Los días pasaban rápidamente, faltaba muy poco para celebrar la navidad. Merry junto a sus padres y hermanas asistió a su graduación del colegio. Sus notas brillantes eran la felicidad de sus padres, por fin había terminado el colegio ¿Qué felicidad! pensó Merry, ahora si podía descansar y planificar sus vacaciones.
En casa de la familia ya se vivía el ambiente navideño, todos estaban preparando sus regalos. Liza había comprado algunos presentes pero todavía le faltaba el regalo para Nany. Merry no se hacía problemas, ella había ahorrado suficiente dinero de las clases que daba a sus alumnos y tenía una buena cantidad para gastar, Fanny en cambio si sentía que le faltaba dinero para completar sus regalos, pero ya vería como solucionar el problema, tal vez los haría ella misma para complacer a su familia, que mejor regalo que algo hecho con sus propias manos, imaginó. La idea en la familia era no regalar nada caro ni ostentoso, "la intención es lo que vale" decía siempre Felicia.
El doctor Martel también vivia junto a su familia el ambiente navideño, pero él tenía que seguir como siempre con su trabajo para atender a sus pacientes. Una vez a la semana asistía a una posta médica que quedaba a las afueras de la ciudad, en ese lugar atendía a personas de menores recursos, para él era una manera de retribuir y dar gracias por su familia y las cosas buenas que le había otorgado la vida. En la posta médica trabajaban ad honorem junto a él un grupo de médicos que no cobraban consulta. Ese día la atención se realizaba en forma normal, había gran cantidad de pacientes que esperaban ser atendidos, de pronto, en medio de la sala de espera entró una mujer con un niño pequeño en los brazos dando de gritos y pidiendo ayuda, de inmediato una enfermera se acercó para tratar de calmarla y saber de que se trataba la emergencia, la mujer al borde de la histeria hablaba atropelladamente -¡Por favor ayuden a mi niño!, ¡por favor, por favor! se ha comido ocho pastillas de control natal, las sacó del cajón de mi velador- con la rapidez de la emergencia el personal médico se puso en acción. Oscar Martel corrío ayudar a sus colegas era una peligrosa emergencia, el niño de más o menos tres años, imaginó que las pequeñas pastillas de colores eran caramelos y se tragó la cantidad que la madre decía. Acostaron al pequeño en la camilla y le realizaron al instante un lavado gástrico para que su cuerpo elimine por completo las pastillas y no entren en su aparato digestivo y luego a la sangre con consecuencias devastadoras. El pequeño lloraba y llamaba a su madre hasta que no pudo gritar más porque tenía una pequeña manguera en la boca que llegaba hasta el estómago. El doctor no sabe cuanto tiempo duro la emergencia pero debían asegurarse que no queden rastros de las pastillas en su organismo. Oscar Martel se secó el sudor de la frente y dejó a las enfermeras que calmen al niño, hizo llamar a la madre y con voz severa le dijo:
-Usted debe tener más cuidado con su hijo, él no puede tener al alcance ningún tipo de medicina, sabe las consecuencias terribles de ingerir esa cantidad de pastillas anticonceptivas en el cuerpo del niño ¡Señora esas pastillas son hormonas y ha podido ser fatal para el pequeño!-. La madre lloraba y pedía perdón por tamaño descuido, entre sollozos preguntó -¿mi niño ya esta fuera de peligro?-.
El doctor se sentía molesto y contestó -debe quedarse unas horas en observación, ahora se encuentra con una enfermera en emergencia pero escuche bien, lo que voy a decir -"no deseo volver a verla en otra emergencia con su hijo"-terminó de hablar con tono severo y caminó a hacia su consultorio para seguir atendiendo a sus pacientes que lo esperaban. No podía creer lo que habia sucedido, un niño pequeño debe estar supervisado en todo momento.
