viernes, 30 de diciembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Eugenia tenía en los brazos a su hija, se la entregó a Filomena para que termine de darle de comer y sorprendida dijo: 
-¿Quienes pueden ser estos caballeros que desean hablar conmigo? es mejor que no los haga esperar más para salir de una vez de las dudas-.
Celestina venía por el pasillo y Eugenia comentó: -es mejor que te quedes cerca de la sala si acaso necesito tu ayuda-Celestina obedeció y se quedó en el pasillo.
Eugenia entró en la sala y los dos caballeros se pusieron de pie, uno de ellos era un inspector de la policía y el otro se identificó como representante legal de la naviera donde trabajaba Eduardo.
Después de la presentaciones del caso, tomaron asiento donde les señaló Eugenia. El representante legal de la naviera tenía en sus manos una gran bolsa de papel, la abrió y sacó un abrigo y dirigiéndose a Eugenia preguntó: -¿señora queremos saber si este abrigo pertenece a su esposo?-.
Eugenia sentía que le faltaba la respiración, reconoció de inmediato el abrigo de Eduardo, estaba segura que era de él. Apenas pudo contestar: -si, ese abrigo es de mi esposo-. 
El representante de la naviera seguía hablando, trataba de explicar donde habían encontrado la prenda. Eugenia escuchaba atónita, creía que se iba a desmayar, en medio de su confusión se preguntaba ¿qué había pasado con su esposo?-.
Por la palidez de su rostro, el caballero de la naviera preguntó: -señora, ¿se siente bien?-.
-Si, si...estoy bien contestó Eugenia -¿donde han encontrado su abrigo? y ¿qué le ha sucedido a mi esposo?- preguntó recobrando la calma.
-Creemos que esta perdido en algún lugar del camino al norte, ni a él ni a su asistente se les ha podido ubicar pero no se preocupe nosotros no vamos a detenernos y seguiremos buscando hasta encontrarlos. Confié en que los vamos a encontrar-.
El inspector de policía le entregó el abrigo de Eduardo y el jefe de la naviera le dio su tarjeta y agregó:-ni bien ubiquemos a su esposo se lo vamos a comunicar-.
Se pusieron de pie y se retiraron. Eugenia en ese momento recién pudo llorar con desesperación, abrazó el abrigo de Eduardo, lo imaginó caminando perdido con hambre y con frío. Recordó la noche que escuchó claramente su voz que la llamaba, tal vez era un presentimiento del peligro en el que se encontraba su esposo. 
Celestina entró en la sala al escucharla llorar: -señorita Eugenia ¿Qué sucede?- preguntó.
-Mi esposo está perdido en algún lugar y no lo ubican, solo han encontrado su abrigo. Celestina trae el agua de azahares, necesito calmar mis nervios- ordenó entre sollozos, no deseaba pensar en algo peor.
Filomena al enterarse de lo sucedido junto a Celestina, trataban de consolar a Eugenia que estaba casi aturdida con los terribles sucesos.
Una hora más tarde se preparó para ir a trabajar a la pastelería, si se quedaba en su casa sería peor, el trabajo la iba ayudar a no pensar en nada que no fuera encontrar sano y salvo a su esposo. 
Cuando llegó a la pastelería, Felicia la notó silenciosa y triste, quería preguntarle que le pasaba pero no se atrevió. Después de una tarde de trabajo intenso a las seis de la tarde se cerraba la pastelería, atendieron a los últimos clientes y cerraron las puertas. En el camino de regreso a su casa Eugenia parecía una sombra, ya no traía la alegría de siempre, solo quería saber la noticia que habían encontrado a Eduardo.
En la noche a la hora de la cena casi no probó alimento. En su habitación abrazaba y besaba Azucena para hacerla dormir, luego la puso en su cuna, la bebé todavía compartía la misma habitación de sus padres. Eugenia se sentó en un sillón cerca a la cama, no tenía sueño, se acordó de los padres de Eduardo, cómo les daría la noticia que su hijo estaba perdido. Mejor era esperar unos días para tener noticias de él. 
En el día, el ritmo de trabajo en la pastelería la aturdía por unas horas, el no tener todavía noticias la angustiaba. En su casa revisaba las cuentas y hacia esfuerzos por no llorar. Se dedicaba de lleno a su hija que inocente estaba ajena al drama que se vivía.
Habían pasado cuatro días desde la visita del representante de la naviera y el inspector de policía, no se tenían noticias. El día anterior Eugenia visitó la jefatura y habló con el comisario, no quería perder la esperanza de encontrar a su esposo. Los caminos en aquellos tiempos, eran difíciles de transitar.
Al amanecer del quinto día, Eugenia terminaba de alistarse en su habitación para salir a trabajar, en ese instante Celestina tocó la puerta: -señorita Eugenia este papel estaba debajo de la puerta principal-.
Eugenia tomó el papel y lo reviso, se notaba que a propósito habian escrito con mala caligrafía para que no se identifique al autor. La nota decia -En esta dirección se encuentra su esposo. Calle la Esperanza # 353- puede usted misma comprobarlo- Era la único que estaba escrito, no tenía nombre ni firma. Era un anónimo enviado a su casa 
El mensaje la hizo reaccionar -¡no puede ser!- decía -Eduardo se encuentra en esta dirección, tengo que ir a buscarlo-. Celestina ni Filomena sabían leer, ese era un gran problema, Eugenia les tuvo que explicar de que se trataba la nota.
-Señorita, no vaya a esa dirección, usted dice que no conoce quien la escribió, tenga cuidado es por su seguridad- hablaba Filomena para tratar de detener el entusiasmo de Eugenia. 
-Tengo que ir Filomena, no puedo descartar ninguna posibilidad de encontrar a mi esposo. No me voy a poner en peligro, si noto algo que no esta bien de inmediato me retiro. Además no iré sola, Polonio me va acompañar-. Terminó de aclarar.
Antes de salir para la pastelería, Eugenia le dio algunas instrucciones a Filomena: -si acaso me sucede algo, busca de inmediato a mi madrina ella sabrá que hacer y por nada de este mundo te separes de Azucena-. 
Celestina y Filomena suplicaban a Eugenia que no vaya a esa dirección, era mejor ir a la comisaria pero Eugenia no las escuchaba y salió de la casa tan rápido como podía.
Llegó a las pastelería cuando abría sus puertas, no quería perder tiempo, buscó a Polonio, le pidió que la acompañe a la dirección de la nota y dejó a Felicia al mando de todo. La joven no entendía que pasaba con su prima pero de nuevo, no se atrevió a preguntar. Eugenia tenía demasiada prisa como para explicar lo que sucedía. 
En el camino, explicó a Polonio sobre la nota y lo que deseaba hacer, el joven empleado no dudo en apoyar a su jefa. La dirección que mencionaba el anónimo, quedaba a las afueras de la ciudad, se tenía que cruzar el puente sobre el río, era un terreno cercado y cerrado por un portón, estaba rodeado de un terral. Como era de día, Eugenia se animó a tocar, Polonio en silencio estaba a su lado. Esperaron un rato y nadie abría, volvieron a tocar con más fuerza y nadie contestó.
Entonces Polonio comentó: -señorita Eugenia iré hasta la esquina para ver si hay otra puerta- mientras el muchacho se alejaba, una de las hojas del portón se abrió sola. Eugenia empujó el portón y entró, avanzó unos pasos solo alcanzó a decir:
-¡buenos días!- porque lo que vio la dejó petrificada sin poder moverse, quiso retroceder para salir pero la puerta se cerró a su espalda, en el lugar no había nadie, solo unos enormes toros, jamás en su vida había visto animales tan grandes. Que clase de broma macabra era esa, el lugar era un corral donde criaban toros de lidia para la feria de octubre en la Plaza de Acho. Llamó con desesperación a Polonio pero éste no contestaba, golpeó la puerta para tratar de abrirla y nada, pasaron unos minutos los más largos de su vida, hasta que escuchó la voz de Polonio: 
-Señorita Eugenia Calma- ella le contestó entre llantos que habían unos toros enormes -tengo miedo Polonio- señaló.
-Señorita, si usted se calma y no se mueve del lugar, los toros no la van atacar, ellos solo se acercan si ven algo que se mueve. Tranquila por favor- rogó Polonio. 
-Sácame de este lugar, busca ayuda- decía Eugenia entre lagrimas y se aferró al portón.
Con la bulla  y los golpes, la gente de los alrededores se acercó, llamaron al encargado del lugar y éste abrió el portón para sacar a Eugenia. Cuando ella estuvo frente al hombre, asustada le increpó que lo iba a denunciar a la policía pero él contestó que él no sabía nada, al parecer decía la verdad, se le notaba asustado y nervioso por la posibilidad de ir a prisión.  Las personas de los alrededores  lamentaban lo ocurrido y el encargado rogaba por su inocencia.
Eugenia sacudió su falda, llena de tierra, su blusa blanca estaba rota de una manga, nunca había experimentado tanto miedo. Se retiró del lugar, Polonio la seguía en silencio. Ella se preguntaba  ¿Quién abrió el portón? ¿Quién o quienes enviaron el anónimo y con qué intención?. 
En su casa Filomena y Celestina se asustaron al verla llegar en ese estado y la ayudaron a cambiarse, Eugenia estaba molesta y en silencio, no deseaba hablar de lo sucedido.  
Mas tarde, ese mismo día, Eugenia se presentó en la comisaria con su abogado para hacer una denuncia. A la policía le explicó el incidente vivido, como prueba presentó la nota anónima que llegó a su casa y como testigo a Polonio Conde. La policía inicio las investigaciones del caso, citaron al dueño del lugar y al cuidador pero no se pudo llegar al autor o autores del anónimo.
Una semana más tarde mientras Eugenia atendía a su hija, recibía la noticia que nunca hubiera querido escuchar. El representante de la naviera y el inspector de policía, visitaron de nuevo su casa para comunicarle que habian encontrado a su esposo y a su asistente, los dos estaban sin vida. 
Eugenia apenas podía contener las lágrimas: -señora lamentamos lo sucedido, estamos trayendo a Lima los cuerpos. De parte de la naviera y el mío propio le extendemos el pésame y la vamos apoyar en todo lo que sea necesario- aseguro el encargado de la naviera y el inspector de policía.
Eugenia no tenía palabras pero ella quería gritar porque la empresa mandó a su esposo hacia el norte por tierra, nada traería de nuevo a Eduardo. Cuando los visitantes se retiraron, no pudo contener más el llanto. Recordó las palabras de Eduardo: -querida estamos viviendo días turbulentos, no hay seguridad en ninguna parte-.
En esa época, existía mucho bandolerismo en los caminos, para nadie era seguro transitar, los asaltos eran lo común y si alguien se resistía no quedaba vivo. Se enteró después por a naviera que un campesino de la zona fue testigo del asalto y el desenlace fatal. No pudo hacer nada para ayudarlos son delincuentes que azotaban la región y los pobladores del lugar les temen.
El mismo día que se enteró de la noticia mandó un telegrama a los padres de Eduardo para comunicarles lo sucedido. No quería pensar ni por un segundo, el dolor que sentirían sus padres al enterarse de lo acontecido.
Por la prima Felicia, la tía Rosalía, sus primas, su madrina, su amiga Marcela, se enteraron de lo ocurrido y corrieron a su lado para darle su apoyo y su pésame. Para Eugenia era un sufrimiento que parecía no terminar.
Alonso de Santa María y su hijo Sergio, hermano segundo de Eduardo llegaron a la capital, querían hablar con Eugenia y saber los detalles de lo ocurrido. La madre de Eduardo, Anella. no había llegado con ellos. El padre comunicó a Eugenia que quería llevarse a su hijo a la hacienda: -espero no te opongas a la voluntad nuestra- comentó.
Eugenia pensó en oponerse pero luego recapacitó, como negarle a los padres el deseo de tener cerca a su hijo. Lamentó por siempre no poder acompañarlos hasta a la hacienda, Azucena era muy pequeña para hacer el viaje de ida y vuelta, no podía dejarla en la ciudad. 
La naviera por su parte cumplió con su palabra y se encargó de todo lo necesario, facilitaron los trámites del traslado y el transporte en el barco para el último viaje de su esposo. Además le pagaron el seguro de vida que le correspondía, Eugenia tuvo tiempo para despedirse de él antes que se lo lleven, estuvo cerca todo el tiempo, lloraba su ausencia y suplicaba a Dios por su esposo.
Cuando el padre atribulado, se fue con Eduardo y Sergio, la casa quedó vacía, Eugenia sentía que la vida la había puesto al borde de un abismo y que iba a sucumbir. Abrazó a Azucena y sintió algo de alivio. Su pequeña hija se había quedado sin el padre que tanto la amaba. Filomena y Celestina eran testigos de su dolor, ellas también lloraban por lo ocurrido a su patrón. Nada volvería hacer igual después de esta tragedia. 


