¡Ernesto que vamos hacer! grite, mi esposo estaba aterrado con lo que sucedía a Larita, yo miré con a tensión sus manos y note que la piel comenzaba a tomar un color oscuro en algunas zonas. Mi niña lloraba desesperada, sus pequeñas manos parecían bultos. Ernesto me dijo:
-Debemos llevarla al hospital, vístela ahora mismo, voy a sacar el carro del garaje-.
Mientras la señora Luisa contando su historia, la niña en silencio escuchaba, estaba nerviosa con la que ocurría a su alrededor, aun ignoraba que habia pasado con su padre, su madre no la dejó salir a la calle después del terrible estruendo de la explosión.
El Capitán Márquez preguntó -señora usted vistió a su hija y bajó las escaleras para ir al hospital, su esposo en el camino hizo algún comentario al respecto-.
-No Capitán, él estaba en silencio, se le veía desesperado por la expresión de su rostro, sus manos temblaban en el volante y no podía articular palabras. Llegamos al hospital entramos por emergencia, una enfermera nos interrogó y examinó las manos de mi hija para ese momento y con la luz de los florecentes vimos que habian tomado un color oscuro. Larita se quejaba de dolor y la enfermera comentó que el doctor vendría a verla en seguida, nos hizo pasar a un apartado y nos dijo que acostemos a la niña en la camilla. Pasaron tal vez quince minutos cuando vino el doctor y examinó a Larita, unos segundos después muy serio nos dijo que debían hacerle algunos exámenes y radiografías. Nosotros comprendimos que tenia que ser así y dejamos que la enfermera se la lleve, mi hija lloró un momento pero después hubo silencio. Ernesto y yo nos quedamos solos, no podíamos hablar nuestras mentes estaba bloqueada por lo sucedido, pasó una hora o tal vez más, suponíamos que la demora era porque estaban tratando las manos de mi hija para que vuelvan a su estado normal. Cuando regresó el doctor nos dijo que no habia otra salida debían cortar las manos de Larita, al escuchar sus palabras yo me tape la boca para no gritar y lloraba, mi esposo tomó al doctor por las solapas y lo zarandeo diciendo -¡No es posible! ¡No puede ser- gritó. Tuvo que venir el personal de seguridad del hospital para controlar a Ernesto. El doctor molesto nos explicó que la sangre no llegaba a sus manos y habia comenzado el proceso de gangrena. Vayan al hospital que vayan les dirán lo mismo, los exámenes arrojan malos resultados, las manos han sido dañadas. Mi esposo cayó al suelo de rodillas. El doctor nos comentó que debíamos explicar que es lo que ha pasado con la niña para que sus manos estén en ese estado-. De mi garganta no salían palabras no podía hablar por el llanto y el dolor de la noticia, debíamos autorizar la operación. Larita estaba en una sala alejada de nosotros, -los dejo unos minutos a solas para que conversen y puedan firmar el documento que autoriza la operación- finalizó el doctor y se retiró. Mi esposo estaba como poseído solo repetía, yo soy el culpable, yo soy el culpable. Agotada por el llanto conteste -debemos decidir si operamos a Larita no hay opción, sus manos están dañadas, no tenemos otra salida. Sin darme cuenta mire las manos de Ernesto y vi que lleva puesto un anillo grande y grueso en la mano derecha con la que golpeo a nuestra hija. Tal vez ese anillo fue el que causó el daño. El doctor regresó a los minutos y tomamos la difícil decisión de autorizar la operación. Eran las doce de la noche cuando prepararon a mi hija para su operación, nosotros ya no hablábamos, no podía decir nada, sabia que Ernesto estaba desesperado y yo deseaba morir. La operación duró dos horas, cuando nuestra hija fue llevada a su habitación, permitieron que me quede con ella el resto de la noche. Mi esposo se fue a casa, yo no deseaba verlo, no deseaba hablar con él, condenaba su actitud y la tragedia que habia causado. En los días siguientes la vida en la casa se convirtió en una pesadilla, Larita tenia los brazos vendados desde los codos hasta las muñecas, mi esposo lloraba en cada rincón de la casa, se arrodillaba ante mi y me pedía perdón, su rostro tenia la expresión de una persona apunto de perder el equilibrio mental. Yo me encargaba personalmente de atender a nuestra niña, ella no podía hacer nada sola, la ayudaba a vestirse alimentarse y hacer sus necesidades biológicas. Teníamos que regresar al hospital en una semana, por supuesto que la policía vino a nuestra casa para investigar lo que habia pasado, les explicamos que todo habia sido un accidente, no existía en nuestro hogar maltrato infantil. Para terminar de empeorar las cosas Larita en su inocencia, cuando su padre se acercaba, ella preguntaba -¿papá cuando me van aponer mis manos? tenemos que regresar al hospital-. estas palabras desquiciaron a mi esposo completamente, ya no iba al trabajo, ni subía al carro, no quería saber nada de nada.
