decir que Lizel estaba enferma.
El instinto materno de protección por su hija era la voz interior que le dio fuerzas para salir de la cama después de varios días y correr al lado de Lizel que necesitaba a su madre.
Aníbal llegó con el doctor para que examine a su nieta, preocupado la bebé lo había traído rápido.
El doctor Domingo, otro especialista revisó a Lizel, con el rostro serio y en silencio, hizo el examen físico para comprobar que no fuera nada más grave que una fiebre.
Después de algunos minutos que parecían eternos para la familia, el doctor habló con voz serena.
-No parece nada grave, solo es una fiebre de estación pero hay que cuidarla. La bebé esta saludable y bien alimentada, va a superar este malestar. Es conveniente darle estas gotas para bajar la fiebre y este jarabe para sanarla. En dos días debe estar bien de lo contrario debemos llevarla al hospital. Los bebés son muy fuertes y suelen recuperarse con rapidez-. señaló el Doctor y entregó a Octavia las medicinas. -Debe tomar el jarabe tres veces al día- terminó de hablar y se despidió de la familia. Aníbal lo acompañó hasta la puerta de principal y le agradeció por la visita médica.
En la habitación Emiliana lloraba y cargaba a Lizel: -madre, es mejor que la lleve a mi habitación para darle la medicina, cuanto antes la tome será mejor para bajarle la fiebre, yo la quiero cuidar y estar a su lado-.
Octavia estuvo de acuerdo y en su fuero interno daba gracias al cielo por el milagro concedido. Emiliana estaba de pie y dispuesta a ocuparse de su hija como toda madre. Aníbal regresó al lado de Lizel, Emiliana y Octavia. Se sentía más tranquilo con la visita del doctor, su nieta se iba aliviar de esa fiebre que trajo tanta preocupación a la familia.
En su habitación, Emiliana acostó a Lizel con cuidado sobre la cuna para darle la medicina, ella le hablaba y repetía que pronto iba a estar bien.
Octavia sentía que un peso había caído de su espalda, acompañaba a Emiliana y estaba pendiente de la reacción de Lizel.
-Madre no te preocupes, ahora yo me hago cargo de mi bebé. Tú ve a descansar o hacer lo que debes hacer, cualquier cambio te avisaré de inmediato.
El doctor Domingo tuvo razón, dos días pasaron y como toda bebé sana Lizel reaccionó muy bien con la medicina y volvió a sonreír. La familia respiraba aliviada la bebé estaba feliz y con su sonrisa conquistaba a todos.
Manuel y Rubí podían estar tranquilos como todos en la casa, ellos también se preocuparon por Lizel y ahora que la veían sonreír no había más palabras que decir.
Emiliana como madre era la más feliz con la reacción de su hija y en un momento le dijo a Octavia.
-Madre que bueno que Lizel esté bien, la fiebre se ha ido, ahora puedo sentir alivio. Aparte de lo sucedido, deseo pedirte un favor, Guillermo me dejó un dinero antes de partir a su viaje. Con ese dinero deseo comprar tela negra para mandar a confeccionar dos vestidos, solo dos son suficientes para guardar luto por mi esposo-.
En esa época las mujeres que quedaban viudas, solían guardar luto riguroso y muchas vestían de negro hasta el final de sus vidas.
Preocupada por su hija Octavia contestó: -no es necesario que me des dinero para comprar la tela, guárdalo para algo que pueda necesitar Lizel, yo compraré la tela y se la mandaré a la costurera para que confeccione los vestidos, por suerte ella tiene tus medidas ¿qué modelos deseas?- preguntó al final Octavia
-Un modelo sencillo nada elegante. Madre, elije los modelos para los dos vestidos, confió en ti. Lo que elijas va a estar bien- completó Emiliana con tristeza, era su nueva realidad y estaba dispuesta aceptarla aunque sentía un gran dolor en el corazón.
Más tarde Octavia salió para comprar en el gran almacén la tela que su hija necesitaba. Emiliana aprovechó la ausencia de su madre y como estaba sola tomó del cajón de su cómoda las tijeras y se cortó el cabello hasta la altura de la nuca. Su hermosa cabellera que caía como una cascada sobre los hombros no estaba más.
Al cabo de una hora cuando Octavia regresó de sus compras, fue a la habitación de su hija para mostrarle la tela que había comprado, cuando entró vio a Emiliana con el cabello corto, de la impresión de las manos se le cayó la tela fina y exclamó -¡Emiliana qué has hecho!-.
-Madre no quiero reproches, no deseo escuchar nada sobre mi cabello- contestó tajante.
-No voy a decir nada pero al menos deja que te arregle el cabello, en la parte de atrás no ha quedado muy bien- la madre recogió la tela que había caído al suelo y la puso sobre la cama, tomó las tijeras y comenzó arreglar el cabello con pequeños cortes para que se vea parejo-. Octavia no quería llorar, escondía sus lágrimas, el precioso cabello de su hija estaba regado en el piso junto a ella.