CONTINUARÁ            
        

  
   
   

 
   


 

viernes, 23 de diciembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

El sacerdote que había invitado Eugenia para la bendición del local ya estaba presente. Oficio una breve ceremonia y con agua bendita rociaba el lugar. 
Cuando terminó la breve ceremonia, todos estaban felices y agradecían al padre sus palabras y sus buenas bendiciones. 
Felicia y los ayudantes del taller con sus mandiles blancos impecables y sus gorros cubriendo sus cabezas por ordenes de Eugenia pasaban las fuentes con los bocaditos para que todos los invitados se sirvan.
En medio de la reunión y cuando los presentes hacían un brindis, entró en el local el senador Isaías Monasterio, todo el público lo saludaba y el levantaba la mano para corresponder los saludos. Marcela se acercó a Eugenia y le habló en voz baja que se había tomado la libertad de invitar al senador pero que no  dijo nada porque no sabía si iba a venir. 
Eugenia le contestó que no se preocupe que el senador era bienvenido a la pastelería siempre que él lo desee. 
Al parecer entre el público asistente, los pasteles de Eugenia y su equipo estaba pasando la prueba del sabor. Muchos repetían para seguir probando pero había un dulce que se acabo muy rápido y que había sido todo un éxito, éste era, el budín de trigo que tenía un ingrediente secreto y especial en su preparación que lo hacía suave y exquisito al paladar, muchos preguntaban por la receta pero Eugenia guardaba silencio y sonreía. Era una receta de su madre, ella le enseñó la preparación del exquisito manjar. 
Pasado el medio día, los invitados comenzaron a retirarse no sin antes felicitar a Eugenia por el éxito rotundo de sus pasteles y de su pastelería. Cuando el local quedó vacío, Eduardo abrazó a su esposa y comentó: -ahora si puedes estar tranquila y decir adiós a los nervios, los invitados han dado su aprobación y les han gustado todos los pasteles. Vamos a nuestro hogar para descansar te lo tienes bien merecido-. 
Pasaron algunos días desde la inauguración de la pastelería y a pesar de la situación política y social que vivia el país, siempre se estaban abriendo nuevos negocios y talleres, el trabajo no se detenía.
A nuestras costas llegaban barcos con emigrantes de diferentes partes del mundo, venían a quedarse a trabajar y fundar sus familias. Ellos también formaban parte del desarrollo y eran la nueva cara de la ciudad. 
Era el tiempo en que cumplía el tercer año de gobierno del presidente Andres Avelino Cáceres, la economía todavía se mostraba inestable y volátil, la gente tenía fe de que todo cambiaría para bien y  deseaban un clima de paz y prosperidad. 
La población en general temía que ocurriera en cualquier momento un levantamiento o golpe de estado como en un pasado no muy lejano, este temor no era infundado. La lucha por el poder había sido fratricida y demasiado derramamiento de sangre en los enfrentamientos. 
Eugenia no podía sentirse más feliz y satisfecha con la inauguración de la pastelería, era consciente que debía esperar algunos meses para ver los resultados económicos, esto no iba hacer tan fácil, se tenía que trabajar para mantener la calidad y el sabor de los dulces y pasteles.  
Felicia había resultado una gran sorpresa porque era responsable en le trabajo y en su trato con el público era siempre amable y atenta. Si Eugenia por algún motivo se ausentaba de la tienda, no tenía problema, Felicia se quedaba al mando y podía confiar en ella. En cuanto a los nuevos empleados se desenvolvían bien y aprendían rápido, ya estaban acostumbrados al nuevo horario. La pastelería se cerraba al medio día como era la costumbre y se volvía ha abrir en la tarde. 
Después de almuerzo en la casa de Eugenia, se solía hacer una corta siesta, pero ese día Eduardo había tardado en llegar a casa, de pronto la puerta principal se abrió y era el esposo que traía una sorpresa.
Eugenia preguntó -¿es un regalo para mí?-. 
-No mi querida Eugenia, esta vez no es un regalo para ti, es para nuestra pequeña hija que ya esta por dar sus primeros pasos- Eduardo abrió el regalo que hace poco había mandado a confeccionar, eran una hermosas botitas de caña baja y de cuero muy suave para que no lastime los delicados pies de Azucena. Los padres se sentían emocionados al imaginar que en poco tiempo estaría su pequeña dando los primeros pasos en esas graciosas y finas botitas.
En un breve descanso en el salón mientras disfrutaban de un aromático café, Eduardo comentaba con su esposa: -Eugenia voy a tener que viajar unos días al norte del país para conseguir más contratos de carga y llenar las bodegas del barco- cada vez tenía que viajar más lejos para poder conseguir los contratos -voy a demorar algunos días- terminó de decir.
A Eugenia no le agradaban demasiado esos viajes pero ¿Qué podía hacer?, era el trabajo de su esposo. Por otro lado no se podía quejar, a la pastelería le iba cada día muy bien. El negocio prosperaba y se hacía más conocido en la ciudad. Los pasteles bañados en crema, los panes dulces rellenos de manjarblanco, las bombas de azúcar con crema pastelera eran muy pedidos pero el éxito del budín de trigo con el ingrediente secreto era aún mejor. Pronto llegarían los días de sacar a la venta los panes de niños envueltos con una pecana como ombligo y no debemos olvidar de los bombones de chocolate únicos en la ciudad.  El único bocadito salado que se vendía, eran las empanadas de carne que salían caliente y deliciosas en la tardes.
Su madrina, primas y su tía Rosalía eran asiduas visitantes del lugar y disfrutaban de las delicias que se vendían.  De vez en cuando Jean Luca y Teodoro también visitaban la pastelería para comprar muchos de los bocaditos. Era gratificante el trabajo que Eugenia y su equipo realizaban. A las seis de la tarde se cerraba la pastelería y todos se iban a descansar.
En la noche en su casa, Eugenia revisaba el correo que había llegado en la mañana, con el informe de Fermín y los detalles del trabajo en el fundo, debía mandar el dinero que iba a necesitar el fundo. Además el correo también traía, una carta de Virginia que la felicitaba por el éxito de su nuevo negocio y la sorpresa  era que invitaba a Eugenia y a su familia a su próxima boda a realizarse dentro de un mes. 
Fermín aparte de su informe escribía a Eugenia una nota comentando sobre el estado de salud del padre de Virginia que estaba bastante enfermo. Eugenia lamentaba la situación y escribía a su amiga para que sepa como se encontraba su padre. 
Querida Virginia- decía en unas líneas -por intermedio de mi administrador, me he enterado que tu padre se encuentra muy delicado de salud. Sería conveniente que le escribas algunas líneas o tal vez le escribas a Anselmo el administrador para que te cuente los detalles. Yo cumplo con informarte y espero que tu padre pueda superar este mal momento. Luego le felicitaba por su próxima boda y le prometía estar presente. Eugenia lamentaba esta mala noticia con respecto al padre de su amiga.
La pastelería con el paso de los días no podía irle mejor. Felicia comentaba a Eugenia que faltaban los insumos que se usan en la preparación de los dulces. 
Eugenia contestó: -Felicia, tú eres la encargada de controlar que no nos falte los suministros, no esperes hasta el último momento para hacer los pedidos-. 
-No te preocupes Eugenia, hoy mismo me encargo de ello, nada nos va a faltar. Estoy feliz de trabajar en la pastelería porque lo bueno de todo esto, es que no tengo a mi madre indicando lo que debo hacer, ella no comprende que deseo tomar mis decisiones con calma y que soy dueña de mi vida-.  
Eugenia la escuchó con atención y agregó -Felicia he notado que todas las tardes viene un joven a recogerte-. 
-Si... es Esteban un amigo y vecino, vive muy cerca de mi casa y después de sus clases pasa a recogerme. Con el me siento cómoda para conversar y supongo que a él también le sucede lo mismo.
La conversación de ambas fue interrumpida por Polonio que pedía a Eugenia que se acerque al taller para verificar que todo vaya bien, mientras Justo el otro empleado pasaba una fuente llena de bombones de chocolates para exhibir en las vitrinas.  
Al día siguiente muy temprano Eduardo se despedía de su familia, sus viajes cada vez eran más largos y complicados. En Huaral la compañía quería abrir una oficina de carga para conseguir más contratos. 
-Está vez iremos por tierra y no por barco como otras veces- comentó Eduardo y llevaba en sus alforjas varios fiambres preparados por Filomena para el camino. Las vías de comunicación en ese entonces eran complicadas y no había facilidades para transitar. 
El trabajo del día a día en la pastelería la absorbía cada vez más, Eugenia y Felicia se multiplicaban para atender a los clientes. Cuando llegaba las seis de la tarde Felicia era la encargada de cerrar el local y de ver que todo quede limpio y en orden. 
Eugenia caminaba de prisa a su hogar, no quería que la noche la sorprenda y deseaba de corazón estar junto a su pequeña Azucena que era todo su mundo.  
A la hora de la cena Eugenia le daba de comer a su hija y Filomena la ponía al tanto de todo lo que se necesitaba en la casa y que era necesario comprar.  
-Filomena, en el cajón de mi  escritorio hay un sobre con dinero para estos menesteres, puedes retirar lo que necesites- contestó Eugenia para que pueda hacer las compras al día siguiente. 
Había transcurrido el segundo día del viaje de Eduardo, a la hora de dormir la casa quedaba en silencio, la noche no podía ser más oscura, en el cielo no alumbraba la luna. Filomena y Celestina se habían ido a dormir después de poner la casa en orden. Azucena dormía en su cuna y Eugenia leía un libro a la luz de las velas, pronto el sueño acabo por vencerla, apagó las velas y se quedó profundamente dormida. Las horas de la noche avanzaban sin novedad  de pronto en un segundo escuchó la voz de Eduardo que la llamaba con insistencia -¡Eugenia! ¡Eugenia!- 
Ella se despertó con sobresalto, se sentó en la cama, pensó que era su esposo que había llegado. Se levantó de la cama salió al pasillo, no había nadie, un frío helado recorrió su cuerpo, estaba segura que escuchó la voz de Eduardo que mencionaba su nombre pero la puerta de la calle estaba cerrada. Confundida por lo ocurrido, volvió a la cama, no podía  dormir de nuevo ¿qué fue lo que pasó? se preguntaba.
Cuando amaneció a la hora del desayuno, comentaba con Filomena lo que había pasado en la noche.
-Señorita Eugenia, seguro fue un sueño y usted ha creído que fue real- contestó.
-Si, puede ser que así sea pero ya no estoy segura de lo ocurrido- contestó Eugenia pensativa,  trataba de darle una explicación a lo sucedido.
La mañana de trabajo en la pastelería transcurrió sin muchas novedades y a la hora de almuerzo en el hogar de Eugenia, Celestina entró apresurada al comedor y dijo: -Señorita Eugenia en la puerta hay unos señores que preguntan por usted-. 
Eugenia, sorprendida contestó: -Celestina que pasen a la sala, enseguida voy- no sabía de que se trataba y quienes eran esos caballeros que deseaban hablar con ella a esa hora del día.


CONTINUARÁ 
    
    
            


 

