Filomena irrumpió en la sala, trayendo consigo un vaso con agua de azahares como le había pedido Eugenia. Lucrecia recibió el vaso para tomar el agua y así calmar sus nervios que parecían estar fuera de si. Después de tomar el agua respiró profundamente, secó su rostro lleno de lágrimas con el pañuelo, espero un instante para calmarse y poder contar su tragedia a Eugenia que estaba a su lado consolándola.
Lucrecia tomó el último sorbo de agua y luego comenzó a relatar lo que había sucedido:
-Eugenia, mi padre desde hace varios días, viene diciendo que ya es hora de casarme pero hoy en la mañana volvió a insistir con el tema del matrimonio, estaba demasiado ansioso. Yo escuchaba en silencio, según él ya tiene al pretendiente que iba hacer mi esposo. Lo miré sorprendida, al principio pensé que se trataba de una broma, luego me di cuenta que hablaba en serio. En ese momento estábamos en el comedor tomando el desayuno. Me puse de pie para protestar, le dije que no podía decidir mi vida y menos decir con quien debía casarme. Mi padre reaccionó con ira y se armó una terrible discusión, yo me detuve di media vuelta y salí del comedor hablando en voz alta. Mi padre me siguió a la habitación y parado en la puerta grito más fuerte, diciendo: -¡Yo soy tu padre y tú tienes que obedecer mi mandato! ¡me escuchaste!- luego cerró la puerta y se fue. No he dejado de llorar de tristeza y desesperación y sin que nadie se de cuenta, salí de la casa, mis padres no saben donde estoy- terminó de decir Lucrecia entre sollozos.
-¿Querida amiga has hablado con tu madre para pedir su apoyo?- preguntó Eugenia.
-No, no he hablado con ella pero en plena discusión, mi madre se puso del lado de mi padre y dejó bien claro que yo debía obedecer. Ella nunca me va apoyar, eso no puedo pensarlo- contestó con apenas un suave tono en la voz.
Lucrecia sentía que no tenía salida y su dolor crecía a cada instante. Eugenia para consolar a su amiga dijo -si quieres puedes venir a vivir a mi casa y quedarte el tiempo que gustes hasta que decidas que hacer-.
-No Eugenia, yo no puedo hacer eso, tu casa seria el primer lugar donde mi padre buscaría y levantaría hasta la última piedra del fundo para encontrarme. Después se lanzaría sobre ti con toda su ira ¡no puedo permitirlo! no debo causarte ese problema- Lucrecia más serena continuó -no deseo casarme en un matrimonio por obligación y conveniencia, quiero conocer y enamorarme del hombre que mi corazón elija y amanecer juntos con amor y confianza. Es tan complicado lo que pido-.
Ahora, Eugenia recién comprendía porque su amiga en los últimos días estaba tan triste y callada. Al parecer su padre le hablaba de ese tema y quería casarla sin su consentimiento.
-Lucrecia- volvió a decir Eugenia para consolar a su amiga -no estoy del lado de tu padre pero tal vez si conoces al pretendiente y hablas con él puede que te agrade y comiencen a tener una amistad. ¿sabes quién es?-.
-No Eugenia, es imposible, sé de quien se trata y no siento nada por él, es uno de los amigos de mi padre, vive en Lima, tiene mucho dinero e influencias en las altas esferas del gobierno. Mi padre está ofreciendo a su hija para su conveniencia y obtener beneficios de ese trato. En plena discucion con él se lo dije y me lanzó una bofetada para callarme. Lo hizo porque sabe que en el fondo tengo razón- Lucrecia no ocultaba su dolor y continuó -quien como tú que eres independiente, tienes dinero y nadie te obliga a casarte, puedes elegir y decidir tu vida.
Su amiga tenía razón, Eugenia podía escoger su camino pero también estaba segura que de estar vivo su padre jamás la hubiera obligado a casarse sin su consentimiento, él siempre respeto sus decisiones.
Las dos amigas conversaban en la sala con más calma, entonces Lucrecia hizo un comentario.
-Mejor hubiera nacido hombre ¿no crees? así mi padre no me obligaría a casarme con alguien que no deseo y podría escoger que hacer con mi vida ¿no te parece?- preguntó Lucrecia.
-Si, hasta un punto es razonable lo que dices, los hombres tiene más libertad que las mujeres en muchos casos, espero que con el tiempo eso cambie- argumentó Eugenia e hizo sonreír a su amiga.