-Elia Ruiz- dijo -Sargento fue en ese momento que usted se dio cuenta que le faltaba a la niña-.
-Si señorita, como llevaba un polito de manga larga que le cubría los dos brazos, no repare bien al principio pero luego de las palabras de la señora nos dimos cuenta el Capitán y yo de la tragedia. Me estremecí de dolor, como le dije antes cuando en un caso hay niños, el dolor es intenso. El Capitán Márquez y yo teníamos hijos pequeños y sabíamos lo que significa el drama de esta familia-.
La señora Luisa para terminar de contarnos lo sucedido nos dijo que su esposo ya no hablaba, salía a la calle y regresaba misterioso, hasta el día de hoy que sucedió la explosión y lo que ustedes han visto. Nosotros no entramos en más detalles, no deseábamos que la niña escuche que su padre no estaba más. El Capitán preguntó a la señora si tenia familia que la pueda ayudar y ella contestó que sus padres y hermanos estaban llegando para apoyarla. Nos despedimos y nos retiramos en silencio estábamos conmocionados con las palabras de la madre afligida que lloraba de dolor. Con el paso de los días las investigaciones arrojaron, que el padre habia comprado en el mercado negro cartuchos de dinamita, somos un pais minero no es difícil conseguirlos. Sacó el carro a la calle, tenia los cartuchos sobre las piernas, encendió las mechas y sucedió la explosión que fue aun más potente por la gasolina que tenia el carro. Ese fue el final del caso y de las investigaciones. La señora tuvo que ir a la jefatura para firmar su declaración - concluyó el Sargento.
Elia estaba sin palabras solo atinó a decir - Sargento estoy conmocionada, fue un caso muy triste de la niña y su madre, se imagina que fue de la pequeña sin sus manos. Luego supo algo de ellas-.
-No supimos más de la señora Luisa y su hija, la casa fue vendida y ellas se fueron a vivir con los abuelos de la niña. Siempre me he preguntado que fue de sus vidas-.
La hora de descanso habia terminado, Elia salió de la habitación del Sargento Sanchez a paso ligero estaba segura que le llamarían la atención, en el corredor se encontró con Amanda y le dijo -señora buenas tardes, su esposo me ha contado una historia terrible y dolorosa estoy aturdida y no se si podre concentrarme en el trabajo. Amanda correspondió el saludo, ya sabia de que historia se trataba porque a ella le habia sucedido lo mismo cuando su esposo le contó sobre la tragedia de esa familia.
El resto de la tarde los esposo conversaron sobre los hijos y los amigos, ya estaba cerca el día de la operación de Gerardo pero Amanda no habló del tema era mejor así.
En la noche en su casa Amanda fue directo al librero donde sabia que estaba guardado el álbum de fotos de su boda. Se sentó cómodamente en su sillón favorito y abrió el álbum en la primera pagina estaba la fotos de los dos vestidos de novios, ella con un vestido de encaje blanco pero nada ostentoso y él con un terno oscuro, todo aquello le parecía tan lejano, recordaba cada detalle, por ejemplo las sonrisas nerviosas de Gerardo y la alegría de ambos se podían ver reflejada en cada imagen.
CONTINUARÁ
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