domingo, 11 de diciembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

En la tarde como lo había prometido la tía Rosalía, se presentó en casa de Eugenia, puntual a las 4 p.m. Lucía un aspecto acalorado y un poco cansado mientras esperaba a su sobrina en la sala, se daba aire con un precioso abanico regalo de su esposo. 
En presencia de Eugenia al comienzo hablaba sobre temas generales: -hay querida niña como ha subido la temperatura en la ciudad, yo sufro tanto con el calor- mientras decía estas palabras, no paraba de darse aire con su abanico. 
La tía Rosalía tomó un poco de aire y por fin habló sobre la pastelería. Ella daba vueltas  en su conversación, no se atrevía a comentar lo que realmente deseaba. Eugenia la escuchaba con atención sin interrumpirla y le ofreció una limonada para que se refresque. 
Con el vaso de limonada en la mano y el abanico en la otra, la tía Rosalía por fin se animó hablar: 
- Querida Eugenia no quisiera molestarte ni tampoco deseo que lo tomes a mal- la tía seguía dando vueltas para escoger bien las palabras y agregó -si vas a necesitar personal que trabaje en la pastelería ¿crees que podrías considerar a Felicia para un puesto dentro del personal?- respiró con calma ya había soltado la pregunta.
Eugenia estaba sorprendida, ella no lo había pensado, Felicia era una persona de confianza y ponerla a prueba en el trabajo, no estaba de más.
-Tía- contestó Eugenia -voy a considerar su petición, diga usted a Felicia que venga mañana en la mañana para conversar-. 
A la tía le volvieron los colores al rostro, estaba temerosa de que su sobrina le de una negativa pues  según ella, Felicia era su hija rebelde, pero con una ocupación  no estaría pensando en rebeldías ni tendría pajaritos en la cabeza.
En la noche, luego de la cena y de que Azucena estuviera durmiendo en su cuna, Eugenia comentaba con su esposo cuán avanzados estaban los trabajos en la tienda de la pastelería, en unos días más se terminaría todo. Después había que prepararse para lo más fuerte, la apertura de la pastelería. También le comentó sobre la petición de la tía Rosalía que deseaba que su hija  Felicia trabaje con ella. Eduardo estuvo de acuerdo -me parece que es una buena idea, tu prima es una persona de confianza y si sabe hacer bien su trabajo va hacer de una gran ayuda-.
Si pensó Eugenia, su esposo tenia razón, conversar con ella en la mañana le iba a permitir saber si realmente era apta para el trabajo tiene que hacer.
En la mañana del día siguiente, Felicia se presentó en casa de Eugenia, ella ya la esperaba y la hizo pasar al salón y explicar en que consistía el trabajo. Su prima estaría en la tienda para ayudar en la atención al público y en lo que se pueda presentar cuando Eugenia le mande a entregar algún pedido. 
Felicia estuvo de acuerdo con los detalles del trabajo y de lo que tenía que hacer, entonces preguntó: 
-¿Desde cuando comienzo a trabajar?-.
Eugenia contestó -desde hoy día, solo exijo de tu parte responsabilidad en el trabajo, buena actitud con el público y puntualidad en los horarios- señaló Eugenia para que quede claro el tema.
Felicia volvió a decir que estaba de acuerdo -prima Eugenia de mi parte no tendrá queja alguna-.
Aclarados los temas, Eugenia invitó a Felicia al estudio para elaborar el cartel de aviso para  contratar personal. La joven fue la encargada de hacer el cartel, mientras Eugenia examinaba las cuentas de los gastos realizados hasta el momento, los números eran considerables, luego revisó el correo que traía el informe de Fermín sobre los trabajos en el fundo, gracias a Dios en el campo todo iba muy bien. 
El cartel de aviso no debía ser muy grande pero si de tamaño suficiente para que se vea cuando la gente pase por la vereda. Una vez terminado el cartel
Eugenia llamó a Filomena para darle algunas indicaciones sobre las cosas que se debían hacer en casa y la recomendó el cuidado de Azucena a Celestina.
-Felicia vamos al taller del maestro que va crear el letrero con el nombre para el local, ya sé como se va a llamar "Pastelería Las Delicias". Este es un nombre corto y fácil de recordar para el público que al entrar a la tienda se encuentre con un mundo de sabores dulces y exquisitos- comentó Eugenia y junto a su prima partieron  con dirección al taller del maestro. 
Entre las calles ubicaron muy pronto la dirección del taller y después de explicar al maestro lo que deseaba mandar hacer con sus ideas y los colores. Se retiró del lugar. 
-Ahora que hemos mandamos hacer el cartel, todavía tenemos tiempo para visitar la tienda y supervisar los últimos trabajos- decía esto mientras caminaba por la calle del congreso para llegar a la pastelería.
Dentro del local las obras, casi terminaban, las vitrinas ya estaban instaladas, el carpintero y sus ayudantes daban los últimos ajustes al mostrador. Todo el trabajo  comenzaban a tomar forma, los nervios y el suspenso también.
-Felicia, tengo un gran temor- decía Eugenia -si nadie viene a la inauguración que va a pasar-.
-No Eugenia, como hablas así, toda la ciudad va a venir a la inauguración, debes tener calma-. contestó con entusiasmo su prima para animarla.
Pero los nervios de Eugenia eran reales y sus temores también, cada día que pasaba se acercaba más  el día de la inauguración y quería que todo quede perfecto.  Después de recorrer el local y dar su aprobación a los trabajos, salieron del lugar para regresar a la casa. 
En el comedor la hora del almuerzo conversaba con su esposo, Felicia estaba invitada almorzar. Eduardo le daba algunas ideas a Eugenia de como seleccionar al personal que iba a trabajar, estos debían tener conocimientos y experiencia en panadería. 
-Felicia, te pido por favor que mañana vengas a las 8p.m para que me ayudes en la tarea de seleccionar a los obreros de la panadería- comentó Eugenia.
Su prima le prometió que estaría puntual a la hora señalada y se despidio. La selección del personal debía ser cuidadosa. 
Felicia llegó muy temprano, al local de la pastelería donde se encontraría con Eugenia. Ya en la puerta de entrada había una cola que se comenzaba a formar para solicitar el empleo. Gran parte de la mañana se pasó en la tarea de seleccionar a los futuros trabajadores. Cerca del medio día Eugenia le pidió a Felicia que retire el cartel de aviso, habían sido seleccionados tres jóvenes para trabajar, sus nombres eran Polonio, Atencio y Justo, ellos trajeron sus documentos policiales y partidas de nacimiento, además de examen médico. 
Los tres jóvenes tenían conocimiento de panadería y experiencia. Eugenia habló con los tres empleados seleccionados de cómo seria su trabajo y dejó bien en claro las reglas dentro del local y horarios de entrada y salida que se debían cumplir. Para finalizar el tema les dijo que comenzaban a trabajar al día siguiente.  
Ahora sí, el tiempo estaba en contra, avanzar con el arreglo del local y organizar los utensilios de cocina para tenerlos a la mano. Contratar al mercader para que abastezca los insumos necesarios para la preparación de pasteles, manjares, merengues, crema pastelera, crema de chocolate para bañar las tortas, era importante tener un orden para que todo funcione como un reloj. La lista era larga y tenían que darse prisa si querian llegar a la fecha de inauguración. Con Felicia fueron a visitar los diferentes comercios para hacer los contratos y pedidos de insumos para la pastelería,  al final dejaron la visita a la fábrica de caramelos y galletas porque deseaban comprar una variedad de diferentes golosinas para que estén al alcance del los niños.
Eugenia, Felicia y los tres jóvenes contratados comenzaron hacer el arreglo de los utensilios en la trastienda donde se haría la preparación de los dulces y pasteles. Se aseguraron de que el horno funcione correctamente porque de no hacerlo estarían perdidos.
Eduardo fue a visitar el local y quedó gratamente sorprendido con el decorado y la ubicación de los muebles, todo lucía impecable y de buen gusto.  
El día de la inauguración había llegado solo faltaban algunos detalles para finalizar. El letrero con el nombre de la pastelería estaba siendo colocado en ese momento. A las once de la mañana sería la inauguración, Eugenia supervisaba cada detalle e indicaba donde debían ir las fuentes con los pasteles para los invitados, las vitrinas debían estar llenas. El día anterior habían trabajado todo el día para tener listos todos los dulces y pasteles. Felicia y los nuevos ayudantes seguían al pie de la letra las indicaciones escritas en las recetas de Eugenia. Muy importante era tener cuidado en la elaboración de la receta para que no perder el sabor y la calidad. 
Con su blusa blanca de fino encaje y falda oscura Eugenia sentía los nervios de una principiante. Eduardo y la bebé Azucena con Filomena y Celestina no tardarían en llegar, ellos eran los primeros invitados. 
El sacerdote de la iglesia de San Pedro había sido invitado para que otorgue la bendición al local. A las once de la mañana se abrieron las puertas del local de par en par, el lugar se veía adornado con algunas cadenetas de colores las paredes pintadas con pintura nueva y los muebles blancos lucían bien. Fuentes de pasteles bañados con crema, tortas, bombones de chocolate, dulces y galletas sobre el mostrador al alcance de los invitados. Felicia y los tres jóvenes panaderos, estaban vestidos con mandiles blancos impecables y gorros de tela en la cabeza listos para atender a los invitados.   
La infaltable tía Rosalía y su esposo fueron los primeros en llegar, al ver el local decorado solo tenían palabras de elogio para Eugenia. Poco a poco llegaban más invitados, sus primas con sus respectivos esposos, Vittorino había traído a sus amigos Jean Luca y Teodoro. Su madrina sus amigas  también se acercaron. Eduardo y la bebé todavía no llegaban Eugenia se preguntaba porque demoraban tanto. En el momento que entraba su amiga Marcela con uno de sus periodistas para cubrir la nota de la inauguración, atrás de ella entraba Eduardo con Azucena en sus brazos. Eugenia por fin respiraba tranquila su  familia estaba cerca.
-Eduardo por fin llegaste, yo estoy tan nerviosa que no sabía que hacer- decia Eugenia.
-No te preocupes solo fue un pequeño retraso pero aquí estamos. Tú que pensabas que  nadie iba a venir a la inauguración y mira, la tienda está casi llena de gente que quiere probar tus ricos pasteles- contestó Eduardo a su esposa.
Eugenia se sentía feliz aunque todavía sus nervios los podía sentir, pero pensaba que la vida era dulce y que por fin se habían abierto las puertas de la pastelería para que el público disfrute de un mundo dulce de deliciosos sabores. 


CONTINUARÁ
           
 

 
 
   
 
  
 
       
   
 
  
     


 