Comenzaba a oscurecer, era el momento de despedirse, Lucrecia abrazó a Eugenia y dijo -gracias por escucharme ahora me siento mejor- las amigas se despidieron en la puerta y Martin acompañó a Lucrecia para evitar que regrese sola a su casa.
La situación de su amiga entristeció a Eugenia, no existía peor tragedia que la obliguen a casarse con alguien que no amaba. El matrimonio es un tema que solo corresponde a dos personas y nadie más debe intervenir.
En el pasado Eugenia había conocido algunos jóvenes pero ninguno había sido el elegido de su corazón. Ella esperaba en un futuro cercano conocer a un hombre que pueda convertirse en su esposo. Las mañanas en el campo podían ser todas iguales pero siempre había algo que revisar o arreglar, Eugenia y Odilo, su caporal regresaban de inspeccionar el campo y éste comentaba:
-Señorita Eugenia pronto va a comenzar la cosecha y es importante avanzar en orden para llegar a campo abierto, de esta manera se trabaja mejor.
-Esta bien Odilo, estoy de acuerdo, es razonable avanzar en orden, además necesitamos contratar más peones para la cosecha, debes ocuparte de ello- finalizó Eugenia justo al llegar ala puerta de la casa.
-Si señorita hoy mismo me ocupo de ese asunto- contestó Odilo y siguió con los caballos para llevarlos a la caballeriza.
Eugenia entró en la casa, como todas las tarde se cambio de ropa y se dispuso almorzar, luego pensaba dedicar su tiempo a revisar algunos documentos y contestar cartas a su tía y a su madrina. Era su costumbre después de almorzar, sentarse un rato en el jardin para disfrutar del fresco aire de la tarde. Los rosales lucían bien cuidados y la amapolas también. Que remansó de paz y tranquilidad pensaba, de pronto escuchó la voz de Virginia que la trajo a la realidad, ella gritaba en la puerta principal. Eugenia fue a su encuentro para enterarse que pasaba con su amiga.
Virginia al borde del colapso lloraba y gritaba mencionando a su hermana, Eugenia la hizo pasar al salón principal para que tome asiento y se calme -¿dime que sucede con Lucrecia?- preguntó al ver la desesperación de Virginia.
-¡Mi hermana Eugenia! ¡mi hermana!- repetía varias veces -¡se ahogado!- dijo al final y lloraba casi histérica.
-¿Qué dices qué estás hablando? ¡explícate por favor!- dijo Eugenia al escuchar tan terribles palabras, luego llamó a Celestina para que traiga un vaso con agua de azahares. Era un buen calmante, la muchacha obedeció y presurosa trajo el vaso, Virginia bebió unos sorbos de agua para calmar sus nervios y entonces comenzó a relatar lo sucedido con su hermana.
-Mi querida Eugenia, todo comenzó hoy día en la mañana, mi padre volvió a insistir con el tema del matrimonio, se armó tremenda discusión, mi hermana se opuso a ello y él la amenazó con encerrarla en un convento del que nunca saldría, si no obedecía su orden. Tú sabes como es Lucrecia y su carácter, ella contestó que no le importaba que prefería eso a casarse con alguien que no amaba. Buscó el apoyo de mi madre pero ella le dio la espalda y continuó apoyando a mi padre. Fue horrible, yo no sabía que hacer, los gritos iban y venían. Lucrecia desesperada corrió a su habitación y cerró la puerta, no me permitió entrar. A la hora del almuerzo no se presentó en el comedor, todos pensamos que era lo mejor, así podía serenarse y pensar en su futuro. Pero estábamos equivocados, Lucrecia no estaba en su habitación, se había escapado por la ventana, fue a las caballerizas hizo que el mozo le ensille un caballo y salió sin rumbo fijo. Cuando mi padre se dio cuenta que no estaba, pensó que había venido a tu casa a buscarte y que regresaría antes de oscurecer. Una hora más tarde, uno de los pescadores del puerto llegó hasta nuestra casa, buscaba a mi padre para contarle que su hija Lucrecia se había ahogado. El pescador nos contó lo sucedido. Él y sus compañeros se encontraban en la orilla de la playa reparando sus redes de pesca, cuando divisaron a la lejos que Lucrecia venía en su caballo a todo galope, con el fuete golpeaba con fuerza al animal para obligarlo a entrar al mar, éste obedeció hasta perderse entre las olas pero su instinto de supervivencia lo hizo regresar a la playa. El horror de los pescadores fue comprobar que el caballo regresaba solo a la orilla y Lucrecia no estaba por ninguna parte, al parecer se había arrojado a las aguas profundas. Los pescadores se metieron al mar pero nada pudieron hacer, las olas se la habían llevado. El pescador que hablaba con mi padre dijo:-lo siento patrón pero todo paso muy rápido no pudimos hacer nada para ayudarla, reconocimos que era su hija, por eso aquí estoy para avisarle-. Ya puedes imaginar la reacción de mis padres. Mi madre lloraba y mi padre daba de gritos, fue algo horrible, después de unos instantes, mi padre y algunos de sus trabajadores junto con el pescador han ido a la playa para buscar a mi hermana. Mi madre en este momento esta encerrada en su habitación, yo no sabía que hacer y vine hasta aquí para contarte lo que pasó porque sé que tú querías mucho a Lucrecia- terminó de contar su tragedia Virginia.
