lunes, 8 de agosto de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Eugenia escuchó atentamente la lectura de cada documento que había traído su abogado el Dr. Murillo, después firmó en cada lugar que le indicaba su asesor legal. Luego  éste comentó: -con las firmas de estos documentos podemos dar curso a los trámites para que en poco tiempo pasen los títulos de propiedad a tu nombre y seas la dueña legal de todo el patrimonio, así puedes firmar cualquier documento. Eugenia te felicito ahora eres la dueña de los bienes heredados de tu padre. 
-Gracias Dr. Murillo por las molestias de estos trámites y por traerme cartas del correo- contestó Eugenia.
-No debes darme las gracias- aseguró el Dr. Murillo -recuerda que además de ser tu amigo, soy tu asesor legal y estos trámites son parte de mi trabajo- el abogado se interrumpió unos segundos para guardar los documentos firmados y luego agregó -ahora que venía caminando por la vereda hasta tu casa, he podido observar que el cultivo de algodón en el campo está en todo su esplendor. Se puede ver el cuidado y la dedicación con que se cultiva. Tengo que decir que estás logrando un gran trabajo, tu padre estaría muy orgulloso de los resultados y que el fundo no ha sido abandonado. 
Eugenia sonrió, agradeció las palabras de su abogado y comentó: -con la ayuda del administrador y de mi caporal de campo lo estamos logrando, ellos son conocedores del manejo del fundo y un gran apoyo para mí-.
-Si, esto es verdad- agregó el abogado -tu padre confiaba en ellos y sabía que eran hombres de trabajo muy serios-.
-Dr. Murillo dijo Eugenia cambiando el tema -¿qué noticias tiene sobre los problemas y el ambiente político en la capital? ¿se ha enterado de algo reciente?- preguntó preocupada la joven. 
-Lamentablemente mi estimada Eugenia, tengo noticias pero no son muy buenas. Cómo es de tu conocimiento,  un colega que vive en la capital me envía información y algunos diarios con los últimos acontecimientos políticos. En estos días nos encontramos enfrascado en una guerra civil, con la lucha entre dos presidentes Miguel Iglesias y Andrés Abelino Cáceres, ellos ahora mismo están combatiendo en el norte. La inestabilidad y los enfrentamientos entre peruanos no nos ayuda a encontrar la paz. Las últimas noticias nos dicen que Cáceres estaba ganando y que la mayoría de la población lo apoya porque están en contra de Miguel Iglesias. Todo esto solo crea zozobra y la economía y el comercio se ven afectados. Es lamentable enterrarse de esta terrible situación  pero esa es la realidad de nuestros días. Roguemos Eugenia para que esta guerra termine pronto y que el país se pacifique- se lamentaba el Dr. Murillo -mi querida amiga debo despedirme, en unos días tendrás los títulos de propiedad a tu nombre y todos los demás documentos registrados para ser la nueva heredera de tu padre- el Dr. Murillo se despidió y salió de la casa para subir al coche que lo esperaba en la puerta principal para llevarlo de regreso al pueblo. 
La conversación con Godofredo Murillo su abogado, dejó a Eugenia inquieta, salió de la biblioteca y se dirigió a la capilla que quedaba al costado de la casa, ella no esperaba escuchar tan malas noticias. Esta guerra solo hacía más daño al pais y no permitía se encuentre un clima de paz.
Frente a la capilla estaban las tumbas de sus padres, Eugenia se acercó y rezó por ellos.  Sus oraciones eran más que una plegaria, eran un bálsamo de paz estar junto a ellos y hablar sobre sus dudas y temores. Había pasado recién un mes de la muerte de su padre y lo seguía extrañando, cuidaba con esmero las dos tumbas que alrededor había sembrados lirios y geranios. 
Eugenia quería recordar solo los momentos felices vividos al lado de sus padres, siempre que deseaba encontrar paz iba a la capilla para orar y luego visitar sus tumbas. 
De regreso de nuevo a la biblioteca, abrió primero la carta de su madrina que había traído el Dr. Murillo. En ella decía que sentía una gran tristeza por lo ocurrido y le pedía que tenga fuerza para soportar la terrible pérdida, sus palabras eran de consuelo: -Eugenia debes de tener fe, Dios te acompaña querida ahijada. No puedo viajar al fundo para acompañarte, no sabes cuanto lo lamento- las líneas que seguian eran de palabras reconfortantes y bellos recuerdos vividos en casa de los padres de Eugenia.
La carta de su tía Rosalía decía mas o menos lo mismo, ella también lamentaba lo sucedido a su padre y rogaba que pronto puedan conversar juntas -espero que en algún momento puedas viajar a la capital, sabes que yo estoy feliz de recibirte en mi hogar. Tus primas envían su pésame y desean que estés bien-. 