lunes, 5 de diciembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Eugenia estaba decidida hablar con los dueños del local que deseaba alquilar para realizar su proyecto. Cruzó la calzada y tocó la puerta, tal vez había alguien que podía atender y dar razón sobre el alquiler. La puerta se abrió y una señora de aspecto amable la atendió. Eugenia comentó que venía por el aviso del diario, la señora la hizo pasar, en su interior el local era amplio, tenía una trastienda y al fondo un patio de tamaño mediano, suficiente para sus planes. En su mente podía imaginar la disposición de las vitrinas y mostradores, en general era mejor de lo que esperaba.
Habló con los dueños que eran la señora que la atendió primero y su esposo que también se encontraba en el local. Hablaron sobre el alquiler y sus condiciones. Eugenia estuvo de acuerdo con el contrato y les comunicó que más tarde regresaría para darles una respuesta definitiva. 
Salió del local feliz y llegó a su casa un poco tarde, Eduardo ya había llegado y jugaba con la pequeña Azucena. 
Eugenia se acercó y abrazó a su esposo e hija y comentó guardando un poco el misterio:
-¿Eduardo, más tarde me puedes acompañar a una dirección no muy lejos de aquí?- preguntó.
-¿Donde vamos?- dijo Eduardo intrigado.
-No, si te lo cuento ahora ya no sería una sorpresa, es mejor que estés presente en el lugar para decirte de que se trata- contestó Eugenia dejando un misterio en el aire. 
Eduardo no insistió, sabía que Eugenia no le diría nada por el momento. El almuerzo los esperaba en el comedor, Azucena junto a sus padres comía sus primeras papillas de verduras que era lo que su recién formado estómago podía tolerar. La conversación giró en torno de la próxima boda de la prima Elina y la tía Rosalía, su madre, que seguro no tenía tiempo para otra cosa que no fueran los preparativos de la boda y el almuerzo que daría a los invitados. 
-Querida, al lugar donde vamos, podemos llevar Azucena o es mejor que se quede en casa- comentó Eduardo. 
-Es mejor que se quede en casa con Celestina, nosotros podemos demorar un poco y ella debe hacer la siesta de la tarde-. contestó Eugenia y no dijo más palabras, quería que fuera sorpresa para su esposo.
Media hora mas tarde los esposos salieron de la casa con dirección a la calle del Colegio Real # 700. Eduardo ignoraba donde lo llevaba Eugenia, él la seguía confiado y medida que avanzaban por las avenidas, más se sentía intrigado.
-¿Por qué tanto misterio Eugenia? ya comienzo a preocuparme.
-No te preocupes querido, no es nada fuera de la ley, ya vamos a llegar estamos cerca- decía su esposa en tono de broma. 
Pasaron el edificio del congreso y dos cuadras más adelante Eugenia le señalaba el local a Eduardo. Parados ambos en la acera del frente Eduardo preguntó: -¿Eugenia nos vamos a mudar de casa? porque solo veo una puerta y nada más-.
-Si, es una puerta pero no nos vamos a mudar de casa, este es el local de mi nuevo proyecto, pienso abrir una pastelería y el lugar perfecto para hacerlo ¿qué te parece la idea?- preguntó al final Eugenia. 
Eduardo guardó silencio unos segundos, de verdad su esposa había logrado sorprenderlo, nunca imaginó que ella quería desarrollar un proyecto así. Después de unos segundos de desconcierto Eduardo contestó: -el local es bueno, la ubicación también. ¿Desde cuándo habías planeado este proyecto?-.
-Lo tenía planeado desde hace varias semanas, pero recién leí el anuncio del alquiler del local en el diario. Tu sabes que el oficio de pastelería lo aprendí con la religiosas del colegio donde estudié y ahora ha llegado el momento de poner en práctica todo lo aprendido. 
-Eugenia- dijo Eduardo muy serio -voy hacer un poco de abogado del diablo y te preguntó ¿has pensado en los pro y los contras del proyecto? ¿has hecho los cálculos y los planes para su desarrollo? ¿vas a tener el tiempo para dedicarte a ello?-. 
-¡Si! he pensado en todo aquello y si lo pienso demasiado no lo voy hacer. Ahora quiero que me ayudes a poner en el papel todo lo que se va a necesitar para este proyecto Eduardo estoy muy entusiasmada y siento que si lo podemos lograr. 
Eugenia estaba segura de sus planes, Eduardo la vio tan feliz que aceptó el reto, imaginó que de ahora en adelante iban a convertirse en socios.
Juntos cruzaron la calle y tocaron la puerta del local, la misma señora de la mañana abrió la puerta y los atendió, reconoció a Eugenia y lo hizo pasar. Luego de las presentaciones y de recorrer el local se habló del contrato y de la intención definitiva de alquilar el local. Solo quedaba una pregunta pendiente y si los dueños aceptaban se firmaría el contrato. Se trataba de construir un horno en el patio para cocinar los pasteles, tortas y todo lo que una pastelería podía necesitar. Los dueños no dudaron y aceptaron lo que Eugenia proponía. 
Todo salió bien y acordaron que en tres días se firmaría el contrato de alquiler en la notaría. Eduardo y Eugenia se despidieron de los dueños y en el camino de regreso a su casa conversaban sobre el proyecto. Había por delante trabajo que hacer. El temor que las cosas no salgan bien estaba presente pero ellos se apoyarían mutuamente. Eugenia había logrado contagiar su entusiasmo a Eduardo y eso ya era bastante. 
En medio de la turbulencia política y la lucha por el poder entre los partidos. La vida en la ciudad continuaba, la economía lentamente se recuperaba y la gente trataba de seguir adelante, no había otro camino.
El matrimonio de Elina y Vittorino Verme se celebraba la mañana de domingo, en la iglesia de Santo Domingo a las 12p.m, Elina con un vestido de corte sencillo pero asentador y un hermoso bouquet de rosas en las manos salía de la iglesia después de celebrar la ceremonia religiosa que fue emotiva, el sacerdote tuvo palabras sinceras para los recién casados. El novio sonreía, la novia lucía feliz y radiante. Vittorino no tenía familia en la ciudad, todos sus parientes vivían en Italia, pero lo acompañaban dos amigos y compatriotas Italianos, Jean Luca y Teodoro, personas alegres y ambles. Uno de ellos sabía tocar el acordeón y a la hora del almuerzo en casa de la tía Rosalía, Teodoro tocó varias melodías para que los novios e invitados bailen. 
La casa estaba adornada con flores, la mesa con un mantel blanco de encaje, los detalles habían sido bien cuidados y cuando los novios entraron los aplausos y el brindis los esperaban. Las palabras del padre de la novia que estaba emocionado porque su segunda hija se casaba. La tía Rosalía no podía hablar, esto era raro en ella porque siempre se desbordaba en palabras pero todo los presentes comprendían que la emoción la embargaba por eso nadie insistió, tal vez más tarde con algunas copitas de vino, se anime a decir algunas palabras.
