lunes, 1 de agosto de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Eugenia seguía a su caporal por el camino, a esas horas de la mañana el clima era suave y corría un viento fresco, el sol todavía no despuntaba con fuerza y se podía trabajar en el campo. 
Con los primeros pasos en el terreno de cultivo, Odilo comentaba lleno de entusiasmo: 
-Señorita Eugenia, como puede ver el campo esta lleno de copos de algodón que comienzan a despuntar, este año vamos a tener una gran cosecha como yo le aseguraba a su padre cuando salía conmigo a controlar el cultivo.
Odilo guardó silencio, tal vez no debió nombrar al padre de Eugenia por estar tan cerca su fallecimiento.
Eugenia reparó en sus palabras y contestó: -no se preocupe Odilo, mi padre siempre va estar presente entre nosotros, el fundo es su obra y yo solo lo estoy cuidando para que continúe su legado. Con respecto al campo, está hermoso y se puede apreciar que ha sido cuidado con esmero y dedicación-.
Esto era verdad, Eugenia, también se sentía feliz porque  el campo había sido cuidado  en cada detalle, en cada paso, desde la preparación de la tierra, plantar las semillas, abonar el campo y cuidar las plantas de las plagas que podían destruir el cultivo. Todo aquello era un trabajo duro pero necesario si se quería tener una buena campaña. 
La mañana avanzaba, Eugenia y Odilo continuaban por el camino, éste ultimo le señalaba en cada paso las plantas y le contaba algunas anécdotas que vivieron en tiempos de su padre; como cuando habian salvado el cultivo de una terrible plaga que casi destruye el campo y los destruye económicamente.
-Señorita Eugenia, con su padre hemos trabajado muy duro para que estos campos se vean así, ahora debemos seguir haciéndolo de la misma forma- terminó de decir Odilo con el mismo entusiasmo.
Eugenia tomó nota de lo que decía el caporal y le daba la razón, sin un trabajo cuidadoso, el campo no estaría así de hermoso con plantas fuertes y saludables. Además del trabajo del fundo dependía la economía de varias familias y de ella misma.
Al medio día, el sol abrazador los obligó a detenerse, seguir trabajando en esa circunstancia era difícil. Casi habían terminado de recorrer la zona norte y los peones descansaban a la sombra para almorzar, tomar un descanso y después continuar con el trabajo al bajar la intensidad del sol. 
Desde ese día, todas las mañanas, Eugenia saldría con Odilo para controlar que todo marchaba bien en el campo y asegurarse que se cumpla el trabajo. Luego de terminar el recorrido por el campo,  regresó a la casa, se sentía cansada pero feliz, sus días de trabajo recién comenzaban y este había sido solo el primer día.  
Filomena la recibió en la puerta para preguntar si se disponía almorzar, la respuesta de Eugenia fue. 
-Mi estimada Filomena por supuesto que deseo almorzar, el trabajo del campo  ha sido fuerte pero me siento bien y con mucha hambre- contestó la joven y se retiró a su habitación para asearse y cambiarse de ropa. 
Después de almorzar, tomó el refresco en el jardín mientras conversaba con Filomena sobre su mañana de trabajo: -mi estimada Filomena el trabajo ha sido arduo, recorrer el campo en algunos lugares a pie para ver el cultivo me agotó pero me siento feliz y recién estoy aprendiendo todo sobre el manejo del terreno y de las plantas. Cuando comience la cosecha según Odilo será más fuerte el trabajo y se debe contratar más peones para realizar las tareas- señaló Eugenia. 
Filomena que se encargaba de llevar las tareas de la casa, tomó atención a sus palabras y luego le comentó que se habían realizado algunos trabajos como el arreglo de la ventanas y algunos rincones del jardín, también le sugirió -señorita debemos comprar la tela para sus vestidos de luto solo tiene dos y se pueden estropear-. 
La joven había olvidado ese detalle, estaba de luto y no tenía ropa, el trabajo se llevó toda su atención.
-No te preocupes Filomena, el domingo iremos a comprar la tela en el almacén El regalo y haremos los vestidos que necesito con la moldería que mi madre guardaba en el baúl de su habitación- Eran vestidos sencillos de diario para llevar al campo o estar en casa, si necesitaba un vestido más especial y adornado recurría a la modista del pueblo que era experta en esas tareas.  
Los días transcurrían lentamente y Eugenia seguía con su trabajo, aceptar lo ocurrido a su padre era doloroso pero debía continuar con los recorridos en el campo que le daba paz y la mantenían ocupada. Estaba aprendiendo administrar el fundo y a llevar los libros contables.          
Sus amigas Lucrecia y Virginia la visitaban algunas tardes, ellas no habían olvidado a su amiga.
-Querida Eugenia- decía Lucrecia -venimos para contarte el gran acontecimiento en el pueblo, nuestra amiga Lucero Encino se va a casar y sus padres ofrecen una fiesta para anunciar el compromiso, supongo que vas asistir, ella es amiga nuestra desde el colegio y como sabes su padre es juez del pueblo y una persona importante. Seguro van ha asistir las familias más sobresalientes de la region. La fiesta será por todo lo alto-.
Virginia intervino: -Dicen que el novio es de la capital y después de la boda se irá a vivir con su esposo a la ciudad, ¡te imaginas!. El vestido de novia se lo traen de Lima y el velo es precioso y de fino encaje-.