Unos días mas tarde de la visita del Dr. Murillo, la familia D' Cruze que eran sus inquilinos en la casa del pueblo, le habían mandado una invitación para almorzar con ellos. Eugenia aceptó y mandó una esquela de agradecimiento, estaba un poco intrigada no era común recibir una invitación de sus inquilinos.  
Al día siguiente, Eugenia se alistaba para asistir al almuerzo, se puso uno de los vestidos recién confeccionados por Filomena, tenía que aceptar que ella había realizado un buen trabajo. El traje le quedaba perfecto, sus zapatos hacían juego con su vestimenta y para finalizar su arreglo, se puso unos aretes y un broche de oro, que eran recuerdos de su madre. Peinó su cabello con delicadeza y se perfumo con una de sus finas colonias. Estaba lista para partir a la casa de la familia D' Cruze 
en la carreta que Martín preparó temprano para llevarla al pueblo. Eugenia partió en compañía del muchacho. 
En el camino, la joven se preguntaba cual sería el motivo de la invitación, no eran muy seguidos los encuentros con la familia. Sus inquilinos eran personas educadas. Estaban en el pueblo para trabajar con uno de los hacendados que deseaba cultivar viñedos para la producción de vino. El padre de familia era experto en el cultivo de vid para hacer vino. Ellos eran portugueses y pensaban vivir muchos años en Cañete para realizar el trabajo junto al hacendado. 
El padre de Eugenia había mudado a su familia a la casa del fundo porque era un lugar más privado que le ofrecía la sensación de libertad, además podía evitar comentarios desagradables de un pueblo pequeño.
Cuando la carreta llegó frente a la casa de sus inquilinos, Eugenia se llevó una grata impresión de lo bien cuidada que se veía, era una satisfacción verla de esa forma. Tocó la puerta y de inmediato, una empleada la hizo  pasar, ella traía un ramo de flores como presente para Fedra la señora de la casa y si su impresión fue agradable al ver la fachada, estar en el interior fue aun mejor. La casa no solo estaba bien cuidada si no, el decorado de los muebles, cuadros y adornos eran de buen gusto y delicadeza. El salón principal lucía impecable y lleno de luz. 
Los esposos D'Cruze tenían tres hijos pequeños que podían jugar felices en el jardin interior. Mientras ella estaba encantada con todo lo que veía, entró en el salón Fedra D'Cruze, Eugenia se puso de pie para saludarla y se dio cuenta que la ropa que usaba disimulaba apenas su cuarto embarazo. La dos mujeres se saludaron y Eugenia le entregó el ramo de flores que había traído. Fedra mandó a poner las flores en un jarro con agua y le pidió tomar asiento.  Conversaron sobre el clima, las amistades del pueblo y la feria que se abriría la próxima semana. De pronto se escuchó que la puerta de calle se abría y  Olimpo D'Cruze hizo su ingreso en el salón. Saludó a su esposa y después a Eugenia, luego tomó asiento junto a Fedra. 
La conversación entre los tres se torno amable y entretenida, una de las empleadas avisó a los esposos que ya podían pasar al comedor. Al parecer los niños ya habían almorzado y jugaban en el jardín.
Fue Olimpo el primero en hablar después de servir la ensalada. 
-Eugenia, sé que usted esta sorprendida por nuestra invitación, hemos tenido poco tiempo de conocernos y lamentamos mucho lo que sucedió a su padre, nosotros éramos buenos amigos. El motivo de nuestra invitación es proponer a usted la compra de esta casa, aquí mi familia se siente cómoda, la propiedad es muy bonita y amplia. Nosotros vamos a radicar definitivamente en el pueblo y queremos saber si acepta nuestra propuesta-.
Eugenia estaba algo desconcertada con la propuesta pero era de esperar, ella misma con sus padres  vivió algunos años en la casa y tenía buenos recuerdos, no era de extrañar que la familia D'Cruze quisiera vivir por siempre en la propiedad. Se tomó unos segundos para meditar y luego comentó: 
-Debo decir que su propuesta me ha sorprendido pero lo entiendo, la casa en verdad es muy cómoda para vivir y está cerca del centro del pueblo. Aquí mis padres y yo vivimos momentos felices y no me he planteado vender la casa, porque tiene para mí  un significado especial. Señor D'Cruze usted y su familia pueden vivir el tiempo que deseen en la propiedad,  veo que la cuidan con demasiado esmero. Si algún día decido venderla créame que su familia será la primera en recibir mi propuesta-.
Olimpo D´Cruze lamentó la decisión de Eugenia pero no insistió, comprendía a la joven y no quería perturbar las buenas relaciones que había con ella ahora que era, la nueva propietaria.  