Uno instante le tomó arreglar en algo, el corte de cabello que había realizado Emiliana, luego al terminar comentó: -sobre la cama está la tela que he comprado, más tarde la voy a llevar donde la modista para que comience de una vez la confección de los vestidos- Octavia dejó las tijeras sobre la mesa de noche y salió de la habitación. No había palabras que decir, su hija estaba reaccionando al dolor de perder a Guillermo y era una situación nueva para ella.
Aníbal llegó a la casa a la hora del almuerzo, Octavia conversó con él sobre la actitud de Emiliana y su corte de cabello, le pidió que no haga comentario sobre el hecho y a Manuel le pidió lo mismo.
-Debemos dejar que haga lo que debe hacer para lidiar con su dolor- recomendó y todo la familia junta se sentó en el comedor para almorzar.
Se habló de diversos temas pero ni un comentario sobre el cabello de Emiliana, ella se sintió aliviada de no tener que dar explicaciones sobre su nueva apariencia.
Octavia habló sobre el bautizo de Lizel y la importancia de separar la fecha en la iglesia, debía ser lo más pronto para que la bebé reciba el sacramento.
Emiliana aceptó la sugerencia y comentó a su madre: -por favor, puedes encargarte de todos los arreglos yo tengo que ocuparme de Lizel. Tú siempre sabes como hacer las cosas. El vestido para el bautizo está bien y me agrada-.
Octavia aceptó el encargó de su hija. Emiliana había terminado de almorzar y se disculpó para levantarse de la mesa y salir del comedor.
La familia se quedó en silencio nadie comentó ni habló del tema.
El bautizo sería una ceremonia sencilla y solo la familia estaría presente. En la casa familiar nadie tenía ánimo para celebraciones ni fiestas. Lizel sería bautizada y eso era lo más importante.
Octavia se dedicó a preparar los arreglos para el bautizo, en el salón de su escritorio tomaba algunas notas, Antonia interrumpió su trabajo: -señora han llegado estas cartas- se acercó al escritorio y se las entregó a Octavia. Una de las cartas era la respuesta de la empresa para la carta de Aníbal y la otra carta dejó congelada a Octavia -no puede ser, no puede ser... ¡qué es esto!- decia y sus manos apenas podían sostener el sobre. Leyó la dirección del remitente y las lágrimas caían por su rostro, la carta era de Guillermo... ¡una carta de Guillermo!- exclamó.
En su desesperación rompió el sobre tenía que saber de que se trataba. La carta iba dirigida a Emiliana, como siempre le dedicaba dulces palabras de amor a ella y cariños a su hija. Le comentaba además que ya había encontrado la casa donde iban a vivir: -Mi amada, la casa no es muy grande pero es cómoda para empezar nuestra vida, en esta nueva ciudad- luego con la carta le mandaba los pasajes en barco para ella y Lizel -te voy a esperar en la ciudad de Valparaíso cuando llegues. No vayas a confundir la fecha del viaje. Estaré feliz de verte de nuevo con nuestra hija-. luego continuaban palabras de amor y después se despedía.
Octavia se desplomó sobre el asiento al leer la fecha de la carta que había sido escrita y enviada tres días antes del accidente con las terribles consecuencias. ¿Qué hacer? se preguntaba, Guillermo era un hombre que deseaba amar y formar una familia ¿por qué esta tragedia tenia que suceder en su vida?. No dejaba de llorar, sus nervios la traicionaban cuando su esposo fue a buscarla al pequeño salón:
-Octavia ¿qué pasa? ¿qué sucede? ¿por qué estas llorando?- le preguntó, él no sabía como consolarla -querida, creo que lo peor ya pasó y Emiliana se recupera lentamente- agregó.
-Aníbal esto parece una terrible situación del destino, lee la carta que ha llegado... es de Guillermo. ¿qué vamos hacer? si ahora se la damos a Emiliana se va a desmoronar y seguro no va a seguir adelante con su recuperación-. señaló Octavia a su esposo.
Aníbal leyó en silencio la carta sintió un gran pesar al recordar a Guillermo y toda la ilusión que tenía con su esposa e hija: -Octavia por el momento no podemos darle esta carta a Emiliana, tienes razón cuando dices que va a sufrir y no sabemos que puede hacer. No podemos cambiar el destino pero al menos guardemos esta carta unos días, sé que Guillermo estaría de acuerdo. No es fácil ver sufrir a nuestra hija- puntualizó Aníbal y con tristeza dobló la carta para que Octavia la guarde.
Aníbal después leyó la carta de respuesta que había enviado la empresa, en ella aclaraban como habían sucedido los hechos que ocasionaron el lamentable accidente con la pérdida de vidas. Se disculpaban y aseguraban que fue un desafortunado accidente.