La celebración fue íntima y familiar pero no por ello dejó de ser alegre. Eugenia en un momento aparte se acercó a la novia y le dijo: -Querida prima este es nuestro regalo de bodas- y le dio un sobre cerrado con dinero. 
-Espero que la dicha siempre llene tu hogar- abrazó a su prima y a Vittorino el esposo. 
Casi era de noche cuando Eugenia y Eduardo se despedían de los novios, los padres e invitados. Ellos eran los primeros en retirarse, debían cambiar y alimentar Azucena, su bebé. Después que se marcharon la celebración continuó hasta pasada la media noche. Con sus hijas Adelia y Elina casadas, la tía Rosalía podía sentirse tranquila, solo faltaba Felicia pero para ello debía esperar todavía algunos años.  Los novios partieron de luna de miel al norte del país por unos días. 
Al día siguiente de los festejos de la boda de su prima, Eugenia en el estudio de su casa planificaba el nuevo proyecto, sacaba las cuentas y hacía los cálculos de cuanto dinero necesitaba, después junto a Eduardo revisarían los números para saber si eran correctos. Contaba los días en que su sueño pueda hacerse realidad.
En la mañana del día en que se había acordado ir a la notaría para firmar los documentos del contrato de alquiler, Eduardo y Eugenia estaban presentes, leyeron una a una las cláusulas y estuvieron de acuerdo, se firmó el documento y con esto se daba el primer paso, ya era una realidad el alquiler de la tienda. Los dueños del local  desearon a Eugenia todo tipo de parabienes en su nuevo negocio y además Doña Clemencia agregó. 
-Por favor, avíseme cuando es la inauguración de la pastelería, me gustaría asistir- Eugenia le prometió que así lo haría. De tan solo imaginar que su proyecto se haría realidad se estremecía de felicidad pero también de temor. 
Ahora si, era una realidad el proyecto, sabía algunas reglas básicas de como iniciar un negocio, lo había aprendido con las religiosas en sus colegio, pero era importante comenzar a ejecutar las obras necesarias dentro  del local. En la tarde del mismo día fue a visitar la tienda para hacer una lista de todo lo que se necesitaba. Apunto en una libreta los arreglos que se debían realizar, como la nueva pintura en las paredes y mandar hacer los mostradores y vitrinas para exhibir los pasteles, aparte de ello también debía hacerse una gran mesa donde preparar la masa, ollas cucharones etc. Llamar también al albañil para que construya el horno, que era la pieza importante en su negocio.
En la noche después que Azucena se quedó dormida, Eugenia junto a Eduardo revisaban la lista de los trabajos a realizarse y conversaban sobre el negocio de como llevar la contabilidad. Luego se dedicaban a planificar cuantas personas se debía contratar. Era todo un mundo nuevo para ambos. 
En solo unos días en el local se habían contratado a los pintores y el albañil para construir el horno  de ladrillo. Eugenia escogió el color de las paredes y se mandó hacer los muebles y vitrinas, la inversión de dinero era respetable pero esto no la desanimaba.
Los trabajos en el local ya estaban en marcha pero hasta esos días no sabía que nombre ponerle a la pastelería, Eduardo le había dejado esa decisión a su esposa. Ella tenía muchas dudas sobre el nombre y  para despejar un poco su mente de los trabajos del local, fue a visitar a su amiga Marcela a la revista, con lo ocupada que estaba no la visitaba desde hace varios días. 
Las dos amigas juntas conversaban sobre el proyecto de la pastelería: -Eugenia tienes que publicar avisos en los diarios de la ciudad para que todos se enteren de la nueva pastelería que se abierto y se acerque a visitarla. El día de la inauguración tengo que asistir con uno de mis periodistas para que cubra la nota- hablaba Marcela también, con mucho entusiasmo. 
Eugenia no había pensado en publicar avisos, Marcela tenía razón, era una buena idea. Cuando se despidieron las dos amigas, en el camino Eugenia pensaba en el nombre que podía poner a la pastelería, hasta ahora no se le ocurría nada. 
Por aquellos días en la ciudad solían haber manifestaciones y revueltas, de pronto se juntaban grupos que podían ser simpatizantes del gobierno y otros grupos que no estaban con el gobierno y se enfrentaban en luchas que terminaban en golpes, palos y piedras para defender sus ideas, de estas batallas campales salían heridos y contusos. La policía tenía bastante trabajo para disolver estas revueltas. 
Contra las turbas se debía tener cuidado de no cruzarse en su camino porque atropellaban sin contemplación a cualquier parroquiano que encuentren. Cuando la gente veía que estos grupos se acercaban corrían por las calles para ponerse a salvo.
Temprano en la mañana Eugenia disponía de como iba ha ser su día, estaba con Filomena dando las instrucciones para el almuerzo. Eduardo no venía hasta la noche, él debía ir al puerto para inspeccionar asuntos de la naviera. 
La tía Rosalía llegó de visita a la casa de su sobrina, Eugenia se disculpó pero tenía que hacer algunas diligencias que no podían esperar: 
- Tía me va a disculpar pero tengo que salir en este momento que le parece si usted viene en la tarde y conversamos todo lo que desee. La espero a las 4p.m-. 
La tía Rosalía un poco contrariada contestó que estaba de acuerdo y que iba a regresar en la tarde, se despidio de su sobrina y se marchó.
Eugenia le dio un beso a la bebé Azucena y la dejó en brazos de Celestina. En compañía de Filomena salió de la casa con dirección al local para supervisar como estaban quedando los arreglos de pintura y albañilería. Al llegar a la tienda vio que las paredes lucían impecables con la nueva pintura y en la trastienda ya estaba la gran mesa que se necesitaba con las medidas precisas. En el patio estaba el maestro albañil dando los últimos toques para terminar el horno, sin éste no podía funcionar la pastelería. 
Eugenia se sentía feliz al ver las obras tan avanzadas, el horno una vez terminado se debía esperar a que seque bien para luego curarlo, es decir prenderlo con leña por varias horas. 
Caminó de nuevo hasta la entrada donde irían las vitrinas y los mostradores, faltaba poco para dar fin a los trabajos dentro del local y ahora era el momento de pensar en contratar al personal que trabajaría con ella. Éste era un tema delicado el escoger al personal. Además de ser el tiempo definitivo para   pensar  en el nombre  de la pastelería. Nada debía quedar sin ser planificado o en el aire.