El almuerzo terminó en una hora, la conversación continuó siendo agradable y se hablaron de diversos temas, después de tomar el café en el salón, Eugenia se despidió. Olimpo y Fedra la acompañaron hasta la puerta. Se  dijeron mutuamente palabras amables y quedaron como buenos amigos. 
Unos días después de la agradable visita a la familia D'Cruze, Eugenia recibió la visita de sus amigas, Lucrecia y Virginia comentaba sobre la fiesta de compromiso de Lucero Encino.
-No imaginas querida amiga, lo bonito y elegante que fue todo, Lucero se veía muy hermosa y la fiesta fue  excelente. La comida, los músicos y por supuesto los vestidos de las invitadas deslumbraron. Bailamos y probamos platos deliciosos; que pena que no podías asistir, te perdiste una gran fiesta que la gente todavía sigue  comentando- terminó de señalar Lucrecia.
-No dudo que fue un gran evento, se nota que lo pasaron muy bien, pero tú sabes que tengo motivos muy grandes para no asistir. Yo estoy segura que ustedes me van a contar los detalles de la fiesta- dijo Eugenia a sus amigas y estas no dudaron un segundo en describir cada instante  y cada vestido de las damas que asistieron.  
-En pocas semanas será la boda y de nuevo no vas asistir, comprendemos tus motivos y no te preocupes nosotras vamos a ponerte al corriente de todos los detalles de la boda y tú sentirás que en verdad has estado presente- intervino Virginia para asegurarle a Eugenia que ellas le traerían las novedades de la boda. 
Los festejos de la boda de Lucero Encino se celebró unas semanas después de la fiesta de compromiso, Lucrecia y Virginia asistieron y comentaban de nuevo con Eugenia los pormenores de la boda: 
-Si la fiesta de compromiso fue excelente, la boda fue más elegante, sus padres no escatimaron dinero para que la fiesta sea recordada por mucho tiempo. Mi querida Eugenia los novios lucían felices y Lucero estaba bella con su vestido de novia. El velo era largo y fino- comentaba Virginia y seguía describiendo cada detalle de la fiesta. Lucrecia también comentaba con entusiasmo la boda de su amiga. Las tres jóvenes pasaron la tarde conversando con entusiasmo los detalles y los festejos y la celebración de la fiesta.
-Cuando me case quiero que mi boda sea elegante y la fiesta dure tres días-comentaba Virginia.
-No seas exagerada con realizar una fiesta es suficiente, tú y tus sueños- señaló Lucrecia a su hermana.
-Lucrecia deja que Virginia sueñe, soñar no hace daño a nadie- agregó Eugenia que no quería que las hermanas discutan por algo que pertenecía al futuro.
Desde el día de la boda de Lucero Encino la actitud de Lucrecia había cambiado, ya no era la amiga alegre que venia a visitarla, ella por momentos lucia triste y silenciosa. Esto llamó la atención de Eugenia que no sabia a que se debía su comportamiento. Una tarde que sus amigas no habian llegado de visita, comentaba con Filomena: -No se que sucede con Lucrecia, la noto distinta a veces triste, ella no es así, su carácter es alegre y feliz- decia Eugenia con pesar. 
-Que puede ser lo que la entristece, su amiga no le ha comentado nada- contestó Filomena.
-No, no me ha contado nada- agregó Eugenia -solo espero que no sea algo grave y que tenga pronta solución-.
Distraída en la conversación, escuchó de pronto la voz de Lucrecia que la llamaba entre llantos desde el recibidor. Estaba sola, Virginia no la acompañaba y su amiga no dejaba de llorar. Eugenia fue a recibirla, pensó por un segundo que al padre de Lucrecia le había pasado algo grave. 
De uno de los cajones de la mesita de centro, sacó un pañuelo de bordado fino y se lo dio a su amiga para que seque sus lagrimas.
-¿Qué ha pasado Lucrecia dime qué tienes? preguntó Eugenia al ver que su amiga no se calmaba.
Lucrecia se puso de pie secó sus lagrimas con el pañuelo y dijo llena de ira -¡no quiero! ¡no aceptó! ¡no puede ser!- levantó la voz. 
Eugenia no sabia lo que estaba atormentando a su amiga, ella estaba fuera de si, ¿qué hacer para que se calme? se preguntó
-Lucrecia vamos a la sala para que te calmes y me digas que está pasando- habló con firmeza para que su amiga se tranquilice, luego llamó a Filomena para que traiga un vaso con agua de azahares. 
Eugenia esperaba que Lucrecia le diga qué estaba pasando y así  poderla ayudar. El llanto de su amiga era una respuesta algo que la hacia sufrir y no sabia qué podía ser. 


CONTINUARÁ
            
 
           
          
  
        


 

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