Eugenia estaba paralizada por el dolor con el relato de Virginia, su amiga Lucrecia había conversado con ella un día antes y se fue a su casa más tranquila. Era una gran perdida lo sucedido, no comprendía el porqué de todo aquello, Lucrecia debió estar muy desesperada para no pensar en lo que hacia. Con el rostro bañado en lágrimas consolaba a Virginia.
-¿Qué voy hacer sin mi hermana?- preguntaba.
Eugenia pensaba lo mismo, para ella Lucrecia y Virginia eran como sus hermanas su desaparición era un dolor muy fuerte. De pronto ya no quería estar sentada, se puso de pie y llamó a Celestina le ordenó que avise a Martín para que ensille su caballo y habló con Virginia: -nos vamos a la playa, no podemos estar llorando aquí sentadas, sin hacer nada-
-Eugenia, si mi padre nos ve en la playa puede molestarse-.
-Mi estimada, la playa es un lugar público todos podemos estar ahí-. contestó Eugenia.
A los pocos minutos llegó Martín con dos caballos uno para Eugenia y otro para él -Señorita yo voy acompañarlas no pueden ir solas por el camino a la playa- señaló.
Eugenia y Martín partieron adelante y Virginia en su caballo los seguía. La distancia del fundo a la playa era mas o menos de una hora a caballo. En el camino la tristeza de Eugenia se convirtió en rabia, como era posible que unos padres llevaran a su hija al borde de la desesperación para que ella tome la fatal decisión.
Todavía no era tarde cuando llegaron a la playa, en el lugar estaban otras personas que se habían enterado de la tragedia y venían para ayudar y apoyar a los padres.
El padre de Lucrecia y unos pescadores salieron en bote al mar a pesar que ellos le dijeron que nada se podía hacer porque en una hora más comenzaría a oscurecer. El hacendado Rodrigo de Casas insistió y los pescadores obedecieron su voluntad.
Sentada en la playa cerca de la orilla se encontraba la madre de Lucrecia, ella estaba en silencio, lloraba llena de dolor y vergüenza la tragedia de su hija, había llegado antes que Virginia a la playa. En sus manos llevaba puestos guantes blancos, los que siempre usaba, según decía para protegerlas del sol. Era una mujer fuerte después de todo. Eugenia se acercó para saludarla y ofrecer su apoyo. La madre agradeció el gesto y guardó silencio. Virginia de quedó a su lado.
La familia y algunos amigos se quedarían toda la noche en la playa para hacer vigilia. Tenían la esperanza que el mar devuelva el cuerpo de Lucrecia. A pesar que esto último sería casi imposible por la corriente y las profundidades del mar.
La noche había llegado y el la playa se encendieron algunas fogatas. Las personas presentes rezaban por Lucrecia para que su cuerpo sea encontrado. El padre regresó con los pescadores, no tenia buenas noticias, estaba sufriendo en su rostro se dibujaba el dolor. Se quedó muy cerca de la orilla para hacer vigilia y pedir al cielo por su hija, en ese momento solo deseaba estar solo.
Eugenia retirada a poca distancia, lloraba por lo ocurrido a su querida amiga, no se acercó al padre de Lucrecia no podía hacerlo sentía demasiada tristeza y hablar con él hubiera sido peor. La rabia que tuvo en un momento se había disipado, pensó en cambio que el padre de Lucrecia tendría que carga por siempre con la culpa de esta tragedia. El hacendado Rodrigo de las Casas que pensaba que era dueño del mundo, estaba ahora vencido por el dolor y la tristeza de perder a su hija mayor.
CONTINUARÁ
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