CONTINUARÁ

        
   
                               
                    


 

lunes, 28 de noviembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

 La mañana amaneció en la ciudad con el cielo  despejado, pronto se iría  el invierno. Eugenia después de su última conversación con Eduardo, visitó la notaria, quería tramitar una carta poder para  que su esposo pueda representarla en cualquier trámite comercial con respecto a la venta de algodón en su fundo. 
Ya en su casa, tenía en  los brazos a Azucena, la madre jugaba con su hija, tomaba sus pequeñas manitas y las besaba. En un instante se abrió la puerta de la calle, era Eduardo que entraba, sus pasos se dirigieron  al patio donde estaban su esposa y su hija. En su rostro se podía ver una expresión de tristeza y pesar. 
Eugenia al verlo así, se alarmó, llamó a Celestina para que lleve a la bebé a cambiar.
Se acercó a su esposo y preguntó: -Eduardo, ¿Qué sucede? ¿Porqué estás así? te noto apesadumbrado-. 
Eduardo se acercó a ella, la abrazó y con voz grave dijo: -Querida Eugenia le ha sucedido algo grave a nuestro amigo Rubén, hoy al mediodía, su cuerpo fue encontrado en una calle vacía, a las afueras de la ciudad. Al parecer había desaparecido varias horas antes-. 
Eugenia se estremeció en los brazos de su esposo que le comentaba como había sucedido. Al comienzo ella se negaba a creer lo ocurrido, varios pensamientos se juntaban en su mente, era un horror y algo difícil de creer. 
-Estamos viviendo día turbulentos Eugenia- decía Eduardo -el país no se termina de estabilizarse, cada día no sabemos lo que pueda suceder. Hay gente que tiene mucho poder y trabaja a la sombra para que sus intereses no se vean afectados, a ellos les conviene el caos para seguir adelante. Rubén era una amenaza, entonces había que silenciarlo. Tú lo conocías, él no se iba ha detener hasta llegar a la verdad. Estoy seguro que nuestro amigo jamás espero algo así. 
Eduardo y Eugenia se quedaron un momento en silencio abrazados y afligidos en medio del patio, ellos apreciaban a Rubén y a su esposa. 
-¿Ahora qué va a pasar con Marcela y sus hijos? debemos ir apoyarlos- decía Eugenia con tristeza y preocupación.
-Si, vamos a ir para apoyar a nuestra amiga pero debemos esperar a que se resuelvan todos los papeles y la autopsia para que  podamos asistir al sepelio- contestó Eduardo. 
Bien entrada la tarde, casi de noche, la familia de Rubén había resuelto que se velaría su cuerpo, en el taller donde se publicaba la revista, para que puedan asistir todos los que deseen dar su último adiós al amigo y compañero.
Cuando Eduardo y Eugenia llegaron al recinto, había mucha gente del medio periodístico, amigos y familiares, en pocas horas la noticia corría por la ciudad. Los esposos se acercaron a Marcela para darle su apoyo, ella tenía el rostro desencajado por el dolor y casi no podía hablar. Eugenia le dio palabras de apoyo pero en esas circunstancias, ninguna palabra es suficiente. 
Las hora parecían pasar lentamente y de pronto entró al lugar el tío de Rubén, el senador Isaías Monasterio con el rostro serio. Los presentes que lo conocían se pusieron de pie en señal de saludo y respeto. El senador levantó la mano como saludo y se acercó al féretro, se quedó de pie junto a él cerca de quince minutos, Después se acercó a Marcela para presentar sus respetos y pidió hablar con ella en privado. Marcela lo condujo a la oficina de su esposo y a puerta cerrada conversaron por más de una hora. Cuando abrieron la puerta el senador en silencio se acercó a un grupo de gente que lo conocía y Marcela se acercó a sus amigos Eduardo y Eugenia y les comentó la conversación que había tenido con el tío de su esposo. Primero le comentó lo sucedido la noche que desapareció Rubén, según el portero del taller, dos caballeros lo vinieron a buscar y hablaron amistosamente con él. Luego salieron los tres a la calle y se perdieron en la oscuridad de la noche, para ese momento eran más de la doce. El portero no hizo nada porque pensó que eran amigos y se iban ha algún lugar conocido.  
Marcela decía a sus amigos que el senador la escuchó en silencio, sin interrumpirla, cuando terminó de hablar sobre todo lo sucedido, el senador Isaías la preguntó: - ¿donde están los documentos y pruebas escritas de las que hablaba Rubén?-. 
Marcela  contestó: -el los tenía guardados en un maletín que nunca sacaba a la calle pero esa noche se llevó el maletín acompañado de los dos hombres, es por eso que me parece más sospechoso todo lo sucedido pero aquí tengo algo- y del cajón de su escritorio, sacó un cuaderno donde Rubén apuntaba todo lo concerniente al caso, era como un seguro, en caso le sucediera algo. Le contó además al senador que él tenia un informante al que apodaba Ivega -no sé su verdadero nombre- señaló Marcela.
-No te preocupes yo sé quien es ese hombre- contestó el tío de Rubén.
Al final de la conversación, el senador le prometió que llegaría al fondo de la investigación, le dijo además que era el momento de sacar a la luz a estos hombres que se mueven en las sombras -es hora de que todos se enteren de sus nombres y neutralizarlos para que no sigan haciendo sus fechorías y al que cometió el atentado contra mi sobrino le caerá todo el peso de la ley- Era una promesa y una deuda que tenía con Rubén.
Marcela no quizo culpar al senador, pero si él hubiera escuchado a Rubén, éste estaría vivo y los culpables serían detenidos. Ahora nada lo podía traer de nuevo a la vida. 
Por varios días la noticia de lo sucedido salía en los diarios, toda la ciudad comentaba el caso, nunca antes se había vivido algo así. El tío de Rubén cumplió su palabra y se abrió una investigación. Se comenzó por llamar al informante para ser interrogado, él sería el hilo conductor que los llevaría a descubrir a los involucrados en el complot. 
Isaías Monasterio, el senador, era un hombre amable pero de carácter fuerte, no dudaría en castigar a los culpables. La policía encargada del caso, ubicó al informante y éste delato  al que había cometido el atentado contra Rubén, su nombre era Rigoberto Cela, fue detenido dé inmediato, en el interrogatorio declaraba que  estuvo ebrio y que no se acordaba de nada, suplicaba por su inocencia y no dio nombres de quienes lo habían contratado. Lo que más sorprendió en la investigación del caso que al grupo del complot pertenecían dos miembros del partido del presidente que fueron expulsados de inmediato. Esto causó un gran escándalo, los culpables  no tendrían inmunidad y serían detenidos para ser interrogados y que se aclare cuan involucrados estaban en el atentado. El fin de este grupo del complot era apoderarse de las arcas del estado y de los contratos para obras que los beneficiaban y seguir lucrando a su favor, todo aquel que se interpusiera en su camino sería aniquilado. No importaba crear el caos o lo que fuera, en tales circunstancias hasta el presidente corría peligro. 