Aníbal lamentó todo aquello y Octavia guardó esa carta también. No podían decir nada por el momento, era un acuerdo.
El bautizo de Lizel se realizó un domingo. Los hermanos de Aníbal habian llegado del fundo para abrazar a Emiliana y estar juntos en familia. Los padrinos de Lizel eran Lorena y Sixto el hermano menor de Aníbal. La ceremonia se realizó en la iglesia muy cerca de la casa de Octavia. Emiliana con su vestido negro de luto cargaba a Lizel, los padrinos juntos recibían a la bebé para rociar su frente con el agua bendita.
La sencilla ceremonia terminó y la familia se dirigió a la casa para el almuerzo como celebración, no hubo festejos ni bullicio, todo fue sencillo en memoria de Guillermo.
Leonora y Sixto conversaban con Emiliana y lamentaban todo lo sucedido, se disculparon por no venir antes pero el trabajo en el fundo los retenía: -comprendemos que Aníbal no pueda viajar para encargarse del trabajo en el fundo pero sabemos que tiene que estar con su familia en estos días- comentó Leonora.
La vida en la casa familiar recuperaba su rutina. Los hermanos de Aníbal se despidieron y regresaron al fundo. Emiliana se dedicaba a su bebé y recibía las vistas de Lorena de vez en cuando, su amiga le comentaba sobre sus estudios y la vida que pasaba afuera de la casa. Parecía que todo iba por buen camino y la vida transcurria con calma. Emiliana no salía, se había encerrado tras la paredes de su casa y su deseo era estar junto a Lizel. Octavia y Aníbal no insistían a su hija para que salga respetaban su silencio.
Tres semanas habian transcurrido desde que llegó la carta de Guillermo. Emiliana más repuesta de su duelo, en el huerto comentaba con su madre mientras admiraban las rosas que florecían en los rosales: -son hermosas estas rosas madre, llenan de color el huerto. Siempre la naturaleza se abre paso ¿no te parece?-. Octavia escuchaba a su hija y le daba la razón.
-Madre- volvió a decir Emiliana -a veces pienso que Guillermo en la distancia se olvido de mí-.
-¡Cómo puedes decir eso!... siempre recibiste sus cartas. Guillermo nunca se olvido de ti- contestó su madre.
-¿Cómo puedes saberlo? hablas con tanta seguridad, no puedes pensar por él-. respondió Emiliana molesta.
-Yo te aseguro que tu esposo no se olvido de ti y te lo voy a demostrar-. Octavia fue al salón y de su escritorio sacó la carta de Guillermo, se la llevó a su hija y dijo:
-Esta es la prueba de lo que digo, no te la dimos antes porque estabas todavía muy dolida por la partida de Guillermo. Nada puede cambiar la realidad-.
Emiliana tomó la carta, leyó la escritura de su esposo, sus palabras y vio los pasajes del barco. Lloró, su recuerdo estaba fresco y dolían sus palabras:
-Madre él nunca me olvido- dijo muy despacio y convencida del amor de Guillermo. Contrario a lo que creían sus padres, su hija tomó la carta con serenidad y la guardó por siempre.
Una semana después mientras Lizel dormía, Emiliana se presentó en el pequeño salón donde sus padres conversaban.
-Que bueno que los dos estén juntos porque deseo hablar con ustedes-.
Octavia y Aníbal escuchaban a su hija con atención.
-Necesito su apoyo para estudiar en la escuela de enfermería, he decidido que es lo mejor para mí pero antes de comenzar mis estudios, debo saber donde está Guillermo, tengo que visitar el camposanto donde descansa. Ruego su ayuda para realizar el viaje, tengo conocer el lugar y estar junto a él- decía Emiliana entre lágrimas para que sus padres la ayuden -¿madre te puedes quedar unos días con Lizel? mientras yo viajo-. preguntó.
-Emiliana claro que te vamos ayudar y no vas a viajar sola, yo iré contigo- contestó su padre -voy a comprar los pasajes para hacer el viaje.
-No te preocupes por Lizel yo me quedaré con ella hasta que regresen- aclaró Octavia para apoyar a su hija.
-En cuanto a los estudios, me parece excelente que decidas por la escuela de enfermería, va ser una gran experiencia para ti- Octavia se alegró por la decisión de su hija.
Emiliana cuando fue a su habitación del cajón de su mesita de noche sacó el reloj que Guillermo, le diera el día de su viaje, estaba sin cuerda desde hace varias semanas, ella lo había dejado olvidado. Abrió la pequeña tapa y comenzó a darle cuerda para ponerlo al día y desde ese momento contaría las horas que faltaban para realizar el viaje que la llevaría cerca al hombre que la había acompañado en las primeras experiencias de amor en su vida. Necesitaba saber donde estaba, hablar con él y despedirse para no olvidarlo, nunca.
CONTINUARÁ
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