Al terminar su jornada de atención a sus pacientes Oscar Martel se despidio de su colegas y partió a su casa, era casi de noche cuando decidió detenerse en una panadería donde sabía que preparaban el mejor dulce de la ciudad, un turrón delicioso que sabía que en su hogar les gustaba a su esposa e hijas, sonreía mientras imaginaba sus caras de felicidad al saborear el turrón. No podía evitar en ese momento acordarse de la emergencia con el niño en la posta, fue de terror imaginar lo peor que podía suceder a la criatura. Gracias al cielo todo habia salido bien y el niño se recuperó.
Al llegar a su hogar toda la familia lo esperaba, la hora de cenar estaba cerca y por el postre no había que preocuparse, el doctor había llegado con una gran sorpresa.
Alrededor de la mesa solo faltaba Merry que estaba en su habitación, seguía molesta por la conversación que había tenido con su madre sobre el viaje que pensaba realizar, ella no le había prestado gran atención y eso la tenia fastidiada, cuando la llamaron al comedor se presentó en silencio se notaba que estaba molesta. Su padre preguntó: -¿Merry que sucede por qué esa cara?
-Padre estoy bien no me pasa nada- contestó Merry.
Fanny comentó: -padre Merry quiere viajar y todavía no obtiene el permiso para ello-.
-Merry- exclamó el padre -he tenido un día muy agotador que te parece si cenamos tranquilos y en otro momento hablamos del viaje-.
Merry no estuvo de acuerdo con las palabras de su padre pero decidió hacer caso para no complicar más las cosas, las que no serían a su favor, en otro momento insistiría, era mejor esperar además con las cercanías de las fiestas de fin de año no iba a realizar ningún viaje, todo lo pospondría para los primeros días del mes de enero del próximo año. Terminó de cenar junto a su familia y disfrutar del delicioso turrón, luego pidió permiso y se retiró a su habitación, se sentó en la cama y abrió el cajón de su velador donde guardaba el dinero ahorrado, lo volvió a contar, tenía la cantidad suficiente para ir de viaje ya podía imaginar junto a sus amigas los lugares que iban a recorrer en el sur del país, iría solo con su mochila para poder movilizarse más rápido. Por fin cumpliría el sueño de viajar.
Una semana antes de la noche de navidad una visita inesperada llegó a la casa de la familia Martel. Alejandrina la señora del servicio atendió la puerta, era Américo Panduro, Liza salió al encuentro para contestar: -disculpe congresista, mi padre no se encuentra, él viene más tarde-.
-Por favor, Liza disculpe pero esta vez no he venido a buscar al doctor Martel, si no a usted. no sé si puedo pasar para explicarme- respondió.
La joven se sorprendió por las palabras de Américo y lo hizo pasar, ella ignoraba lo que iba a decir. Éste muy atentó accedió a pasar a la sala, él se había quedado con la imagen de Liza en su mente, era una joven de belleza fresca y graciosa, además de educada y trato muy fino, en pocas palabras quedó impresionado con ella en las dos oportunidades que habia hablado cuando fue a buscar a su padre. Ahora no sabía si la joven iba aceptar su invitación.
-Mi estimada Liza- comenzó hablar -tengo una invitación a una cena formal en la casa del embajador de nuestro partido, es un grupo de congresista que hemos sido invitados, yo pensé en usted si desea acompañarme, para mí sería muy grato si acepta-.
Liza no sabía que contestar, realmente estaba sin palabras, ellos apenas se conocían además el congresista era muy conocido y seguro habrían muchas mujeres que desearían acompañarlo ¿por qué la escogió a ella? se preguntó.
-Congresista Américo- contestó Liza -no sé si debo aceptar su invitación, estoy segura que parejas no le han de faltar para invitar a la cena-
-Disculpe que insista pero yo he pensado en usted para que me acompañe a la cena, creo que sería un momento perfecto para conocernos- contestó Américo preocupado por una negativa.
La joven guardó silencio unos segundos y luego agregó: -Acepto su invitación, es antes la navidad y no tengo inconveniente en acompañarlo ¿es de vestido largo? preguntó nerviosa.
Américo se sintió aliviado con la respuesta, era la joven más increíble que había conocido, para él fue un gran alivio que aceptara y contestó a su pregunta: -Si mi estimada Liza la cena es formal y con vestido largo.
CONTINUARÁ
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