Marcela, Eduardo y Eugenia se enteraron que el culpable del caso había sido detenido y que los demás estaban siendo interrogados, al menos la lucha de Rubén por descubrir el complot no había sido en vano. 
En esos días de cambios económicos y de incertidumbre política y social. La vida en la capital se hacía más dinámica. Atrás quedaron los días de la riqueza de la explotación del guano y el salitre que permitió al país que fuera uno de los pocos en el mundo capaces de vivir sin que sus ciudadanos paguen impuestos. La sociedad y sus costumbres también cambiaban rápidamente. En el fondo los ciudadanos esperaban que los próximos años traigan consigo paz y prosperidad para todos.  
Eduardo, como había conversado con su esposa, partió al sur para tratar el tema de la venta de algodón y supervisar el trabajo en el fundo. Eugenia esperaba que todo vaya bien en su viaje. Mientras tanto,  ella no dejaba de pensar en el proyecto que tenía en mente, solo necesitaba darle algo más de forma para hacerlo realidad. 
La tía Rosalía la había visitado un día antes, para mostrarle a su sobrina el hermoso velo de novia de su hija e invitar a ella y a Eduardo  a la boda de Elina, prima de Eugenia. La joven desde hace un tiempo estaba de compromiso con Vittorio Verme, un emigrante Italiano nativo de la región de la Liguria de un pueblo llamado Rapallo. 
La tía Rosalía decía: -Eugenia, por fin se casa Elina, mi segunda hija ya era tiempo, el noviazgo estaba demasiado largo. Ahora la única que falta casarse es Felicia y ahí si puedo morir en paz al ver a mis hijas casadas y cada una con su familia. Debo decir que la última de mis hijas tiene cada idea, esa muchacha es un dolor de cabeza, no sé que hacer me preocupa tanto- comentaba angustiada.
Eugenia escuchaba con paciencia, su tía solía exagerar un poco, a Felicia solo había que dejarla vivir a su viento y ella sola encontraría su camino. Tampoco era una joven díscola como para no confiar en ella. 
Asistir a una boda después  de lo ocurrido a Rubén, era lo último en que pensaba Eugenia y estaba segura que Eduardo pensaba lo mismo, pero no podía hacerle un desaire a su prima en una fecha tan importante. Recibió la invitación de las manos de su tía y la guardó.
Siempre con buena intención la tía aconsejaba a Eugenia como criar a la bebé Azucena: -Hijita no olvides nunca echarle harina de chuño a la bebé después de lavarla y cambiar su pañal,  eso es muy bueno para evitar el roce en su delicada piel- Eugenia le daba las gracias por sus consejos y siempre estaba atenta a sus palabras, era una consideración hacia su tía.
La tía Rosalía hizo una pausa y volvió al tema de la boda.-Querida Eugenia, la boda será una celebración sencilla, solo con algunos amigos y familiares. Los novios no quieren gastar mucho dinero pues su presupuesto es un poco ajustado, claro está que nosotros sus padres vamos a colaborar con ellos pero siempre quieren tener cuidado de que no se les vaya el presupuesto de las manos. 
-Tía Rosalía- dijo Eugenia -dígame por favor en que puedo colaborar, somos familia y me gustaría ayudar en algo-.
-¡No! no hijita yo no te he contado esto para que tú te sientas obligada a colaborar en algo- contestó la tía.
Poniendo énfasis en la voz Eugenia insistió: -Tía Rosalía si usted no me permita ayudar, entonces no asistiré a la boda- Eugenia fue directa y no admitió más discusión. 
La tía Rosalía era un poco orgullosa y su intención no fue molestar a Eugenia o que piense que había algún interés, por eso agregó: -No pretendo pedir nada Eugenia pero tampoco deseo que faltes a la boda-.
Eugenia cambio la conversación, no deseaba discutir con su tía, en su fuero interno sabía lo que iba hacer, ella le entregaría personalmente a su prima Elina un sobre cerrado con algo dinero como regalo de boda. La tía Rosalía se despidio de Eugenia después de darle un beso en cada mejilla, quería conservar las buenas relaciones con su sobrina. 
Una semana después de su viaje al sur, Eduardo estaba de regreso en Lima, el reencuentro con Eugenia y Azucena su pequeña hija fue emotivo y lleno de amor. Se sentía feliz de estar en su casa junto a su familia, además traía buenas noticias, la venta de algodón del fundo había sido un éxito porque el precio por quintal se mantuvo elevado y el trabajo de Fermín y Odilo no podía ser mejor. El primero le entregó el informe completo sobre la contabilidad y los precios del algodón. Eduardo también aprovechó la oportunidad de visitar a sus padres y se quedó todos esos días hospedado en la casa de la hacienda. 
Eugenia estaba feliz con el regreso de Eduardo, comentaba con su esposo los últimos acontecimientos ocurridos en su ausencia, entre ellos la boda de la prima Elina y el pequeño impasse con la tía Rosalía, nada grave en verdad, ni de que preocuparse. Ella todavía no había querido comentar a Eduardo el proyecto que tenía en mente, todavía debía esperar. 
En diario del día, leyó el anuncio que se hacía sobre un local que se alquilaba, estaba decidida ir a visitarlo y de ser posible conversar con los dueños. Deseaba que sus planes lleguen a realizarse. 
En el transcurso de la semana, había visitado a Marcela en el taller donde se imprimía la revista, ella se hizo cargo de la dirección apoyada por los trabajadores. Gracias a su esposo había aprendido mucho del oficio. Rubén le enseñó cómo debía escribir y cómo debía publicar un artículo, Se sentía en paz porque el nombre de su esposo no iba hacer olvidado. Ahora su trabajo y sus hijos ocupaban sus días.
Eugenia estrechó su amistad con Marcela y la visitaba seguido en el taller, por eso tenía pensado visitarla después de ir al local que se anunciaba en el diario. 
El día había amanecido con un sol radiante, el verano estaba cerca y siempre para Eugenia esa estación era una época de buenos augurios. Desayunó junto a Eduardo pero no comentó con él sobre lo que iba hacer esa mañana, quería que fuera una sorpresa, si las cosas salían bien se lo diría más tarde. Por el momento prefería guardar silencio.
Diez de la mañana se despidió de su bebé con un beso en la frente y la dejó en brazos de Celestina para que la cuide. Vestía una blusa blanca de tela fresca y manga larga, una falda azul marino y un cinto que ajustaba su delicada cintura. Eugenia caminaba por la avenida cerca al edificio del Congreso de la República, la dirección no estaba lejos, era la Calle del Colegio Real # 700. El local que se anunciaba estaba cerrado pero era perfecto para lo que ella deseaba, la puerta de dos hojas era amplia y la ubicación no podía ser mejor. Había decidido que buscaría a los dueños para hablar con ellos y llegar a un trato, junto las manos y pidió al cielo que todavía se encuentre vacía. 