-Mis queridas amigas, recién va ser la fiesta de compromiso y la boda será después de dos meses, yo debo aclarar, que estoy de duelo y no puedo ni deseo ir a fiesta alguna, por favor no insistan. Siento no poder asistir a la boda de Lucero pero sé que su familia comprenderá los motivos- habló con énfasis Eugenia para que no quede duda de su decisión. Sus amigas no insistieron, después de todo, ella tenía razón.
La tarde pasó muy rápido mientras conversaban las tres jóvenes de cómo sería la fiesta de compromiso y luego la boda de Lucero Encino, se sabía que sus padres no escatimarían gastos para ello. Para las tres jovencitas era un sueño lejano pensar en boda, ninguna había conocido todavía a un posible candidato. 
-Con el carácter que tiene mi padre- decia Lucrecia -ningún joven se atrevería acercarse para hablar conmigo, creo que me voy a quedar soltera- terminó de decir con voz triste.
-No digas eso amiga, tú eres hermosa y siempre habrá un joven valiente que se atreva acercarse a tu padre y pida tu mano- comentó Eugenia a sus amigas, mientras sonreía para animarlas.
-No sé Eugenia pero mi padre es algo especial, tú lo conoces y sabes cómo es- señaló Lucrecia con algo de resignación. 
A la hora de despedirse Virginia  comentó: -Mañana no podemos venir, vamos acompañar a nuestra madre  para comprar las telas de nuestros vestidos para la fiesta de Lucero, tú sabes que eso nos llevará tiempo-. Al final de la tarde Eugenia despidió a sus amigas y se retiró a la biblioteca para continuar su trabajo en el libro contable.     
La primera semana de trabajo en el fundo se había cumplido para Eugenia. Llegó el día sábado y todos los trabajadores cobraban su semana. En el libro de cuentas que preparaba el contador, Fermín Cerro, cada peón  ponía una X junto a su nombre como señal de haber recibido su paga. Esto era algo que inquietaba a la joven, ninguno de los peones del campo sabía escribir y menos leer, por el momento no podía hacer nada para remediar el problema pero en la próxima reunión de los productores de algodón hablaría del tema para ver como se podía cambiar esa realidad.
Los domingos eran días de descanso, Eugenia aprovechaba la oportunidad para ir al pueblo, pasear,  visitar algunas amistades y hacer pequeñas comprar personales, como sus jabones perfumados, colonias y una crema natural para el cuidado de la piel, ahora que salía al campo debía tener  cuidado con el sol. Todos estos productos los adquiría en la botica de Anselmo, él era boticario y especialista en hacer preparados naturales para el cuidado de la piel. Además Eugenia seguía una receta que su madre le había enseñado, lavarse siempre la cara con agua de arroz, este tratamiento era excelente para mantener la piel limpia y fresca. 
Al terminar de hacer sus compras en el pueblo y regresar al fundo llamó a Filomena para enseñarle la tela que había comprado  en el almacén El Regalo para confeccionar sus vestidos de luto. Filomena sería la encargada de hacer la confección después de cortar la tela con los moldes que fueron de la madre de Eugenia. Filomena aprobó la calidad de la tela y con manos experta cortó los vestidos con los moldes de su antigua señora. En la máquina de coser a pedal, unió las piezas y con la rapidez de quien sabe lo que hace, confeccionó los vestidos que quedaron listos para que Eugenia tenga algunos  más que ponerse.
La vida tomaba un nuevo rumbo, la joven señora de la casa se sentía confiada y tranquila. Las cosas marchaban bien en el fundo bajo su mando. Una tarde mientras tomaba un descanso, se acercó a la ventana de la biblioteca  y se dio cuenta que el árbol del limonero pronto comenzaría a florecer y llenaría con su aroma de flores cada rincón de la casa. Era inevitable recordar que siendo pequeña sus padres sembraron ese árbol que daba una hermosa sombra a la entrada principal.
En horas de la tarde, el abogado Godofredo Murillo visitaba la casa de Eugenia, en las manos llevaba una carpeta llena de documentos que su protegida debía firmar y algunas cartas de su madrina y de su tía que había llegado de la capital. El abogado caminaba a toda prisa y con un pañuelo se secaba el sudor de la frente, se detuvo en la puerta de la casa para recobrar el aliento, estaba agitado la caminata lo había agotado, fue directo a la biblioteca donde sabía que encontraría a Eugenia. 
-Buenas tardes mi querida Eugenia- saludó y acercó para sentarse frente al escritorio, abrió la carpeta que traía y dijo -aquí tengo los documentos que debes firmar para que pueda pasar  a tus manos el patrimonio de tu padre y quede todo en orden registrado. 
-Buenas tardes Dr. Murillo que gusto tenerlo en casa- contestó Eugenia.
El Dr. Murillo extendió la carpeta sobre el escritorio y dio lectura a cada uno de los documentos, en pocas palabras la herencia de Eugenia era: El fundo con todo lo que existía dentro de él, la casa del pueblo que en esos momentos se encontraba alquilada por una familia. Además de estas propiedades heredó dinero en efectivo y otra cantidad mayor guardada en el banco. Eugenia era una heredera solvente con una fortuna respetable que le otorgaba tranquilidad económica y una gran responsabilidad para mantener vivo el legado de sus padres. Esto último era lo que más le preocupaba estar a la altura de lo que su padre había construido.


CONTINUARÁ

      
          

 

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