CONTINUARÁ          


 
   
     
                  

             
 


 

martes, 22 de noviembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

La fecha del bautizo estaba cerca, Eugenia había mandado a confeccionar el batín blanco  para Azucena. Éste era fino y delicado propio para la piel de un bebé. Marcela y Rubén habían aceptado el compromiso de ser los padrinos, todo estaba preparado para ese día. Los invitados eran la familia y algunos amigos. 
El menú del almuerzo para ese día estaba listo. Eugenia consultaba con su esposo cada detalle del almuerzo y bautizo, quería que él estuviera enterado de cada paso.
-Eduardo tus padres llegan mañana a la capital debes ir a recogerlos al puerto- decía Eugenia.
-Si, estoy enterado de ello, pero yo no puedo ir a recogerlos, tengo demasiado trabajo. Ya he dispuesto quien los ira a recoger para traerlos a la casa, no te preocupes van a estar felices de conocer a su nieta- comentó Eduardo.  
-Eduardo, tengo dispuesta la habitación de huéspedes para que tus padres estén cómodos y puedan descansar del viaje que es bastante pesado- contestó Eugenia, mientras imaginaba ese día tan especial y feliz para la familia. 
La casa, la comida y el vino estaban preparados para recibir a los invitados, Filomena y Celestina sabían que hacer y como atender a los comensales para ese día. Eugenia además no olvidó mandar la invitación con la fecha del día del bautizo para Virginia, su querida amiga. 
En la noche antes de dormir llamaron a la puerta principal, eran los padres de Eduardo que recién llegaban del largo viaje en compañía del cochero contratado. Que alegría y felicidad, Eduardo los abrazó y los mismo hizo Eugenia, por fin iban a conocer a la pequeña Azucena. Muy despacio entraron a la habitación principal donde dormía la bebé en sus moisés, era una emoción indescriptible para los abuelos que recién la conocían. En el comedor se sirvió algo de comer para los recién llegados que estaban cansados y deseosos de ir a descansar. 
Con las primeras horas de la mañana del día siguiente, las palabras de amor para la pequeña Azucena no podían faltar, los abuelos le hacían toda clase de mimos y abrazos. 
Anella comentaba que era una bebé hermosa y se parecía a su padre cuando era un bebé, tenía la misma sonrisa.  
-Querido hijo, nunca imagine que el viaje a la capital iba ha ser tan cansado y largo- dijo el padre de Eduardo.
-Si padre, el viaje es un poco complicado pero lo bueno que ya están aquí y que van a disfrutar el tiempo que pasen con la bebé- contestó Eduardo. 
El domingo día del bautizo había llegado. Amaneció soleado y perfecto para el almuerzo en el patio que estaba cubierto por un gran vitral y dejaba pasar abundante luz. La casa era un gran alboroto. Filomena y Celestina eran las encargadas de los arreglos. La mesa lucía bien decorada con todo lo dispuesto para el almuerzo. Los arreglos florales en su sitio adornaban el lugar. Eugenia supervisaba los últimos detalles, nada debía quedar sin hacer o estar  fuera de lugar. Para ese día había elegido un vestido azul con pequeñas flores doradas y Celestina se encargaba de vestir a la bebé, con el bello batín de bautizo para la ocasión. La familia en pleno debía estar a las doce del día en la iglesia de San Pedro, donde se llevaría a cabo la ceremonia.  
Eduardo y Eugenia con Azucena en los brazos llegaron puntuales a la iglesia acompañados por el resto de la familia, los padrinos y amigos. También Filomena y Celestina con sus trajes de domingo estaban presentes. 
El sacerdote esperaba en la pila bautismal, sus palabras fueron dedicadas a la pequeña Azucena que recién comenzaba su camino en la vida. El agua bendita caía sobre su frente y esto despertó a la bebé que dormía en los brazos de Rubén, su padrino. Azucena de Santa María ahora estaba protegida por la iglesia y la fe cristiana. Sus padrinos la sostenían y toda la familia la rodeaba. 
Terminada la ceremonia, los padres y presentes agradecieron al sacerdote, Eduardo entregó una donación a la iglesia y los padres e invitados se retiraron para dirigirse a la casa donde sería el almuerzo de celebración por el bautizo de Azucena. Cuando llegaron la mesa estaba dispuesta y adornada para la reunión que fue un momento festivo. Las palabras y los buenos deseos del padrino para la bebé  antes del brindis, la emoción de la tía Rosalía que también quería dedicarle unas palabras a la bebé. Virginia había venido al bautizo como prometió a su amiga. Los padres de Eduardo presentes, las primas y la madrina de Eugenia brindaban y dedicaban todo su amor para Azucena que dormía en su moisés cerca a sus padres y ajena a todo el movimiento en general.
El almuerzo transcurrió en un ambiente cálido y alegre, los brindis iban y venían por la pequeña Azucena. En un instante la prima Felicia se puso de pie, ella quería hablar y dedicar sus buenos deseos para la pequeña. Su madre Rosalía le hacia señas para que vuelva a sentarse y no hable, temerosa que diga algo fuera de lugar, como aquello de que era independiente y libre como el viento, palabras que la molestaban, pero Felicia ignoro las señales de su madre y al contrario estuvo muy acertada en sus palabras de afecto para Azucena. Eugenia al escucharla pensaba que su prima tenía esa posición de rebeldía para molestar a su madre y llamar su atención.
-Que voy hacer con esta muchacha- decía la tía Rosalía a Eugenia que estaba cerca de ella.
-Querida tía, solo hay que tener un poco de paciencia, todavía es muy joven y no sabe realmente lo que es la vida independiente- contestó Eugenia para tranquilizarla. 
La tarde aun era joven y los invitados seguían disfrutando de la reunión pero Virginia buscó a Eugenia porque tenía que irse, la esperaba un largo viaje. 
En la puerta antes de despedirse Virginia volvió a reiterar la invitación a su boda y Eugenia prometió que haría todo lo posible por estar presente y festejar con ella el gran día -debes avisarme con tiempo la fecha de la boda- contestó. 
Ambas amigas se abrazaron para despedirse y Eugenia se quedó parada en la puerta principal mientras el coche que llevaba a Virginia, se alejaba por la calle. 
La reunión continuaba de lo más animada, los invitados no dejaban de brindar y al otro extremo de la mesa, Rubén conversaba con Eduardo sobre los últimos detalles de su investigación. Según él, a sus manos habían llegado documentos que demostraban que existía una conspiración contra el gobierno del presidente Cáceres: -Eduardo he sostenido acaloradas discusiones con mi tío el senador porque no cree que exista una conspiración- comentaba Rubén. 
El tío Isaías Monasterio, era senador en el congreso. En esa época habían dos cámaras la de senadores y la de diputados. Además había amenazado a su sobrino prohibirle el ingreso al congreso o a las sesiones del partido si seguía con esas afirmaciones. El tío de Rubén pertenecía al mismo partido del presidente Avelino Cáceres. 
La conversación de ambos caballeros, fue interrumpida por la tía Rosalía que le pedía a Eduardo decir algunas palabras alusivas a la reunión y a su pequeña hija. Eduardo aceptó en el acto y se puso de pie, agradeció primero a los invitados por asistir al bautizo, luego habló sobre su pequeña y lo feliz que era por su nacimiento. También dedicó unas palabras a su esposa por hacer  cada día diferente y mejor, después levantó su copa e invitó a todos brindar por la bebé Azucena. 
Ya casi comenzaba a oscurecer cuando los invitados se despedían de Eduardo y Eugenia y agradecían por pasar un momento tan feliz y agradable. 
Los padres de Eduardo se retiraron a dormir, el día había estado lleno de agradables experiencias. Eugenia en la habitación conversaba con su esposo después de haber acostado a la bebé. 
-Eduardo ¿qué conversaban tú y Rubén, se veían tan concentrados?- preguntó Eugenia con curiosidad.
-Nada importante- dijo Eduardo -cosas de su trabajo, eso es todo- luego se acercó a su esposa la abrazó con amor y la besó.
Los padres de Eduardo se quedaron de visita dos semanas, luego se despedían de su hijo y de Eugenia, daban besos Azucena y la llenaban de bendiciones. La bebé era su engreída, tenían que regresar a la hacienda, el trabajo los esperaba y no podían demorar más su partida.  
Antes de partir al puerto Anella abrazó a Eugenia y con mucha pena se despidió de su nieta. El padre le decía a su hijo que esperaba verlo pronto de visita en la hacienda. Eduardo le prometió que así lo haría. 
Días después de la partida de los padres de Eduardo, la madrina de Eugenia la visitaba en su casa, era una mujer de carácter sereno, en eso se diferenciaba de la tía Rosalía. Las dos mujeres se trataban con cortesía pero a cierta distancia. Su madrina la visitaba con frecuencia, como no tenía hijos consideraba a Eugenia como a su hija, entre las dos había gran confianza y conversaban de cualquier tema. El motivo de su visita era para entregarle un rosario y un misal que habían pertenecido a la madre de Eugenia. El misal era un pequeño libro con un empaste de nácar en la tapa y el rosario era de cuentas de lapislázuli, los dos objetos eran finos. Su madrina los había guardado desde el tiempo que las dos eran jóvenes, solteras y grandes amigas. Se los entregó a su ahijada, con la seguridad de que ella querría tenerlos, pues pertenecían a su madre. En la conversación su madrina le contaba  anécdotas de juventud y recuerdos de como habían conocido al padre de Eugenia. 
Después de la agradable visita de su madrina, ésta se despedía y ella corrió junto a Azucena para alimentarla y cambiarla, la bebé era su adoración.
En el transcurso de los días, una idea rondaba en la cabeza de Eugenia, todavía no sabía como darle forma y hacerla realidad. Deseaba esperar un tiempo más para que su hija esté más grande. En su momento le comentaría a Eduardo de que se trataba. 
Filomena una mañana, anunciaba que el almuerzo estaba listo y Celestina entregaba a Eugenia la correspondencia. El almuerzo no se servía hasta que Eduardo llegaba, esto le daba tiempo para leer la correspondencia y el informe de Fermín sobre el trabajo en el fundo 
Fermín le explicaba con detalle los trabajos en el campo y le comunicaba que ya había terminado la cosecha y el algodón estaba empacado y guardado en el almacén para ser vendido a los grandes acopiadores que llegaban en unas semanas.
-Señorita Eugenia es necesaria su presencia para supervisar la venta y firmar los documentos que se necesiten- decia Fermín en su informe. Esto último preocupaba a Eugenia como iba ha hacer un viaje tan pesado con una bebé tan pequeña. Tendría que hablar con Eduardo para ver cómo resolvían el tema. 
Cuando Eduardo llegó al hogar y antes de sentarse almorzar Eugenia le comentaba sobre el informe de Fermín y el viaje que debía hacer: 
-Eduardo no puedo viajar con la bebé y no la puedo dejar porque le estoy dando de tomar el pecho- dijo Eugenia con tristeza. 
-Calma querida, es verdad no puedes viajar por nuestra hija pero yo si puedo viajar, tú dame un poder escrito  para realizar la venta de algodón y firmar los documentos que deba firmar. 
Eugenia refutó -Eduardo tu trabajo, cómo vas hacer. No creo que te permitan faltar-. 
-Con mi trabajo no hay problema, no creo que me nieguen unos días de permiso para resolver la venta. Además puedo aprovechar la oportunidad de buscar contratos y llenar las bodegas del barco, con algodón y lana que viene desde la cordillera,  estoy seguro que a la naviera le va a interesar- contestó Eduardo con serenidad para tranquilizar a su esposa. 
Eugenia respiro profundamente, el problema de su viaje estaba solucionado, Eduardo la iba a representar en todas las transacciones comerciales con respecto a a la venta de algodón. A ella le hubiera gustado pasar unos días en el fundo pero en su situación era imposible. Azucena estaba muy pequeña para hacer un viaje tan largo y pesado


CONTINUARÁ